(Lo que sigue es un “refrito” de quien esto escribe sobre el tema arriba señalado y el autor del mismo)´
Podía,
pues, titular esta reflexión: “MAQUIAVELO, PABLO IGLESIAS E ÍÑIGO ERREJÓN.
En otros espacios he
defendido que Maquiavelo no era “maquiavélico” (en esa connotación negativa de
“hipócrita”, “mala leche”, “dañino”…) sino un observador y estudioso de la
política de su tiempo y utilizando únicamente el bisturí de la Razón radiografía su
actualidad y propone al Príncipe (“gobernante”) o al aspirante a serlo, la doble estrategia de cómo debe
actuar para llegar a y conseguir el poder, si no lo tiene aún, y de cómo debe
actuar para mantenerlo, si ya se encuentra en él.
Teniendo en cuenta este
esquema “maquiaveliano” y siendo consciente de que poco tiene que ver la
política de su tiempo con la del nuestro, con nuestra democracia
representativa, reflexiono sobre las similitudes y paralelismo entre Podemos y
el pensamiento de Maquiavelo.
Todos
sabemos lo del 15 M
y cómo, a partir de ahí, sorprende la presencia de un partido formado por
jóvenes académicos y que ha logrado convertirse, en un tiempo récord, en una
potente fuerza electoral en un país cuyo sistema electoral ha solido castigar
estas aventuras acostumbrado al bipartidismo.
El
último episodio destacable ha sido una pugna (¿) pública entre las dos
sensibilidades que luchan por hacerse con el control de la organización:
1.- PABLO IGLESIAS:
“Parece que el problema es asustar a los
creadores de opinión. Pues yo os digo una cosa: el día que dejemos de dar MIEDO
[...] seremos uno más y ese día no tendremos ningún sentido como fuerza
política”.
Miedo, se entiende, a la casta: a
quienes ven amenazados sus intereses por un partido como el que él lidera.
2.- ÍÑIGO ERREJÓN, número dos del
partido, lo ve de otra manera:
“A los poderosos ya les damos miedo, ese
no es el reto. Lo es SEDUCIR a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no
confía en nosotros”.
El
mensaje de Errejón es claro: su partido debe dejar de dar miedo para así ser
más elegible.
Iglesias,
que respondió con otro tuit al tuit de su compañero de viaje, discrepa:
«Hablando claro y siendo diferentes seducimos más».
IRENE
MONTERO, su jefa de gabinete, remata: «SEDUCIR es ternura con los de abajo y DIENTES
AFILADOS con los de arriba. Ayudar a los más a sacudirse el miedo». De donde
resulta que dando miedo a unos –los poderosos– se quita el miedo de otros –los desposeídos-
a votarles.
Una
mayoría de comentaristas ha evocado dicho enfrentamiento (¿) como la pugna
entre bolcheviques y mencheviques dentro del comunismo ruso, así como la larga
tradición de desencuentros entre la izquierda radical y la socialdemocracia
burguesa.
Pero
para un estudioso de la historia de la cultura política era difícil no escuchar,
en esa confrontación (¿) otros ecos bien distintos: los que ha dejado en el
aire de los últimos cuatro siglos la fulminante mirada de MAQUIAVELO.
El florentino subrayaba la importancia
de las emociones para la conquista del poder y, una vez conseguido, el
mantenimiento en el mismo.
El texto, perteneciente al capítulo XVII
de El príncipe, es justamente célebre (y yo recuerdo
otros tiempos en que tanto en Historia de la Filosofía de C.O.U. como
en Sociología comentaba esta obra de Maquiavelo)
“La cuestión es: si vale más ser
amado que ser temido, o ser
temido que ser amado. Nada mejor que ser
ambas cosas a la vez; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de
faltar una, declaro que es más seguro ser temido que ser amado.
Pero, recordemos, que Maquiavelo está
aconsejando a un Príncipe, Absolutista, nada que ver con la democracia actual
y, en este caso, la española.
Las razones de nuestro venerable
pensador son claras y remiten a su realismo antropológico: los hombres, nos dice, son
«ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro».
Y por eso ofenden más fácilmente a quien se hace amar que a quien se hace
temer, por una causa elemental:
“El amor es un vínculo de gratitud que
los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse;
pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca”.
Aquí encontramos otra razón que aconseja
al gobernante ser temido antes que amado: el amor depende de la voluntad de
los hombres, y el temor de la voluntad del príncipe,
En resumen, pues, el consejo de
Maquiavelo es claro: si no podemos ser temidos y amados, es mejor ser temidos,
siempre y cuando no seamos también odiados.
Es quizás ocioso añadir que todo ello se
asienta sobre el realismo moral maquiaveliano.
