LIBERTAD ECONÓMICA.
Libertad de Oferta y Demanda
de materias primas, de salarios, de productos, de mercado,…
Recordemos las condiciones de
trabajo que “libremente” (¿?) firmaban los trabajadores en el siglo XIX (Informe
de 1.840 del Doctor Villermé)
1.- La jornada laboral, en
general es de 14 horas diarias (y, en algunos casos, más). Si le restamos 14
horas a 24 que tiene el día nos quedan 10 para descansar, vivir, convivir y
dormir.
2.- Las mujeres y los niños
(que también trabajan) cobran salarios todavía más miserables por sus 12 horas
de trabajo.
3.- De “fin de semana” nada
de nada. Se trabaja también los domingos.
4.- Nada de vacaciones, ni
pagadas ni no pagadas. El que faltaba al trabajo podía perder el empleo al ser
sustituido, inmediatamente, por otro trabajador.
5.- No había Seguridad
Social, es decir que si alguien caía enfermo y tenía que guardar cama, mientras
la enfermedad no percibía salario alguno.
¡Sería una injusticia¡
Lo justo es: en un platillo
de la balanza tú, proletario, pones el trabajo y yo, burgués, pongo el salario.
Si estuviera uno de los dos y
no el otro de los dos sería “injusto” porque la balanza no estaría equilibrada,
no podría pararse, quieta, en el el fiel de la balanza.
¿Y de qué viviría, qué
comería, durante esos días de la enfermedad, la familia si el cabeza de la
misma no puede ir a trabajar?
¡Ah¡
6.- No hay legislación alguna
de accidentes de trabajo. Si alguien, debido a un accidente, quedaba inválido,
se quedaba sin percibir, ni salario ni pensión.
¿Y si la mujer estaba dando a
luz y durante unos días no podía ir a trabajar?
¡Ah¡
7.- No existe la jubilación.
El que por su edad ya no pueda trabajar…
¡Ah¡
8.- El despido es totalmente
libre. El patrono te puede despedir por…porque le da la real gana, por eso es
él el dueño de la empresa, de la fábrica.
Pero quizá lo más aterrador
era la disposición existente en Inglaterra, según la cual un padre, por
anticipado, podía vender el trabajo de sus hijos.
Esta monstruosidad significa
que, cuando un padre de familia, que trabaja todo el día, las 14 o más horas,
pero, debido a la miseria de los salarios, no le llega para hacer frente a las
más imperiosas necesidades familiares, acude al patrono y le pide dinero.
El patrono le da ese dinero
pero como pago adelantado del trabajo que, en el futuro, haga el hijo del
obrero.
De forma, pues, que el hijo
del obrero, cuando llegue a la edad de trabajar se encuentra que, por ejemplo,
los tres o cuatro, o los que sean primeros años de su trabajo ya no los cobra,
porque ya los había cobrado su padre.
¿Y eso?.
Eso es porque los salarios se
regían por lo que Lasalle llamaba “la ley de bronce de los salarios”
Por ejemplo, si tú,
trabajando para mí, en mi fábrica, has quemado 2.350 calorías, si eso es lo que
tú me has dado, lo que tú has puesto en el platillo de la “justa” balanza, yo,
en el otro platillo de esa “justa balanza” pondré el dinero “justo”,
equivalente al pan, a la leche, a la carne,…que debes comprar para reponer las
2.350 calorías que tú me has dado.
Lo que me das = lo que te
doy, tú me das trabajo que consume calorías = yo te doy dinero para que compres
alimentos que repongan las calorías gastadas, consumidas, quemadas.
Pero…¿y los bebés, tan
pequeños que todavía no…y el abuelo, ya anciano, que ya no…
¡Ah¡.
Los salarios son individuales,
no familiares ni sociales.
Sería injusto que yo te
pagara menos de lo que tú… pero sería igualmente injusto que yo….te pagara más
de lo que tú…
En ambos casos la balanza se
desequilibraría, no estaría “justamente” en el fiel.
Pero, eso sí, el obrero es
LIBRE.
LIBRE para firmar o no firmar
el contrato, LIBRE para tomarlo o dejarlo, no puede ser obligado a...
LIBERTAD.
¡Qué bonito nombre tienes!
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