MARÍA: AMA DE CASA.
María era una mujer de carne
y hueso, como las demás mujeres, como cualquier mujer, pero como nos han
acostumbrado a verla casi angelical, sin cuerpo, sin cara de cansancio, sin
sexo,…que o no parece mujer o parece una supermujer, nada que ver con las
mujeres normales.
¿Cómo sería su vida diaria?
NADA sabemos, ni siquiera por los apócrifos.
Sabemos que era un matrimonio
pobre, que vivía del trabajo de José como albañil y que era capaz, también, de
hacer puertas y ventanas.
¿Ella? Pues un ama de casa,
como toda mujer galilea, que lavaría, barrería, amasaría, cocinaría,
fregaría,…y seguramente cultivaría una pequeña huerta en un terreno arrendado.
¿Algún animal doméstico, como
burro, cabra,…?
¿Fueron también suyos o sólo
del viudo José los 4 varones (José, Judas, Simón y Santiago) y las dos mujeres
(Lisia y Lidia) más Jesús, en la pequeña casa de Nazaret?
Por lo que el trabajo
doméstico, “sus labores”, no eran pocas (aunque se supone que las hijas o
hijastras también cooperarían en esas labores).
La mujer no podía estudiar,
culturizarse, por lo que es de suponer que María tampoco.
Las tres patas de su vida, la
tríada de su vida era la que en el XIX se llamó las tres “K” (casa, hijos,
iglesia; o sea: trabajar, criar-educar, rezar)
¿Intentaría, por su cuenta,
culturizarse leyendo la Torá
a escondidas y hablando con Jesús, ya crecido, de religión y/o de política?
Más aún: ¿Sabría leer y
escribir? Porque su madre Ana sólo la tuvo a su lado los tres primeros años.
¿Lo haría en el Templo o allí
no se lo permitirían los sacerdotes, sino sólo labores de ayuda en el
mantenimiento del Templo?
Como ya hemos indicado en
otros lugares, todo galileo era anti-romano.
Las mujeres israelitas, al
revés que las egipcias o mesopotámicas, nunca pudieron ser reinas, juezas,
profetisas, sabias, magas,…ni siquiera poetisas.
Socialmente, todas, siempre
relegadas, de baja consideración social.
María, en vida, siempre y
sólo fue la esposa de José y la madre de Jesús y madre o madrastra de otros
seis más.
Para las primeras comunidades
cristianas era, sólo o sobre todo, “la madre de Jesús” pero, con el tiempo, la Iglesia la haría “la madre
de Dios”.
Fuera del hogar, una de las
profesiones femeninas era la de prostituta, pero no “prostituta ritual o
sagrada”, como en otras religiones, sino “prostituta civil”, de las que
alquilan su cuerpo cobrando en dinero o en especie.
La prostitución no estaba prohibida.
Aunque Jesús las trataría con
benevolencia y simpatía y les echaba en cara a los doctores de la ley de que
los precederían en el reino de los cielos.
La genealogía de María es
poco significativa (incluso, parece que, en ella figuran cuatro prostitutas) y
la de José, para que se cumplieran las Sagradas Escrituras, se le buscó
ascendentes reales davídicos, que se transmitieron a Jesús, el Mesías.
¿Y Jesús?
En esa mísera e
insignificante aldea, con los mínimos estímulos culturales, ¿cómo pudo, a los
treinta años, cuando comenzó su vida pública, mostrar el alto nivel cultural
como para discutir de religión con los doctores de la ley y los fariseos, los
intelectuales de la época?
Ante el silencio de los
evangelios tanto de la infancia de Jesús como desde los 12 (pérdida en el
Templo) a los 30 años (comienzo de la vida pública) se lanza la hipótesis de
que hubiera podido estar en Egipto, incluso en la India.
Se supone que Jesús leería la Biblia en la sinagoga de
Nazaret, aldeílla/aldeucha de no más de 200 habitantes, en la que todos se
conocían, como en familia.
Incluso se le achacaría no
poseer ningún título escolar.
Y viviendo en una aldea rural
¿por qué manifiesta tener (según dicen los estudiosos) conocimiento detallado
de la vida urbana?
Para ello suele lanzarse una
hipótesis: Séforis.
El año 4 a .C. se construyó Séforis, la
nueva ciudad que Herodes Antipas decidió erigir, a pocos kilómetros de Nazaret
y donde, probablemente, Jesús iría con su padre y hermanos a trabajar en la
construcción.
María, en cambio, nunca
saldría de Nazaret.
¿Influirían en su formación,
y cómo, los 9 años que estuvo en el Templo?
¿Y el Magnificat que maría
entonó, en la visita a su prima Isabel, la antes estéril y ahora embarazada, la
madre de Juan el Bautista?
Ante el saludo de Isabel a
María, que tendría entre 12 a
14 años, entonó el Magnificat (Lucas 1, 46-55).
Este himno, que además sería
improvisado, ¿pudo salir de su boca adolescente? ¿O es una creación literaria
del evangelista Lucas, compuesta de trozos de himnos de los Salmos del Antiguo
Testamento? Porque este himno es muy parecido al de Ana, la madre del rey Samuel.
Hoy todos dudan de que ese
himno hubiera podido salir de su boca, aunque en su boca lo ponga Lucas porque
así quería que la vieran las primeras comunidades cristianas. Pero, en
realidad, ¿quién sería su autor?
Nunca sabremos su nivel
cultural y religioso.
Lo cierto es que cuidaría de
Jesús durante 30 años, hasta que éste inicia su vida pública y abandona el
hogar para transmitir su mensaje.
¿Fue una madre posesiva y
protectora o educativamente liberal?
¿Cómo y cuál sería el tipo de
convivencia con un hijo que cada vez desbarraba más, se alejaba más de la
centralidad, tanto religiosa como políticamente?
¿Lo castigaría José, como
normalmente hacían todos los padres?
Lo cierto es que era una
familia pobre, que vivían en una pequeña aldea, que todos se conocían y que,
cuando Jesús intenta dar su mensaje en su pueblo, lo acogieron malamente, por
su pobreza de origen.
¿”Pero no éste el carpintero,
el hijo de María, y sus hermanos José, Juan….no están entre nosotros? (Marcos).
¿Por qué vendrá con esas ínfulas
si todos lo conocemos y sabemos quién es?
”Y se escandalizaron”
“¿No es éste el hijo de
José….?” (Lucas)
“¿No es éste el hijo del
carpintero…(Mateo).
Y siendo “hijo de..." y
“hermano de…” ¿cómo iba a poder hacer milagros y ser seguido por una gran
muchedumbre?
De familia tan vulgar y tan
insignificante nada extraordinario podía salir “y hasta quisieron matarlo”
Llegaron a considerarlo “loco
y endemoniado” y ni hasta su familia llegó a creerlo cuerdo.
María, pues, no fue una mujer
de origen aristocrático, ni descendía de la familia del rey David sino una
esposa y madre normal y corriente, como una mujer judía, seguramente justa y
profundamente religiosa, como todas las mujeres de su tiempo, nada
extraordinaria, a no ser cuando su hijo le salió díscolo y revolucionario.
Ella, en el hogar, y entre
tantos varones, que por la mañana rezarían a Dios: “gracias, Señor, de no
habernos hecho mujer,….”
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