Gerald Brenan la denominó “la
primera batalla de la guerra civil”, cuyas fuerzas de choque fueron los
mineros, pero con dinamita de las minas y las armas de la Fábrica de cañones de
Trubia.
Asaltaron el cuartel de la Guardia Civil , fusilaron a
civiles, invadieron Oviedo, destruyeron la Cámara Santa y la Universidad.
Gil Robles tuvo que enviar
unidades del ejército de Marruecos (regulares y legionarios), lo que hizo más
cruel la lucha.
Dos semanas duró,
¿Cuántos muertos hubo? No se
sabe cuántos, pero fueron centenares de muertos y miles los heridos, y miles de
detenidos, entre ellos Largo Caballero.
Prieto consiguió huir.
En Cataluña ocurría otro
episodio revolucionario.
Luis Companys, que había
sucedido a Maciá, como Presidente de la Generalitat , proclamó “El Estado catalán dentro
de la República
Federal Española”.
Las masas obreras no se
implicaron y fueron suficientes unos disparos de cañón para que se provocara la
rendición de los sublevados.
El catalanismo puro tenía
muchos votantes, pero pocos militantes.
Don Niceto transmitió al
gobierno la queja de un súbdito alemán, a quien personales próximos a Lerroux
estaban extorsionándolo (estamos refiriéndonos al estraperlo, de lo que, en
otro lugar, ya he escrito)
Esto supuso el fin de los
radicales.
Don Niceto, en plan cacique,
le dio el gobierno a Manuel Portela Valladares, a quien pensaba manejar a su
antojo.
Hubo elecciones, era el año
36, y los resultados eran parecidos a los anteriores pero, esta vez, los
anarco-sindicalistas no se abstuvieron y
su millón de votos desniveló la balanza.
En Cataluña volvió a ganar la Esquerra , en Andalucía el
Frente Popular y también en Madrid, aunque por un margen menor.
El partido Radical se
escindió y Martínez Barrio formó su propio partido, separándose de Lerroux por
su alianza con Gil Robles.
El partido Socialista, si no
roto, había en él dos facciones muy distintas: al del moderado y pragmático
Prieto y la del radical y procomunista Largo Caballero. Tan distintos que,
incluso, llegaban a la agresión personal.
Se formaron alianzas.
Por una parte el Frente
Popular, que era una coalición muy amplia aunque, como base, era el partido
Socialista.
Las derechas, muy divididas,
formaban alianzas ocasionales.
Los resultados fueron muy ajustados:
4.645.116 votos para la izquierda y 4.593.524 para la derecha.
El centro apenas llegó a los
500.000.
Apenas 160.000 votos de
diferencia, pero como la ley electoral primaba muy favorablemente a los
vencedores los escaños fueron muy favorables para la izquierda.
Un país, pues, dividido en
Dos mitades.
En ambos bandos había
sectores muy violentos.
Era la hora de la las
venganzas, de las revanchas.
Y cuando un gobierno como el
de Casares Quiroga se declara “beligerante” contra sus adversarios puede temerse
lo peor.
El “semestre rojo” que siguió
al “bienio negro” fue algo esperpéntico.
Portela Valladares huyó, como
otros muchos que se temían lo peor y hasta destituyeron a Alcalá Zamora que se
había ganado la virtud (¿) de ser odiado por todos.
Su renuncia o destitución era
la consecuencia de su manera caciquil de conducirse, pero que lo destituyeran
las izquierdas por haber convocado la disolución de las Cortes y nuevas
elecciones que, precisamente, ganaron ellos….
Azaña fue el sustituto de
Alcalá Zamora y, de la política activa de su período anterior, pasó a la
tranquilidad del Palacio de Oriente.
Le encargó formar gobierno a
Casares Quiroga, miembro de un partido regionalista gallego (ORGA) y ni dominó
la situación ni se enteró de la conspiración militar que desembocaría en la
guerra civil.
Aparece la Falange , con un José
Antonio Primo de Rivera culto y enérgico y con vocación de entrega a la
política, pero que obtuvo unos pobres resultados.
Y también aparece Franco, con
buenas relaciones con Gil Robles, que, en gestiones con Portela le insinúa que,
olvidándose del resultado de las elecciones, declare el estado de guerra.
Se disparó la conflictividad
de todo tipo: rural y urbana, económica e ideológica, con un anticlericalismo
siempre presente.
Había huelgas y lo contrario:
el trabajo ejecutado sin permiso del dueño y del que se pasaba factura para
cobrarlo.
El sector más conflictivo era
el agrario, sobre todo en el Sur y el Sudeste y el gobierno intentaba que no
hubiera otra Casas Viejas, acelerando los asentamientos de jornales, reduciendo
al mismo tiempo los trámites.
Las juventudes socialistas se
entrenaban militarmente, preparándose.
José Antonio Primo de Rivera
contrataba pistoleros.
Los carlistas dominaban
Navarra y Álava, más que en Guipuzcoa y en Vizcaya, donde predominaba el
nacionalismo.
Emilio Mola, gobernador
militar, desde Pamplona urdía una trama militar.
Los carlistas, confiados en
que se restableciera la monarquía con ayuda de Mussolini, que así gobernaba en
Italia.
Pero la conspiración no sólo
era de derechas, allí había de todo: monárquicos y republicanos, católicos y
masones, generales como Aranda, Cabanellas y Queipo de Llano.
Unos conspiraban por motivos
personales, otros porque veían y temían la destrucción del ejército como unidad
corporativa, otros por motivos patrióticos, que veían a España despeñándose al
deslizarse hacia la anarquía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario