Los Manuscritos
SILENCIOSOS o SILENCIADOS.
¿Por qué, hasta ahora, han
tenido tan poca publicidad unos manuscritos de tanta importancia y que podrían
ser considerados imprescindibles, más incluso que los de Qumram, para el
conocimiento de los orígenes del cristianismo?
¿Por qué esa muralla de
silencio en torno a ellos?
Pues, porque son mucho más
peligrosos y, por ello, la
Iglesia ha intentado minimizar su valor (también, hay que
reconocerlo, por la vanidad de muchos expertos que no querían soltar la presa
para que otros tomaran parte. Todos querían la paternidad de la correcta y
completa traducción y análisis).
Este es material histórico,
no teoría o hipótesis, y puede plantearle grandes y graves problemas a la Iglesia , comenzando por la
importancia de María Magdalena, tanto en la primitiva comunidad cristiana como
por sus posibles/probables relaciones sentimentales y amorosas con Jesús de
Nazaret.
El gnosticismo comienza a
verse como una verdadera corriente del cristianismo primitivo, como el primer
intento de una teología alternativa a la teología de Pablo.
Y es que, durante mucho
tiempo, se estudió el gnosticismo a partir de las críticas que los Padres de la Iglesia difundieron contra
los gnósticos, a los que se les consideraba “herejes” una vez aceptado como
único movimiento cristiano válido la corriente oficial y jerárquica de Pedro y
de Pablo.
Así que, si sólo tenemos la
visión que el enemigo tiene de uno la objetividad está, “in radice”, negada y
la verdad se muestra sesgada.
Ahora ya, tras los escritos
de Nag Hammadi, este movimiento cristiano puede estudiarse objetivamente, de
primera mano y no sólo desde el sesgo de los adversarios.
Para los que veían en los
gnósticos un simple movimiento cristiano herético, totalmente ajeno al
cristianismo oficial, el descubrimiento del evangelio de Tomás ha quebrado
todos los esquemas.
Porque se trata de un
evangelio muy parecido al 4º, al de Juan, pero también a los otros tres, los
sinópticos.
Este evangelio de Tomás debió
de comenzarse a escribirse en el siglo II, aunque sólo se acabó en el siglo IV.
El texto griego, antes de su
traducción al copto, fue escrito en Jerusalén, bajo la influencia de Santiago,
el hermano de Jesús, con quien los gnósticos conectaron mejor que con Pablo.
La redacción final tiene
también influencia de Tomás.
Este evangelio se le atribuye
a Dídimo Judas Tomás, pero NO se trata del apóstol Tomás, el incrédulo que no
creyó en la resurrección hasta que metió….
“Dídimo” es un nombre griego
que significa “gemelo”
“Judas”, según los
sinópticos, es el hermano de Santiago, el hermano de Jesús (en la tradición
cristiana siria Judas era un hermano gemelo de Jesús)
“Tomás” es un nombre arameo
y, también, significa “gemelo”
Lo que parece dar a entender
que dicho evangelio contaba con la autoridad de la familia de Jesús.
Este evangelio, aunque aborda
algunos temas de los sinópticos, sin embargo, los enfoca desde un punto de
vista gnóstico.
Tanto en este evangelio de
Tomás, como en el de Felipe y en el de la Magdalena , aparece muy clara la necesidad de la
integración de lo femenino y lo masculino en cada ser humano.
En los documentos gnósticos
Jesús no aparece como un Dios distante que viene a salvar al mundo del pecado.
Jesús es un sabio que camina
junto a sus discípulos.
Es un maestro de Sabiduría
(“gnosis”), y que nunca habla de sí mismo.
Es un resucitado, un viviente
que pronuncia palabras que ayudan al discípulo a tomar conciencia de sí mismo.
“Quien conoce y sigue su
palabra no conoce la muerte, siempre estará vivo”
Los evangelios gnósticos de
Tomás y Felipe están tan cercanos a los sinópticos que algunos han querido
considerarlos como no gnósticos.
Lo que ocurre es que el
gnosticismo no era monolítico y dentro de él también había corrientes más
paganizadas, más alejadas del cristianismo, mientras estos evangelios revelan
el gnosticismo más cristiano, el de la comunidad de Juan y de la Magdalena.
