viernes, 30 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (11) EL SACRIFICIO

SACRIFICIO.

“Sacrificio” = “sacrum – facere” = “hacer algo sagrado”, “convertir en sagrado un acto, un hecho, un objeto (“consagrar”)”

Hay objetos sagrados, árboles sagrados, vacas sagradas, lugares sagrados, palabras sagradas, actos sagrados, personas con-sagradas…

Hasta Jesús de Nazaret, el Cristo, se “sacrificó” con su vida, para salvarnos del pecado y de la muerte eterna.
Su vida fue el sacrificio exigido por el Padre, y el Hijo “fue conducido como cordero al matadero”

Y, siguiendo su ejemplo, para los hombres sacrificarse era el camino directo al cielo, y así nos lo han inculcado, desde pequeñitos, la moral religiosa sagrada predicada por curas, frailes y monjas, siguiendo a la letra el catecismo de Astete y Colunga.

Los dioses, todos los dioses, nos meten el caramelo en la boca de una eternidad feliz pero, a cambio, nos piden “sacrificios” en todos los órdenes, desde el comer y beber hasta castigar el cuerpo como el causante potencial, o real, de pecados que merecen el castigo eterno.

Todos nos hemos sacrificado por nuestros hijos, por nuestros padres, por nuestros familiares, por nuestros amigos y vecinos cuando ha sido necesario, pero sin pensar en recompensas eternas, casi ni siquiera temporales, por el simple placer de hacer lo que nos gustaría que ellos hiciesen con y por nosotros en casos de necesidad.

Y, por supuesto, nos hemos sacrificado por nosotros mismos, sembrando, regando, cultivando la semilla de ese ideal al que aspiramos a conseguir porque lo consideramos bueno para nosotros.

Cualquier estudiante, cualquier opositor, cualquier aspirante a un puesto de trabajo se ha sacrificado durante días, meses, años, para poder llegar a conseguirlo.

Son sacrificios humanos.

Pero ¿por qué los dioses, todos los dioses, nos piden sacrificios, cuando dudamos de su existencia real y en la que sólo podemos creer y por un premio que hoy se nos antoja absurdo, “eterno”, sea el estado de felicidad, en el cielo, sea el estado de tormento, en el infierno, lugares “imaginarios” que los representantes de los dioses nos han inculcado, desde nuestra etapa de inmadurez intelectual y psicológica, como lugares “reales”?

Sacrificarse por un ideal a conseguir, que se considera bueno, para nosotros, lo consideramos necesario, porque no se puede “querer” la meta sin hacerse cargo del “camino” por el que transitar para llegar a ella.

Querer la meta sin recorrer el camino no es “querer” sino “veleidad”

Es sano que los jóvenes se rebelen contra la generación anterior y, para eso, hay que conquistar derechos. Pero hay que hacerles valorar esos derechos obligándolos a luchar por ellos y a sacrificarse por conseguirlos.
El sacrificio para alcanzar lo que se desea es algo que ayuda a valorar los logros.
Hoy suena a gazmoño lo de sacrificarse para conseguir algo pero….es fundamental”

Todos hemos dicho y aconsejado que “el que algo quiere, algo le cuesta”, porque hasta la vida, que se nos da, en bruto, tenemos que rellenarla con actos, de los que depende que, al final, seamos así o “asao”.

“La vida se nos da, pero no se nos da hecha” – dice Ortega y Gasset (“esos dos filósofos españoles” – como me escribía un alumno poco aventajado en un examen).

El alpinista vive en su mente la llegada al pico, mientras sube, no disfrutando de la ascensión, sino sacrificándose para poder disfrutar de la meta a su llegada.
Se disfruta la meta, se sacrifica en el camino.
¿Cómo va a ser igual el “disfrute” del que sube en un teleférico que del que consigue llegar con sacrificio?

Quienes más pueden disfrutar del sacrificio son los padres cuando comprueban que sus hijos van madurando, van creciendo, van ascendiendo hacia su meta.
Es cuando se cumple el dicho de “life is serving”

Pero nunca olvidar (que se nos suele olvidar) que un sacrificio gozoso y recompensado sigue siendo un sacrificio.

Dice Sampedro:

Mis inicios no fueron nada fáciles; he necesitado muchos años de esfuerzo, de trabajo duro y perseverancia para llegar hasta aquí.
Además de trabajar por la mañana, estudiar por la tarde y pasar apuntes por la noche, también tuve que recurrir a trabajos suplementarios como escribir un libro para opositores de Aduanas y otro de Matemáticas de nivel elemental.
Se lo digo sobre todo a jóvenes impacientes, tentados a tirar la toalla ante el primer escollo”

Así llegó a ser la persona que fue.

Sacrificio personal, familiar y por lo que ha llegado a convertirse en un icono a imitar y que arrastra a las generaciones actuales para sacarlas de la  modorra en la que nos instala el estado de bienestar del que muchas veces no somos conscientes de los sacrificios que tanta gente ha tenido que hacer.

Sólo afirmando que “lo sagrado son los hombres”, empezando por uno mismo, la palabra “sacrificio” = “sacrum facere” tiene sentido.

Cuenta Sampedro que en una entrevista a Ignacio Zuloaga se le preguntó cuáles eran sus preocupaciones estéticas, a lo que éste respondió: “trabajar mucho”.

Yo, que no soy Zuloaga y nadie me ha entrevistado, también respondo como él: “trabajar mucho y con ilusión en mis clases de Filosofía”. Pero el trabajo era lúdico, altamente gratificante, he disfrutado de él y con él, y ahora, jubilado, mi preocupación sigue siendo la misma: “seguir trabajando”, aunque el trabajo, también lúdico, sea de otra manera.


Y muestra de lo que digo es este blog, bastante bien alimentado.

jueves, 29 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (10) EL ALMA (3)

¿QUÉ SIGNIFICAN "ALMA" Y "ESPÍRITU"?

ALMA” puede significar:

1.- “Seres vivos”, seres animados, seres “almados”, seres con alma, seres con vida, tanto “vegetales”, “como “animales” como “hombres”, que “nacen, se alimentan, crecen, se reproducen,…)
2.- “Los hombres”, en general. Así decimos que “Málaga tiene 600.000 almas”
3.- “La sangre”, tanto de los animales como de los hombres. De ahí el tabú de la sangre. No comer sangre, de los animales, por ejemplo, porque sería comer ““su alma”, no ponerse transfusiones de sangre de otra persona (sería incluir el alma del otro en el alma de uno)
4.- “Las facultades sensitivas” (“Amarás a Dios con toda tu alma”),

“ESPÍRITU” puede significar:

1.- “Viento o aire”, lo que respiramos (inspiramos y expiramos”. Sin aire (respiración) no hay vida. Es el equivalente al “pneuma” griego y al “spirare” latino o romano. También como el aire figurado, “el espíritu de la navidad”,
2.- “Seres vivientes no biológicos” (“los malos espíritus”, “los espíritus inmundos”, “los demonios”?
3.- “Soplo de vida” (lo que Dios sopló, por la nariz, a la obra del cuerpo de Adán, infundiéndole vida”, “lo que da vida”.

4.- “Facultades superiores que hacen entender…” (De no poseer espíritu estaríamos a merced del peligro; miraríamos que una pared se nos viene encima para aplastarnos sin tener la posibilidad de movernos; miraríamos (si es que lo pudiéramos hacer) que un tremendo perro corre a mordernos y no nos podríamos mover; caminaríamos (si es que lo pudiéramos hacer) sin rumbo; miraríamos el precipicio y no nos percataríamos del peligro de caer en él, nos salvaríamos sólo si por algún accidente de la casualidad desviáramos nuestro rumbo; no distinguiríamos si lo que vamos a beber es agua o veneno; comeríamos cualquier cosa que esté a nuestro alcance, sea de índole comestible o no; podríamos ser mutilados de nuestros miembros y no sentiríamos dolor, etc. )

miércoles, 28 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (9) EL ALMA (2)

EL ALMA Y EL ESPÍRITU.

