SUFRIMIENTO.
Afirma
Popper que “en lugar de pedir la mayor felicidad para el mayor número de gente,
debemos conformarnos, más modestamente, con la menor cantidad de sufrimiento
para todos, exigiendo, además, que este sufrimiento inevitable, se distribuya
en la forma más equitativa posible.
En
el campo de la Ética se gana en claridad si formulamos nuestras exigencias en
forma negativa, es decir, si exigimos la eliminación del sufrimiento más que la
promoción de la felicidad”.
A
fin de cuentas, el sufrimiento es parecido en todos los que lo padecen, es
bastante objetivo, pero la felicidad es subjetiva y relativa a la persona y no
tiene que ser la misma para todos.
Sabemos
que el concepto de felicidad es muy amplio y muy variado.
PROFUNDIDAD.
Afirma Popper que” es un prejuicio bastante
generalizado el que consiste en relacionar la “profundidad” de pensamiento con
la “comprensión” y, por lo tanto, si yo no comprendo lo que ese autor afirma,
doy por supuesto su profundo pensamiento y mi debilidad comprensiva.
Me autoinculpo.
Ortega lo proclamaría muy abiertamente: “la claridad
es la cortesía del filósofo”, lo opuesto, pues, será una extravagancia, una
impostura, una inmoralidad.
Siempre
se corre el riesgo de identificar lo “justo” con lo “legal”, cuando aquel es un
concepto “moral” y éste es un concepto “jurídico”.
Sería ideal que coincidieran
pero, por desgracia, no siempre, muchas
veces, no hay coincidencia.
SERÍA
BUENO REFLEXIONAR.
El
9 de Noviembre de 1.989 se produjo un hecho extraordinario: La Caída del Muro de Berlín,
coincidiendo con el bicentenario de la Revolución Francesa
(1.789)
Asistíamos
boquiabiertos a la crisis o derrumbe estrepitoso del llamado “socialismo real”
en Europa.
Fue
un acontecimiento considerado casi imposible (pero real) gracias al peligro de
los seguros resultados de una confrontación espantosa, una guerra nuclear, cuya
consecuencia bien podría haber sido la destrucción de la vida en nuestro planeta.
Fue
el momento preciso para reflexionar sobre las causas del fracaso de los
regímenes comunistas en Europa y sobre los límites y posibilidades de nuestro
modelo europeo de sociedad.
Porque
no todo era malo en el comunismo ni todo es bueno en el actual neoliberalismo.
El
totalitarismo marxista ha fracasado.
Pero
aún siguen teniendo sentido dos preguntas que se plantean en el pensamiento
marxista:
1.-
¿Por qué hay, ahora mismo, en el mundo, tras el fracaso del comunismo marxista,
TANTA INJUSTICIA?
2.-
¿Por qué unos pocos acaparan la mayoría de las riquezas y los más CARECEN DE LO
NECESARIO?
La
mayoría somos de la opinión que el mejor ideal político es la INTEGRACIÓN de la LIBERTAD con la SOLIDARIDAD.
El
capitalismo democrático (convertido en neoliberalismo) no basta para avanzar
hacia un mundo más justo y feliz, pues las lógicas del BENEFICIO y del MERCADO,
dejados a su propio aire (principio del capitalismo) no propician la liberación
de la miseria ni de la explotación de unos hombres por otros.
Peor
aún, el neocapitalismo, convertido en sociedades anónimas y diseminado en
acciones está esquilmando y esclavizando, no ya a individuos concretos,
trabajadores de sus fábricas, sino a pueblos enteros esquilmándoles de sus
riquezas y convirtiéndolos en trabajadores de mano de obra barata en vez de
transformar esas materias primas en sus lugares de residencia.
Más
aún, cotizando o escondiendo sus beneficios en paraísos fiscales para no pagar
o apenas pagar impuestos, en las naciones de origen.
Paraísos
fiscales consentidos, autorizados, legislados, …por las Instituciones
Internacionales, conscientes de la injusticia que ello supone para las arcas de
las naciones.
El
absurdo que supone las “residencias fiscales” legales con determinados tiempos
de estancia teórica en dichas residencias.
LIBERTAD
máxima, JUSTICIA mínima, SOLIDARIDAD casi nula.
Quien
contamina es el capitalismo y quien sufre las consecuencias negativas son los
pueblos menos contaminantes.
Para
conseguir más justicia y más solidaridad no sobran, pero no bastan, las cumbres
internacionales y los monólogos o diálogos de sordos.
Y
no basta la acción individual (yo también traje mi piedra de Gibraltar, pero
Gibraltar allí sigue).
Y
sí, si hay “buenas razones” para que ello ocurra, pero no parece que vaya a
ocurrir porque no bastan las acciones puntuales, hace falta un nuevo talante
para decidirlo.
¿Cómo
promover un modelo de sociedad libre y solidaria en la que rija la primacía de
la persona sobre las cosas, el “ser” sobre el “tener”?
Los
intelectuales de izquierda que, no tanto tiempo, predicaban la utopía se han
echado en manos del escepticismo más o menos radical.
El
camino no es difícil imaginarlo, lo difícil es ponerse a la obra para
conseguirlo.
Me
temo que la telaraña que nos envuelve nos nuble la mente y, en consecuencia, se
marchite la ilusión.
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