jueves, 6 de octubre de 2016

ASUSTAR O SEDUCIR (I) Por Manuel Arias Maldonado


(Lo que sigue es un “refrito” de quien esto escribe sobre el tema arriba señalado y el autor del mismo)´


Podía, pues, titular esta reflexión: “MAQUIAVELO, PABLO IGLESIAS E ÍÑIGO ERREJÓN.

En otros espacios he defendido que Maquiavelo no era “maquiavélico” (en esa connotación negativa de “hipócrita”, “mala leche”, “dañino”…) sino un observador y estudioso de la política de su tiempo y utilizando únicamente el bisturí de la Razón radiografía su actualidad y propone al Príncipe (“gobernante”) o al aspirante  a serlo, la doble estrategia de cómo debe actuar para llegar a y conseguir el poder, si no lo tiene aún, y de cómo debe actuar para mantenerlo, si ya se encuentra en él.

Teniendo en cuenta este esquema “maquiaveliano” y siendo consciente de que poco tiene que ver la política de su tiempo con la del nuestro, con nuestra democracia representativa, reflexiono sobre las similitudes y paralelismo entre Podemos y el pensamiento de Maquiavelo.


Todos sabemos lo del 15 M y cómo, a partir de ahí, sorprende la presencia de un partido formado por jóvenes académicos y que ha logrado convertirse, en un tiempo récord, en una potente fuerza electoral en un país cuyo sistema electoral ha solido castigar estas aventuras acostumbrado al bipartidismo.

El último episodio destacable ha sido una pugna (¿) pública entre las dos sensibilidades que luchan por hacerse con el control de la organización:

1.- PABLO IGLESIAS:
“Parece que el problema es asustar a los creadores de opinión. Pues yo os digo una cosa: el día que dejemos de dar MIEDO [...] seremos uno más y ese día no tendremos ningún sentido como fuerza política”.
Miedo, se entiende, a la casta: a quienes ven amenazados sus intereses por un partido como el que él lidera.
2.- ÍÑIGO ERREJÓN, número dos del partido, lo ve de otra manera:
“A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es SEDUCIR a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en nosotros”.
El mensaje de Errejón es claro: su partido debe dejar de dar miedo para así ser más elegible.
Iglesias, que respondió con otro tuit al tuit de su compañero de viaje, discrepa: «Hablando claro y siendo diferentes seducimos más».

IRENE MONTERO, su jefa de gabinete, remata: «SEDUCIR es ternura con los de abajo y DIENTES AFILADOS con los de arriba. Ayudar a los más a sacudirse el miedo». De donde resulta que dando miedo a unos –los poderosos– se quita el miedo de otros –los desposeídos- a votarles. 

Una mayoría de comentaristas ha evocado dicho enfrentamiento (¿) como la pugna entre bolcheviques y mencheviques dentro del comunismo ruso, así como la larga tradición de desencuentros entre la izquierda radical y la socialdemocracia burguesa.

Pero para un estudioso de la historia de la cultura política era difícil no escuchar, en esa confrontación (¿) otros ecos bien distintos: los que ha dejado en el aire de los últimos cuatro siglos la fulminante mirada de MAQUIAVELO.
El florentino subrayaba la importancia de las emociones para la conquista del poder y, una vez conseguido, el mantenimiento en el mismo.

El texto, perteneciente al capítulo XVII de El príncipe, es justamente célebre (y yo recuerdo otros tiempos en que tanto en Historia de la Filosofía de C.O.U. como en Sociología comentaba esta obra de Maquiavelo)

