jueves, 6 de agosto de 2015

MARÍA MAGDALENA (16). LOS ESCRITOS GNÓSTICOS DE NAG HAMMADI.



Fueron descubiertos en Diciembre de 1.945 en el desierto del Alto Egipto, en los alrededores de Djebel-el-Tarif, a algunos kilómetros de la aldea  de Nag Hammadi, que les dio su nombre. Habían pasado, pues, unos 1.800 años de su nacimiento.

El lugar es y era conocido porque allí se hallan los antiguos túmulos de los príncipes egipcios de la sexta dinastía, de hace unos cinco mil años.

Próximas, también se encuentran las ruinas del Monasterio de San Pacomio, considerado el primer eremita de la historia del cristianismo. Se piensa, pues, que pudieron ser los monjes de Pacomio quienes escondieron los manuscritos gnósticos, una vez que la facción cristiana de los gnósticos había perdido poder frente a la facción oficial, que acabó imponiéndose.
Los escondieron para que no fueran destruidos como tantos otros y como los evangelios apócrifos del primer y segundo siglo del cristianismo, de los que han sobrevivido muy pocos.

En ese lugar podrían estar escondidos más manuscritos.
Su descubrimiento se produjo por casualidad, como suelen ocurrir las cosas.
Ocurrió algo parecido al descubrimiento de los famosos escritos de los esenios de Qumram, encontrados por un pastor, que buscaba una cabra que se le había perdido.

En este caso, los manuscritos de Nag Hammadi, quien los halló fue el campesino Mohamed Alí es-Samman, en compañía de sus hermanos y que tardó 30 años en contar toda la verdad, en 1.977.

Habían preparado sus camellos para ir a buscar un tipo de arcilla blanca que usaban para fertilizar los cultivos.
Al cavar, cerca de un peñasco, encontraron un “ánfora de barro”.
Vacilaron antes de romperla porque tenían miedo de que dentro hubiese algún espíritu que pudiera castigarles pero, al mismo tiempo, también pensaron que el ánfora podría esconder oro, así que olvidaron el miedo a un supuesto espíritu y golpearon el ánfora hasta hacerla pedazos.

Con gran desilusión, Mohamed constató que no había monedas de oro ni tesoro alguno que les pudiera interesar.
Sólo había 13 papiros encuadernados en piel.

Al llegar a casa los colocó cerca de la cocina de leña.

Su madre, Umm-Ahmad, confiesa hoy que quemó varios de los manuscritos para hacer fuego junto a la paja que usaba para atizar el fuego, y que prendiera la llama.

Pero aquellos hermanos estaban implicados en una guerra de familias, hasta que llevaron a cabo su venganza del asesinato de su padre, matando a un hombre del clan enemigo.
En ese momento, temiendo que la policía registrara su casa, Mohamed pidió a un sacerdote que conservara algunos de aquellos papeles.

A partir de entonces los manuscritos comienzan a pasar de mano en mano hasta llegar a El Cairo y acabando vendidos en el mercado negro; pero pronto llamaron la atención de funcionarios del Gobierno Egipcio.

Al final, después de mil peripecias, los manuscritos recuperados acabaron en el Museo Copto de El Cairo.,

Sin embargo, gran parte del Códice XIII, que contenía 5 textos importantísimos, fue sacado clandestinamente  de Egipto y vendido en el mercado negro en Estados Unidos.
Como la noticia se difundió ampliamente llegó a un especialista de las religiones de Utrech quien, entusiasmado, pidió la Fundación Jung de Zurich que comprase el códice.
Y así fue.
Pero al examinar el manuscrito se dio cuenta de que faltaban algunas páginas y viajó a El Cairo en busca de ellas

Se empezaba a vislumbrar que los Códices contenían colecciones de palabras de Cristo y evangelios apócrifos de una importancia excepcional y que algunos podían ser de la misma fecha, incluso algo más antiguos, que los evangelios oficiales de la Iglesia.

Hasta entonces, los eruditos sólo conocían un puñado de textos gnósticos originales descubiertos en 1.769, y que sólo fueron publicados en 1.892.
Uno de aquellos documentos era la crónica de ciertas conversaciones entre Jesús y sus discípulos, entre los cuales había varones y mujeres.

En 1.896, un egiptólogo alemán, tras haber oído hablar del primer descubrimiento, compró en El Cairo un manuscrito que, con gran sorpresa, contenía el famoso Evangelio de María Magdalena.

Los manuscritos de Nag Hammadi son 52 escritos, (aunque en el futuro podrían aparecer más) y han clarificado mucho cómo eran los primitivos movimientos religiosos cristianos.

Ya hemos indicado, más arriba que se encontraban en una vasija o ánfora de barro de un metro de altura y, probablemente, habían sido escondidos allí para que no fueran quemados, pues esto era lo que deseaba la Iglesia oficial, la corriente “ortodoxa” de aquel tiempo, la de Pedro y Pablo.

Tardaron 3 años en aparecer como noticia en la prensa egipcia, el 12 de Enero de 1.948, y sólo 40 días posteriores en aparecer la noticia publicada en la prensa francesa.
Una de las causas de la tardanza egipcia en difundir la importante noticia fue la grave situación política que en aquel momento estaba atravesando Egipto con motivo de la crisis de Suez, por lo que el gobierno egipcio no dio prioridad al hallazgo.

Esos 52 escritos tienen hoy el nombre de Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi.

Son considerados como la primera tentativa de análisis filosófico y teológico del cristianismo primitivo y han permanecido, hasta hoy,  sólo en manos de los expertos, inaccesibles al gran público.
Son, naturalmente, considerados también evangelios apócrifos del cristianismo primitivo.
La corriente cristiana que finalmente se impuso decidió, en el siglo IV, que los cientos de evangelios y escritos que circulaban en la Iglesia primitiva hasta entonces, y que contaban la epopeya y las palabras de Jesús, quedaban revocados en su mayoría y sólo cuatro habían sido inspirados por Dios, condenando los escritos restantes, a pesar de haber sido utilizados, indistintamente, unos y otros en la Iglesia hasta ese momento.

Sólo cuatro, los demás debían ser destruidos, al mismo tiempo que la Iglesia Oficial comenzó a perseguir a quienes no aceptaban la doctrina oficial que estaba imponiéndose.


Tacharon de “herejes” a los disidentes y sus teorías se consideraron “herejías”. Incluso algunos dirigentes críticos fueron asesinados (y hasta ayer mismo ha seguido haciéndolo la Iglesia Oficial a través del Tribunal del Santo Oficio o Inquisición).

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