martes, 14 de mayo de 2019

LA TIENDA DE LA VERDAD (2) LA VERDAD MORAL



LA VERDAD MORAL.

Se pellizcó para comprobar y convencerse de que no era un sueño. No despertó. Estaba despierto. Era verdad. Allí ponía:

“TIENDA DE LA VERDAD”.

Nunca imaginó que la Verdad pudiera venderse y comprarse.


Lo que nunca había tenido, ahora podía adquirirlo.
Comercio, compra-venta de la verdad.
Vender verdad-comprar verdad.
Y él tenía dinero.

Apretó el timbre, cubierto de polvo. Una señorita abrió la puerta y, amablemente, lo invitó a entrar. Dio una ojeada a su alrededor. Era un distribuidor con varios mostradores. Detrás de cada uno, un señor de aspecto no muy serio.

La señorita requirió su atención.

- ¿Qué desea el señor?
- ¿Es verdad lo que pone en el letrero? ¿Venden Uds. Verdad?
- Sí, señor. Vendemos Verdades.
- ¿Cómo, Verdades? ¿Es que existen muchas clases de Verdad?
-Por supuesto, señor. ¿Ve Ud. este mostrador? En éste se vende la Verdad parcial, en ese otro la Verdad relativa, en aquel la Verdad estadística, en aquel otro de allí la verdad…
- No. Señorita. Yo voy buscando una Verdad más sólida, una Verdad más fuerte.
- Entonces le acompaño, sígame.

Pasaron por un estrecho pasadizo, en penumbra, con las paredes desnudas y vírgenes de mano humana. Desembocaron en otro distribuidor. Vio varios mostradores. Tras cada uno de ellos un varón de aspecto grave, serio pero alegre, atento. Sobre cada uno de los mostradores un letrero distinto.

VERDAD MORAL. VERDAD ARTISTICA. VERDAD MATERIAL, VERDAD FORMAL, VERDAD ONTOLÓGICA.

- “Cada uno de ellos le irá explicando la verdad que vende y que Ud. podrá adquirir”, - le indicó la señorita que, amablemente, se retiró y volvió a la puerta de entrada de la tienda.

- Mire. Aquí se vende la VERDAD MORAL.
- Explíquemela, por favor. Muéstreme sus caracteres, intente venderme su producto.
- La verdad, señor, es que la Verdad Moral está en su interior. Sólo Ud. es dueño y testigo de ella. Cuando alguien llama a otro “mentiroso”, seguramente no sabe lo que está diciendo, no está usando bien el lenguaje.

La Verdad Moral es la coincidencia entre lo que se dice y lo que se piensa. Cualquiera puede oír lo que Ud. dice, nadie, salvo Ud. sabe lo que Ud. está pensando. Nadie, salvo Ud., pues, puede saber si hay o no coincidencia entre lo dicho y lo pensado, entre la Verdad Moral y su opuesto, la Mentira.

Siempre se dijo que era un pecado. Quizá sólo sea una impostura, un tapón, un impedimento para la confianza, para la convivencia.

La Verdad Moral, muchas veces, es incómoda y trae consigo enemistades.
Si Ud. siempre quiere ser sincero, a toda costa, le va a costar más de un disgusto.
¿Puede llamársele “feo” a ese feo niño ante una madre que lo quiere con locura?
¿Puede llamársele “enana” a esa mujer de baja estatura o “tonel”, si además está obesa, hiriendo su sensibilidad, segando su autoestima?

Entre la felicidad de los otros y su sinceridad, ¿con cuál se queda Ud.? ¿Es necesario ser, siempre, sincero? ¿Tiene Ud. derecho a decir, siempre, ante cualquiera, lo que Ud. está pensando? ¿Es necesaria, siempre, la Verdad Moral? ¿No se basa la convivencia, muchas veces, en pequeñas mentiras que conllevan felicidad? ¿Es pecado o impostura alimentar la imaginación de los niños cuando llegan los Reyes Magos o se le cae un diente?

Hay que hacer muchos equilibrios con la Verdad Moral.

Aunque Ud. quisiera adquirirla, ni yo podría vendérsela ni Ud. podría comprarla. Es gratis. Viene incluida en la conciencia de cada uno. ¿Ha practicado Ud. la Verdad Moral o ha mentido, más de una vez, en su vida?

El pobre viejo antiguo y ahora nuevo hombre rico se quedó pensando, sin responder (no siendo que mintiera).
Dudó y dudó.
Dio un paso atrás, sin decir nada y se dirigió al siguiente mostrador.

Y recuerde siempre, amigo, que “un hijoputa sincero puede ser doblemente hijoputa.

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