2.- EN EL RENACIMIENTO.
El Renacimiento lo que va a hacer es retomar el interrumpido
proyecto y el orden de la razón volverá a ponerse en marcha; no en contra sino
al margen del orden religioso y teológico.
Esta razón, apellidada ya como científica va a imponerse e
instaurar lo que se denomina Modernidad.
El Renacimiento la pone en marcha, va acelerándose al paso de
los años y, ya en el XVIII podemos hablar de un nuevo dios, un dios laico, o
mejor, de una diosa, La Diosa Razón.
Descartes y Galileo, los padres de la Filosofía y de la
ciencia modernas no son unas novas, unos milagros, aparecidos, de la noche a la
mañana y por arte de birli birloque. Ambos tienen padres, tienen antecedentes o
predecesores, que han sido los que han ido rompiendo o superando a los abuelos
o bisabuelos medievales.
Los padres de estos dos padres son los hombres del
Renacimiento, que viven, aproximadamente, desde el 1400 al 1650. Siglos XV y
XVI como pórticos del XVII y XVIII.
Se van imponiendo las nuevas ideas, van echando raíces los
nuevos valores y se va formando una nueva mentalidad a la que contribuyen
humanistas, artistas, artesanos, literatos, comerciantes, filósofos, los
hombres de acción… todos ellos iniciadores de la Modernidad.
Esta nueva mentalidad afecta a múltiples campos: a lo social
y a lo económico, a lo cultural y a la vida diaria, a la moral y a la ética, a
las artes y a las ciencias…..
El Renacimiento es, podríamos decir, el primer capítulo de la
transición del Feudalismo al Capitalismo.
No se pueden ver exclusiones tajantes, no es un brusco
desnudarse y vestirse de nuevo con otras ropas, no es un repentino cambio de
mentalidad; no es vaciar el armario de la ropa medieval y llenarlo de nuevo con
ropa nueva, de temporada. No. Lo viejo y lo nuevo se entrecruzan y se mezclan
durante bastante tiempo. No es que antes fuera todo tinieblas y sólo tinieblas
y oscuridad y ahora todo sea luminosidad, luz, claridad.
Entre aquella noche y el día venidero intermedia el amanecer,
la aurora, las luces del alba.
Antes de la Ilustración, antes del siglo de las luces, los
tiempos fueron pariendo la Reforma Protestante, el renacimiento de las artes,
la nueva Astronomía, la lucha contra la física teleológica aristotélica.
Antes que apareciera Descartes tuvieron que abrirle camino un
Guillermo de Ockham, un Giordano Bruno, todo un movimiento llamado ochkamismo
filosófico.
Igualmente, antes que apareciera Galileo, había ya aparecido
un Copérnico y, en general, todo un movimiento científico denominado ochkamismo
científico (Orestes, Buridam….).
Hay, pues, a la vez supervivencia medieval y germinación
incipiente, pero distinta, de vida nueva, de nueva mentalidad.
Ni todo fue oscuro en el Edad Media, ni todo fue luminosidad
en el Renacimiento. Debemos desterrar el esquema del “así y sólo así”. No es
posible, no se debe hacer una Historia de la Humanidad, ni del pensamiento, en
blanco y negro, porque lo que más abunda son los grises, los colores
intermedios.
Nuestro Ortega, como casi siempre, lo expresa de manera
genial: “En cada uno de aquellos hombres del quattrocento chocan dos
movimientos contrarios: el hombre medieval va cayendo como un cohete consumido
y ya ceniza. PERO en esa ceniza muerta que desciende irrumpe un nuevo cohete
disparado y ascendente…. principio de un nuevo vivir, del vivir moderno. El
choque entre lo muerto y lo vivo que en el aire se produce da lugar a las
combinaciones más variadas, pero todas inestables e insuficientes” (“En torno a
Galileo”, pág 211.)
El hombre que mejor representa esta situación de estar a
caballo entre dos mundos, de un pasado que declina y de un provenir que aparece
radiante y deslumbrador, pero que aún no está del todo claro ni logrado es Pico
de la Mirandola.
Dice Pico: “Se está en la división de dos mundos, de dos
formas de vida, y el individuo va y viene de la una a la otra…. De ahí que los
hombres renacentistas hoy sean paganos y naturalistas y mañana vuelvan a ser
cristianos (o viceversa). Los hombres (de ahora) presentan unas biografías no
lineales sino divididas, con épocas de entusiasmo y épocas de desolación y
tristeza”.
Pero poco a poco se va a ir imponiendo una cultura mundana.
El hombre confía cada vez más en sí mismo y en sus fuerzas. El mundo es visto
no como huellas de Dios, como posada y camino para ganarse el más allá. Esta
vida hay que vivirla y este mundo hay que conocerlo para dominarlo, para
explotarlo y para aprovecharnos de él. Ya no es el tiempo de “muero porque no
muero”, ahora es la época de “no quiero morirme, quiero vivir, vivir aquí,
ahora, vivir mucho, vivir bien, vivir mejor”.
