Estamos desnaturalizando el lenguaje, injustificadamente, bien por ignorancia, bien por falta de precisión, cuando, constantemente, a un prefijo le privamos de una de los dos legítimos significados, podándole una de sus dos ramas y convirtiéndolo en monosignificativo o “monorrámico” (“palabro” que acabo de inventarme, porque el Diccionario de la R.A.E. dice que ese “palabra” no existe, luego es un “palabro”).
Es curioso que el prefijo “Ultra” goce de tan mala prensa y, siempre, tenga connotaciones negativas.
Tú llamas a uno “ultraconservador”, “ultraliberal”, “ultraderechista”, “ultra lo que sea” y es escupido por los unos y tomado por los otros como un insulto.
Pero, puesto que “ultra” es “lo más, lo máximo”, ser “ultrainteligente”, “ultrabueno”, “ultravirtuoso” deben ser piropos. ¡Digo yo¡.
Como si sólo hubiera vicios y no virtudes.
“Ultra” es el “no va más”, lo máximo. Como “infra” es lo ínfimo, lo mínimo que se despacha.
No se alaba lo “ultra”, porque siempre se asocia a vicio, a defecto, y nadie se apunta a lo “Infra”, como si (– x –) no fuera igual que (+ x +), aquí parece que todos se apuntan a la “mediocridad”, al rasero, al todos igual. Como si no existiera la “excelencia”, lo “sobresaliente”.
¿No sería excelente ser Ultrabello, Ultraético, Ultrajusto, Ultrabueno, Ultraliberal,…..?.
¿No fueron Ultras, excelentes, sobresalientes, un Vicente Ferrer o una Teresa de Calcuta?
¡Alguien ha oído alguna vez, a alguien, que se declare Ultrasocialista?. ¿No sería buenísimo ser “ultrasocialista”?
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