“La cuestión es: si vale más ser amado que ser temido, o ser temido que ser amado. Nada mejor que ser ambas cosas a la vez; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro ser temido que ser amado.
Pero, recordemos, que Maquiavelo está aconsejando a un Príncipe, Absolutista, nada que ver con la democracia actual y, en este caso, la española.
Las razones de nuestro venerable pensador son claras y remiten a su realismo antropológico: los hombres, nos dice, son «ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro». Y por eso ofenden más fácilmente a quien se hace amar que a quien se hace temer, por una causa elemental:
“El amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca”.
Aquí encontramos otra razón que aconseja al gobernante ser temido antes que amado: el amor depende de la voluntad de los hombres, y el temor de la voluntad del príncipe, 
En resumen, pues, el consejo de Maquiavelo es claro: si no podemos ser temidos y amados, es mejor ser temidos, siempre y cuando no seamos también odiados.
Es quizás ocioso añadir que todo ello se asienta sobre el realismo moral maquiaveliano.
Eludiendo todo idealismo, Maquiavelo observa –sin aplaudir– que la política no conoce moral, es ajena a la moral.
Una lectura maquiaveliana del tenso diálogo entre las facciones de Podemos no carece de interés, por mucho que el padre de la ciencia política moderna hable para y en un contexto distinto.
Sobre todo, es un escenario predemocrático, aunque pudiera ser más o menos republicano: Maquiavelo habla para el gobernante que no debe presentarse a elección alguna. Ahora bien, eso no significa que deba ignorar las opiniones de los súbditos o descuidar su reputación ante ellos; todo lo contrario.
Sin ganarse su favor, ningún gobernante puede contar con mantenerse en el poder sin sobresaltos o rebeliones.
Por otra parte, Maquiavelo se dirige a quien ya detenta el poder y desea conservarlo, mientras que los pugnaces politólogos de Podemos aún tratan de obtenerlo.  
Las declaraciones de los líderes de Podemos confirman que la política hace tiempo que se separó de la moral, algo que vale también para formaciones políticas que –como es el caso– enarbolan la moral para hacer política.
Los juicios morales explícitos son buenos en la medida en que sirvan para obtener el poder; o, en este caso, y cuando menos, ganar votos.
Pero serán malos si alejan a la formación de ese objetivo.
Su valor es instrumental.
Y lo mismo puede decirse del dilema entre SEDUIR o ASUSTAR: ni seducir ni dar miedo son fines en sí mismos, sino medios para el fin de la conquista del poder.
Sin olvidar que SEDUCIR o DAR MIEDO son, también, las estrategias que siguen Iglesias y Errejón en su disputa por el control interno.
Si volvemos a las categorías maquiavelianas, lo que dice IGLESIAS es que ser temido resulta más beneficioso electoralmente que ser amado. Aunque, en sentido propio, hablamos más bien de aparecer como temible: temible para los poderosos a ojos de los votantes. Y parecer temible implica, según Iglesias, no dejarse normalizar. Es decir, presentarse como un partido diferente a los demás, en todos los aspectos, –incluido el código indumentario de sus dirigentes.
ERREJÓN defiende que ser amado es, con mucho, preferible. Y ello porque ser temido no ha traído los votos esperados, sino que los ha ahuyentado. Podemos ha dado miedo a más votantes de a los que ha seducido.
Podemos es uno de los partidos que concurre a las elecciones, compitiendo con los demás en todo momento por la atención y el favor de los electores. Mientras que el príncipe renacentista se presenta en solitario ante los súbditos, habiendo de elegir si ser amado o temido por ellos en conjunto, un partido político democrático desarrolla su estrategia electoral en competencia con los demás.
Por esa razón, la dicotomía maquiaveliana no termina de aplicarse satisfactoriamente a las democracias representativas, que, de hecho, han invertido los términos tradicionales: seducir al votante mediante la promesa se ha convertido en una norma que ni siquiera los partidos populistas en tiempos de crisis llegan a romper. Porque Podemos habrá sido crítico con la casta, pero complaciente con el pueblo.
El miedo que defiende Iglesias no es, naturalmente, el de sus votantes, sino de la presunta oligarquía contra la que «la gente» se levanta. 
La estrategia afectiva de Podemos es transparente:
“Se trata de ofrecer esperanza a quienes albergan resentimiento tras haber sufrido el impacto de la crisis, o se sienten víctimas de una situación injusta que les provoca indignación, una esperanza fundada en el hecho de que el partido que dice representarlos –«politizando su dolor»– causa miedo al establishment.
Sucede que esta estrategia, característica del populismo, presenta un problema ya identificado por Maquiavelo: que el temor produzca odio. A esto se refiere ERREJÓN cuando dice que el miedo a «los poderosos» está logrado y de lo que se trata es de seducir a quienes no confían en ellos
Si bien el miedo produce votantes, también los espanta (y lo vemos, constantemente, en Facebook: “estoy de Podemos hasta los cojones”)
El dilema entre ASUSTAR o SEDUCIR, que apunta a la manufactura de emociones como medio ordinario para lograr el fin de la victoria electoral, remite al uso público de los afectos en la política contemporánea: democracias sentimentales en las que está presente la tradicional apelación a las emociones.
La aparente lucha entre los dos posicionamientos, el de Pablo Iglesias y el de Íñigo Errejón, en realidad son “complementarios”: tú por allí y yo por aquí.


Creo que la estrategia es buena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario