ASÍ SOMOS LOS HOMBRES.
Ni somos sólo acero ni somos
sólo plastilina, por eso, a veces, somos indomables y, a veces, tan flexibles.
Somos semidivinos, cuando
intentamos desentrañar los secretos de lo infinitamente grande y de lo
infinitamente pequeño y, a la vez, nos comportamos con instinto criminal.
Nos compadecemos de algunos
animales y masacramos a otros, sin utilidad, sin finalidad práctica alguna, por
un placer macabro y sin sentido, sin que se nos remueva la conciencia.
Parecemos, a veces,
respetables y dignos de respeto y, a veces, indignos de lo mismo.
A veces somos sensatos y, a
veces, hacemos del sentido común el menos común de los sentidos.
Tenemos a la espalda miles de
años en que hemos demostrado y puesto en práctica nuestra belicosidad sobre
hombres como nosotros, sobre la flora, sobre la fauna, hasta sobre los 4
elementos clásicos, tan necesarios que, sin ellos, moriríamos al momento.
Contaminamos el aire y el
agua (y lo sabemos) y, a continuación, ideamos formas de descontaminarlos.
Convertimos la tierra en paisajes
inhóspitos y agujereamos, a diario, el paraguas que nos protege de los letales
rayos ultravioletas.
Nos hemos convertido en una
mala noticia para el resto de los seres vivos.
Matamos por deporte o por
diversión, no por necesidad, por lo que estamos rebajando nuestro nivel de
humanidad.
Quizá (estoy seguro de ello)
seamos el mayor logro de la naturaleza evolutiva, pero, a la vez, somos la
mayor pesadilla.
Así somos.
Especialistas en extinciones
por lo que, cualquier día, nos extinguimos a nosotros mismos.
Hemos llegado tarde a la vida
pero ¡hay que ver lo rápido que hemos aprendido a recular y volver a ser
animales, de donde venimos¡
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