LA VERDAD MORAL.
Se pellizcó para comprobar y
convencerse de que no era un sueño. No despertó. Estaba despierto. Era verdad.
Allí ponía:
“TIENDA DE LA VERDAD ”.
Nunca imaginó que la Verdad pudiera venderse y
comprarse.
Lo que nunca había tenido,
ahora podía adquirirlo.
Comercio, compra-venta de la
verdad.
Vender verdad-comprar verdad.
Y él tenía dinero.
Apretó el timbre, cubierto de
polvo. Una señorita abrió la puerta y, amablemente, lo invitó a entrar. Dio una
ojeada a su alrededor. Era un distribuidor con varios mostradores. Detrás de
cada uno, un señor de aspecto no muy serio.
La señorita requirió su
atención.
- ¿Qué desea el señor?
- ¿Es verdad lo que pone en
el letrero? ¿Venden Uds. Verdad?
- Sí, señor. Vendemos
Verdades.
- ¿Cómo, Verdades? ¿Es que
existen muchas clases de Verdad?
-Por supuesto, señor. ¿Ve Ud.
este mostrador? En éste se vende la
Verdad parcial, en ese otro la Verdad relativa, en aquel la Verdad estadística, en
aquel otro de allí la verdad…
- No. Señorita. Yo voy
buscando una Verdad más sólida, una Verdad más fuerte.
- Entonces le acompaño,
sígame.
Pasaron por un estrecho
pasadizo, en penumbra, con las paredes desnudas y vírgenes de mano humana.
Desembocaron en otro distribuidor. Vio varios mostradores. Tras cada uno de
ellos un varón de aspecto grave, serio pero alegre, atento. Sobre cada uno de
los mostradores un letrero distinto.
VERDAD MORAL. VERDAD
ARTISTICA. VERDAD MATERIAL, VERDAD FORMAL, VERDAD ONTOLÓGICA.
- “Cada uno de ellos le irá
explicando la verdad que vende y que Ud. podrá adquirir”, - le indicó la
señorita que, amablemente, se retiró y volvió a la puerta de entrada de la
tienda.
- Mire. Aquí se vende la VERDAD MORAL.
- Explíquemela, por favor.
Muéstreme sus caracteres, intente venderme su producto.
- La verdad, señor, es que la Verdad Moral está en
su interior. Sólo Ud. es dueño y testigo de ella. Cuando alguien llama a otro
“mentiroso”, seguramente no sabe lo que está diciendo, no está usando bien el
lenguaje.
Siempre se dijo que era un pecado.
Quizá sólo sea una impostura, un tapón, un impedimento para la confianza, para
la convivencia.
Si Ud. siempre quiere ser
sincero, a toda costa, le va a costar más de un disgusto.
¿Puede llamársele “feo” a ese
feo niño ante una madre que lo quiere con locura?
¿Puede llamársele “enana” a
esa mujer de baja estatura o “tonel”, si además está obesa, hiriendo su
sensibilidad, segando su autoestima?
Entre la felicidad de los
otros y su sinceridad, ¿con cuál se queda Ud.? ¿Es necesario ser, siempre,
sincero? ¿Tiene Ud. derecho a decir, siempre, ante cualquiera, lo que Ud. está
pensando? ¿Es necesaria, siempre, la Verdad Moral ? ¿No se basa la convivencia, muchas
veces, en pequeñas mentiras que conllevan felicidad? ¿Es pecado o impostura
alimentar la imaginación de los niños cuando llegan los Reyes Magos o se le cae
un diente?
Hay que hacer muchos
equilibrios con la
Verdad Moral.
Aunque Ud. quisiera
adquirirla, ni yo podría vendérsela ni Ud. podría comprarla. Es gratis. Viene
incluida en la conciencia de cada uno. ¿Ha practicado Ud. la Verdad Moral o ha
mentido, más de una vez, en su vida?
El pobre viejo antiguo y
ahora nuevo hombre rico se quedó pensando, sin responder (no siendo que
mintiera).
Dudó y dudó.
Dio un paso atrás, sin decir
nada y se dirigió al siguiente mostrador.
Y recuerde siempre, amigo,
que “un hijoputa sincero puede ser doblemente hijoputa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario