Ambos bandos, aunque por
causas distintas, fueron responsables de que lo que en un principio iba a ser
sólo “un golpe de Estado” acabara siendo “una guerra civil”.
Nunca ha habido un tema tan
discutido, y tan discutible, como los defensores de una u otra posición de la
“evitabilidad” o de la “inevitabilidad” de nuestra guerra civil.
Difícil o imposible la
objetividad y la neutralidad.
El
conocimiento/desconocimiento de la misma inclina el platillo de la balanza
hacia uno u otro lado.
Hoy, en la lejanía temporal,
cuando los árboles ya no te impiden ver el bosque, y ante nuevas fuentes de
conocimiento estamos cada vez más en mejores circunstancias para responder a la
pregunta inicial de este artículo.
Defender una u otra posición
se encuentra mediada por la presencia o ausencia de uno u otro filtro de
interpretación.
Son, todavía, muchos los que
están convencidos de una u otra postura por la versión mediada por abuelos (ya
pocos) y padres (algunos), testigos directos y participantes, convencidos u
obligados, de la contienda, y que la han visto y padecido durante y después de
la misma que dicen que….
Y es que en los dos platillos
de la balanza hay sangre, mucha sangre, de por medio, y todos sabemos lo
escandalosa que la sangre es y cómo pesa a la hora de repartir responsabilidades.
“Fue totalmente evitable y no
habría ocurrido si…”
“Fue inevitable ante la
situación en que se encontraba España y por eso…”
El problema del latifundismo
agrario meridional y la miseria padecida por las masas obreras añadidos a la
debilidad, a la laxitud, de las autoridades civiles republicanas, con el
agravante de las tentaciones pretorianas dominantes y casi siempre presentes
del ejército, así como los desafíos desestabilizadores de los regionalistas-nacionalistas,
a lo que habría que añadir la escisión entre clericalismo y anticlericalismo, y
teniendo en cuenta la gran depresión del 29 y, si me apuráis un poco más, el
casi innato y siempre presente, el intrínseco carácter violento de los españoles,
crearon un caldo social y político tan
espeso que, a pesar de todo ello, para unos no tenía que haber pasado de ser
“un golpe de Estado” más y para otros hizo inevitable la “guerra civil”
Sería el efecto necesario
desencadenado por tal situación o no puede ser la causa de la misma.
Pero si a ese sumando
objetivo de caos social y político se le suma el sumando subjetivo de la
vivencia personal o vivida en segunda persona inclina la balanza a uno u otro
lado.
Igualmente el uso de unas
fuentes informativas u otras hace que la ausencia de unanimidad se haga
presente.
Tenemos, pues, dos Historias
de España de un mismo período temporal.
¿Por qué estalló en Julio del
36 y por qué no antes o después? Se preguntan unos a lo que los otros responden
que por la presión reinante ya se hacía inaguantable la situación de gran parte
de la población, en ayuda de la cual intervino el ejército.
La guerra habría sido el
resultado del fracaso de la política republicana al no atajar y dominar la
situación de una violencia generalizada en uno u otro bando.
Fue la incapacidad de
resolver las cuestiones sociales, la mano de algodón con las masas
descontroladas y mirando para otro lado con la esperanza y deseo de que todo
terminase.
Nunca como hasta ahora se
defiende que, como en nuestro caso, toda guerra no es sino la manifestación del
fracaso de la política, tanto por acción como por omisión y serían dichos
dirigentes políticos y sociales los causantes de que el ejército entrase en
acción.
Una ideología de la
violencia, descontrolada, origina un caos que se convierte en la chispa que
propicia la violencia institucionalizada del ejército para restablecer el orden
social y político, apoyado, eso sí, por fuerzas económicas, políticas y
religiosas.
Unos acusan a sus adversarios/enemigos
de mirar sólo el futuro prometedor de un mundo mejor, desentendiéndose del
presente, mientras los otros acusan de querer restaurar el mundo pretérito,
trasnochado.
Tanto el socialismo estaba
dividido en moderados y revolucionario como dividido estaba el catolicismo
entre integristas y demócratas cristianos.
Ya había fracasado la
“sanjurjada” de unos, como había fracasado “la revolución asturiana” de los
otros.
Pero sin duda que fue la
división en el ejército la que propició la contienda.
¿Por qué? ¿Sólo para evitar
el caos, tomando el poder provisionalmente y devolvérselo de nuevo a la
sociedad como único sujeto político legítimo?
Si el ejército se hubiera
mantenido unido, apoyando a la
República , nada habría pasado, y si hubiera apoyado, unido, a
la facción sublevada, sólo se habría producido un “golpe de Estado” rápido,
poco o nada cruento, y que habría sido un paréntesis en el guión de la historia
de España. Otra cosa es lo que hubiera ocurrido: que los sublevados, una vez
restablecido el orden entregasen el poder, de nuevo, al sujeto político
legítimo, que era y es el pueblo o que, una vez en el poder, quisieran seguir
estándolo, como así ocurrió, pero guerra de por medio y la represión
consiguiente brutal.
¿Quién iba a poder
interponerse ante el ejército unido?
Fue su división lo que, para
imponerse a la otra parte, ambas solicitaron y consiguieron ayuda bélica
extranjera, aunque una parte más que otra experimentando en territorio ajeno
(el nuestro) lo que a ser el guión en la segunda guerra mundial.
En Septiembre del 23 el
General Miguel Primo de Rivera había dado un golpe de estado limpio (¿) y no
fue seguido de una guerra contra él ni después de él.
Igualmente, si el ejército se
hubiera mantenido unido y leal a la República y al gobierno legítimo, no habría
habido un 18 de Julio ni, por lo tanto, un 1 de Abril.
Pero una facción del ejército
que se subleva y la otra facción que, reaccionando en varios lugares de la piel
de toro y quiere parar el golpe y vencerlo.
La primera neutralización
inicial fue cediendo e inclinándose poco a poco hacia un lado merced a la ayuda
extranjera del fascismo italiano y el nazismo alemán.
Nadie duda que debería haberse impedido la guerra pero
no todos afirman que no hubiera podido evitarse.
Considerar a la época
republicana como una etapa perfecta en su desarrollo, quizá sea más el deseo de
unos que, interesadamente, manipulan la realidad y que no se ajusta a los
hechos.
En el doble segundo sumando
subjetivo que inclina la suma total o a un lado o al contrario es la creída
superioridad sobre el contrario.
Otra vez, de nuevo, la
pregunta: “¿fue inevitable la tragedia?”.
¿Con aquellas mimbres no
podía haberse hecho otra cosa que no
fuera ese cesto cruento?
¿Puede afirmarse,
tajantemente, que la guerra sobrevino porque fracasó estrepitosamente la República o el mayor o
menor fracaso podía haberse enderezado sin llegar a la trágica consecuencia a
la que se llegó?
¿Fue el fanatismo
voluntarioso de Largo Caballero, con la inestimable ayuda de anarquistas y comunistas,
los que llevaron al debilitamiento de las instituciones y de esos polvos
salieron esos lodos bélicos?
Ante la manifiesta debilidad
de las instituciones republicanas ¿podía no haberse dado el golpe de Estado?
¿Pudo la izquierda,
renunciando al intento de restaurar la revolución totalitaria, haber evitado la
guerra, pero no quiso cambiar el rumbo?
Decía De Gaulle que “todas
las guerras son malas porque significan el fracaso de toda política, pero las
guerras civiles son imperdonables, porque la paz no nace cuando la guerra
termina”
Naturalmente que no podía
estar pensando en España, pero de eso, tristemente, sabemos mucho los
españoles, con el franquismo que nos quedó.
Y sobre este triste y cruel
acontecimiento predominó –censura mediante- la historiografía de los
vencedores, que no es que sólo escribieran “su” historia es que no permitieron
una opinión distinta y, menos aún, contraria.
La uniformidad informativa
era permanente y machacona y nadie podía salirse del estrecho margen permitido
que dejaba la censura (margen siempre interpretable por el franquismo) si no
quería atenerse a las nunca gratas consecuencias.
Casi todos los intelectuales
españoles que habían celebrado la venida de la República y que
trabajaron, entusiasmados, para madurarla en su desarrollo,
fortaleciéndola, nada podían hacer
cuando las milicias revolucionarias, haciendo caso omiso de las instituciones,
se hicieron con el timón de la
República y ante la quimera, más que utopía, que cegaba la
razón, fueron dándole la espalda, desilusionados.
Ortega desde su asiento en el
Parlamento y gesticulando con el dedo y la cabeza su “así, no”, “así, no”,
“así, no”.
Unamuno, tan decepcionado que
hasta llegaría a defender la intervención militar, ante el caos reinante.
No sé si es verdad el dicho:
“La segunda guerra mundial fue tan inevitable como su anuncio: la guerra civil
española”
En general, defender que la
guerra fue evitable es culpar de la misma a los sublevados contra el régimen
democrático legítimo, exculpándose ellos mismo y los suyos, aunque, en
realidad, las fuerzas republicanas, desde el mismo 31, en su andar político
descoordinado, improvisado, sin objetivo fijo y claro, le ayudó mucho, de
manera inconsciente, a los sublevados.
Como habrá comprobado el
lector, si ha llegado hasta el final, tengo más dudas que certezas, más
preguntas que respuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario