La globalización tiende a
unir el mundo, con los nuevos y potentes medios de comunicación pero, al mismo
tiempo que une a los países, los disgrega.
La consigna, en los grandes
centros económicos y políticos de decisión, es restringir gastos y aligerar al
máximo los costes de personal, por lo que, en vez de atraer a trabajadores a
las fábricas establecidas en sus países, generalmente occidentales, además de
Japón y otros, son las fábricas y los materiales necesarios para la producción,
los que se trasladan a esos países en los que la mano de obra es muy barata y,
tras la fabricación, habiéndose ahorrado mucho capital en salarios, la
distribución y venta se realiza en los países de alto nivel adquisitivo, que
suele ser, el mundo occidental.
Vamos, pues, con este modo de
actuación hacia un mundo de guetos, reducidos, para ricos y unas enormes
ciudades para los pobres.
Pero la amenaza a la
democracia y al bienestar no tiene por qué ser, necesariamente, el resultado
del creciente progreso técnico-tecnológico y económico.
Pero, realmente, hay
alternativas, que podían ponerse en práctica y la vida en paz social, sin
explotación, sigue siendo posible.
Pero es la plusvalía la que
manda y, costando igual el capital constante y siendo tan desigual el capital
variable (el que se paga en forma de salario) las grandes empresas van y
vienen, por tierra, mar y aire, al lugar de asentamiento de las fábricas, en
cuyos países en nivel de vida es muy bajo y, así, la plusvalía aumenta.
VARONES Y MUJERES: PERSONA
MASCULINA Y PERSONA FEMENINA.
Hoy, al caer los estereotipos
clásicos que diferenciaban a varones y mujeres como personas distintas ya no se
sabe, con certeza, qué es ser varón y qué es ser mujer.
La diferencia sexual es el
tema de nuestro tiempo.
¿Hay una persona masculina y
una persona femenina o, más bien, hay un modo masculino de ser persona y un
modo femenino de serlo?
¿Cuáles son los caracteres
esenciales diferenciadores entre el varón y la mujer?
¿Cuánto hay de cultural y
cuánto de biológico en la diferenciación sexual?
¿Es compatible la “igualdad”
con la “diferencia”?
Cientos de veces habré
escrito que varones y mujeres son “iguales” como “personas”, no desiguales.
Somos iguales en cuanto personas, con los mismos derechos y los mismos deberes
en cuanto personas.
Pero, una vez dicho esto,
“iguales” afirmo que varones y mujeres, mujeres y varones somos “distintos”,
“no idénticos”.
Somos distintos en los
cromosomas, en las gónadas, en la fisiología,…
Los varones, con sus
espermatozoides, son “distintos” a las mujeres con sus “óvulos”.
Aquellos pueden engendrar
mientras ellas pueden quedarse embarazadas y dar a luz.
“Iguales” en cuanto personas
(ni es más persona el varón que la mujer, ni la mujer que el varón)
Pero “distintos” “no
idénticos”.
Lo opuesto a “igual” es lo
“desigual” mientras los opuesto a “distinto” es lo “idéntico”
De ahí que seamos “IGUALES Y
DISTINTOS".
PETER SINGER
Las provocadoras tesis del
filósofo australiano P. Singer sobre el derecho a la vida han alcanzado un eco
considerable.
Según P. Singer no todos los
seres humanos son personas ni, por tanto, acreedores al respeto que sólo las
personas merecen.
Pero es algo que, desde hace
mucho tiempo se sabía que los esclavos, griegos, romanos y durante toda la
historia (hasta su prohibición) no eran personas, siendo seres humanos
(“bípedos implumes”, “que hablan”, “que tienen sentimientos”,…pero no tienen derechos,
como el hombre no esclavo, o libre.
El siervo, aun siendo un ser
humano, por no tener reconocidos derechos (que sí tienen las personas) no
tenían ni “derecho a la vida” por lo que podían ser vendidos-comprados,
apaleados, abandonados, o matados, como se hace con un burro cuando ha comido
las lechugas del huerto del amo y éste lo vende, le da una paliza,…y si no lo
mata, no es porque el burro tenga derecho a la vida, es porque le sirve para
trabajar, como no se le ocurre al amo, quemar una pala, o romper una cazuela,
porque le son útiles, no porque ellos tengan derechos.