Teóricamente, si definimos “alma” o “Psiké” como la definía Aristóteles, “Principio de vida y movimiento”, “Principio primero por el cual vivimos, sentimos, nos movemos y entendemos”, entonces sería absurdo intentar demostrar que el alma existe, porque se ve que hay muchos seres (los vegetales, los animales, el hombre) que cambian, que se mueven, que crecen y/o decrecen, que viven, que conocen,…

El “alma” se muestra en sus funciones.

Pero “movimiento o cambio interno”, no externo, sino interno, movimiento desde dentro.

También se mueven los coches y los aviones, pero su movimiento es producido desde fuera, por el motor o los motores, son “hetero-movientes”, no “se-movientes” como lo es el árbol, el perro y el hombre.

Habría “alma”, pues, en los vegetales, en los animales y en los hombres y no en los aviones ni en los coches.

Pero otra cosa es el “espíritu”.
Sin embargo, el “alma” y el “espíritu” son similares en la manera en que se usan en la vida espiritual del creyente, pero son diferentes en sus referencias.
El “alma” es la visión horizontal del hombre con el mundo mientras el “espíritu” es la visión vertical del hombre con Dios.
Es importante entender que ambos se refieren a la parte inmaterial del hombre, pero sólo el “espíritu” se refiere al caminar del hombre hacia Dios.
El “alma” se refiere al caminar del hombre en el mundo.
Uno de los filósofos que me sacó del esquema escolástico, ya en mis comienzos de enseñante y educador, fue el catalán Octavi Fullat.
En un libro, para mí rompedor, en tiempos en que sólo podía enseñarse la Filosofía Escolástica, de este filósofo, PENSAR Y HACER, (estoy refiriéndome al año 1.974) se subraya la triple dimensión según la cual el hombre es BIOLOGÍA—“Sarx” (carne)—, CULTURA—“Psike” (alma)—y BIOGRAFÍA—“Pneuma” (espíritu)—.

Al, en griego: PNEUMA, PSYKÉ y SOMA, les corresponden, en latín: ANIMUS, ANIMA y CORPUS y, en castellano: ESPÍRITU, ALMA y CUERPO.

Define que “Sarx”, el elemento psico-biológico, se sitúa en el paleocórtex—cerebro biológico—; ubica a la “Psiké” —el elemento sociocultural— en el mesocórtex —cerebro social—y, por último, señala que el “Pneuma” —que corresponde al elemento espiritual, y en el que incluye los conceptos de conciencia, libertad, creatividad y responsabilidad— es colocado por los neurólogos en el neocórtex—cerebro creador.

Pero: ¿Hay un alma o varias almas?

Porque, Platón, por ejemplo, que colocaba el alma racional en la cabeza, el alma irascible, principio de la actividad y del movimiento, en el pecho, y el alma inferior el alma concupiscible, en la barriga, en el abdomen, causa de los instintos.

Aristóteles llega a admitir hasta cinco almas: la nutritiva, que preside las funciones de nutrición y reproducción en animales y plantas; la sensitiva, principio de la sensación y de los sentidos; la fuerza motriz, que lo es del movimiento y de la locomoción; el alma apetitiva, origen del deseo, y por último el alma racional.
Al definir el alma, en el De Anima o “Peri Psiké” como “principio de vida” y contemplar tres tipos de vida (vegetal, animal y humana) tiene que admitir los tres tipos de Almas: Alma vegetativa, Alma sensitiva y Alma racional.
Pero siempre, sólo, hay UN alma (por considerarla la Forma Substancial).
En el vegetal existiría el Alma Vegetativa.
En el animal el Alma Sensitiva, que realizaría las funciones tanta las del alma vegetativa (nacer, alimentarse, crecer, reproducirse,…) como las suyas propias (los sentidos, el instinto, el movimiento locomotriz,…)
En los hombres sólo UN alma, el Alma Racional, pero que realiza las funciones de las Almas anteriores, teniendo en común con los vegetales sus típicas funciones, teniendo en común con los animales sus típicas funciones (conocimientos sensible, sentidos internos (imaginación, estimativa, memoria,…) más las suyas propias: El Conocimiento Intelectual, la Razón, la Voluntad, la Libertad,..
“El animal posee Alma, el hombre Espíritu”.
UNA sola alma en cada ser.
No puede haber tres, en el hombre, por ser el Alma la Forma Substancias, la Esencia; ni puede haber tres partes del Alma porque, al ser inmaterial, no puede tener partes, sólo son, en el caso del hombre, TRES Funciones de la única alma, y Dos funciones en el caso del animal.
Los escolásticos admiten sólo tres: vegetativa, animal y racional
Para la religión cristiana el hombre consta de tres partes, que son: cuerpo (lo físico), alma (lo relacionado con lo emocional) y espíritu (lo relacionado con lo espiritual). De acuerdo a la tradición cristiana, el alma es uno de los aspectos del ser humano, que lo unifica como individuo y lo "lanza" a actividades que van más allá de lo material. Gracias al alma, el ser humano tiene instintos, sentimientos, emociones, pensamientos y decisiones libres, y puede volver sobre sí mismo (autoconciencia).
De acuerdo con la tradición religiosa judeocristiana, el alma (en griego  “ψυχή, psykhḗ”) es la principal cualidad identificatoria del movimiento en la materia viviente, haciendo del “no-moviente” (inerte)  un “semoviente” o “movimiento interno, desde dentro, con motor interior”.
Pero “Alma” y el “Espíritu” son similares en la manera en la cual son usadas en la vida espiritual del creyente. Son diferentes en sus referencias. El “alma” es la visión horizontal del hombre con el mundo. El “espíritu” es la visión vertical del hombre con Dios. Es importante entender que ambos se refieren a la parte inmaterial del hombre, pero sólo el “espíritu” se refiere al caminar del hombre con Dios. El “alma” se refiere al caminar del hombre en el mundo, ambos material e inmaterial.
Este término castellano, Espíritu, traduce los vocablos griegos “noûs” y “pneuma”. Procede del vocablo latino “spiritus”, cuyo significado original era “soplo”, “aliento”, pero que muy pronto se utilizó para designar la realidad inmaterial y racional inscrita en el hombre.
Muchos autores lo hacen sinónimo de alma, y otros incluso de la mente, aunque este último término, más moderno que los anteriores, está desprovisto de la connotación religiosa que posee el término “espíritu”.
Quienes aceptan una diferencia entre el alma, la mente y el espíritu seguramente piensan en lo siguiente:
Se entiende el alma como “principio vital”, vinculado esencialmente con lo orgánico, y común a todos los seres vivos; por otro lado, la mente está más relacionada con las facetas intelectuales y la consciencia y es característica del ser humano; finalmente, por encima del alma y la mente se encontraría el espíritu como “el principio inmaterial y sobrenatural” que nos pone en contacto con las realidades superiores: nos permite el conocimiento de los valores estéticos y morales, la sabiduría como comprensión del fin último de las cosas y la experiencia de lo trascendente o divino.
Pero, en realidad, y profundizando algo más, el alma no es lo mismo que el espíritu. El cuerpo necesita el espíritu para funcionar, de manera muy parecida a como un aparato de radio necesita la electricidad.
Pensemos en un aparato de radio portátil. Cuando le ponemos pilas, la electricidad almacenada en ellas pone en marcha el aparato. Sin pilas, sencillamente  no funciona. Y ese es también el caso de los aparatos de radio que se conectan a un enchufe. Pues bien, ocurre algo parecido con el espíritu: es la fuerza que imparte vida al cuerpo. Lo mismo que la electricidad, no tiene sentimientos ni puede pensar. En efecto, el espíritu es una fuerza impersonal. Sin embargo, cuando nuestros cuerpos dejan de tener este espíritu, o fuerza vital, ocurre como dijo el salmista: “Expiran, y a su polvo vuelven”.
El Eclesiastés dice que, al morir el hombre, “el polvo (el cuerpo) vuelve a la tierra justamente como sucedía que era, y el espíritu mismo vuelve al Dios verdadero que lo dio”. Cuando el espíritu, o fuerza vital, abandona el cuerpo, este muere y regresa a su origen: la tierra. De igual modo, la fuerza vital regresa a su origen: Dios (Job 34:14, 15; Salmo 39:6)).
O esta otra similitud.
En la vida diaria, podemos hacer una comparación con la bombilla: el espíritu es la energía (la electricidad), el cuerpo es la bombilla y todos sus componentes (vidrio, rosca, filamentos, etc.), la mente es el gas y la cantidad de electrones almacenados, que se generan y activan cuando se presiona el interruptor y se da el paso al ingreso de la energía , que calienta el espiral de tungsteno para que éste genere gas y los electrones necesarios que harán luz dentro del cuerpo de vidrio, de la bombilla.
La luz, es la manifestación que llamaremos alma. La cual se ilumina una vez que todos los demás componentes están siendo activados por el espíritu.
Cuando interrumpimos el paso de la energía todo se acaba, nuestra luz deja de alumbrar o si bajamos la potencia esta luz se ve afectada, nuestra mente no funciona y dejamos de pensar o nos cuesta, por falta de potencia, llevando incluso a nuestro cuerpo a una muerte clínica, y en el mismo momento, ni el cardiograma ni el encefalograma pueden detectar algo/nada, y comienza el proceso de descomposición en pequeñas partículas bioquímicas.
Puede existir la electricidad, sobreviviendo a la bombilla y a la luz.
La bombilla sola, sin electricidad, nada puede hacer y no habrá luz-claridad, pero con electricidad, si está estropeada, nada puede hacer, a no ser “saltar los plomos”, que salte la palanca de la caja del alumbrado.
La luz-la claridad, el ALMA, depende de la bombilla (el cuerpo) y de la electricidad (el espíritu).
¿Puede, pues, hablarse, de la “Inmortalidad del alma”?
¿O es del Espíritu?



