viernes, 7 de mayo de 2010

LAICIDAD Y RELIGIONES.

Todavía sigo sin explicarme (no lo entiendo) por qué la Iglesia Católica no aplaude, hasta con las orejas, no sólo que España sea, religiosamente, aconfesional, sino que no sea, realmente, laica (no “laicista”, que es algo totalmente distinto).

La separación, real y efectiva, de Política y Religión, garantizaría que no se pisaran la manguera una a la otra, ni la otra a la una, y que cada una de ellas se desarrolle y viva en su jardín.

La libertad religiosa (de cualquier religión) está más garantizada si el estado no interviene en lo religioso, si es laico.
Si un estado fuera confesional, esa confesión religiosa oficial no le daría ni agua, le pondría todos los palos a las ruedas y estrangularía, por asfixia, a toda otra religión.

Nunca los musulmanes van a permitir que los católicos “profanen” los lugares sagrados de sus mezquitas, con la celebración de misas, como nunca las catedrales (ni la Mezquita catedral de Córdoba, que antes que mezquita fue la iglesia de San Vicente) van a permitir que los musulmanes, descalzos, de rodillas y mirando a La Meca, oren en ella y escuchen las arengas políticas del imán de turno.

¿Puede un pastor de almas permitir, así, por las buenas, como quien no quiere la cosa, que otras ovejas, de otros pastores, coman la hierba de sus prados?.
¿No es intrínseco a cualquier religión la tendencia al monopolio, la competitividad por reunir a todos los hombres “en un solo rebaño (el suyo) y bajo un solo pastor (él)?.

Cuando un cuerpo queda infectado intenta defenderse creando anticuerpos.

Los jesuitas, por ejemplo. Tienen su partida de nacimiento en un militar, herido y convaleciente, que como no puede estar presente, físicamente, en el frente de batalla, idea otra guerra espiritual, con el mismo espíritu bélico, con estrategia defensiva u ofensiva, según la conveniencia y la circunstancia.

Los nuevos enemigos a combatir y batir son, por una parte los luteranos, que han declarado la guerra civil de secesión en el seno mismo de la católica Roma, y. por otra parte, la ciencia y la técnica que, en sus aspiraciones de separación de la fe y de autonomía neta, están zamarreando los pilares mismos, hasta ahora tan sólidos, de la fe.
No en vano ellos fueron, durante mucho tiempo, la mano derecha del poder romano, y, al tiempo que luchaban desde dentro, se lanzaban a la apertura y conquista de nuevos mercados en los que sembrar la fe católica.

Pero como todo lo que está arriba, llegado el momento, cae, también ellos, que siempre fueron pioneros y estuvieron en la vanguardia (llegando hasta Japón y Sudamérica) cayeron en desgracia, tanto del Papa como de los Reyes, que llegaron a expulsarlos e, incluso, a disolver la orden de la Compañía de Jesús.
Hoy siguen estando en primera fila, pero con el objetivo de la liberación de la pobreza, y andan por la izquierda, incluso son anatematizados.

Sólo sobre la base de la laicidad y de la democracia pueden florecer los árboles religiosos.
¿Estará el Islamismo de acuerdo con ese suelo laico, racional y democrático, necesario para la supervivencia de las religiones?
Me temo que no, porque hasta ahora, tras muchos siglos de historia, han sido incapaces y son incapaces (espero que no sigan siéndolo) de separar el ámbito religioso del ámbito político.
Si para un musulmán los derechos humanos son los que vienen recogidos en el libro revelado, el Corán, escrito en el siglo VII, ¡apaga y vámonos y que el último cierre la puerta¡

Todos somos ciudadanos, pero no todos son creyentes de esa religión (hay otras muchas) o no lo somos de ninguna.
Si alguien defiende el derecho a ser religioso, del que quiera serlo, ese es el laico.
Y al mismo tiempo, si alguien defiende el no deber de serlo, ese es también el laico.

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