Eludiendo todo idealismo, Maquiavelo
observa –sin aplaudir– que la política no conoce moral, es ajena a la moral.
Una
lectura maquiaveliana del tenso diálogo entre las facciones de Podemos no
carece de interés, por mucho que el padre de la ciencia política moderna hable
para y en un contexto distinto.
Sobre todo, es un
escenario predemocrático, aunque pudiera ser más o menos republicano:
Maquiavelo habla para el gobernante que no debe presentarse a elección alguna.
Ahora bien, eso no significa que deba ignorar las opiniones de los súbditos o
descuidar su reputación ante ellos; todo lo contrario.
Sin ganarse su favor,
ningún gobernante puede contar con mantenerse en el poder sin sobresaltos o
rebeliones.
Por otra parte,
Maquiavelo se dirige a quien ya detenta el poder y desea conservarlo, mientras
que los pugnaces politólogos de Podemos aún tratan de obtenerlo.
Las declaraciones de los líderes de Podemos confirman que la
política hace tiempo que se separó de la moral, algo que vale también para
formaciones políticas que –como es el caso– enarbolan la moral para hacer
política.
Los juicios morales
explícitos son buenos en la medida en que sirvan para obtener el
poder; o, en este caso, y cuando menos, ganar votos.
Pero serán malos si
alejan a la formación de ese objetivo.
Su valor es
instrumental.
Y lo mismo puede
decirse del dilema entre SEDUIR o ASUSTAR: ni seducir ni dar miedo son fines en sí
mismos, sino medios para el fin de la conquista del poder.
Sin olvidar que SEDUCIR
o DAR MIEDO son, también, las estrategias que siguen Iglesias y Errejón en su
disputa por el control interno.
Si volvemos a las
categorías maquiavelianas, lo que dice IGLESIAS es que ser temido resulta más
beneficioso electoralmente que ser amado. Aunque, en sentido propio, hablamos
más bien de aparecer como temible: temible para los poderosos a
ojos de los votantes. Y parecer temible implica, según Iglesias, no dejarse
normalizar. Es decir, presentarse como un partido diferente a los demás, en
todos los aspectos, –incluido el código indumentario de sus dirigentes.
ERREJÓN defiende que
ser amado es, con mucho, preferible. Y ello porque ser temido no ha traído los
votos esperados, sino que los ha ahuyentado. Podemos ha dado miedo a más
votantes de a los que ha seducido.
Podemos es uno de los
partidos que concurre a las elecciones, compitiendo con los demás en todo
momento por la atención y el favor de los electores. Mientras que el príncipe
renacentista se presenta en solitario ante los súbditos, habiendo de elegir si
ser amado o temido por ellos en conjunto, un partido político democrático
desarrolla su estrategia electoral en competencia con los demás.
Por esa razón, la
dicotomía maquiaveliana no termina de aplicarse satisfactoriamente a las
democracias representativas, que, de hecho, han invertido los términos
tradicionales: seducir al votante mediante la promesa se ha convertido en una
norma que ni siquiera los partidos populistas en tiempos de crisis llegan a
romper. Porque Podemos habrá sido crítico con la casta, pero complaciente con
el pueblo.
El miedo que defiende
Iglesias no es, naturalmente, el de sus votantes, sino de la presunta oligarquía
contra la que «la gente» se levanta.
La estrategia afectiva
de Podemos es transparente:
“Se trata de ofrecer
esperanza a quienes albergan resentimiento tras haber sufrido el impacto de la
crisis, o se sienten víctimas de una situación injusta que les provoca
indignación, una esperanza fundada en el hecho de que el partido que dice
representarlos –«politizando su dolor»– causa miedo al establishment.
Sucede que esta
estrategia, característica del populismo, presenta un problema ya identificado
por Maquiavelo: que el temor produzca odio. A esto se refiere ERREJÓN cuando dice
que el miedo a «los poderosos» está logrado y de lo que se trata es de seducir
a quienes no confían en ellos
Si bien el miedo
produce votantes, también los espanta (y lo vemos, constantemente, en Facebook:
“estoy de Podemos hasta los cojones”)
El dilema entre ASUSTAR
o SEDUCIR, que apunta a la manufactura de emociones como medio ordinario para
lograr el fin de la victoria electoral, remite al uso público de los afectos en
la política contemporánea: democracias sentimentales en las que está presente la
tradicional apelación a las emociones.
La aparente lucha entre los
dos posicionamientos, el de Pablo Iglesias y el de Íñigo Errejón, en realidad
son “complementarios”: tú por allí y yo por aquí.
Creo que la estrategia es
buena.
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