Muchas veces, en mis clases,
les decía a mis alumnos: “El hombre” no existe, los que realmente existen son
“los hombres”, que se ofrecen con mil rostros distintos”.
Tan “hombre” es Diógenes el
Cínico, como el pintor de las cuevas de Altamira, el esclavo que acarrea
piedras para las pirámides de Egipto, el analfabeto que padece suma ignorancia
como el sabio que escribe un libro sobre Metafísica, el santo que recorre el
mundo, exponiendo su vida, y predicando el amor como el verdugo que gaseó
judíos en los campos de concentración nazi, el multimillonario que gasta un
capital en cosas inútiles como el que se muere de hambre por no tener que
comer, el que dispara en la guerra y mata como el matado, el hereje que muere
en la hoguera por no desdecirse de lo que ha dicho como el Papa que lo condenó,
el soldado raso y su general, el homosexual y el heterosexual, el
esquizofrénico y el equilibrado mental, el que…
Todos son “hombres”.
El “hombre” es
complicadísimo.
Pero a pesar de la diversidad
de situaciones en que los hombres se nos aparecen puede descubrirse en ellos
unos rasgos comunes que las palabras griega y latina señalan para designarlos a
todos como “hombres”.
“Anthropos”, palabra griega,
e interpretado, hoy, como “rostro de varón”, en su sentido originario, fue entendido
primitivamente como “el que mira hacia arriba”.
Y la palabra latina “homo”
significa el “nacido de la tierra” (“homo” viene de “humus” = “tierra”, (de ahí
lo de “in-humar”, “en-terrar”)
En toda situación humana, por
rara y extrema que sea, encontramos un elemento terráqueo, material, orgánico,
y otro elemento por encima (o por debajo, o por detrás de éste) que hace
referencia a un mundo distinto aunque sea un alienado mental.
Ese otro elemento majestuoso,
superior al cuerpo, reside en que, siendo el ser humano una de las cosas del
cosmos, es aquella “cosa” que “dice lo que son las demás cosas”, sea un
asesino, un ladrón, un santo o un ciudadano normal y corriente.
Preguntarse por el “hombre”
es preguntarse por eso especial que él “es” entre las demás cosas del universo
y, también, preguntarse por su felicidad.
Si sólo hay “physis”
-naturaleza física, si sólo contamos con los ámbitos mineral, vegetal y
zoológico, no hay lugar para el hombre como “ente-distinto”.
Pero siempre, en todo tiempo
y lugar, el “hombre” se ha autoconsiderado distinto, no ya de las piedras y de
los árboles, sino también distinto de los demás animales.
“Animal, si” (pues “animal”
es “viviente sensible”) pero distinto, “animal humano” (“anthópinon zoon”).
“Anthopos”, en Grecia, se
opone a “theos” (dios).
El hombre es un animal, pero
diferente, es un animal que habla (“zoon logicón” en que “logicon” es tanto
“razón” como “palabra”).
Es un animal, además,
político y social (“zoon politikon”) pero, de ninguna de las maneras es un
“dios”.
Incluso el Génesis dice:
“hagamos al hombrea a nuestra “imagen y semejanza”, parecido a dios, pero no
dios.
Serán “hijos de dios”, un
cierto parentesco con dios, aunque sean hijos adoptivos y no hijos naturales.
El pensamiento griego alejó
al hombre de “lo divino” mientras la reflexión judeo-cristiana puntualizó más
la separación entre el ser humano y la animalidad.
De esta guisa el hombre
queda, como en suspenso, entre lo “zoológico” y lo “teológico”, aunque siempre
un poco más pegado a la animalidad, siendo “lo divino” algo adjetivo.
Una es por “naturaleza” (animalidad),
la otra (dios) es por “adopción”.
Kant marcó un corte con todo
lo anterior con sus 4 preguntas: 1.- ¿Qué puedo conocer? 2.- ¿Qué debo hacer o,
mejor, cómo debo comportarme? 3.- ¿Qué me cabe esperar? y 4.- ¿Qué es el hombre?
A responder a la primera
pregunta dedicó su primera Crítica, la “Crítica de
A.- Conocimiento sensitivo,
que sería un caos de sensaciones si no se les aplicara o se ajustarán a las
Formas a Priori de
Imaginaos que alguien me dice
que ha visto un perro y le pregunto: ¿Dónde? y me responde: “en ninguna parte,
en ningún sitio”, entonces le pregunto que cuándo lo ha visto y me responde:
“Nunca”.
Hay que deducir que ese
alguien no ha visto un perro porque, para que haya sensaciones (vista, oído,
gusto,…) tiene que haber un Espacio en el que ver y un Tiempo en el que verlo.
El caos de sensaciones
(materia) queda informado (formas) por las Formas a Priori (independientes de
la experiencia, previas a la experiencia y que las hacen posibles) de
Y sólo así tenemos el
“Fenómenon”
B.- Conocimiento intelectual
que sería los “fenómenos” anteriores (materia del conocimiento), que se ordenan
en o según las Formas a Priori del Entendimiento, denominadas Categorías y que
son 12, ordenadas de 3 en 3 por la cantidad, cualidad, relación y causalidad y
de todo ello puede salir el conocimiento intelectual, al aplicar o al ajustar
la “materia” (fenómenos) a las Formas o Categorías.
C.- Conocimiento Racional
para el que no hay materia sobre la que aplicar las Formas a Priori de
El sólo Entendimiento no
conoce, únicamente pone las condiciones de inteligibilidad de la cosa, las 12
categorías, que constituyen los supuestos para que algo sea, para un yo, objeto
inteligible (“objeto substante”, “objeto causal”,…
Conocer es hacerse cargo de
un objeto DADO bajo un concepto del entendimiento –lo “puesto” por éste.
La misión del entendimiento
es hacer posible la experiencia convirtiendo lo “dado” en “objeto” de saber.
Cuando falta la intuición
sensible, cuando no hay nada dado a los sentidos, entonces la actividad de
Desaparece el conocimiento
propiamente científico porque no hay intuición a la que aplicar los conceptos
racionales.
En esta circunstancia no es
posible hablar de algo científicamente verdadero.
Entonces la pregunta 4, el
interrogante antropológico: ¿qué es el hombre”, ¿qué cosa es el ente humano?
Permite pluralidad de respuestas fuertemente diferenciadas las unas de las
otras.
No hay/no puede haber UNA
Antropología sino varias/muchas Antropologías.
No es lo mismo contar del
hombre que es “cuerpo más alma” que asegurar de él que posee 12.000 millones de
neuronas cerebrales.
No hay “intuición sensible
del alma humana” por lo que el aserto sobre su existencia deja de ser
científico para convertirse en afirmación metafísica o del conocimiento
racional.
Por el contrario, cuando se
sostiene que el cerebro humano está compuesto de 12.000 millones de neuronas se
formula un enunciado científico pues, en tal caso, hay “lo dado” al
entendimiento, hay experiencia sensorial, organizada por las categorías
intelectuales.
No es posible hablar de UNA
sola Antropología.
Aparecen DOS tipos de discurso
en torno al ser humano completamente distintos: el discurso Científico y el
discurso Metafísico.
No es cuestión, de entrada,
de privilegiar uno sobre el otro, pero sí resulta imprescindible diferenciarlos
radicalmente desde el principio a fin de obviar confusiones.
Antropología Científica y
Antropología Metafísica.
1.-
2.-
En estas Antropologías
Científicas sus enunciados son sometibles a prueba.
Frente a esta Antropología
Científica está
Si
Ha habido una tercera vía
antropológica, entre
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