IPSOTERAPIA.
Una palabra nueva para mí y
que nunca había oído ni visto escrita.
Y eso que, de mis tiempos de
estudiante, recuerdo que “ipso” proviene del latín “ipse-ipsa-ipsum”, que
significa “uno mismo”, “el mismo”, y “terapia” proviene del griego “therapia” y
que significa “curación”, “terapia”.
“Autocuración”.
Pero, claro, uno también
acostumbrado a las raíces griegas y “autós-é-on” significa “propio”, “uno
mismo”.
Creo que es lo mismo
“ipsoterapia” que “autoterapia”.
Que me corrijan los filólogos
que haya en la sala
Luego me informa el editor de
la obra que “ipsoterapia” es un término inventado por Sampedro para designar
una terapia psicológica que persigue la propia identidad más allá de los
condicionamientos y clichés.
Y es verdad que somos el resultado,
la imbricación del yo y la circunstancia orteguianas “y si no la salvo a ella,
no puede salvarme yo” –como él mismo afirma.
Y las circunstancias en las
que hemos estado navegando, obligatoriamente, durante milenios han sido las
impuestas social y moralmente por la Iglesia Católica Apostólica y
Romana y que no han sido las ideales, por la cantidad de tabúes que han ido
encastrándose en nuestra mente y que, oponiéndose a ellos era tarea de héroe y
de mártir, socialmente crucificado.
“En nombre de creencias religiosas la satisfacción del
instinto sexual se prohíbe salvo en el restrictivo marco del matrimonio
(eclesiástico) monógamo e indisoluble, regulado, además, en su ejercicio con
preocupación, sobre todo, utilitaria y procreadora”.
Así se nos crea la
enfermedad, en forma de tabú, y de la que podemos autocurarnos.
“La esperanza (de autocuración) es cierta, sobre todo
frente a la moral tradicional”
religiosa.
La juventud actual ya se ha
desprendido de esos tabúes y las relaciones íntimas, en vez de ser la
excepción, es la norma, una vez desprendidos del tabú del sexo fuera de ese
matrimonio tan predicado y exigido.
Porque, recordemos (yo al
menos y en mis tiempos de adolescente) el gran pecado era el pecado sexual, ya
no “hétero” (y nada digo del “homo”), sino hasta los malos pensamientos, las
malas intenciones y las malas palabras, así que practicarlo era…
Y, cuando era sólo el
autoplacer, el orgasmo personal, las preguntas eran: “¿cuántas veces? (y a
veces) ¿dónde? Y ¿pensando en quien?”.
Pero “como la realidad económica y social no permite ese enlace “hétero”
hasta mucho después de la pubertad, se reprime así, durante años, el natural
deseo, se fuerzan las transgresiones y se crean miedos y sentimientos de culpa”
Cuando se supera todo ello es
cuando uno está curándose, porque eso era y es una enfermedad, no fisiológica
(no es que por follar o meneársela (perdón, por usar tales vocablos entendibles
por todos) se resentirá la columna vertebral y la médula sufriera merma y el
que lo practicara podía quedarse tullido, como Juanito (el chiquillo del
pueblo) por culpa de él o de sus padres, siempre consecuencia del pecado, cuya
consecuencia se heredaba y nadie quería ser responsable de que tus hijos
vinieran a este mundo de esa manera.
¡Qué comedura de coco¡ ¡Qué
esquema mental y moral fueron incrustándose en nuestra mente y que
direccionaban nuestro obrar sexual¡
La ipsoterapia también puede
ser inducida, desde fuera, con una nueva educación en valores.
“La ipsoterapia es ayudar a cada cual a vivir de
acuerdo con su ser auténtico y su derecho a realizarse, sin más restricciones
que el respeto a los demás”
En la sexualidad, tanto
heterosexual como homosexual, todo está permitido si los intervinientes así lo
aceptan, si no se ponen límites porque puede producirse daño.
La ciencia actual ha venido
en ayuda de la ipsoterapia, y contra la doctrina moral de la religión católica,
desanudando la supervivencia de creencias
y de prejuicios arcaicos que asfixian, cada vez más, al libre desarrollo de las
potencialidades humanas
Efectivamente, nada más ajeno
al conocimiento científico que lo hasta ahora proclamado por la Iglesia Católica como una moral
natural, siendo lo más antinatural que uno pueda imaginarse, el conflicto entre los instintos naturales y
los condicionamientos culturales impuestos, que eso y no otra cosa son esas
pretendidas verdades religiosas.
“Frente a estas creencias la Ipsoterapia prefiere
reconocer la licitud de las parafilias y, salvo en casos realmente patológicos,
hace ver al supuesto enfermo que comportarse según su ser, sin daños para
otros, es simplemente atenerse a la ley natural de la vida humana”
Con lo que no puedo estar más
de acuerdo.
Hola Tomás, leo tu blog que aparece buscando Ipsoterapia, que leo en El amante lesbiano" de Sampedro, en realidad releido y rado, en estos tiempos de confrontaciones politicas y sociales ante la ley Trans.
ResponderEliminarGracias por escribir sobre ello