Las muertes del Teniente Ruiz
y del político y diputado Calvo Sotelo no fueron las que desencadenaron la
sublevación (como muchas veces se ha dicho).
Ya estaba todo previsto y
preparado porque estaban presentes fallos que si no eran muchos ni muy grandes,
sí que estaban presentes.
El sólo previsto “golpe de
estado” se transformó en “guerra civil” porque la sublevación no triunfó en
Madrid y Barcelona porque, de lo contrario, todo se hubiera resuelto en unos
pocos días.
También porque triunfó en
Sevilla, de lo contrario el ejército de África no habría llegado a la península
y, sin ese ejército, nada podría haberse hecho.
Y eso que el gobierno había
tomado precauciones, como multiplicar los permisos a la tropa, por lo que en
Julio del 36 los cuarteles estaban casi vacíos.
¿Y las masas?
Si el Gobierno no les daba
armas, malo, pero es que, si se las daba, serían miles de hombres sin control.
Tanto el Gobierno como los
sublevados estaban de acuerdo en una cosa: en el terror como medio de
intimidación era algo necesario, y bien que lo pusieron en práctica.
Lo que más se vendió en el
extranjero por parte de las izquierdas fue Guernica (incluso en la Expo de París con el cuadro
de Picasso) y la muerte de Lorca.
Pero la Iglesia también contribuyó
con la consideración de “cruzada” a la guerra civil con la pastoral colectiva
del Episcopado español el día 1 de Julio del 37.
¿Fue desafortunada dicha
pastoral?
La verdad es que la Iglesia había estado y
estaba sufriendo mucho y poniendo sobre la mesa muchos asesinados del clero.
No creo que la Iglesia tuviera, ahora,
que pedir perdón de lo ocurrido en la guerra.
Quizá sí tuviera que pedirlo
de cómo se comportó durante el franquismo.
La pregunta sobre la República que hoy nos
hacemos (y a la que ellos respondieron de manera opuesta) es: si la revolución
social era el primer objetivo – como defendían los anarco-sindicalistas o si,
como defendían los demás partidos, incluso el partido comunista, lo rpimero y
prioritario era ganar la guerra para, sólo después, llevar a cabo la
revolución.
A pesar de todo, las
colectivizaciones agrarias llegaron a sumar 5,5 millones de hectáreas, casi la
mitad del suelo cultivable, y la mayoría de ellas regidas por la CNT y la FAI , aunque también, pero en
menor medida, por la UGT.
De todas las maneras, el
entusiasmo primero no evitó la frustración posterior, porque la productividad
bajó.
Al terminar la guerra el
experimento se daba por fracasado.
En la zona franquista ocurría
lo contrario: disciplina rigurosa y prohibición de las huelgas, factor nada
despreciable para su victoria militar.
Nuestra guerra civil fue una
guerra antigua, más parecida a la primera que a la segunda guerra mundial.
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