VERDAD ARTÍSTICA.
Se acercó tímidamente.
Con un gesto preguntó al
dependiente qué era esa cosa llamada “VERDAD ARTÍSTICA” que anunciaba el
cartel.
El dependiente, agachándose
bajo el mostrador, sacó dos pinturas, dos cuadros exactamente iguales y los
puso sobre el mostrador.
Los firmaba un tal Picasso.
¿Qué ve Ud. Señor? – preguntó
muy educadamente el dependiente.
Dos pinturas de un tal
Picasso.
Fíjese Ud. Bien, por favor.
El nuevo hombre rico miró y
miró; las remiró, muy detenidamente. Pero las veía exactamente iguales.
- “Son iguales” – respondió,
extrañado por la insistencia del dependiente.
- Parecen iguales, Sr. Pero
no lo son: uno es una copia, una imitación, un plagio, una suplantación. Uno de
estos Picassos no es un Picasso.
- Los veo iguales. O ambos
son originales o ambos son copias. Son exactamente iguales.
- Eso es lo que parece,
¿Verdad? Pero no lo es. Éste de la derecha es una copia realizada por un
extranjero, creo que belga, residente en Mallorca que copia e imita maravillosamente
bien. Es un buen imitador, pero no es un creador.
Copia belleza, pero no la
crea, no es original.
La verdad artística es la
verdad creada, no la recreada.
No que ésta sea fea y no sea
bella, pero no es la belleza primera, la primigenia, la original, la auténtica,
la que salió de la mente y de la mano del artista.
Una imitación de un Picasso
no es un Picasso.
La mayoría de los artistas,
sean arquitectos, escultores, pintores, poetas, novelistas,... son grandes
imitadores pero no creadores, son ejecutores de lo por otros descubierto.
Los genios son los
rompedores, los que hacen que lo que antes no existía ahora exista.
Suelen ser genios a los que
la intuición, la luz, los pilla siempre trabajando.
Suelen ser raros porque
buscan donde nadie cree haya algo y buscan lo que otros dicen que eso es
imposible “y, además no puede ser”.
A veces son encerrados por
locos.
Son anormales, aunque “anormales
por exceso”. Se salen del molde. Se salen de la norma. Ésta les viene pequeña.
Para que Ud. me comprenda, es
lo que me comunicaba, hace años, en un pueblo de Córdoba, en La Rambla , una gran ceramista
llamada Caty Alcaide: “En este pueblo, Tomás, hay muchos industriales, que
están enriqueciéndose, hay varios artesanos, dignos de elogio, pero sólo somos
dos o tres artistas, dos creadores, que malvivimos, por incomprendidos”.
El artista, Sr., como lo que
hace es adelantar las líneas de por dónde va a ir el futuro, los del presente
no lo comprenden, lo obvian, se resisten, se ríen, lo desprecian.
No es fácil ser “anormal”
(aunque sea por exceso), en una comunidad de “normales”.
Cuando la mediocridad es la
norma los extremos no encajan.
Nosotros, Sr. le podemos
vender el camino, pero no la meta.
Los descubrimientos tendrá
que ser Ud. quien los “descubra”, creándolos.
Es una dura e ingrata tarea.
Fíjese que alguno de los
genios sólo ha vendido, por incomprendido, una o dos obras, teniendo el resto
que él no pudo vender unos precios, hoy, astronómicos.
El nuevo hombre rico quedó
como una mezcla entre agobiado, abrumado y oprimido.
Movía la cabeza de un lado
para otro, como diciendo, para sus adentros: “joder con los artistas, vaya vida
perra que llevan o les espera”.
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