Recordemos la crisis del 29 y
sus secuelas.
Y lo racional, lo prudente
hubiera sido, en esos momentos, arrimar el hombro para paliar el paro y dejar
para otro momento cobrar viejas deudas y resucitar viejos agravios de la
derrotada facción conservadora.
Estaba en la mente de todo
republicano liberar a la sociedad de la influencia de la Iglesia y, de la mano de
ese anticlericalismo, iba el revanchismo.
Hubo un comportamiento civil
como el de los novatos, y malos, conductores que forzaron tánto el motor que lo
quemaron.
Lo primero que se hizo, sin
esperar, fue la declaración de que la República era aconfesional y dieron prioridad a
la disolución de la Órdenes Religiosas, permitieron el matrimonio civil y el
divorcio, y planearon arrebatar a la
Iglesia la Educación de la Juventud , impulsando la Educación Laica ,
multiplicando el número de escuelas.
Desde el siglo XIX la Iglesia era la dueña y
señora única, controlando la educación, sobre todo la de la infancia y primera
juventud, cuando las conciencias, aún inmaduras, son maleables y moldeables,
pudiendo acatar, sin cuestionarlo, todos los dogmas de fe.
Como hoy casi todos los
niños, que quieren hacer la primera comunión (aunque ya no lleguen a hacer la
tercera) y tienen que asistir, durante tres años, a catequesis.
¿Es que van a
entender/comprender el misterio de la consagración con la presencia real de
Dios bajo las especies de pan y de vino?
(Y también los padres tienen
que hacer tres años de catequesis para que sus hijos…).
Así sigue siendo, hoy la Iglesia.
Y no sólo era el objetivo
arrebatarles esa parcela, la de la enseñanza, es que, además, toleraron y no
persiguieron, desde el primer momento, la quema de templos y conventos por
elementos incontrolados, yéndose a la mierda archivos, estatuas, retablos,
pinturas,…
¡Fue una barbaridad¡ ya no
por lo religioso, sino por la pérdida de patrimonio histórico.
(Léase “La quema de conventos
en Málaga. Mayo de 1.931”
de mi compañero y amigo, profesor del Instituto Salvador Rueda, José Jiménez
Guerrero. Fue la noche del 11 al 12 de Mayo, antes de cumplirse un mes de la
proclamación de la República. En
esa sola noche desaparecieron la mayor parte de las obras de arte que
atesoraban los templos y conventos.
Y esta quema de conventos en
Málaga estuvo precedida por un intento de incendio del Palacio del Obispo, ya
en 1.930 y varios sucesos el mismo día de la proclamación de la República , con el asalto
a la sede del diario “La Unión Mercantil ”
y un intento de asaltar la residencia de los Jesuitas y el Seminario, al día
siguiente.
Málaga fue la ciudad Española
más afectada durante estos trágicos sucesos y buena parte de su patrimonio religioso,
artístico, cultural e histórico fue destruido para siempre.
Y, entre las obras pasto de
las llamas, estuvo “El Cristo de la buena muerte” y “La Virgen de Belén”, de la Iglesia de Santo Domingo,
dos obras paradigma del barroco español del sin par imaginero Pedro de Mena.
Y “La urna con el Cristo
yacente”, de la Iglesia
de San Agustín, así como “El Chiquito”, de la hermandad perchelera de La Misericordia , también
de Pedro de Mena, que fue quemado en una hoguera en la Plaza de la Merced.
“El cielo veíase rojo, negras
columnas de humo hacia él ascendían. Era el resplandor de las tremendas
hogueras que desde diversos sitios de la capital elevaban hacia el infinito sus
llamas intensas” –narra un periodista, subido en su coche, por la carretera de
Colmenar.
Hasta en el mismo bando
republicano de izquierdas surgieron voces de alarma proclamando que, atacando a
la Iglesia de
esa manera, lo primero que iban a conseguir era que media España se enemistara
con la República.
Desde los púlpitos se clamaba
para que las fuerzas armadas pusieran remedio, señalando de dónde procedía el
caos.
La ignorancia y la incultura
llevan a estos desatinos.
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