Fueron descubiertos en Diciembre
de 1.945 en el desierto del Alto Egipto, en los alrededores de Djebel-el-Tarif,
a algunos kilómetros de la aldea de Nag
Hammadi, que les dio su nombre. Habían pasado, pues, unos 1.800 años de su
nacimiento.
El lugar es y era conocido
porque allí se hallan los antiguos túmulos de los príncipes egipcios de la
sexta dinastía, de hace unos cinco mil años.
Próximas, también se
encuentran las ruinas del Monasterio de San Pacomio, considerado el primer
eremita de la historia del cristianismo. Se piensa, pues, que pudieron ser los
monjes de Pacomio quienes escondieron los manuscritos gnósticos, una vez que la
facción cristiana de los gnósticos había perdido poder frente a la facción
oficial, que acabó imponiéndose.
Los escondieron para que no
fueran destruidos como tantos otros y como los evangelios apócrifos del primer
y segundo siglo del cristianismo, de los que han sobrevivido muy pocos.
En ese lugar podrían estar escondidos
más manuscritos.
Su descubrimiento se produjo
por casualidad, como suelen ocurrir las cosas.
Ocurrió algo parecido al
descubrimiento de los famosos escritos de los esenios de Qumram, encontrados
por un pastor, que buscaba una cabra que se le había perdido.
En este caso, los manuscritos
de Nag Hammadi, quien los halló fue el campesino Mohamed Alí es-Samman, en
compañía de sus hermanos y que tardó 30 años en contar toda la verdad, en
1.977.
Habían preparado sus camellos
para ir a buscar un tipo de arcilla blanca que usaban para fertilizar los
cultivos.
Al cavar, cerca de un
peñasco, encontraron un “ánfora de barro”.
Vacilaron antes de romperla
porque tenían miedo de que dentro hubiese algún espíritu que pudiera
castigarles pero, al mismo tiempo, también pensaron que el ánfora podría
esconder oro, así que olvidaron el miedo a un supuesto espíritu y golpearon el
ánfora hasta hacerla pedazos.
Con gran desilusión, Mohamed
constató que no había monedas de oro ni tesoro alguno que les pudiera
interesar.
Sólo había 13 papiros
encuadernados en piel.
Al llegar a casa los colocó
cerca de la cocina de leña.
Su madre, Umm-Ahmad, confiesa
hoy que quemó varios de los manuscritos para hacer fuego junto a la paja que
usaba para atizar el fuego, y que prendiera la llama.
Pero aquellos hermanos
estaban implicados en una guerra de familias, hasta que llevaron a cabo su
venganza del asesinato de su padre, matando a un hombre del clan enemigo.
En ese momento, temiendo que
la policía registrara su casa, Mohamed pidió a un sacerdote que conservara
algunos de aquellos papeles.
A partir de entonces los
manuscritos comienzan a pasar de mano en mano hasta llegar a El Cairo y acabando
vendidos en el mercado negro; pero pronto llamaron la atención de funcionarios
del Gobierno Egipcio.
Al final, después de mil
peripecias, los manuscritos recuperados acabaron en el Museo Copto de El Cairo.,
Sin embargo, gran parte del
Códice XIII, que contenía 5 textos importantísimos, fue sacado
clandestinamente de Egipto y vendido en
el mercado negro en Estados Unidos.
Como la noticia se difundió
ampliamente llegó a un especialista de las religiones de Utrech quien,
entusiasmado, pidió la Fundación Jung
de Zurich que comprase el códice.
Y así fue.
Pero al examinar el
manuscrito se dio cuenta de que faltaban algunas páginas y viajó a El Cairo en
busca de ellas
Se empezaba a vislumbrar que
los Códices contenían colecciones de palabras de Cristo y evangelios apócrifos
de una importancia excepcional y que algunos podían ser de la misma fecha, incluso
algo más antiguos, que los evangelios oficiales de la Iglesia.
Hasta entonces, los eruditos
sólo conocían un puñado de textos gnósticos originales descubiertos en 1.769, y
que sólo fueron publicados en 1.892.
Uno de aquellos documentos
era la crónica de ciertas conversaciones entre Jesús y sus discípulos, entre
los cuales había varones y mujeres.
En 1.896, un egiptólogo
alemán, tras haber oído hablar del primer descubrimiento, compró en El Cairo un
manuscrito que, con gran sorpresa, contenía el famoso Evangelio de María
Magdalena.
Los manuscritos de Nag
Hammadi son 52 escritos, (aunque en el futuro podrían aparecer más) y han
clarificado mucho cómo eran los primitivos movimientos religiosos cristianos.
Ya hemos indicado, más arriba
que se encontraban en una vasija o ánfora de barro de un metro de altura y,
probablemente, habían sido escondidos allí para que no fueran quemados, pues
esto era lo que deseaba la
Iglesia oficial, la corriente “ortodoxa” de aquel tiempo, la
de Pedro y Pablo.
Tardaron 3 años en aparecer
como noticia en la prensa egipcia, el 12 de Enero de 1.948, y sólo 40 días
posteriores en aparecer la noticia publicada en la prensa francesa.
Una de las causas de la
tardanza egipcia en difundir la importante noticia fue la grave situación
política que en aquel momento estaba atravesando Egipto con motivo de la crisis
de Suez, por lo que el gobierno egipcio no dio prioridad al hallazgo.
Esos 52 escritos tienen hoy
el nombre de Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi.
Son considerados como la
primera tentativa de análisis filosófico y teológico del cristianismo primitivo
y han permanecido, hasta hoy, sólo en
manos de los expertos, inaccesibles al gran público.
Son, naturalmente,
considerados también evangelios apócrifos del cristianismo primitivo.
La corriente cristiana que
finalmente se impuso decidió, en el siglo IV, que los cientos de evangelios y
escritos que circulaban en la
Iglesia primitiva hasta entonces, y que contaban la epopeya y
las palabras de Jesús, quedaban revocados en su mayoría y sólo cuatro habían
sido inspirados por Dios, condenando los escritos restantes, a pesar de haber
sido utilizados, indistintamente, unos y otros en la Iglesia hasta ese momento.
Sólo cuatro, los demás debían
ser destruidos, al mismo tiempo que la Iglesia Oficial comenzó a
perseguir a quienes no aceptaban la doctrina oficial que estaba imponiéndose.
Tacharon de “herejes” a los
disidentes y sus teorías se consideraron “herejías”. Incluso algunos dirigentes
críticos fueron asesinados (y hasta ayer mismo ha seguido haciéndolo la Iglesia Oficial a
través del Tribunal del Santo Oficio o Inquisición).
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