martes, 27 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (8) EL ALMA (1)

¿EL ALMA?

“Nos seguimos creyendo superiores a todos los demás seres vivos porque seguimos creyendo en el alma” que, como no se ve, ni se toca, ni se oye,…que como no se siente, uno se lo cree y ella es la que nos hace “divinos”, semejantes a Dios como creador de la misma.

Como hombres, creados a imagen y semejanza de Dios, y como Dios es…también nosotros somos….
Somos hasta inmortales, a pesar de ver a diario cómo los hombres mueren a nuestro alrededor y no volvemos a verlos resucitados.

Y creemos ser inmortales y ser eternamente felices en la otra vida a condición de que, en ésta, seamos buenos, generosos, solidarios,…
Sólo así conseguiremos el billete, el salvoconducto, de ida y no retorno al cielo, en el que también creemos como un lugar maravilloso, feliz,…

“Creer en el alma es considerarse “endiosado””.

Y si Dios fue el creador de todo lo que existe, desde sus orígenes, por su omnipotencia y bondad, nosotros somos co-creadores con nuestra párvula potencia.

Occidente ha sido hasta ayer mismo religiosa y filosóficamente platónico.

El otro mundo y este mundo, el alma y el cuerpo, el demiurgo y el hombre, lo material y lo inmaterial, la Episteme y la Doxa, lo inteligible y lo sensible,…
El dualismo platónico (cosmológico, antropológico, gnoseológico,...

Se afirma que la cultura occidental no ha sido sino notas a pie de página de la obra de Platón.
Se afirma que el cristianismo no ha sido sino un platonismo bautizado.

El jinete y el caballo como metáfora del hombre.
El jinete (el alma) es la parte buena del hombre y el caballo (la materia) la parte mala.
Y si es bueno para el jinete y hay que castigar al caballo, que puede desbocarse, se le castiga.
Más aún, para hacerlo siempre dócil, hay que domesticarlo, atarlo, domarlo, tirar del freno y picarle con las espuelas todo lo que sea necesario.

El sacrificio del cuerpo, del caballo, es un alimento del alma, del jinete.

Este dualismo cosmológico y antropológico ha durado hasta ayer mismo y pobre de aquel que dudara o lo negara. Podía pagarlo con su vida, previamente purificada por el fuego de la Santa Inquisición.

Pero… “¿y si considerásemos al hombre no como el dúo jinete y caballo, sino como un centauro, jinete y caballo en una única pieza?”

Entonces… todo cambiaría. A ningún centauro le agradaría castigarse a sí mismo.
A ningún centauro le agradaría que sólo una parte de sí mismo fuera inmortal y eternamente feliz mientras la otra se pudriera y desapareciera.

Un centauro. Ni ángel ni bestia, sino una bestia angelical o un ángel asilvestrado.

El centauro inmortal.

El alma pues, contra Platón y el Cristianismo, no vive en el cuerpo sino que sólo habita en la creencia en ella.
Pero “creer en algo (en el alma, por ejemplo) es exponerte a que aquello en lo que se cree no exista o no sea como creemos que es” – según José María González Ruiz.

Todo, pues, no sólo habría sido inútil sino un desperdicio de vida placentera, una triste farsa.

¿Qué se sabe/qué se puede saber del alma? Nada, absolutamente nada. Eres libre para imaginarte todo lo que quieras pero no intentes afirmar verdades sino imaginaciones conativas.

Sacrificarse por ese alma en la que se cree ha sido siempre sólo un consuelo para el creyente, un estímulo, una apuesta totalmente gratuita, pero una estrategia para conseguir adeptos por parte de la Organización Eclesiástica.

¿El mito del carro alado? ¿El mito de la caverna?

Alimento de la inmadurez y de la infancia de la humanidad.


El centauro.

lunes, 26 de diciembre de 2016

EL PORTAL DE BELÉN, EL BUEY Y LA MULA


En Navidad, con el frío que haría, María que se pone de parto, y el niño que nace en un establo a las afueras de un pueblo, sin canastilla ni ropa adecuada para un recién nacido, y tiene como cuna un pesebre, donde comería (¿el buey o la mula?), así que a echarle el aliento o vaho, para calentarlo, como yo hacía con mis manos cuando, en invierno, se me quedaban engarañadas.
Pero el cura de mi pueblo nos decía que el que más y mejor aliento le echaba al Niño era el buey, pero que la mula no estaba por la labor, así que “Dios la maldijo y la condenó a no poder parir, por eso era estéril la mula”.
Y yo me le creía todo.
Porque en mi pueblo, que es agrícola, en la Armuña salmantina, de terreno fértil pero duro, se araba, sobre todo con bueyes, pero “bueyes armuñeses”, lentos pero muy potentes.
Sin embargo, el Sr. Madruga, el Sr. León, el Sr. Moreno y el Sr. Castaño tenían mulos o mulas que, naturalmente, no parían, por el castigo divino.
Pero la envidia ajena era para el que tenía “mulos/as burreros/as”, que eran más pequeños que los mulos normales, pero de piel más fina y más potente.
Los mulos/as burreros/as (o burdéganos) tienen como progenitores a caballo y burra, mientras en los mulos/as normales sus progenitores son burro y yegua.
Mi padre tenía cuatro bueyes, dos vacas (que todos los años parían y nos poníamos “moraos”, durante varios días, con los “calostros”) y una burra, que nunca paría porque no la llevábamos a “la parada”, con el garañón, para que la cubriera y la dejara preñada.
Luego, cuando fui mayor, ya supe que lo de la esterilidad de las mulas nada tenía que ver con maldiciones divinas, sino que era el efecto de un cruce de cromosomas de dos especies distintas caballo/yegua (con 64 cromosomas) y burra/burro (62 cromosomas) así que, en la meiosis, los cromosomas de ambos no pueden aparearse, no forman pares, por lo que los/las mulos/as tenían 63 cromosomas, lo que los convierte en híbridos (no una especie) y eso le impedía quedar preñadas y parir.