El argumento de P. Singer es
simple: “Si por persona se entiende un ser capaz de racionalidad y
autoconciencia, entonces no pueden ser consideradas personas a los miembros de
la especie humana que no exhiban esas características, por ejemplo los recién
nacidos o los deficientes profundos, por no hablar de los fetos y de los
embriones humanos.
De esta reducción de la
categoría de “persona” se siguen consecuencias tales como la licitud, en
ciertas condiciones, no ya del aborto, sino también de la eugenesia, incluso
del infanticidio.
No es una tontería lo que
dice P. Singer, sino un desafío teórico.
Si no se distingo “lo que
está en acto” de “lo que está en potencia” y se acepta así, en bruto la
definición de persona, lleva toda la razón.
Si “persona es la que…. y la
que…y la que…en acto” y puesto que el embrión, ni el feto, ni el niño recién
nacido, ni el deficiente profundo lo tiene “en acto”, entonces….
¿Pero no lo son “en potencia”?
Aunque no lo sean ahora, de
hecho ¿es que no pueden serlo el día de mañana”.
Si admitimos la definición de
persona que él propone sus conclusiones son incontestables.
Pero, teniendo en cuenta “el
serlo en potencia”, porque pueden llegar a tenerlo en acto, entonces habrá que
concluir que todos los seres humanos son personas, “en acto” o “en potencia”.
Todos los seres humanos son
personas por el simple y mero hecho de pertenecer a una especie cuyos
ejemplares típicos poseen (en acto o en potencia) racionalidad u autoconciencia.
UN ANIVERSARIO.
Estaba yo de
profesor/enseñante, entonces, en el 1.989, cuando se produjo un hecho
extraordinario: la caída del muro de Berlín que coincidía con el bicentenario
de la Revolución Francesa.
Asistíamos a la crisis o
derrumbe estrepitoso del llamado “socialismo real” en Europa.
Tuvo lugar de una manera
espontánea, casi sin violencia, acontecimiento que considerábamos imposible por
los dos regímenes tan opuestos, en guerra (aunque fuera una “guerra fría) y por
el temor de una guerra nuclear entre los dos gigantes y cuyas consecuencias
bien podrían haber sido la destrucción de la vida en nuestro planeta.
¿Por qué fracasaron los
regímenes comunistas de Europa?
Y ¿cuáles son los límites y
posibilidades de nuestro modelo occidental de sociedad?
Porque, no lo olvidemos, ni
todo era malo en el comunismo ni todo era buenísimo en el capitalismo y en el
actual neocapitalismo.
El totalitarismo marxista ha
fracasado, pero aún siguen teniendo sentido dos preguntas que siguen planteando
el pensamiento marxista: ¿“Por qué hay tanta injusticia en el mundo?, y ¿Por
qué unos pocos acaparan la mayoría de la riqueza mientras la inmensa mayoría
carece de lo necesario para sobrevivir?
El mejor ideal político es la
integración de la “libertad” y la “solidaridad” (o “justicia”).
El capitalismo democrático no
basta para avanzar hacia un mundo más justo y feliz pues la lógica del
“beneficio” y del “mercado”, dejada a su propio aire, no propicia la
desaparición de la miseria y de la explotación de unos hombres por otros sobre
nuestra tierra.
Y, me preguntaba y preguntaba
a mis alumnos, tras explicar el marxismo, qué habría dicho Marx si hubiera
levantado la cabeza y viera lo que habían hecho y cómo habían interpretado y
puesta en práctica su doctrina.
La autonomía individual no
basta y ha de ser compensada por dinamismos que fomenten, personal o
institucionalmente, la solidaridad.
Y para conseguir tal fin son
necesarios los diálogos, pero no son suficientes los diálogos, son necesarias,
además de las palabras, de las “buenas razones”, las buenas acciones.
¿Cómo promover un modelo de
sociedad “libre”, por una parte, y “solidaria”, por otra, en que rija la
primacía de “la persona” sobre las “cosas”, primacía del “ser” sobre el
“tener”?
Sólo por la puerta de un
“ideal”, de una “utopía” (no una “quimera”) que nos saque del presente y nos
muestre los caminos del futuro.
No podemos renunciar a la
“utopía” pero afirmando que lo importante es la “persona”.
Está en horas bajas la
“utopía”, el escepticismo y el agnosticismo lo invade todo y todo queda
coloreado por ellos.
Pero ¿qué puede construirse
firmemente, consistentemente, si desconocemos los planos del proyecto?.
El “pensamiento débil” no
puede ser una buena guía para un ideal firme y “fuerte”.
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