viernes, 18 de septiembre de 2020

4.- EL TÉRMINO/LA PALABRA “FILOSOFÍA”. EL ANSIA DE SABER

 

 

Es, no sólo etimológicamente, también realmente, procedente de los griegos (como ya antes hemos indicado)

 

Herodoto la utiliza, aunque sólo sea como “participio” al decir que Solón (uno de los sabios de Grecia) era un “filósofo” porque recorrió muchos países a fin de examinarlos “por el gusto de saber”.

 

Como substantivo, “filosofía” surge dentro del círculo de Sócrates.

 

Un “sophos” (sabio) era alguien que entendía algún menester u oficio (el “sophos” culinario era el que dominaba perfectamente el arte de cocinar y podía enseñarle a los demás su “arte culinario” (pero podía ser un zapatero o un albañil muy capacitados).

 

Pero los “sophoi” (los sabios) también eran aquellos que sabían de lo más importante: acerca del universo, de la vida de los ciudadanos.

 

La “Sophia” (sabiduría) poseída les daba derecho al gobierno de la polis y no limitarse sólo a comunicar sus conocimientos.

Solón fue uno de estos “sophoi” o “sabios”.

 

Sócrates y quienes lo acompañaban, en vez de creerse, como los anteriores, “poseedores de la verdad” adoptaron una actitud distinta.

 

Sócrates decía “sólo sé que no sé nada” (que no es que no supiera cosas, sino que nunca estaba totalmente seguro de saberlas y que, cuanto más alto subía por el árbol del saber, más amplio era el horizonte de la verdad que desconocía) por lo que se consideraba “ignorante del saber”, no sabio.

Para él la Filosofía era “hambre de saber o de sabiduría”, “amor al saber”, “apetito de saber”, tanto teórico como práctico.

 

La filosofía, en este contexto, es más un talante vital que un cuerpo de doctrina.

 

Como no se puede vivir cómodamente en la “opinión” (“Doxa”), en el “acaso esto no sea así, aunque me lo parece) es necesario superarla para llegar a la “verdad” (“Aletheia”), descubrimiento, descubrir lo cubierto, destapar lo tapado, desvelar lo velado.

 

Filosofar es un constante huir de la “Doxa” encaminándose a la “Aletheia”, un desesperante renacer a la verdad.

 

ANSIA DE SABER.

 

La filosofía es un saber, sea éste verdadero o falso, real o ilusorio, correcto o ideológico.

 

El hombre se caracteriza por el “ansia de saber” (el animal no, no vive afanoso por un “por qué” y menos aún la planta o la piedra, todos ellos “seres” pero no como el hombre).

Y no es que el perro o el pájaro no sepan cosas, claro que sí conocen cosas y las ponen en práctica (hacer un nido), pero no experimentan “ansia” alguna por saberlas.

 

Ya el “homo habilis” se formulaba interrogantes e interrogaba a la naturaleza porque ésta se le ofrecía oscura, cerrada, compacta, enemiga, y fue su “ansia de saber” la que acribilló a preguntas a todo lo que le rodeaba (la tormenta, la salida y puesta del sol, el relámpago, la lluvia, la enfermedad, la muerte,…y quiso saber.

Así surgieron, en primer lugar, los mitos y con ellos se le calmó, de momento, la angustia de “no saber”.

 

El pensar mítico no es simple leyenda, es un pensamiento arcaico que participa de la imaginación y de la inspiración poética.

En él las palabras no son símbolos de las cosas sino que se atan directamente a las cosas.

El hombre queda unido al mundo a través del sentimiento y de la imaginación.

 

En la vida de cada individuo, en la tuya y en la mía, se ha repetido esta fase del pensamiento mítico, es la que se da en la infancia.

 

¿Qué niño no le pega a la puerta porque cree que ha sido ella la que le ha hecho daño y no es que él haya sido el que ha chocado con ella?

¿O pegarle patadas al suelo porque ha sido esa piedra la que…?

 

La manera mítica de pensar es una concreción histórica del ansia de saber que ahoga al hombre.

 

Sólo posteriormente, bastante después, el ser humano pensó “lógicamente” (con la razón), ya no “mímicamente”, con la creencia e imaginación.

 

Su pensar comenzó a ser “razonable” (es el conocido “paso del “mito” al “logos”).

 

Continuó y continuó preguntándose, en primer lugar por lo que tenía más cerca, por lo que tenía alrededor, por el mundo.

 

El “pensar lógico” ha sido una nueva concreción del “ansia de saber” que padece el hombre.

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