(1) EL HOMBRE PROTAGONISTA DE
SU DESTINO
Dice Pico, citando a Eurípides, “la suerte es hija del alma”,
es decir, el destino no desciende de lo alto, no está determinado por nada ni
por nadie, surge de uno mismo.
Si el hombre medieval era estático, mero espectador de la
naturaleza y que confía en Dios, su creador, el hombre renacentista, por el
contrario, es dinámico, confía en sí mismo, en sus fuerzas y se cree artífice
de su destino.
En eso consiste su Grandeza y su Dignidad. Hamlet lo expresa
magistralmente: “¡Qué obra maestra es el hombre¡, ¡qué noble de razón¡, qué
infinito de facultades; en forma y en movimiento ¡qué pronto y admirable¡; en
acción, ¡qué parecido a un ángel¡; en entendimiento ¡qué parecido a un dios¡”
Pero la mejor exposición de este asunto está en Pico de la
Mirandola, en su Oración sobre la dignidad del hombre”
(TEXTO PÁGS 156-158)
que me trae a la memoria a
Platón en el Protágoras y el mito de Prometeo.
Es la nueva imagen del hombre, ese “gran milagro y animal
admirable”.
Su privilegio es no ocupar un lugar privilegiado, pero ser
capaz de ocuparlos todos. Su lugar es no tener un lugar concreto. Su Grandeza
NO depende de su ser sino de su LIBERTAD para hacerse a su gusto, esculpirse,
modelarse. Y, por ser LIBRE es RESPONSABLE de su hacer y de su ser. Libre y
Responsable de sí.
Dios lo crea para que admire su obra, pero lo crea admirablemente.
Le da una EXISTENCIA y, ahora, que él se esencialice (existencialismo sartriano
puro).
El hombre no tiene una naturaleza fija, dispone de infinidad
de posibilidades, es el artífice de su propia suerte. Esa es su Grandeza, PERO
puede emplear mal su grandeza, su libertad, aunque ésta sea una llamada a la
perfección, a la plena realización. Esa es también su miseria: el mal uso que
puede hacer de ella.
No se está de acuerdo con el mito del Pecado Original, heredado
de nuestros padres, pero el peligro está en que sigamos su ejemplo.
Podemos corrompernos con nuestro obrar pero no somos seres
depravados ni corruptos. De ahí que tanto Lutero como Calvino siguen siendo
cristianos, no renacentistas. Niegan la grandeza del hombre, insisten en la
pecaminosidad y depravación del hombre tras la caída de Adán.
Pico, por el contrario, insistirá en la LIBERTAD: libertad de
hacerse, de obrar, de elegir, de serlo todo, de abarcarlo todo, de dominarlo
todo, de apropiárselo.
Su destino es ENSEÑOREARSE. “Si queremos, podemos” –dirá
Muestra una oposición frontal contra la Astrología y los
Astrólogos, que es verdad que habían contribuido a liberar al hombre del
capricho de los dioses, pero ahora seguían atados al movimiento y a la posición
de los astros.
Para Pico no existe ningún determinismo. El hombre es padre
de sí mismo, autocronstructor. La Libertad es y está en el punto de partida.
Todo está por hacer. Ahora el hombre, con su mente y con sus manos tiene que
crear, construir el mundo.
(TEXTO de Giordano
Bruno. Pág 17)
Tenemos unos poderes intelectuales de enorme potencialidad,
debemos usarlos, pero usarlos bien.
Esta es la Gran Revolución Antropológica, que haría posible
la otra gran revolución, la científica
PERO existe otra línea distinta a la de Pico, es la de
Pomponazzi, que no es tan optimista o tan exaltada.
Pomponazzi bajará al hombre a la naturaleza. Somos libres,
pero en la naturaleza, no podemos salir de ella. Somos seres naturales. Libres,
sí, para nadar, pero dentro del río.
El hombre, con su intelecto, puede conocer el orden del mundo
y la libertad es posible, pero dentro de las leyes naturales. No podemos
esquivarlas. Si nos tiramos por la ventana no somos libres para caer o no, si
nos pegan nos duele, si estamos muy tristes lloramos. Es ley natural.
Pomponazzi distingue tres tipos de entendimiento que posee el
hombre: el entendimiento ESPECULATIVO (para conocer verdades), el entendimiento
TÉCNICO (para hacer cosas) y, además y sobre todo, el entendimiento ÉTICO (para
obrar bien)
(lo mismito que Sócrates)
Estamos aquí. Somos mundanos. Somos Prometeos encadenados a
la roca de la vida “La inmortalidad es
sólo un perfume y un sueño”
La grandeza, la nobleza del hombre no es tanto conocer y hacer
(que también) como obrar, obrar bien. No basta con vivir, hay que vivir bien,
humanamente, moralmente. “El durar un largo tiempo no significa perfección. Un
roble vive 1.000 años y no por eso llega a tener la milésima parte de aquella
perfección que pertenece al hombre. Hay más perfección en ser hombre por un año
que roble por 10.000” (Pomponazzi).
Libres, SÍ, pero dentro de la naturaleza, no por encima ni al
margen de ella. Y el hombre se hace más y mejor hombre obrando moralmente bien.
Conozcamos, pues, las leyes de la naturaleza, aprovechémonos de ella. De lo que
no somos libres es de poder cambiarlas, pero sí de conocerlas para aprovecharse
y, siempre, obrando éticamente.
El comportamiento moral, éste sí que es típicamente humano,
podríamos obrar mal, somos libres. Nuestra grandeza está en que pudiendo obrar
mal obremos bien. En esto consiste la Grandeza y la Nobleza del hombre.
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