Ahora, con lo mal pensado que soy, lo interpreto como un machismo: el buey (bueno), la mula (mala)

viernes, 23 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (7) LA MUERTE

LA MUERTE

“Nuestras vidas son los ríos // que van a dar a la mar // que es el morir…. ¿Recuerdan las coplas de Jorge Manrique?

¿Un río o una ría?
                                                                   
Sampedro es más expresivo: “La muerte que deseo la he contado muchas veces: el final en una ría gallega, estoy pensando en Santa Marta de Ortigueira (…) ¿qué pasa cuando un río “llega” no cuando se deja “caer” de una roca, como pasa en los fiordos noruegos, sino cuando llega apaciblemente hasta el mar? Si está uno en el agua empieza a notar que el agua sabe de otra manera, que es otro gusto, y mientras lo piensa, cuando se da cuenta, ya es mar, el río ya es mar, no río”

La analogía es más expresiva que la del que cantaba las coplas a la muerte de su padre.

“Ría” que va dejándose zampar por el mar y que desaparece tragada por él.
Muerte que acoge y abraza a la vida, dejando de ser vida.

Si le preguntásemos a cualquiera qué es lo opuesto a “la vida” respondería, automáticamente, que “la muerte”. Y eso no es así, no es verdad.

“La muerte no es lo contrario de la vida: la muerte es la compañera de la vida. El día que nacemos empezamos a morir y hay que saber disfrutarlo, saber vivirlo, porque hay mucho que hacer”

Ortega diría que “vivir es qué hacer el yo con las cosas, que vivir es un quehacer”

Las fuerzas de la vida y las fuerzas de la muerte compiten, en cada uno de nosotros, desde el momento mismo de nacer. Sólo los niños y los jóvenes no son conscientes de ello porque ambas fuerzas son complementarias y no piensan en la muerte porque son pura vitalidad. El porcentaje de vida es casi 100, mientras el porcentaje de muerte es poco más que 0.
Cuando uno sube el otro baja y aunque es verdad que puede bajar al 0 automáticamente (por un accidente, por ejemplo) cuando se pasa de la madurez y uno se asoma a la vejez, cuando ya se divisa la ría, aunque sea a lo lejos, experimenta en sí mismo cómo la vida va haciendo aguas y la vitalidad va apagándose.

Digo “vitalidad” más que “vida”, aunque la primera sea el signo más visible de la vida orgánica y fisiológica, no lo es de la vida psíquica, afectiva, intelectual,…(y a mi experiencia me remito, que he dejado de jugar al fútbol o a competir con mis nietos a ver quién llega antes al árbol, pero que afectivamente, intelectualmente, reflexivamente,…. aquí andamos corriendo)

Deberíamos ser como exponía Heidegger, que el hombre “es un ser para la muerte” porque ella siempre, a todos, en cualquier lugar, en cualquier momento, le llegará sin desearla y tratando de esquivarla.
Nadie tiene la garantía de vida totalmente asegurada.

La muerte –para Heidegger- es “un existencial “

Pero la sociedad nos escamotea la idea de la muerte en lugar de reconocer que la muerte es el coronamiento de la vida, que forma parte de ella, que es el episodio final, la bajada del telón, ¿verdad?
En vez de educarnos en esa idea, escamotean el momento, prescinden del telón, y no nos habitúan a pensar que uno es mortal. Eso, en otras sociedades, en la sociedad clásica, era al contrario.
Y los reyes tenían bufones que les recordaban que eran mortales y cosas de ésas, porque eso es útil para enfocar la vida y para ver cómo hay que vivir”.

Saber que la muerte llegará, sin saber cuándo, ni dónde, ni cómo, debería ser un estímulo para vivir la vida a tope, sin desperdiciar momento alguno.
Vivir intensamente es desafiar a la muerte, es tenerla enfrente, enfrentarse a ella, aunque sepamos que, el final, ella ganará, pero que mientras el enfrentamiento dure nosotros estamos aquí y ella allí.

El filósofo Epicteto, hace más de 2.000 años lo expresaba muy gráficamente; “No hay que temer a la muerte. Mientras yo estoy (vivo) ella no está, y cuando ella esté yo ya no estoy”.
Si nunca podremos estar juntos, si somos incompatibles, ¿por qué temerla?

“Morir no es un problema, el problema es cómo…”

El río, si es río, desembocará en el mar, ¿pero como un salto de agua o como una “ría”?

Vida y muerte colaboran mutuamente.

“Si hay vida, hay muerte. Imagínense que no se hubieran muerto los millones de personas que vivieron en la tierra durante todos los siglos precedentes. No se podría vivir”


Sólo la muerte real de unos y la muerte pensada (aunque no deseada) de los vivos es el acicate para vivir más intensamente la vida.

¿Cómo morir? ¿Por qué vivir? ¿Para qué vivir? ¿Para quién vivir? Son preguntas que se hace Sampedro.

“No quiero morirme de golpe, de un infarto. Espero tener la ocasión de vivir mi propia muerte. Me rebelo frente a la muerte ignorada. La muerte me ha parecido, siempre, una coronación, algo que forma parte de la vida”

Es el último capítulo de la vida, pero es un capítulo.

Es necesario ser un sabio, como él, para aceptarlo de esa manera, “vivir la propia muerte”, ser consciente hasta el último momento de que la vela de la vida está agotando la última cera.

La muerte del urogallo, morir como el urogallo.

“¿Ustedes saben cómo muere el urogallo? Una muerte que siempre he envidiado mucho.
El urogallo, cuando llega la época de celo, llama a la hembra con un canto muy especial. Se llena de aire y se le hincha la cara de tal manera que se le enciende todo, se ciega, no ve, no oye, no se entera de nada. Es el momento que aprovechan los cazadores para acercarse a la distancia conveniente, pegarle un tiro y matarlo. Morirse en ese estado de  exaltación siempre me pareció lo más bonito, lo más sublime, ¿Verdad?”
                    
¿Qué quiere que yo le diga, Sampedro?

Es que, para mí, -maestro- el urogallo no se muere, al urogallo lo matan.
El urogallo se un “muerto matado”.

A mí me hubiera gustado que en ese momento de esplendor, de euforia, de éxtasis,… hubiera explotado y toda su vitalidad se hubiera esfumado. Sería el 0 como consecuencia del 100.

UN MORIR POR UN ATRACÓN DE VIDA.

Hoy la muerte se nos presenta fea.
Hoy ya casi nadie se muere ni en el hogar en el que se ha desarrollado la función de la vida, ni en la cama que ha sido el mejor testigo de tantos mementos placenteros.

Escamoteamos el momento de morir y la muerte misma.
Morir en un hospital y el velatorio en el tanatorio.
No queremos verla de cerca porque “impone”.

 Incluso tocar el cadáver, ya frío, del ser querido, que yace ahí, blanquecino, “impone” y serán los trabajadores de la funeraria los que les cerrarán los párpados, le cerrarán la boca y lo acicalarán para presentarlos dignamente.

La muerte, fuera de la casa, donde los familiares van a segur viviendo sin tener que ver con la imaginación y la memoria los últimos momentos de agonía y “re-sufrir”, otra vez, la muerte del ya ausente.

Sampedro fue muy valiente, pero lo fue por ser un sabio, y moriría como quería morir, “muriéndose”, pero la gran mayoría de nosotros seguimos considerando tabú el hecho de la muerte y preferimos no despertarnos que tener que morirnos conscientemente.

Y que si lo piensas fríamente ¿por qué “impone” tanto el frío cadáver, si sabes que ya nada puede hacerte?

No es lógico, pero “impone” poner tus labios vivos y besar esa cara muerta que tantas veces has besado.

¿A que sí?


jueves, 22 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (6) LA EUTANASIA

EUTANASIA.

