SACRIFICIO.
“Sacrificio” = “sacrum –
facere” = “hacer algo sagrado”, “convertir en sagrado un acto, un hecho, un
objeto (“consagrar”)”
Hay objetos sagrados, árboles
sagrados, vacas sagradas, lugares sagrados, palabras sagradas, actos sagrados,
personas con-sagradas…
Hasta Jesús de Nazaret, el
Cristo, se “sacrificó” con su vida, para salvarnos del pecado y de la muerte
eterna.
Su vida fue el sacrificio
exigido por el Padre, y el Hijo “fue conducido como cordero al matadero”
Y, siguiendo su ejemplo, para
los hombres sacrificarse era el camino directo al cielo, y así nos lo han
inculcado, desde pequeñitos, la moral religiosa sagrada predicada por curas,
frailes y monjas, siguiendo a la letra el catecismo de Astete y Colunga.
Los dioses, todos los dioses,
nos meten el caramelo en la boca de una eternidad feliz pero, a cambio, nos
piden “sacrificios” en todos los órdenes, desde el comer y beber hasta castigar
el cuerpo como el causante potencial, o real, de pecados que merecen el castigo
eterno.
Todos nos hemos sacrificado
por nuestros hijos, por nuestros padres, por nuestros familiares, por nuestros
amigos y vecinos cuando ha sido necesario, pero sin pensar en recompensas
eternas, casi ni siquiera temporales, por el simple placer de hacer lo que nos
gustaría que ellos hiciesen con y por nosotros en casos de necesidad.
Y, por supuesto, nos hemos
sacrificado por nosotros mismos, sembrando, regando, cultivando la semilla de
ese ideal al que aspiramos a conseguir porque lo consideramos bueno para
nosotros.
Cualquier estudiante,
cualquier opositor, cualquier aspirante a un puesto de trabajo se ha
sacrificado durante días, meses, años, para poder llegar a conseguirlo.
Son sacrificios humanos.
Pero ¿por qué los dioses,
todos los dioses, nos piden sacrificios, cuando dudamos de su existencia real y
en la que sólo podemos creer y por un premio que hoy se nos antoja absurdo,
“eterno”, sea el estado de felicidad, en el cielo, sea el estado de tormento,
en el infierno, lugares “imaginarios” que los representantes de los dioses nos
han inculcado, desde nuestra etapa de inmadurez intelectual y psicológica, como
lugares “reales”?
Sacrificarse por un ideal a
conseguir, que se considera bueno, para nosotros, lo consideramos necesario,
porque no se puede “querer” la meta sin hacerse cargo del “camino” por el que
transitar para llegar a ella.
Querer la meta sin recorrer
el camino no es “querer” sino “veleidad”
“Es sano que
los jóvenes se rebelen contra la generación anterior y, para eso, hay que
conquistar derechos. Pero hay que hacerles valorar esos derechos obligándolos a
luchar por ellos y a sacrificarse por conseguirlos.
El sacrificio para alcanzar lo que se
desea es algo que ayuda a valorar los logros.
Hoy suena a gazmoño lo de sacrificarse
para conseguir algo pero….es fundamental”
Todos hemos dicho y
aconsejado que “el que algo quiere, algo le cuesta”, porque hasta la vida, que
se nos da, en bruto, tenemos que rellenarla con actos, de los que depende que,
al final, seamos así o “asao”.
“La vida se nos da, pero no
se nos da hecha” – dice Ortega y Gasset (“esos dos filósofos españoles” – como
me escribía un alumno poco aventajado en un examen).
El alpinista vive en su mente
la llegada al pico, mientras sube, no disfrutando de la ascensión, sino
sacrificándose para poder disfrutar de la meta a su llegada.
Se disfruta la meta, se
sacrifica en el camino.
¿Cómo va a ser igual el
“disfrute” del que sube en un teleférico que del que consigue llegar con
sacrificio?
Quienes más pueden disfrutar
del sacrificio son los padres cuando comprueban que sus hijos van madurando,
van creciendo, van ascendiendo hacia su meta.
Es cuando se cumple el dicho
de “life is serving”
Pero nunca olvidar (que se
nos suele olvidar) que un sacrificio gozoso y recompensado sigue siendo un
sacrificio.
Dice Sampedro:
“Mis inicios no
fueron nada fáciles; he necesitado muchos años de esfuerzo, de trabajo duro y
perseverancia para llegar hasta aquí.
Además de trabajar por la mañana,
estudiar por la tarde y pasar apuntes por la noche, también tuve que recurrir a
trabajos suplementarios como escribir un libro para opositores de Aduanas y
otro de Matemáticas de nivel elemental.
Se lo digo sobre todo a jóvenes
impacientes, tentados a tirar la toalla ante el primer escollo”
Así llegó a ser la persona
que fue.
Sacrificio personal, familiar
y por lo que ha llegado a convertirse en un icono a imitar y que arrastra a las
generaciones actuales para sacarlas de la modorra en la que nos instala el estado de
bienestar del que muchas veces no somos conscientes de los sacrificios que
tanta gente ha tenido que hacer.
Sólo afirmando que “lo
sagrado son los hombres”, empezando por uno mismo, la palabra “sacrificio” =
“sacrum facere” tiene sentido.
Cuenta Sampedro que en una
entrevista a Ignacio Zuloaga se le preguntó cuáles eran sus preocupaciones
estéticas, a lo que éste respondió: “trabajar mucho”.
Yo, que no soy Zuloaga y
nadie me ha entrevistado, también respondo como él: “trabajar mucho y con
ilusión en mis clases de Filosofía”. Pero el trabajo era lúdico, altamente gratificante,
he disfrutado de él y con él, y ahora, jubilado, mi preocupación sigue siendo
la misma: “seguir trabajando”, aunque el trabajo, también lúdico, sea de otra
manera.
Y muestra de lo que digo es
este blog, bastante bien alimentado.