Tras casi un trimestre
enfrascado en aclararme sobre los avatares de la Segunda República ,
tan loada por unos, como vituperada por otros, aunque tuviera que ensombrecer
el optimismo de los primeros y clarificar el pesimismo de los segundos, me enfrasco
en otra aventura.
Emprendo un viaje, un largo y
lúdico viaje, acompañando desde mi humilde atalaya a ese gran hombre, a esa
gran persona, a esa persona sabia que no ha mucho nos ha dejado pero que sigue
presente en la mente de muchos, que lo hemos admirado en vida y lo recordamos
tras su muerte.
Alguien de fiar y que da
mucho de sí porque es mucho lo que tiene que ofrecer
¿Quién no ha citado o, al
menos, leído, no una sino muchas veces, frases o sentencias de J.L. Sampedro?
Pero lo que muchos ignoran es
que muchas de ellas no salieron directamente de su boca sino de la boca de los
personajes de sus novelas.
“Lo que Sampedro dice” y “lo
que dicen sus personajes” ni tienen por qué ser coincidentes ni tienen por qué
ser discrepantes. Pero bueno es saberlo.
Cervantes no era un loco
quijotesco ni un cateto sanchesco pueblerino.
Sampedro, en su vida pública,
ha desarrollado, sobre todo, dos facetas:
1.- La académica o docente
(fue Catedrático de Estructura Económica en varias universidades), tanto en su área docente (con ensayos de
economía: “Conciencia del subdesarrollo”, “Las fuerzas económicas de nuestra
tiempo o Economía Humanista”). Pero sólo sus alumnos fueron testigos directos
de esta labor, pero es unánime la opinión sobre él como persona de integridad
moral, su crítica a una globalización unidireccional y salvaje que incrementa
la brecha de la desigualdad y crítica a un capitalismo que agoniza pero que
muere matando y destacar su actitud ética y comprometida con un mundo
igualitario.
Los demás tenemos que
conformarnos con sus escritos, sus conferencias, sus artículos en la prensa,
sus intervenciones en radio y televisión, su defensa del 15 M como un grito de rabia…
2.- La literaria, de escritor
y novelista, tanto en solitario, (“La sonrisa etrusca”, “La vieja sirena”, “Octubre,
Octubre”, “Real sitio”, “El amante lesbiano”, “La senda del drago”) como
compartida (la novela de ideas “Cuarteto para un solista”, con Olga Lucas, su
mujer y continuadora). O ensayos divulgativos (“El mercado y la globalización”,
“Los mongoles en Bagdad”) y también obras a dos voces (“Escribir es vivir”, con
Olga Lucas; “La ciencia y la vida”, con Valentí Fuster; “Sobre política,
mercado y convivencia”, con Carlos Taybo; así como el Prólogo a “Indignados” de
Stéphane Hessel; la fábula “La balada del agua”, y en su obra póstuma “Sala de
espera”.
Rezumaba sensibilidad y
afecto, familiar y paterno, en su vida privada.
Cuenta cómo perdió, “me quedé sin hija”, el día que su
niña, en la noche, se levantó, ella sola, de la cama e hizo pipí en el orinal y
la sensación de que su niña “ya no me
necesitaba”, y se sentía desplazado.
Y cuando esta niña, ya moza,
se casó para formar su propio hogar.
Para llenar el hueco dejado
en la casa por su hija “me volqué en una
novela divertida que, en contra de mi costumbre, escribí compulsivamente en
sólo tres meses, “El caballo desnudo”, como respuesta afectiva a una pérdida,
aunque se diga que no se pierde una hija sino que se gana un hijo”.
Y qué decir de cuando esta
hija lo hizo abuelo, “sin el nacimiento
de mi nieto Miguel no habría escrito “La sonrisa etrusca”, también escrita de
un tirón, como respuesta afectiva al niño que vino”.
La que se fue y el que vino.
Enamorado de las culturas
orientales y de la mística, este hombre sabio y bueno, que no cree en el alma
ni en el más allá, nos recuerda que “el
éxito es el principio del fracaso” y que “la fama es el comienzo de la desgracia” (dos sentencias orientales
que hace suyas.).
Para evitar el espectáculo que
siempre acompaña a la muerte dejó dicho que “su muerte no se hiciera pública hasta después de ser incinerado” lo
que hizo su esposa, Olga Lucas, la colaboradora en algunas de sus obras y la
que publicó su obra póstuma.
Su bonhomía le llevaba a
rechazar que lo llamaran “maestro” porque el maestro está para ayudar a ver y
no para cegar a sus discípulos.
“Una vela o un quinqué, no un foco que deslumbre”.
Siempre se lamentó de que los
ideales de su tiempo, de nuestro tiempo, hayan quedado reducidos prácticamente
al éxito económico, al “tanto vales, cuanto tienes”
“La cuestión no es estar a favor o en contra del
progreso, (¿quién, en su sano juicio,
puede estar en contra del progreso? sino
cómo “progresar”.
Crítico furibundo y constante
del “modelo económico liberal”, al que considera “agotado” no sin antes
reconocer la utilidad que tuvo, durante siglos, en el paso del absolutismo a la
democracia.
“Modelo económico agotado” porque existen tres
barreras reales:
1.- La barrera física (los recursos
limitados del planeta que, algún día, se agotarán).
2.- La barrera política (porque el tercer
mundo ya no acepta más la explotación)
(lo que estamos, tristemente, comprobando a diario) y
3.- La barrera psicológica pues el sistema
económico es un sistema “desalmado”, sin alma, que reduce al hombre a mero
productor y consumidor.
Pero, desde el principio,
expongamos su pensamiento, que va a estar presente durante toda su vida de
escritor, tanto por lo que de su boca o de su pluma sale, como por lo que pone
en boca de sus personajes, que hablan por él.
“Todo escritor, se lo proponga o no, refleja en su
obra lo que es y lo que piensa, aunque algunos (lo hagan) mucho
más explícitamente que otros; pero, incluso por omisión, se puede sondear lo que
se piensa. Toda novela responde a la situación social circundante. Pero pienso
que el compromiso del novelista es ante todo consigo mismo y consiste, antes
que nada, en escribir, en relatar lo mejor posible e interpretar con eficacia
la realidad, descubriendo su mundo a los lectores. Ésa debe ser su preocupación
fundamental y ésa es, desde luego, la mía”.
Queda dicho.
P.D.
Acaba de ser publicado
“Diccionario Sampedro”, editado por Olga Lucas. Debate. Marzo del 2.016.
Este Diccionario especial
(pues, realmente, no es un diccionario) me servirá de plantilla para
acompañarlo en su deambular literario e intelectual.
Que quede constancia.
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