“EU” = “buena” y también “facilidad”, “suavidad”
“THANATOS” = “muerte”

“Eu-tanasia” = “buena muerte”, “muerte suave o dulce”, “muerte indolora”, “muerte apacible o sin sufrimiento”

Ese “eu” me gustó desde pequeño. No en vano mi padre se llamaba “Eu-genio” = “bien nacido” y, por si fuera poco, mi madre se llamaba “Eu-genia” = “bien nacida”.

Los “bien nacidos” llegué a llamarlos cuando, de adolescente, empecé a estudiar griego.
Siempre tuve la esperanza de que, a pesar de llamarme “Tomás”, heredara algunas cualidades de mis “bien nacidos” padres. No he llegado a tanto, pero no puedo quejarme.

Pero no hay una sino varios tipos de “eu-tanasia”

La “Eutanasia terapéutica” es: “el conjunto de cuidados médicos que se administran a una persona, víctima de una enfermedad incurable, decrépita o anormal, con el fin de provocarle directa, y en lo posible, suave o placenteramente la muerte”
Se trata de provocar la muerte sin sufrimiento a un enfermo ya desahuciado.

Pero, si lo analizamos bien, casi siempre se trata de una “eu-agonía”, y a la que también se la denomina “eutanasia lenitiva”) y que es una agonía suave, sin dolor) más que una “eu-tanasia” (muerte suave)

“Buena muerte” o “morir bien” o un “morir dulce” no es “matar”.
“Matar” es causarle al otro la muerte.
“Morir” es “morirse uno mismo”.

Aunque suelen distinguirse:
1.- “Eutanasia activa” (que no es causar la muerte al otro, matarlo, sino acelerar lo que ya llega sin esperar a que ocurra, provocar su final, que ya es más o menos inminente, y hacerlo sin ensañamiento, sin dolor).
2.-“eutanasia pasiva” (“reducir al mínimo, incluso suspender, el tratamiento que mantiene al enfermo en una vida vegetativa y sin esperanza” (“retirarle los tubos”, que se dice vulgarmente)
Y3.- La “eutanasia suicida”, cuando es el propio sujeto quien recurre a procedimientos médicos para acortarse la vida.

La muerte siempre lleva como compañera, aparejado, encadenado, el dolor.
No existe la muerte dulce si no es provocando esa dulzura, alejando ese dolor.

Se trata, sencillamente, de ayudar a morir al que está muriéndose y que de todas maneras va a morirse ayudándole a que el proceso ocurra sin dolor.

¿Quién, sin prejuicios, puede oponerse a ello?
Es como “parir con dolor”, pudiendo evitar el dolor con la epidural.

No seré yo quien obligue ni prohíba ni una cosa ni a la otra, pero que nadie me obligue ni me prohíba, ni a mí ni a los míos, una u otra.

¿Desde cuándo el dolor es un mérito? ¿Mérito de qué, por qué, ante quién?
El dolor todo lo vuelve sospechoso y es de ignorantes o de malas personas, pudiendo, no querer evitarlo.

¿Que pueden ocurrir abusos en la aplicación de la eutanasia activa? Sin duda, pueden ocurrir y provocar la muerte al que aún no está en trance inminente de morir, del que aún no está muriéndose, y por motivos varios (entre ello el por poder tomar, ya, una herencia, por ejemplo)

Cuando el desenlace es seguro e inminente ya no importa tanto el desenlace, lo que importa es el “cómo” va a producirse.

El problema de la eutanasia nunca fue problema entre los antiguos que no solían tener escrúpulos en eliminar a individuos inútiles para la sociedad.
El mismo Platón afirma “dejar morir a quienes no sean sanos de cuerpo”, por lo tanto inútiles para la sociedad.

Pero cuando llegó el Cristianismo y su doctrina de que Dios es el dueño de la vida y nosotros sólo sus administradores,… y que el dolor es un mérito para la otra vida….

Hubo que esperar al Renacimiento para que, de nuevo, se aceptara la eutanasia.

Este vocablo fue utilizado, por primera vez, por Francis Bacon: “la función del médico es devolver la salud y mitigar los sufrimientos y dolores, no sólo cuando esa mitigación puede conducir a la curación, sino también si puede servir para procurar una muerte tranquila y fácil”

“Hace años, sometido a una encuesta de preguntas convencionales, contesté – dice Sampedro- a la de cómo desearía mi muerte con una sola palabra (y respondí) “enterándome”. No he cambiado de deseo: morirse forma parte de la vida y me gustaría escuchar hasta la última nota”

“Memento, homo, quia pulvis eris et in pulvere reverteris” cada año nos lo recuerda el cura signándonos una cruz con ceniza en la frente, el Miércoles de Ceniza.
“Recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás”  (“vienes del polvo y al polvo volverás”) recordando el Génesis y la creación del hombre.
No importa tanto en lo que vas a convertirte, el hecho, como el “cómo” va a ocurrir ese hecho, cómo vas a volver a ser polvo otra vez.

Creo que todos nosotros, al menos alguna vez, sobre todo cuando hemos acudido a un entierro, nos hemos imaginado, y deseado, cómo nos gustaría que fuera nuestra muerte (y viendo a todos los asistentes a nuestro propio entierro)

¿Deseamos morir sin despertarnos, en la cama, y sin enterarnos? ¿O de un infarto y con muerte instantánea? ¿En pleno orgasmo con la persona amada?

¿Dónde?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Por qué? son las preguntas que siempre, y a todos, nos surgen ante el hecho de tener que morir por el simple hecho de ser mortales
Quizás la que más nos inquiete sea el “imprevisible cuándo”

¿Sería mejor, o peor, sería preferible saber que uno va a morirse a fecha fija, el 31 de Diciembre del año X?

“Me gustaría que ese oscuro portador del destino no se encarnizara demasiado, para no entristecer más a los míos, para quienes y por quienes voy a intentar sobrevivir desde ahora, más que por mí mismo”
                             
Creo que todos diríamos NO a la oferta o propuesta del ensañamiento terapéutico para mantener las constantes vitales, en una vida vegetal, entubado por doquier, coma a Franco.

¿Por qué alguien debería desearlo?

Lo que sí es posible es que otros, sumamente interesados, se ensañen para que en la pantalla no aparezca la línea plana de la muerte, cosa que ellos rechazarían para sí mismos,

Pido a ese “buen profesional que no me deje mucho tiempo a medias, en ese limbo que quizás guste a otros, pero que no es vida humana sino artificiosamente vegetal. El derecho a la vida incluye (el derecho) a la muerte digna, porque morirse también es vivir y si el hachazo fuese torpe yo pido desde ahora un compañero piadoso como en el “seppuku” (que no sé qué es) japonés acorta el sufrimiento inútil y devuelve al protagonista su voluntad de morir”

Y lo dejó por escrito:

“A mi edad no quiero que me prolonguen la vida cuando vivir ya no sea vivir, sino vegetar. Se lo he dicho siempre a Olga, lo sabe perfectamente. (…) Porque, además, esto nos lleva al problema de la dignidad, que no se puede obviar.
La dignidad es importantísima, tanto para vivir como para morir. Yo no quiero que me prolonguen artificialmente, pero sí quiero cuidados paliativos que, llegado el momento, me hagan el trance menos doloroso, menos indigno.
Y lo que no comprendo, en absoluto, es la lucha contra la eutanasia”
                       
No lo comprende Sampedro, ni yo, ni muchos, casi todos.

OLGA LUCAS, su mujer, la autora de este libro “Diccionario Sampedro”, en una nota afirma:

“José Luis Sampedro murió, según sus deseos, “enterándose” y con los cuidados paliativos necesarios. Según sus propias palabras: “la muerte me lleva de la mano, pero se está portando bien, porque me está dejando pensar”

¡Chapeau, maestro¡

Suele decirse que “sobre gustos no hay nada escrito”, yo afirmo lo contrario, que sobre gustos está escrito todo y más que se escribirá.