En lo fundamental son
cristianos y se ve que están inspirados en la misma tradición oral que emplearon
los autores de los sinópticos, pero revela la corriente gnóstica de los
primeros siglos, antes de que fuera condenada al olvido y a la persecución.
Nadie duda del papel
fundamental de la Magdalena
en las comunidades primitivas cristianas interpretando el mensaje de su Maestro
desde el punto de vista gnóstico, en la “comunidad juanea” (de Juan y de la Magdalena ).
Y nadie duda de la malvada
estrategia de desvirtuar y falsificar la imagen de la Magdalena por parte de la Iglesia androcéntrica
durante casi todos los siglos, con la firma de artistas, escritores,
clero,…como la “prostituta” y “endemoniada” y, desnuda y con larga cabellera
que cubre su cuerpo, haciendo penitencia en el desierto, por su “pecado de
sexo” y todo cuando, por depravación sexual del clero, hubo que poner algo de
orden en el mismo en el tema sexual.
Cuando se apostó por “el
celibato y la virginidad” como valores superiores a “la actividad sexual, al
matrimonio y a la maternidad”.
Tras el Concilio Vaticano II
ya no se la considera como la “pecadora arrepentida” sino como “la primera
testigo de la resurrección de Jesús”.
Este cambio de viraje de la Iglesia se inició con el
descubrimiento, en 1.945 (como ya hemos indicado en otro post) de los escritos
gnósticos, considerados también como evangelios apócrifos del cristianismo
primitivo donde aparece con claridad el papel que debió tener la Magdalena en aquellos
momentos iniciales del cristianismo.
Pero en la lucha entre
comunidades por a disputa de ver cuál de ellas interpretaba mejor el mensaje
del Maestro se impuso la corriente “ortodoxa” de Pedro y Pablo. Y todos sabemos
lo que les ocurre a los vencidos en cualquier tipo de guerra, desde el silencio
a la persecución hasta la exterminación de la doctrina vencida.
La “Iglesia de los comienzos”
no era algo monolítico, pues se fue formando alrededor de los distintos
apóstoles y, entre ellos, algunas mujeres, como la Magdalena y María de
Nazaret, la madre del Profeta.
Eran una serie de movimientos
casi autónomos: unos influenciados por el judaísmo (al que habían pertenecido
Jesús y sus discípulos), otros vinculados a religiones orientales de India y,
los más, empapados de filosofía griega, primero, y romana, después.
Todas aquellas variantes del
cristianismo gozaban de la misma dignidad y cualquiera de ellas podría haberse
impuesto a las demás, pero acabó imponiéndose la que ya, todos, sabemos, la
“jerárquica”.
El poder, pues, que en un
principio estaba diluido, quedó en manos de los sucesores de los apóstoles, los
obispos, siempre y todos varones y, bajo ellos, los sacerdotes o presbíteros,
diáconos o servidores.
Todo el poder quedó
“varonil”.
Así que el mundo femenino,
que en un principio había participado del sacerdocio y hasta del episcopado (en
palabras de Pablo) quedó fuera del poder. Y hasta hoy así sigue.
La corriente cristiana
ganadora/vencedora decidió, pero ya en el siglo IV, que los más de cien evangelios
y escritos que circulaban en los movimientos de la Iglesia primitiva, y de
los que se nutrían y que contaban, a su manera, la epopeya y las palabras de
Jesús, quedaban revocados, en su mayoría, porque se consideró que sólo CUATRO
de aquellos más de CIÉN evangelios eran los auténticamente revelados e
inspirados por Dios, a pesar de haber sido utilizados, hasta entonces,
indistintamente, unos y otros en la múltiple y variada “Iglesia de los
comienzos”. Y deberían ser destruidos en su totalidad o atenerse a las
consecuencias al ser calificados de “herejías” los escritos y de “herejes” a
quienes siguieran manteniéndolos.
Ya en el anterior artículo
exponía las peripecias de los escritos de Nag Hammadi y, seguramente, a los
monjes de San Pacomio como los encargados de conservarlos.
(En otro lugar he expuesto
los argumentos (que hoy causan risa, más que extrañeza) de por qué eran sólo
esos cuatro y ninguno más.
Uno de los movimientos
teológicos más importantes del cristianismo primitivo lo configuraban los
gnósticos, una variante cristiana a la que probablemente pertenecían tanto la Magdalena como Juan, el
autor del 4º evangelio, “contaminado” de o por el gnosticismo.
No hay más que recordar su
inicio: “En el principio existía (era) la Palabra , y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella
estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella no se
hizo nada. Lo que se hizo en ella era la vida” (Juan 1, 1-3)
Y es que los gnósticos daban
una gran importancia a la palabra y al conocimiento, sobre todo al conocimiento
intuitivo y a la poesía. Ellos eran grandes poetas y, a pesar de la destrucción
de los escritos gnósticos, ha quedado, todavía, literatura abundante.
De haber salido
vencedor/ganador el movimiento cristiano gnóstico sobre el “ortodoxo” de Pedro
y Pablo, hoy tendríamos una Iglesia muy distinta a la que tenemos.
Nada que ver con la que se
impuso y cristalizó en el catolicismo como Religión Oficial del Estado Romano.
Los gnósticos eran contrarios
a la jerarquización, el yo y la divinidad se hacían una sola cosa a través del
conocimiento, no hablaban de pecado ni de arrepentimiento, Jesús había venido
al mundo “no para salvar al hombre del pecado”, sino “como guía espiritual,
para abrir las puertas del conocimiento,..
(Póngase a cada una de estas
afirmaciones las contrarias de la
Iglesia actual).
El Jesús de los gnósticos parece
más oriental que occidental, más budista que católico, por lo que surge la
pregunta si los gnósticos conocieron el budismo.
Es decir, no existió UN
cristianismo primitivo, sino muchos y distintos cristianismos.
Junto al cristianismo
“ortodoxo” de Pedro y Pablo la corriente gnóstica también se mantenía vigorosa,
hasta el punto que un gnóstico estuvo a punto de ser elegido Papa.
De haberlo conseguido quizá la Iglesia de hoy fuera menos
jerárquica y más inclinada a la “gnosis” que, en griego, significa “conocimiento”,
“sabiduría”.
Se intentaría buscar a Dios
en el interior de cada uno y no más allá de las estrellas, un Dios interno,
inmanente, frente a un Dios externo, trascendente.
Una religión con menos leyes
y mandamientos, dándole protagonismo la conciencia moral de cada uno, sin
necesidad de tanto tutor que guíe nuestros pasos.
Una religión menos política,
menos amiga del poder, y más espiritualmente interior, más centrada en la
búsqueda de la sabiduría que en la lucha contra el pecado.
Fueron aquellos primeros años
convulsos y confusos, un hervidero de tendencias en pugna por imponerse a las
demás, siendo la ganadora sólo una pequeña parte de un todo inicial.
Todas, en el principio,
gozaban del mismo prestigio o sufrían del mismo desprestigio.
En el principio todos los
cristianos eran legítimos.
¿Por qué, pues, el
gnosticismo, considerado hoy como una especie de existencialismo
filosófico-religioso, generó tanto miedo en la tendencia androcéntrica y
jerárquica?
Y es que, hoy, conocemos
mejor el gnosticismo, desde los escritos de Nag Hammadi, y tenemos una visión
muy distinta a la que nos dejaron de él los adversarios cristianos en su lucha
contra esa variante cristiana.
Si, para la Iglesia católica, la
creación era buena (“y vio Dios que todo era bueno-todo estaba bien”) y fueron
los hombres, con sus pecados, los que introdujeron el mal en el mundo, para los
gnósticos la creación misma era/había sido imperfecta, desde el principio, y la
raíz del dolor y del sufrimiento, en general, no era el pecado (del que habría
que arrepentirse y prometer no volver a pecar, tras cumplir la penitencia),
sino la Ignorancia. La
solución, la curación, pues de todos ellos, era la “gnosis” o “sabiduría”.
Insistían, también, en el uso
de las prácticas terapéuticas, del renacimiento interior, del autoconocimiento
como percepción íntima. Lo que hoy llamaríamos “autoayuda”, autocuración, sin
necesidad de recurrir a la oración para pedir que Dios haga el milagro y nos
cure los dolores, las enfermedades.
Hay que luchar, pues, contra
las resistencias internas, causantes de nuestro malestar, sin necesidad de
tener que recurrir a remedios externos divinos.
Muchos han visto en esta
tendencia cristiana gnóstica la primera experiencia mística cristiana y el
primer intento de búsqueda de la perfección a través de un proceso interno, de
la mente y del corazón.
Además, para el gnosticismo,
Dios no sólo era varón, también era mujer, no sólo padre, sino también madre,
un Dios masculino-femenino a la vez.
Más que de “Dios” habría que
hablar de la “Divinidad”.
Además, la resurrección de
Jesús no se habría producido en el “orden físico” de las cosas (un muerto que
vuelve a la vida, un cadáver que resucita), sino en el “orden simbólico”, algo
que hoy defienden los teólogos católicos más modernos.
Además, utilizaban el
simbolismo sexual para describir a Dios (lo que los teólogos modernos, hoy,
también están analizando) considerando el orgasmo como la única forma de
“experiencia” de la divinidad.
De todas las formas de goce,
intenso y explosivo, nada como el orgasmo, algo así tiene que ser “la
experiencia de Dios”.
De hecho, que cada uno piense
qué palabra es la más pronunciada cuando uno está en pleno orgasmo, sino
“Dios”, “Dios”, “Dios”.
¿Qué han hecho nuestros
místicos, San Juan de la Cruz
y Santa Teresa de Jesús, sino describir sus experiencias religiosas más íntimas
e inefables con un lenguaje amoroso y sexual?
¿Cómo se interpretan, a
veces, los éxtasis de la santa castellana?
Nada de extrañar que esta
manera de ver y sentir la religiosidad atrajera la atención del psicoanalista
Jung al expresar, los gnósticos, “la otra cara de la mente”, “los pensamientos
espontáneos, inconscientes, que toda “ortodoxia” exige que sus seguidores
“repriman”.
El propio Jung, en su
entusiasmo, tras el descubrimiento de Nag Hammadi, logró comprar uno de ellos,
y hoy el gnosticismo es tema de estudio habitual en las escuelas
psicoanalíticas.
¿Origen del gnosticismo? No
hay unanimidad. Desde un origen judío a otro cuyo origen es el platonismo o las
religiones orientales.
Pero era tal la diferencia en
la manera de interpretar la palabra de Jesús, contrastaba tanto con la Iglesia “ortodoxa” de
Pedro y de Pablo, que lo consideraron “herejía”, al monopolizar la visión
propia como la única válida.
Pero, en un principio, todo
era movedizo y variopinto, nada era sólido, hasta hubo disputas entre Pedro y
Pablo sobre la necesidad o no de la circuncisión como requisito exigible a todo
aquel que quisiera ingresar en el cristianismo.
Enfrentamiento que surgió en
el primer Concilio de Jerusalén, disputa que fue creciendo hasta el punto de
llegar a las manos entre ellos, teniendo que ser el “diplomático” Santiago, el
hermano de Jesús, el que, con su gran influencia, consiguiera una mediación.
En esa ocasión se discutía
acaloradamente la posibilidad de matrimonios mixtos entre judíos y convertidos
al cristianismo (aunque, entonces, casi todos los cristianos eran también
judíos) y la necesidad o no de la circuncisión, como lo hacían todos los
judíos.
Al final, ganó Pablo, el “apóstol
de los gentiles”, lo que hoy, a tantos siglos de distancia, uno se pregunta por
qué, para ser cristiano, un no judío debía circuncidarse.
Pero ante la posición de
Pablo al frente del cristianismo ortodoxo y oficial, que convirtió a “Jesús” en
“Cristo”, en el Mesías prometido y esperado por los judíos, que lo convirtió en
Dios y lo nombró segunda persona de la Santísima Trinidad ,
cuando aparecen los escritos de Nag Hammadi, con la nueva perspectiva, todo
debería ser revisado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario