EUTANASIA.
“EU” = “buena” y también
“facilidad”, “suavidad”
“THANATOS” = “muerte”
“Eu-tanasia” = “buena
muerte”, “muerte suave o dulce”, “muerte indolora”, “muerte apacible o sin
sufrimiento”
Ese “eu” me gustó desde
pequeño. No en vano mi padre se llamaba “Eu-genio” = “bien nacido” y, por si
fuera poco, mi madre se llamaba “Eu-genia” = “bien nacida”.
Los “bien nacidos” llegué a
llamarlos cuando, de adolescente, empecé a estudiar griego.
Siempre tuve la esperanza de
que, a pesar de llamarme “Tomás”, heredara algunas cualidades de mis “bien
nacidos” padres. No he llegado a tanto, pero no puedo quejarme.
Pero no hay una sino varios
tipos de “eu-tanasia”
La “Eutanasia terapéutica”
es: “el conjunto de cuidados médicos que se administran a una persona, víctima
de una enfermedad incurable, decrépita o anormal, con el fin de provocarle
directa, y en lo posible, suave o placenteramente la muerte”
Se trata de provocar la
muerte sin sufrimiento a un enfermo ya desahuciado.
Pero, si lo analizamos bien,
casi siempre se trata de una “eu-agonía”, y a la que también se la denomina
“eutanasia lenitiva”) y que es una agonía suave, sin dolor) más que una
“eu-tanasia” (muerte suave)
“Buena muerte” o “morir bien”
o un “morir dulce” no es “matar”.
“Matar” es causarle al otro
la muerte.
“Morir” es “morirse uno
mismo”.
Aunque suelen distinguirse:
1.- “Eutanasia activa” (que
no es causar la muerte al otro, matarlo, sino acelerar lo que ya llega sin
esperar a que ocurra, provocar su final, que ya es más o menos inminente, y
hacerlo sin ensañamiento, sin dolor).
2.-“eutanasia pasiva”
(“reducir al mínimo, incluso suspender, el tratamiento que mantiene al enfermo
en una vida vegetativa y sin esperanza” (“retirarle los tubos”, que se dice
vulgarmente)
Y3.- La “eutanasia suicida”,
cuando es el propio sujeto quien recurre a procedimientos médicos para
acortarse la vida.
La muerte siempre lleva como
compañera, aparejado, encadenado, el dolor.
No existe la muerte dulce si
no es provocando esa dulzura, alejando ese dolor.
Se trata, sencillamente, de ayudar
a morir al que está muriéndose y que de todas maneras va a morirse ayudándole a
que el proceso ocurra sin dolor.
¿Quién, sin prejuicios, puede
oponerse a ello?
Es como “parir con dolor”,
pudiendo evitar el dolor con la epidural.
No seré yo quien obligue ni
prohíba ni una cosa ni a la otra, pero que nadie me obligue ni me prohíba, ni a
mí ni a los míos, una u otra.
¿Desde cuándo el dolor es un
mérito? ¿Mérito de qué, por qué, ante quién?
El dolor todo lo vuelve
sospechoso y es de ignorantes o de malas personas, pudiendo, no querer
evitarlo.
¿Que pueden ocurrir abusos en
la aplicación de la eutanasia activa? Sin duda, pueden ocurrir y provocar la
muerte al que aún no está en trance inminente de morir, del que aún no está
muriéndose, y por motivos varios (entre ello el por poder tomar, ya, una
herencia, por ejemplo)
Cuando el desenlace es seguro
e inminente ya no importa tanto el desenlace, lo que importa es el “cómo” va a
producirse.
El problema de la eutanasia
nunca fue problema entre los antiguos que no solían tener escrúpulos en
eliminar a individuos inútiles para la sociedad.
El mismo Platón afirma “dejar
morir a quienes no sean sanos de cuerpo”, por lo tanto inútiles para la
sociedad.
Pero cuando llegó el
Cristianismo y su doctrina de que Dios es el dueño de la vida y nosotros sólo
sus administradores,… y que el dolor es un mérito para la otra vida….
Hubo que esperar al
Renacimiento para que, de nuevo, se aceptara la eutanasia.
Este vocablo fue utilizado,
por primera vez, por Francis Bacon: “la función del médico es devolver la salud
y mitigar los sufrimientos y dolores, no sólo cuando esa mitigación puede
conducir a la curación, sino también si puede servir para procurar una muerte
tranquila y fácil”
“Hace años, sometido a una encuesta de
preguntas convencionales, contesté – dice Sampedro- a la de cómo desearía mi
muerte con una sola palabra (y respondí) “enterándome”. No he cambiado de
deseo: morirse forma parte de la vida y me gustaría escuchar hasta la última
nota”
“Memento, homo, quia pulvis
eris et in pulvere reverteris” cada año nos lo recuerda el cura signándonos una
cruz con ceniza en la frente, el Miércoles de Ceniza.
“Recuerda, hombre, que polvo
eres y en polvo te convertirás” (“vienes
del polvo y al polvo volverás”) recordando el Génesis y la creación del hombre.
No importa tanto en lo que
vas a convertirte, el hecho, como el “cómo” va a ocurrir ese hecho, cómo vas a
volver a ser polvo otra vez.
Creo que todos nosotros, al
menos alguna vez, sobre todo cuando hemos acudido a un entierro, nos hemos
imaginado, y deseado, cómo nos gustaría que fuera nuestra muerte (y viendo a
todos los asistentes a nuestro propio entierro)
¿Deseamos morir sin
despertarnos, en la cama, y sin enterarnos? ¿O de un infarto y con muerte
instantánea? ¿En pleno orgasmo con la persona amada?
¿Dónde?,
¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Por qué? son las preguntas que siempre, y a todos, nos
surgen ante el hecho de tener que morir por el simple hecho de ser mortales
Quizás
la que más nos inquiete sea el “imprevisible cuándo”
¿Sería
mejor, o peor, sería preferible saber que uno va a morirse a fecha fija, el 31
de Diciembre del año X?
“Me
gustaría que ese oscuro portador del destino no se encarnizara demasiado, para
no entristecer más a los míos, para quienes y por quienes voy a intentar
sobrevivir desde ahora, más que por mí mismo”
Creo que todos diríamos NO a
la oferta o propuesta del ensañamiento terapéutico para mantener las constantes
vitales, en una vida vegetal, entubado por doquier, coma a Franco.
¿Por qué alguien debería desearlo?
Lo que sí es posible es que
otros, sumamente interesados, se ensañen para que en la pantalla no aparezca la
línea plana de la muerte, cosa que ellos rechazarían para sí mismos,
Pido a ese “buen
profesional que no me deje mucho tiempo a medias, en ese limbo que quizás guste
a otros, pero que no es vida humana sino artificiosamente vegetal. El derecho a
la vida incluye (el derecho) a la muerte digna, porque morirse también es vivir
y si el hachazo fuese torpe yo pido desde ahora un compañero piadoso como en el
“seppuku” (que no sé qué es) japonés acorta el sufrimiento inútil y devuelve al
protagonista su voluntad de morir”
Y lo dejó por escrito:
“A mi edad no quiero que me prolonguen
la vida cuando vivir ya no sea vivir, sino vegetar. Se lo he dicho siempre a
Olga, lo sabe perfectamente. (…) Porque, además, esto nos lleva al problema de
la dignidad, que no se puede obviar.
La dignidad es importantísima, tanto
para vivir como para morir. Yo no quiero que me prolonguen artificialmente,
pero sí quiero cuidados paliativos que, llegado el momento, me hagan el trance
menos doloroso, menos indigno.
Y lo que no comprendo, en absoluto, es
la lucha contra la eutanasia”
No lo comprende Sampedro, ni
yo, ni muchos, casi todos.
OLGA LUCAS, su mujer, la
autora de este libro “Diccionario Sampedro”, en una nota afirma:
“José Luis Sampedro murió, según sus deseos,
“enterándose” y con los cuidados paliativos necesarios. Según sus propias
palabras: “la muerte me lleva de la mano, pero se está portando bien, porque me
está dejando pensar”
¡Chapeau, maestro¡
Suele decirse que “sobre
gustos no hay nada escrito”, yo afirmo lo contrario, que sobre gustos está
escrito todo y más que se escribirá.
“Obviamente. No somos todos iguales, hay
diferencias culturales, ideológicas, psicológicas, familiares. Tampoco vivimos
las mismas circunstancias, es normal que unos quieran unas cosas y otros
prefieran otras. Respetarlas todas es lo correcto.
Lo que no es admisible es que las
creencias de unos se impongan a otros.
Los partidarios del “bien morir” no
imponemos nuestro criterio a quien prefiera permanecer intubado hasta que el
cuerpo aguante.
En cambio, los enemigos de la eutanasia
sí pretenden y, de hecho, imponen alegando creencias religiosas, que los demás
también aguantemos”
Y esto mismo puede aplicarse
a las mujeres que quieran parir con dolor, o tener todos los hijos que Dios les
dé, o no usar preservativos, o no abortar en caso de violación, en peligro de
la vida de la madre o porque el feto venga mal, dentro de los plazos establecidos
por la ley.
A todas las mujeres “pro
vida” les recuerdo que, ni yo ni muchos como yo, les prohibiremos que lleven a
término al “nasciturus” cuando venga con defectos graves y que paran con “dolores
de parto”
He visto cómo caballos de
carrera, que se lesionan, y ya no pueden competir, son rematados por sus dueños
con un tiro seco en la cabeza.
Y he visto, personalmente,
cómo galgos que ya no son capaces de competir en las carreras o de cazar, por
su vejez o por lesión, cómo se los cuelga de un árbol (en mi pueblo los
cazadores los colgaban de la viga de un carro empinado) para que murieran
asfixiados, con sus jadeos balanceándose y sus quejidos agónicos.
Y he sentido no sólo pena,
sino asco, un intenso asco.
¿Es que esos animales
(caballos, galgos,…) SÓLO son útiles para eso, para competir o cazar, y cuando
ya no pueden serlo se prescinde de ellos como de un bolígrafo al que se le ha
acabado la tinta?
¿Puede acabarse así con su
vida? ¿No sería preferible, no tendríamos el deber de, seguir manteniéndolos
vivos como compañeros aunque ya no sean competidores?
¿Quién no ha visto morir a un
insecto, pataleando, boca arriba,…? ¿Qué has hecho tú? ¿Le has ahorrado el
sufrimiento con un pisotón?, ¿le has dado la vuelta tratando de reanimarlo?, ¿lo
has ignorado en su retorcerse,…?
¿Deberías rematarlo, por
piedad o dejarlo que viviera su propia muerte para poder vivir su vida
enteramente?
Yo, la verdad, nunca lo he
tenido claro en el caso de los insectos, pero muy claro en los otros casos.
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