“Obviamente. No somos todos iguales, hay diferencias culturales, ideológicas, psicológicas, familiares. Tampoco vivimos las mismas circunstancias, es normal que unos quieran unas cosas y otros prefieran otras. Respetarlas todas es lo correcto.
Lo que no es admisible es que las creencias de unos se impongan a otros.
Los partidarios del “bien morir” no imponemos nuestro criterio a quien prefiera permanecer intubado hasta que el cuerpo aguante.
En cambio, los enemigos de la eutanasia sí pretenden y, de hecho, imponen alegando creencias religiosas, que los demás también aguantemos”

Y esto mismo puede aplicarse a las mujeres que quieran parir con dolor, o tener todos los hijos que Dios les dé, o no usar preservativos, o no abortar en caso de violación, en peligro de la vida de la madre o porque el feto venga mal, dentro de los plazos establecidos por la ley.

A todas las mujeres “pro vida” les recuerdo que, ni yo ni muchos como yo, les prohibiremos que lleven a término al “nasciturus” cuando venga con defectos graves y que paran con “dolores de parto”

He visto cómo caballos de carrera, que se lesionan, y ya no pueden competir, son rematados por sus dueños con un tiro seco en la cabeza.
Y he visto, personalmente, cómo galgos que ya no son capaces de competir en las carreras o de cazar, por su vejez o por lesión, cómo se los cuelga de un árbol (en mi pueblo los cazadores los colgaban de la viga de un carro empinado) para que murieran asfixiados, con sus jadeos balanceándose y sus quejidos agónicos.
Y he sentido no sólo pena, sino asco, un intenso asco.

¿Es que esos animales (caballos, galgos,…) SÓLO son útiles para eso, para competir o cazar, y cuando ya no pueden serlo se prescinde de ellos como de un bolígrafo al que se le ha acabado la tinta?
¿Puede acabarse así con su vida? ¿No sería preferible, no tendríamos el deber de, seguir manteniéndolos vivos como compañeros aunque ya no sean competidores?

¿Quién no ha visto morir a un insecto, pataleando, boca arriba,…? ¿Qué has hecho tú? ¿Le has ahorrado el sufrimiento con un pisotón?, ¿le has dado la vuelta tratando de reanimarlo?, ¿lo has ignorado en su retorcerse,…?
¿Deberías rematarlo, por piedad o dejarlo que viviera su propia muerte para poder vivir su vida enteramente?


Yo, la verdad, nunca lo he tenido claro en el caso de los insectos, pero muy claro en los otros casos.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (5) LA IPSOTERAPIA

IPSOTERAPIA.

Una palabra nueva para mí y que nunca había oído ni visto escrita.
Y eso que, de mis tiempos de estudiante, recuerdo que “ipso” proviene del latín “ipse-ipsa-ipsum”, que significa “uno mismo”, “el mismo”, y “terapia” proviene del griego “therapia” y que significa “curación”, “terapia”.

“Autocuración”.

Pero, claro, uno también acostumbrado a las raíces griegas y “autós-é-on” significa “propio”, “uno mismo”.

Creo que es lo mismo “ipsoterapia” que “autoterapia”.

Que me corrijan los filólogos que haya en la sala

Luego me informa el editor de la obra que “ipsoterapia” es un término inventado por Sampedro para designar una terapia psicológica que persigue la propia identidad más allá de los condicionamientos y clichés.

Y es verdad que somos el resultado, la imbricación del yo y la circunstancia orteguianas “y si no la salvo a ella, no puede salvarme yo” –como él mismo afirma.
Y las circunstancias en las que hemos estado navegando, obligatoriamente, durante milenios han sido las impuestas social y moralmente por la Iglesia Católica Apostólica y Romana y que no han sido las ideales, por la cantidad de tabúes que han ido encastrándose en nuestra mente y que, oponiéndose a ellos era tarea de héroe y de mártir, socialmente crucificado.

“En nombre de creencias religiosas la satisfacción del instinto sexual se prohíbe salvo en el restrictivo marco del matrimonio (eclesiástico) monógamo e indisoluble, regulado, además, en su ejercicio con preocupación, sobre todo, utilitaria y procreadora”.

Así se nos crea la enfermedad, en forma de tabú, y de la que podemos autocurarnos.

“La esperanza (de autocuración) es cierta, sobre todo frente a la moral tradicional” religiosa.

La juventud actual ya se ha desprendido de esos tabúes y las relaciones íntimas, en vez de ser la excepción, es la norma, una vez desprendidos del tabú del sexo fuera de ese matrimonio tan predicado y exigido.
Porque, recordemos (yo al menos y en mis tiempos de adolescente) el gran pecado era el pecado sexual, ya no “hétero” (y nada digo del “homo”), sino hasta los malos pensamientos, las malas intenciones y las malas palabras, así que practicarlo era…
Y, cuando era sólo el autoplacer, el orgasmo personal, las preguntas eran: “¿cuántas veces? (y a veces) ¿dónde? Y ¿pensando en quien?”.

Pero “como la realidad económica y social no permite ese enlace “hétero” hasta mucho después de la pubertad, se reprime así, durante años, el natural deseo, se fuerzan las transgresiones y se crean miedos y sentimientos de culpa”

Cuando se supera todo ello es cuando uno está curándose, porque eso era y es una enfermedad, no fisiológica (no es que por follar o meneársela (perdón, por usar tales vocablos entendibles por todos) se resentirá la columna vertebral y la médula sufriera merma y el que lo practicara podía quedarse tullido, como Juanito (el chiquillo del pueblo) por culpa de él o de sus padres, siempre consecuencia del pecado, cuya consecuencia se heredaba y nadie quería ser responsable de que tus hijos vinieran a este mundo de esa manera.

¡Qué comedura de coco¡ ¡Qué esquema mental y moral fueron incrustándose en nuestra mente y que direccionaban nuestro obrar sexual¡

La ipsoterapia también puede ser inducida, desde fuera, con una nueva educación en valores.

“La ipsoterapia es ayudar a cada cual a vivir de acuerdo con su ser auténtico y su derecho a realizarse, sin más restricciones que el respeto a los demás”

En la sexualidad, tanto heterosexual como homosexual, todo está permitido si los intervinientes así lo aceptan, si no se ponen límites porque puede producirse daño.

La ciencia actual ha venido en ayuda de la ipsoterapia, y contra la doctrina moral de la religión católica, desanudando la supervivencia de creencias y de prejuicios arcaicos que asfixian, cada vez más, al libre desarrollo de las potencialidades humanas

Efectivamente, nada más ajeno al conocimiento científico que lo hasta ahora proclamado por la Iglesia Católica como una moral natural, siendo lo más antinatural que uno pueda imaginarse, el conflicto entre los instintos naturales y los condicionamientos culturales impuestos, que eso y no otra cosa son esas pretendidas verdades religiosas.

“Frente a estas creencias la Ipsoterapia prefiere reconocer la licitud de las parafilias y, salvo en casos realmente patológicos, hace ver al supuesto enfermo que comportarse según su ser, sin daños para otros, es simplemente atenerse a la ley natural de la vida humana”

Con lo que no puedo estar más de acuerdo.


martes, 20 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO. LA FELICIDAD (y 4-4)

Aclarémonos de una vez por todas.

LA Felicidad no existe. La felicidad no es algo que esté ahí, como un botijo, al que podamos buscar y coger. La felicidad acompaña siempre a un tipo de actividades. Y etapas  distintas de la vida son felices con actividades distintas. Yo puedo jugar a esconderme. Con mi Santi ya no, pero sí con mi Alberto y mi Alicia, puedo hacerlo en cuanto abuelo, pero no con vosotros, en cuanto compañeros. Las actividades que a mí me hacen feliz, con vosotros, son éstas u otras parecidas a éstas, como charlar, pasear, dialogar...


LA FELICIDAD nunca es la novia en la boda.
LA FELICIDAD es, sólo, la dama de compañía.
LA NOVIA es la ACTIVIDAD.

