Es de sobra conocida la
afición del viejo por las pastillas que tengan que ver con el estómago y con el
intestino, las pastillas del asiento, en la mesa o en el water, entrar y salir,
meter y sacar (en dos palabras, y perdón, comer y cagar).
Si lo pensamos detenidamente
(y ya lo decía Freud) además del placer oral o bucal que experimenta el niño al
mamar, comer, morder, chupar….también está el otro placer, el placer anal, el
placer de expulsar. El niño se siente feliz cuando hace ambas cosas. Pero el
niño, poco a poco va a descubrir un nuevo placer, el placer de dominar, dominar
el pipí y dominar la caca, el placer de retenerlos y, por supuesto, el placer
de expulsarlos.
Comer, digerir, expulsar, son
poderes, son vida, son dominio.
Poder comerlo todo (nada le
cae mal), tener un buen funcionamiento del estómago (nada de úlceras ni
acideces ni digestiones pesadas) y tener una buena y abundante descarga en el
Señor Roca, es una buena base para sentirse satisfechos, porque representan la
manifestación de un poder, de un dominio, sobre lo que le rodea.
Si nos fijamos bien, así como
el sexo consiste en meter semen, una buena unión en el interior con el óvulo, y,
al final del proceso, sale el niño, igualmente la alimentación consiste en
meter comida, una buena digestión interior y, al final, la expulsión de la
caca.
Ambos son dos métodos o
técnicas de poder, de poder fabricar vida ajena, poder de conservar vida
propia.
Y así como poco a poco se
disuelve el poder del sexo, se mantiene o se incrementa el poder de la
alimentación. Si el sexo generador pasa al escalón intermedio (su hijo
engendrará hijos), la comida conservadora se mantiene en el mismo escalón.
La alimentación representa el
mito de la vida y es una expresión de poder.
Sí el rayo láser es una
concentración de la luz, el fenómeno de la laserización se da en la existencia
del viejo.
En la vejez cada vez se
desean, se aman y se pueden menos cosas pero… las tres más intensamente, más
concentradamente.
Yo recuerdo, cuando el
Bachillerato era Bachillerato, que junto a la teoría evolucionista de Darwin
para explicar el cambio y el salto en las especies, enseñábamos la teoría de un
español, D. Faustino Cordón, que decía que la alimentación (y no sólo la lucha
de las especies y la supervivencia del más fuerte) fue una de las causas de la evolución de las
especies.
Ni herbívoro, ni carnívoro,
sino omnívoro.
Interpenetración de lo
genético y lo cultural, los genes y la comida facilitaron la encefalización.
Y habría que distinguir entre
comer y cocinar. Mientras comer es devorar el paisaje, apoderarse de él,
hacerlo suyo, el cocinar va un poco más allá, es algo más y mejor.
El tragón no es el sibarita
como el catador no es el borracho.
Yendo aún más allá. Cocinar y
gobernar tienen un mismo origen: convertir en aceptable la comida y el
funcionamiento de la sociedad.
Uno manipula los alimentos,
el político manipula a las personas.
A fin de cuentas para lo
mismo, ambos son poderes, poder sobre lo otro y poder sobre los otros.
Si cocinar es dominar el
medio natural, manipularlo y hacerlo más digerible al tiempo que más atractivo
y sabroso, aunque luego sobre comida, gobernar es dominar el medio humano,
manipularlo, hacerse atractivo a los votantes para conseguir poder, aunque
luego no se use todo el poder de que dispone, porque no hace falta, pero podría
hacerlo.
Tiene poder.
La pregunta sería si es la
preocupación por los otros o es el poder personal lo que prima en el político.
Si Descartes había dicho
“cogito, ergo sum”, ahora habría que decir “edo, ergo sum”, “como luego existo”.
Poder comer y poder descomer
es sentirse poderoso.
Poder comer es también poder
no comer. Muchas veces la estética se une a la dietética y prefieren la belleza
a la comida.
El placer del tipo prima
sobre el placer de comer. (todos sabemos de la anorexia,….).
Nos gusta comer, a todos, mucho
y bien PERO….ahora llega la parte racional del comer, ¿y el colesterol, el
azúcar, los triglicéridos,…?.
Lo que nos “gustaría hacer”
no coincide con lo que “debemos hacer”, y esto va a primar.
Adiós a la panceta, a los
torreznos y a la manteca “colorá”; adiós a los pasteles, tartas….
Y lo hacemos.
Pero no es que, por eso,
perdamos poder.
Hemos metabolizado el poder.
Podemos hacerlo, aunque no
nos guste.
El hacerlo es un medio.
El poder excluir ciertos
alimentos, el poder prescindir de ellos, es también un poder.
La vida y el poder
concentrados en la cabeza, en la boca y en el culo.
Pero en la mesa, al viejo le
gusta hablar poco.
Hablar es como una dispersión
del comer, mientras que la prisa es una manifestación de poder.
Entre poder hablar y comer
despacio o poder no hablar y comer de prisa, el viejo elige lo segundo, como si
se le pudiera acabar el tiempo.
Comer para reanudar la vida
laboral es muy distinto a comer para simplemente seguir vivo.
Cuando el viejo, pues, salga
de viaje, lo que no se le pueden olvidar son las pastilla para el estómago y
las pastilla para ir al water.
El equivalente al neceser de
una joven (barra de labios, coloretes, rimmel, …) son los laxantes del viejo.
Ambos quieren estar bien, aunque cada uno lo entienda de manera distinta ese
estar bien.
El papel del water es igual o
más necesario que la esponja de la ducha.
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