lunes, 15 de febrero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (18) COMER Y DESCOMER


Es de sobra conocida la afición del viejo por las pastillas que tengan que ver con el estómago y con el intestino, las pastillas del asiento, en la mesa o en el water, entrar y salir, meter y sacar (en dos palabras, y perdón, comer y cagar).

Si lo pensamos detenidamente (y ya lo decía Freud) además del placer oral o bucal que experimenta el niño al mamar, comer, morder, chupar….también está el otro placer, el placer anal, el placer de expulsar. El niño se siente feliz cuando hace ambas cosas. Pero el niño, poco a poco va a descubrir un nuevo placer, el placer de dominar, dominar el pipí y dominar la caca, el placer de retenerlos y, por supuesto, el placer de expulsarlos.

Comer, digerir, expulsar, son poderes, son vida, son dominio.

Poder comerlo todo (nada le cae mal), tener un buen funcionamiento del estómago (nada de úlceras ni acideces ni digestiones pesadas) y tener una buena y abundante descarga en el Señor Roca, es una buena base para sentirse satisfechos, porque representan la manifestación de un poder, de un dominio, sobre lo que le rodea.

Si nos fijamos bien, así como el sexo consiste en meter semen, una buena unión en el interior con el óvulo, y, al final del proceso, sale el niño, igualmente la alimentación consiste en meter comida, una buena digestión interior y, al final, la expulsión de la caca.

Ambos son dos métodos o técnicas de poder, de poder fabricar vida ajena, poder de conservar vida propia.

Y así como poco a poco se disuelve el poder del sexo, se mantiene o se incrementa el poder de la alimentación. Si el sexo generador pasa al escalón intermedio (su hijo engendrará hijos), la comida conservadora se mantiene en el mismo escalón.

La alimentación representa el mito de la vida y es una expresión de poder.

Sí el rayo láser es una concentración de la luz, el fenómeno de la laserización se da en la existencia del viejo.
En la vejez cada vez se desean, se aman y se pueden menos cosas pero… las tres más intensamente, más concentradamente.

Yo recuerdo, cuando el Bachillerato era Bachillerato, que junto a la teoría evolucionista de Darwin para explicar el cambio y el salto en las especies, enseñábamos la teoría de un español, D. Faustino Cordón, que decía que la alimentación (y no sólo la lucha de las especies y la supervivencia del más fuerte)  fue una de las causas de la evolución de las especies.

Ni herbívoro, ni carnívoro, sino omnívoro.

Interpenetración de lo genético y lo cultural, los genes y la comida facilitaron la encefalización.

Y habría que distinguir entre comer y cocinar. Mientras comer es devorar el paisaje, apoderarse de él, hacerlo suyo, el cocinar va un poco más allá, es algo más y mejor.
El tragón no es el sibarita como el catador no es el borracho.

Yendo aún más allá. Cocinar y gobernar tienen un mismo origen: convertir en aceptable la comida y el funcionamiento de la sociedad.
Uno manipula los alimentos, el político manipula a las personas.
A fin de cuentas para lo mismo, ambos son poderes, poder sobre lo otro y poder sobre los otros.
Si cocinar es dominar el medio natural, manipularlo y hacerlo más digerible al tiempo que más atractivo y sabroso, aunque luego sobre comida, gobernar es dominar el medio humano, manipularlo, hacerse atractivo a los votantes para conseguir poder, aunque luego no se use todo el poder de que dispone, porque no hace falta, pero podría hacerlo.
Tiene poder.

La pregunta sería si es la preocupación por los otros o es el poder personal lo que prima en el político.

Si Descartes había dicho “cogito, ergo sum”, ahora habría que decir “edo, ergo sum”, “como luego existo”.

Poder comer y poder descomer es sentirse poderoso.

Poder comer es también poder no comer. Muchas veces la estética se une a la dietética y prefieren la belleza a la comida.
El placer del tipo prima sobre el placer de comer. (todos sabemos de la anorexia,….).

Nos gusta comer, a todos, mucho y bien PERO….ahora llega la parte racional del comer, ¿y el colesterol, el azúcar, los triglicéridos,…?.
Lo que nos “gustaría hacer” no coincide con lo que “debemos hacer”, y esto va a primar.
Adiós a la panceta, a los torreznos y a la manteca “colorá”; adiós a los pasteles, tartas….
Y lo hacemos.
Pero no es que, por eso, perdamos poder.
Hemos metabolizado el poder.
Podemos hacerlo, aunque no nos guste.
El hacerlo es un medio.
El poder excluir ciertos alimentos, el poder prescindir de ellos, es también un poder.

La vida y el poder concentrados en la cabeza, en la boca y en el culo.

Pero en la mesa, al viejo le gusta hablar poco.
Hablar es como una dispersión del comer, mientras que la prisa es una manifestación de poder.

Entre poder hablar y comer despacio o poder no hablar y comer de prisa, el viejo elige lo segundo, como si se le pudiera acabar el tiempo.

Comer para reanudar la vida laboral es muy distinto a comer para simplemente seguir vivo.

Cuando el viejo, pues, salga de viaje, lo que no se le pueden olvidar son las pastilla para el estómago y las pastilla para ir al water.

El equivalente al neceser de una joven (barra de labios, coloretes, rimmel, …) son los laxantes del viejo. Ambos quieren estar bien, aunque cada uno lo entienda de manera distinta ese estar bien.
       

El papel del water es igual o más necesario que la esponja de la ducha.

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