El hombre renacentista ama esta vida, vida que es
disfrutable.
Hay un cambio evidente en el modo de vivir y en el modo de
pensar.
Otro gran renacentista, además de Pico de la Mirandola es
Tomasso Campanella, que afirma:”en 100 años nuestra época contiene más hechos
memorables que el mundo entero en 4000” (La ciudad del sol).
Nuevos descubrimientos pero, sobre todo, nueva actitud.
Ni el mundo ni la carne son ya enemigos del alma.
Además, por doquier, se proclama la exaltación de la dignidad
y de la grandeza del hombre. El hombre es libre y no esclavo. El hombre es/va a
ser el protagonista de su propio destino.
Con su inteligencia y con sus manos, con su conocer y con su
hacer, este mundo puede ser convertido en morada en la que maldita sea la hora
en que tenga que dejarla.
Y esta sociedad puede ser organizada por la mano del hombre,
sin la ayuda de Dios ni “por la gracia de Dios”, sino por el esfuerzo, por la
destreza, por el saber político del hombre.
“Y como segundo dios, milagro del primero, manda en lo
terreno y al cielo se remonta sin alas…al viento y a la mar tiene domados….”
–dirá Campanella.
Capacidad creadora del hombre. PROMETEO, inventor de todas
las artes y los instrumentos de la vida civil, sustituye a ADÁN, como
paradigmas humanos.
Del universo cerrado medieval se pasa al universo abierto.
La tierra parece que crece, que se agranda porque se descubre
que el “finis terrae” no es el finisterrae. Que hay más tierras y más mares
¿Cuánto/cuántos más?. ¡Quien sabe¡. El mundo queda abierto.
Y al dirigir el catalejo, el telescopio, al cielo vemos que
el sol tiene manchas, y que la luna no es esférica, porque en ella hay
montañas, como aquí en la tierra. Y que la Vía láctea no es un chorreón de la leche de no
recuerdo qué diosa, ni es el camino de Santiago sino una enorme agrupación de
estrellas muy lejanas.
El mundo se abre, se amplía y el cielo se mundaniza.
El lugar que ocupamos en el mundo no depende ya de Dios, sino
de cada uno de nosotros. Estamos descargando a Dios de funciones, dejándolo sin
o con menos funciones.
No hay que aceptar las cosas malas, lo perjudicial; hay que
rebelarse contra ello y cambiarlo. Lo malo nunca podrá ser voluntad de Dios.
Ante la peste negra o cualquier calamidad, más que rezar,
saber, saber cómo, cuándo, dónde, con qué medios puede ser combatida, vencida y
anulada.
Las pestes y las sequías son vistas, cada vez más, como fenómenos
naturales que pueden/que deben ser estudiados y superados, más que verlos como
un castigo de Dios.
Si lo malo llega y habita entre nosotros, no es por haber
sido malos, sino por haber sido estúpidos y seguir siéndolo.
“Ha dicho Aristóteles”, “Ha dicho S. Agustín”, “ Ha dicho Stº
Tomás”….¿y qué?. Han sido sabios, pero también han sido hombres y, como todo
hombre, pueden haber dicho cantidad de tonterías y de falsedades.
Precisamente uno de los caracteres del mundo moderno es
cuestionar el método de la tradición (“siempre ha sido así”, “todos lo admiten
(consensos omnium)” y cuestionar, también el método de las autoridades.
Galileo es el mejor ejemplo.
Si compruebo que algo es verdadero es verdadero, lo haya
dicho o no Aristóteles.
No tiene razón el gran medievalista E.Gilson cuando afirma
que “el Renacimiento es la Edad Media menos Dios”. No. No es verdad.
Dios no está ausente en el renacimiento, pero está presente
de otra forma. (¡Pero si muchísimos renacentistas eran clérigos¡…).
El proceso de secularización que va imponiéndose no implica
ni irreligiosidad ni ateísmo (fenómenos raros en el Renacimiento). Lo que
ocurre es que la religión se convierte, cada vez más, en un asunto privado.
Contra lo que sí se muestra indiferencia y desprecio es
contra la autoridad eclesiástica y sus representantes; pero es que no era para
menos. (Hace poco hemos podido ver la película Los Borgia. Ellos no eran una
excepción). (Espero que Uds. no me confundan los conceptos: Jesús histórico,
Cristo o Jesús de la fe, Cristianismo, como doctrina, y jerarquía
eclesiástica).
Lutero y su movimiento protestante no era antirreligioso,
¿cómo iba a serlo si él era fraile y era un creyente profundo y sincero?. Lo
que sí fue fue un antieclesiástico, se opuso ferozmente al papado y a la
jerarquía eclesiástica, y no era para menos.
El Protestantismo, es hijo del Renacimiento, es un fenómeno
renacentista, es una actitud que contribuiría a librar al hombre de la tutela
de la Iglesia en las relaciones del hombre con Dios.
PERO, el Protestantismo, como doctrina, es lo más
antirenacentista y antimodernista que uno pueda imaginarse. Con su determinismo
pesimista humano, dejando al hombre atrapado en su culpa, con su destino ya
fijado o prefijado de antemano, desde toda la eternidad, por tanto
inmodificable.
Eso fue lo que hizo que Erasmo, esa gran lumbrera
renacentista, aceptara la actitud protestante, pero que él no se convirtiera o
diera el paso al Protestantismo.
Tanto la Reforma como la Contrarreforma ven, contemplan, al
hombre desde una perspectiva de fe y no de razón, que es la característica
fundamental de la Modernidad.
Creencia firme y Razón firme se llevan mal. O la una o la
otra, o cristiano o pagano, por eso lo de las biografías divididas, que
decíamos antes. A no ser que, como hacen muchos de ellos, tengan otro concepto
de Dios totalmente distinto de lo que defiende la Teología oficial.
Cuando en el Renacimiento se habla de “retorno a los
clásicos”, no es para traerlos y aplicarlos al presente, sino para imitar su
actitud ante el mundo y ante la vida. Los clásicos son modelos, paradigmas, del
uso autónomo de la Razón, antes de que se impusiera el Cristianismo, en la
Grecia y en la Roma clásicas.
Hoy, en terminología moderna, diríamos que “se puede ser
marxista, pero no marxiano”.
Se los ve como modelos de pensar, no como dioses
omniscientes.
La libre investigación, como hicieron ellos, sustituirá al
principio de autoridad como lo practicaban los medievales y seguía haciéndolo
la Iglesia oficial.
Los pensadores antiguos son vistos como unos hombres
geniales, pero históricos. Lo que dijeron valía para su tiempo, no para el
nuestro, pero su actitud sí que nos vale y es digna de imitación. Enfrentarse
cara a cara con la naturaleza, con la sociedad, con la vida, sin tutores que te
ordenen, que te prohíban, que te guíen.
Cada época tiene sus conocimientos. Cada conocimiento
corresponde a una época. Pero la actitud sí que puede ser la misma.
“Aristotelem….summum quiden hominem, sed hominem tamen fuisse
puto” – dirá el renacentista Agrícola.
Los nuevos descubrimientos (geográficos, científicos,
técnicos) son ajenos y están más allá de los limitados descubrimientos griegos.
¿Qué podrían decir los clásicos de la brújula, de la imprenta, de la pólvora,….
Si no entraban en sus categorías mentales?.
La duda cartesiana es un buen ejemplo. Hay que poner entre
paréntesis todos los contenidos anteriores. Valieron, pero ya no valen. De
ellos se puede hacer historia, no resurrección.
Dicen NO a Adán y SÍ a Prometeo. PERO, ¡cuidado¡, porque
Prometeo tiene dos caras. Sí a sus inventos, no a su rebelión contra Dios. El
hombre del Renacimiento no tiene nada contra Dios, pero sí tiene, y mucho,
contra sus representantes e intermediarios, contra los teólogos y la Iglesia
que se han arrogado el derecho de propiedad privada del único camino que lleva
al cielo (“extra eccle..).
El hombre es, ahora, libre y creador, ya no sólo criatura
hecha a imagen y semejanza de Dios. O mejor, si somos eso y así, por lo tanto
imitemos a Dios, seamos libres, seamos creadores, inventemos, investiguemos.
Como veis estamos en otro círculo, en otro ámbito, hemos
pasado del cosmocentrismo clásico al antropocentrismo renacentista habiendo
hecho escala en el teocentrismo medieval.
SEIS temas
debemos desarrollar, representativos del Renacimiento:
1.- El futuro del hombre y de la humanidad. ¿Está ya escrito
de antemano?. Si Dios es Omni-todo (lo sabe todo, lo puede todo,…) Dios conoce
también los futuros, luego Él ya sabe lo que va a pasarme a mí, a mi familia, a
mi ciudad, a mi patria,….
S. Agustín los dice muy clarito:”todo lo que ocurre ocurre
cuando Dios quiere, como Dios quiere, donde Dios quiere, porque Dios quiere…”.
Entonces, recemos. Pero rezar ¿para qué?. ¿Para saber cuál es nuestro destino?,
porque para cambiarlo NO. Dios no puede corregirse, porque Dios no puede
equivocarse. Enmendarse Dios la plana a Sí mismo sería cambiar de parecer, pero
todo cambio es siempre imperfección. Por lo tanto Dios no puede cambiar. Cuando
le pedimos a Dios que aparte de nosotros este cáliz, sabiendo que Él ya sabe lo
que va a pasar ¿qué sentido tiene?. ¿Seríamos más felices sabiéndolo?.
Nuestro destino está escrito y Dios lo sabe.
La película, esa película, por más veces que la veas y la
pases por el video, siempre tendrá el mismo final, acaba perdiendo el malo, que
además es feo y acabará ganando el protagonista guapo y bueno y elegante…Si ya
está grabada. Si no puede cambiar. Se podría hacer otra película pero esa ya no
sería yo.
Primer tema: ¿Está ya escrito el destino del hombre?.
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