ACTIVIDADES que te gusten, que te llenen, que te realicen.
ACTIVIDADES satisfactorias, que no son, ni tienen por qué serlo, las mismas para todos.
Hay ACTIVIDADES CULTURALES, ARTÍSTICAS, CREATIVAS, DEPORTIVAS, RECREATIVAS, Actividades de VOLUNTARIADO.

Cuando tú eliges una o varias actividades, es porque te gustan ésas y no otras.
Cuando son actividades voluntariamente asumidas, llevan adosadas una carga de gratificación, llamada FELICIDAD.

Uno es y se siente feliz haciendo esto o lo otro.
Son Actividades FELICITANTES.

Pero el SUSTANTIVO es la ACTIVIDAD. 
Y el ADJETIVO es la felicidad, la acompañante de la actividad      

Si alguien cree que la felicidad es un estado en el que una vez que se entra en él se permanece todo el tiempo o mucho tiempo, está equivocado.

La vida humana no viene definida por la posesión de la felicidad ni de nada definitivo, sino por la búsqueda. Somos los eternos caminantes.

Yo he dicho muchas veces que la vida no es un viaje. El viajero, cuando viaja, tiene una meta, llegar al lugar elegido. El paseante no. El paseante no tiene que ir a ninguna parte, pasea, va de acá para allá y de allá para acá, o se sienta en un banco a leer, a mirar, a escuchar…

El viajante descansa, deja de viajar, cuando llega a la meta. Sólo entonces es feliz, cuando llega al final del viaje. El paseante no. El paseante pasea, no tiene meta, o mejor, su meta es pasear, y es feliz paseando y mientras pasea.

La felicidad no es una meta del vivir, sino la acompañante de la vida. Ser feliz “mientras”, no ser feliz “cuando”. Hablamos de “presente” no de “futuro”. La vida no puede ser hipotecada por nada, pues ella es lo más.        

Sintiéndose feliz mientras se vive la vida.

Lo fundamental no es la libertad, sino sentirse libre. Si uno no se siente libre no es libre.
Lo fundamental no es la felicidad, sino sentirse felices. Si uno no se siente feliz, no es feliz.

Hay un método casi infalible para medir (si es que se puede medir) el grado de felicidad de una persona. Consiste en hacer el experimento de imaginar que le quedan a uno unos pocos días de vida y comprobar si continuaría haciendo las mismas cosas que estaba haciendo o las dejaría y haría otras distintas. El algodón no  engaña. No eras feliz haciendo lo que hacías.
        
La felicidad es “flor de un día”, es “algo que dura un instante” – dice el poeta. Es imposible para el ser humano un estado de felicidad más o menos permanente.
        
¿Se imaginan Uds. un orgasmo mantenido, permanente? Eso no hay cuerpo que lo aguante. No sólo es agotador, es perjudicial.
        
Hay por ahí un libro de un psicólogo, que se titula “Salga de su mente y entre en su vida”. Despotrica sobre lo que él denomina “dictadura de la felicidad” entendida como el afán de la sociedad moderna por venderle a las personas recetas fáciles de felicidad. Desde Corporación Dermoestética a Cambio Radical pasando por el coche que pasa de 0 a 100 en 4 segundos.
        
Dice este psicólogo y en este libro que la felicidad consiste (apunten) en “planificar la vida, descubrir cuáles son los valores propios de cada uno y vivir según ellos”.
        
Es decir que tú y yo planificamos nuestras correspondientes vidas, pero como mis valores son éstos y tus valores son esos, tú y yo no podemos vivir de la misma manera y con las mismas cosas, con las mismas actividades. Tú tendrás que vivir así y yo tendré que vivir asao. Lo que a mí me hace feliz no tiene por qué ser lo mismo que te haga feliz a ti y viceversa.

Pero ocurre que, aunque haya diferencias, hay/tiene que haber unos valores comunes, que son los que afectan a todos los hombres, por el mero y simple hecho de ser personas.

Dice J.L. Sampedro:

“Ahora bien, si entre los valores que uno ha instaurado en su proyecto vital, a medida que (uno) se va haciendo lo que es, figuran algunos que tienden a mejorar el bienestar o el perfeccionamiento colectivo, y no sólo el propio, entonces el compromiso consigo mismo se amplía y se convierte en compromiso, también, con los demás”
        
Si las religiones han tenido y tienen sus templos desde los que se nos predica la felicidad, la sociedad compleja consumista en la que vivimos tiene sus templos  profanos, tiene sus ritos y tiene sus objetos a comprar y consumir.

Afirma Castilla del Pino:

“El ser humano trató siempre de evitar el sufrimiento y, al fracasar, fantaseó con un «estado», la felicidad, en el que todo devendría en placer. Paradigma, el mito del paraíso, de la felicidad no lograda, sino regalada. La religión alimentó el mito entre los menesterosos sin remedio de cualquier índole, a los cuales, ¿qué otro recurso puede quedarles sino el de la aceptación del mito de la felicidad, aunque sea como promesa y en algún otro mundo? Ese mito ha sido socavado desde siglos, desde la filosofía griega hasta nuestros días, pero sólo entre élites muy concretas. Nadie plantea hoy seriamente la felicidad al modo de esa meta mítica”.

La misa como actividad, al menos semanal, obligatoria (“santificarás las fiestas”)  ha sido sustituida por el shopping en la nueva catedral laica que imparte sacramentos  de felicidad barata en el Corte Inglés o en los Factorys.
        
Esos escaparates llenos de objetos presentados de manera atractiva y atrayente es, hoy, lo que podríamos denominar “la felicidad visible”, el reino del tener. Si tienes esto y esto y lo de más allá serás feliz.
        
La sociedad de consumo se alimenta de nuestros deseos, de los más inmediatos y caducos, el último modelo de coche o de móvil, o los últimos zapatos de moda. Una felicidad hasta con “rebajas”, Días de oro y Semanas fantásticas. Todo legítimo, todo legal, no sé si inmoral, pero de vida corta, “flor de un día”, de una temporada.
        
Pero hay otra, la auténtica, la “felicidad invisible”, la que podríamos llamar “reserva de felicidad”,
        
Una poetisa, no sé quien, definía así esta Felicidad Invisible, con una metáfora preciosa. “La Felicidad es –dice ella- como la reserva de aguas profundas de un pozo artesiano que te permite, en momentos de escasez, acudir a ella para no sucumbir de sed en medio de la tragedia”.
        
Esta Felicidad Invisible se alimenta de estas reservas, tira de ellas en momentos de dolor, de miedo, de tragedia y asciende a la superficie cuando consigues dar un sentido a tu vida.
        
Felicidad invisible es desde “triunfar en esa actividad que te gusta” a “crear poemas hermosos” o “bucear en reflexiones filosóficas”, “hacer feliz a esa persona”, “descubrir una vacuna”, “despellejarse por salvar el pellejo de los demás”, “aliviar el dolor humano”, “edulcorarle la pena amarga por la pena del ser querido perdido”…

Estas “felicidades Invisibles” son compatibles con el dolor de muelas, con el suspenso de tu hijo, con la pérdida de una familiar, con la estrechez económica… 

Pero no buscar ni el dolor, ni el sacrificio, ni la pena y menos resignarse ante ellos. 

Cuando un cura dice, desde un púlpito, al recién viudo/a “resignación”, “Dios se lo ha llevado porque lo/la amaba”… me parece una blasfemia.
La teoría del dolor como mérito va contra el sentido común, es una imbecilidad. El dolor todo lo vuelve sospechoso.         
¿Recuerdan el pasaje del evangelio de Jesús y la samaritana?
Están ante el pozo. Ella va a buscar agua. Él le pide agua. Ambos hablan del agua, pero ella habla del agua que quita la sed, Jesús habla de que “quien beba del agua que yo le daré no es que le quite la sed, es que nunca volverá a tener sed”. Ésta es la Felicidad Invisible. Ninguno habla de aguantar, de soportar, de ofrecer el sacrificio de la sed. ¿Qué mérito puede ser aguantarse la sed? ¿Qué tipo de Dios puede alabar eso? ¡Por Dios¡

En una entrevista que le hicieron a J.A. Marina para una revista manchega, se declara una persona reflexiva entusiasta, que siempre ve los vasos medio llenos, que declara su mayor defecto ser poco sociable (que ama la soledad, pero que esta soledad buscada, como compañera, es la que le inspira, la que  le oxigena, la que le permite hablar mucho consigo mismo) y confiesa que su mayor virtud es “ser de fiar”, que se puede confiar en él, que no te va a fallar. Que le tiene miedo al dolor más que a la muerte y que preguntado si la ignorancia da la felicidad, ahí, taxativamente dice que NO.    

