Y COMENZÓ LA GUERRA.
Se la ha llamado la “última
guerra romántica”, aunque también fue una de las más crueles, sobre todo porque
fue una “guerra de voluntarios”, bien descamisados y con alpargatas bien con
flamantes uniformes.
Se iba al frente como quien
iba a los toros o a una romería pero que, en vez de ir a divertirse, beber y
cantar, o a rezar a la patrona de turno, se iba para que no triunfara el golpe
de Estado.
Se luchaba y se moría, más
que por una ideología, por un ideal, por una cosmovisión, no por intereses
económicos, ni oscuros ni manifiestos.
Raro era el joven o adulto
que no se adhiriera a uno de los dos bandos porque el tibio, el indeciso, el
dubitante era juzgado bien como cobarde bien como cómplice, debiendo atenerse a
las posibles consecuencias por ambos bandos.
Fue una guerra con el mayor
número de voluntarios del siglo XX, así que: 1.- La desorganización de los
voluntarios republicanos, 2.- La indecisión de buena parte de los sublevados
que consiguió que, lo que en un principio (y así estaba planeado) iba a ser un
golpe de Estado (lo que hubiera ocurrido con la toma de Madrid en los primeros
momentos, pasando por encima del “NO Pasarán”) se convirtiera en una guerra, y
3.- La precipitación de algunos falangistas.
Y, contra lo que se ha dicho,
que “el ejército estaba con los sublevados” lo cierto es que, de los 72
generales que había en España, sólo 26 estaban con los sublevados mientras que
36 eran leales a la
República.
Pero lo que sí es cierto es
que, desde las elecciones de Febrero del 36, en que ganó el Frente Popular,
aunque fuera por pequeño margen, ya eran notorios los ruidos de sables
(generales vestidos de paisanos para reunirse en secreto) instigados por la Iglesia y por la
burguesía, sobre todo entre los generales africanos (Mola, Franco, Varela,
Goded, Queipo de Llano, Cabanellas,..) e igualmente en los cuarteles, dirigidos
por Sanjurjo, desde Portugal, donde estaba desterrado tras la “Sanjurjada” del
32 y si a esto se le añade el lema de los falangistas: “Ya no hay familiares,
sólo Patria”, podía uno encontrase con padres e hijos peleando en bandos
distintos, y no siempre en los mismos (el padre podía ser republicano y el hijo
falangista, o al revés).
Y no sólo los falangistas se
unieron a los sublevados, también Comunión Tradicionalista, Acción Popular y
Renovación Española.
Ya, todo se veía venir.
Machado lo expresó en
“Proverbios y Cantares”: “Ya hay un español que quiere // vivir, y a vivir
empieza, // entre una España que muere // y otra España que bosteza. //
Españolito que vienes // al mundo, te guarde Dios. // Una de las dos Españas //
ha de helarte el corazón”.
Estas dos Españas, la
conservadora y la progresista, están condenadas al enfrentamiento, pues la
situación, según van pasando los días, se hace cada vez más insostenible.
¿Se podía seguir creyendo en la República , como solución,
en esta situación de deterioro absoluto del orden público, desde Febrero a
Julio del 36?
Como ya ha quedado expresado,
lo previsto era un golpe de Estado, rápido, como el de Miguel Primo de Rivera
en el 23, y nadie, pero nadie, pensaba ni se imaginaba que esto terminaría en
una guerra civil.
Lo que intentaban los
entusiastas voluntarios republicanos era parar el golpe y que no triunfara,
pero fue el cambio de estrategia de los sublevados ante la fallida toma de
Madrid por los reveses en el Jarama y en Guadalajara, poniendo rumbo al norte.
Pero cuando ya se vio claro
que sería una guerra fue cuando comenzó a llegar la ayuda extranjera a ambos
bandos.
Hay quienes consideran
nuestra guerra civil como el primer episodio de la segunda guerra mundial.
Quizá, a posteriori, pueda
interpretarse así.
TOLEDO: “EL ALCÁZAR NO SE
RINDE”.
El coronel Moscardó, el día
21 de Julio, proclama por toda la ciudad de Toledo el estado de guerra. Los
milicianos responden y Moscardó se hace fuerte en el Alcázar, donde llevan
rehenes republicanos cuyo final ya se sabe cuál podría ser.
Pero cuando entra el último
camión, cargado de municiones procedentes de la fábrica de armas una bomba
republicana le acierta de pleno haciendo estallar casi 300.000 cartuchos.
La escasez de municiones,
junto a la escasez de comida, serán dos de las grandes dificultades que tendrán
que sobrellevar los defensores del Alcázar.
Entre ellos se encontraba
Milán del Bosch (el del 23 F
de Tejero y compañía)
Pero también buscan refugio
en el Alcázar 60 falangistas, 600 guardias civiles, 50 derechistas toledanos.
En total 1.900 personas, de las que sólo 1.100 son combatientes. El resto son
mujeres y niños más, retenidos a la fuerza.
El asedio duró más de dos
meses.
500 bombas y más de 1.300
granadas caerán sobre el Alcázar.
“El Alcázar no se rinde”
–parece ser que fue la respuesta del coronel Moscardó cuando le proponen
liberar a su hijo, rehén de los republicanos, a cambio de la rendición, de lo
contrario sería fusilado.
¿Fue fusilado?, ¿Hubo tal
conversación telefónica? ¿No quedó cortado el teléfono el día siguiente, el 22?
¿No fue todo propaganda posterior a la liberación?
Quizá un ejército bien
equipado habría derribado el Alcázar en muy poco tiempo pero era poco de lo que
disponían los milicianos de izquierdas.
Pero la resistencia del
Alcázar, que tendría resonancia internacional, se convertiría en un verdadero
símbolo del valor de los rebeldes para las generaciones futuras.
Ni los mineros asturianos,
expertos en dinamita, pudieron derribarlo.
En realidad Toledo no era una
ciudad estratégica en el desarrollo de la guerra pero distrajo a las mal
equipadas y peor entrenadas de unos 2.000 milicianos y que, además, quizá esos
cañones hubieran hecho más falta en otros escenarios bélicos.
En su marcha hacia Madrid,
Franco desvió tropas en auxilio a los sitiados, lo que retrasó el asalto a la
capital de España, pero la liberación y el valor de los sitiados aparecerían
durante muchos años en los libros escolares y serían de lectura obligatoria (y
lo digo con conocimiento de causa)
El boletín informativo que
circulaba por el interior del Alcázar serviría como origen del diario El
Alcázar, de extrema derecha y que correría por toda España durante muchos años.
Uno se pregunta, a posteriori,
cómo fue posible que la flota, casi toda leal a la República , no presentara
batalla al convoy de buques mercantes, protegido sólo por el cañonero Dato y
que éste cruzara el Estrecho de Gibraltar transportando el ejército de África a
la Península ,
aquel 5 de Agosto.
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