Nadie pone en duda los
factores psicobiológico y socio-cultural (pues sus enunciados son sometibles a
prueba, a verificación) pero el factor espiritual, su creatividad, su
iniciativa, su estatuto de sujeto, se pone en tela de juicio, pues no ha lugar
a prueba.
Nos hallamos en el ámbito de
la metafísica, en el terreno de los enunciados no verificables.
Este factor espiritual se le
ha denominado, a lo largo de la historia, de muchas formas: espíritu, sujeto,
yo, conciencia, persona, libertad, alma,…un tipo de realidad no reducible a
objeto o materia de estudio científico, a necesidad, a naturaleza.
Mejor es llamarlo “espíritu”
que “alma”, pues este termino viene de “anima”, latina, emparentada con
“anemos”, griego, (soplo de la respiración) y posteriormente vino a indicar el
principio que “anima a los seres vivos”,
por haberse observado que la vida desaparecía juntamente con el soplo (se
recurría a poner un espejo en la boca para observar si echaba aliento, si se
empañaba (estaría vivo) o no y, entonces, estaría muerto.
También “anima” dará lugar a
“alma” mientras “animus” dará lugar a “espíritu”, de “spirare”.
El “espíritu”, entonces,
significa lo opuesto a animal, siendo el principio de la actividad intelectual.
La planta y el animal poseen
“alma” (principio de la vida, bien vegetativa, bien sensitiva (Aristóteles) que
equivaldrá a la “Psike”, mientras al hombre le corresponde el “espíritu”
(pneuma) principio de la “vida intelectual”
GRIEGO LATÍN CASTELLANO.
Pneuma Animus Espíritu
Psyké Anima Alma
(parte de “Espíritu” sumergido en el “cuerpo”)
Soma Corpus Cuerpo.
La idea de “alma” como una
“entidad desterrada” entra en Grecia por influencias chamanísticas procedentes
de Tracia y Escitia y que cree que hay en cada hombre una realidad de orden
divino que ha existido antes del cuerpo y que existirá cuando éste desaparezca
(Pitágoras, Empédocles, Platón (sobre todo) y Plotino)
(Obvio extenderme en el Fedón
y demás obras de Platón referentes al tema).
El “espíritu” será esta
“alma” pero en su puridad, sin ingerencias somáticas.
Ni hay, ni puede haber
experiencia del “espíritu” o del “yo” pero sí existen un conjunto de fenómenos
específicamente humanos que nos remiten hacia una realidad no objetivable, no
comprobable, por lo tanto, una realidad que nos ayudaría a hacernos cargo de
forma cabal del complejo fenómeno humano.
Fenómenos humanos que nos
lleva a admitir algo como causa de esos fenómenos, tales como: Sustituir las
“cosas” por “símbolos de las cosas” (palabras, lenguaje, arte,…), el
pensamiento abstracto, con la distancia que supone respecto al mundo concreto
material, ideas además de imágenes, capacidad de decidirse por realidades no
materiales (poesía, crucigramas, chistes), poder dudar, la conciencia refleja (autosaberse)
distinta a la conciencia directa, preguntarse por causas teleológicas,
persistencia del yo en fenómenos psíquicos distintos (reír, llorar, leer,
escribir, pensar, dormir,…) conciencia de un yo-sujeto frente a un yo-objeto,
sentirse obligados a preceptos morales, ir, incluso contra leyes biológicas (la
técnica, hacerse cargo del otro vs egoísmo animal, preferir la muerte o
soportar un castigo antes que aceptar determinadas cosas,…
Y, aunque Watson y su
“behaviorismo”, Skinner y su “neo-behaviorismo”, nieguen todo tipo de realidad
humana no empírica, Chomsky y su Gramática Generativa lleva a pensar lo
contrario, a una “imaginación creadora”.
La diferencia entre
Podemos aceptar la dimensión
espiritual del hombre, aunque no podemos probarla, porque no pertenece al
ámbito científico.
La misma duda resulta posible
porque hay un salto entre voluntad y razón.
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