“Para ser feliz –dice- hacen falta tres elementos: Salud, Suerte e Inteligencia, pero sólo la inteligencia nos permite disfrutar de las otras dos”.

Para la Salud es fundamental la Inteligencia. Hay que ser inteligentes para no perderla y dejarla escapar si ya se la tiene o para conseguirla si se la perdido.

Cada vez sabemos más y mejor de los alimentos que no debemos tomar para no espantarla o que debemos ingerir para acercarla, cogerla y disfrutarla. El ignorante no sabe cómo hacer ninguna de las dos cosas. El inteligente sí. Por lo tanto la Inteligencia como requisito para la Salud.
Por otra parte, la Suerte. La suerte está a la vuelta de la esquina. Pero hay muchas esquinas, y hay qué saber a la vuelta de cuáles puede estar, para tropezar con ella y agarrarla.
La lotería o las quinielas no le toca a casi nadie, a muy pocos, pero sólo le toca a quienes juegan. A los que no juegan que no se quejen de que no les toca, pero los que juegan que no reclamen si pierden, porque están jugando. Pero se puede jugar inteligentemente o estúpidamente. El inteligente sabe aprovechar mejor las oportunidades que el necio.

“Frente al valor individualista, que predomina en nuestra sociedad, muchos propugnamos una creciente solidaridad, nuevo valor que, curiosamente, es básico en el Tercer mundo.
Desarrollar este tema –denunciar los valores vigentes ya nocivos, frente a los deseables- llevaría mucho tiempo, por lo que sólo insistiré en que uno debe aprovechar todas las ocasiones posibles para impulsar lo que cree mejor”

Así murió él.

Hasta el último suspiro con la mente puesta en los otros, solidario, belicoso contra los que se empeñan en mantener el individualismo y contra los que sólo ven el progreso en su cara economicista.

No es un añorar el pasado y querer volver a él.

“Yo no creo que se pueda volver atrás; hay que plantearse otros estados de equilibrio, no la vuelta atrás”

Y añade:

“…Esta sociedad irracional no tiene sentido del límite, como lo tenía el mundo clásico. Pero ¿quién impone el “basta” a los hambrientos cuando no hay voluntad de “redistribución”?
No. Retornar al pasado me parece muy difícil; en cambio, habría que buscar un nuevo estado de equilibrio.
Creo, además, que a lo largo de la Historia se ha ido progresando de esa manera, buscando nuevas formas”

Tiempos nuevos, formas nuevas.
Los viejos moldes ya no sirven para las nuevas situaciones.


Si fuéramos conscientes de que la felicidad de los otros no sólo no resta, no mengua, sino que amplía, la felicidad de cada uno…otro gallo nos cantaría.

lunes, 19 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO. LA FELICIDAD (4-3)



3ª sentencia. “Si tu felicidad depende de algo o de alguien ajeno a ti mismo, eso no es felicidad, porque la dependencia engendra inquietud, temor, intranquilidad, nerviosismo. Tu felicidad sólo puede depender de ti y, si es auténtica felicidad, contagiará a los que te rodean. Así que sueña lo que desees soñar, ve a donde desees ir, sé lo que desees ser, porque solamente tienes una vida, una vida de rigurosa actualidad, una vida en directo.

“En la vida no hay moviolas”.

Nadie se acuerda de la salud sino cuando se pierde.
Nunca sentimos la dicha cuando estamos rodeados de ella, cuando en ella vivimos, como le pasa al dependiente de la pastelería o de la farmacia, que tan habituados están al olor típico de su lugar de trabajo que la pituitaria está bañada y no es consciente de otros olores, hasta que sale a la calle o entra en otro establecimiento,

Sólo nos damos cuenta de lo que teníamos cuando lo perdemos o pensamos que podemos perderlo de manera inminente.

Afirma Sampedro:

“Si, en algún sentido, la vida es absolutamente justa, es en el hecho de que cada hombre o mujer solamente es capaz de gozar hasta el límite en que es capaz de sufrir.
Resulta una justicia muy extraña e incomprensible, porque la vida nunca deja de producir sufrimiento y, en cambio, no siempre ofrece gozos.”

Las preguntas del millón: ¿”Qué es la felicidad”?, ¿En qué consiste? ¿Cuáles son los elementos imprescindibles que toda persona debe tener para ser feliz? ¿Salud, dinero y amor?

El otro significado de “daimonía” (además de “don, regalo”) es el de “destino, hado, fortuna, suerte, aventura”.
El “eu-daimon” sería  el agraciado por la fortuna, el que tiene buena suerte, el bien-aventurado, el dichoso.
¿Recuerdan las bienaventuranzas?
“Bienaventurados los limpios de corazón….”
Es decir, “dichosos los que…”
“Felices vosotros que…”
¡Qué suerte tenéis que…¡

La Eu-daimonía, la felicidad, la dicha, consistiría en “vivir bien, estar contento, vivir de manera agradable”, que sería la eu-daimonía subjetiva o comportarse bien, llevar una vida digna, una vida noble, que sería la eu-daimonía objetiva.
No sólo sentirte feliz, sino merecerlo.

Dice Fernando Savater: “felicidad es lo que queremos las personas”.
“Felicidad es lo que merece el hombre que emplea la libertad para hacer el bien”.
Es decir, eres libre para obrar o no obrar, más aún eres libre para obrar bien u obrar mal.
Si pudiendo no obrar bien obras bien, mereces ser feliz, mereces la felicidad.

El que uno se sienta un día feliz no quiere decir que ese hombre sea feliz.
Una cosa es algo puntual y otra muy distinta y superior es la felicidad plena.
Un momento en la vida no es la totalidad de vida.

Además, la felicidad no es un premio que se obtiene al obrar bien.
La felicidad no es/no tiene que ser exterior a los actos, se va logrando en el modo de vivir, no por haber vivido.
“Ser feliz cuando llegue” (como dije en la entrada anterior) es muy distinto a “ser feliz mientras estoy yendo”.
La vida es el camino, que es el que tiene que ser feliz, mientras caminamos y al caminar, no en la meta de la vida (que, queramos o no queramos, va a ser la muerte).

Si conociéramos más el lenguaje, si supiéramos hablar mejor, dominar más el lenguaje, saber lo que decimos cuando hablamos. Si conociéramos mejor el significado de las palabras…

Nuestra palabra “felicidad” proviene de la palabra latina “Felicitas-is”. Y “felicitas” viene de “felix” y “felix” significa “fértil, fecundo, fructífero à fecundidad, fertilidad, prosperidad….
Tiene que ver con esta vida, con este mundo, con esta tierra, con este cuerpo. (La mujer estéril (no-fértil, no-fecunda), la tierra árida (no-fértil, no-fructífera)…son una “desgracia, una desdicha” y viceversa.

Pero felicidad también significa “beatitud” “Bienaventuranza” (“Beatus ille…Bienaventurado aquel que…
La “Beatitudo” es más que la “felicitas”.
“Beatitudo” significa “colmar, llenar, no dejar que falte nada, conjunto de todos los bienes, eliminados todos los males”, hasta llegar a Dios.
Antes de ser alguien considerado “santo” tiene que haber sido considerado “beato”.

Si el “felix”, feliz, es en esta vida. El “beatus”, el bienaventurado lo es también en la otra.


Por eso esta palabra tiene connotaciones religiosas.