EL NACIONALISMO GALLEGO.

El Blas Infante gallego es Manuel MURGUÍA (1.833-1.923), historiador y escritor, impulsor del Rexurdimento Galego, creador de la Real Academia Gallega y esposo de Rosalía de Castro.

Obsesionado por demostrar que Galicia nada ha tenido que ver con Castilla, con Andalucía y con el resto de España, ni con lo mediterráneo, ni con lo romano, ni con lo judío, ni con lo bereber, sino que está totalmente relacionada con lo celta y lo suevo, por lo tanto con lo ario, con lo germánico, por lo tanto, antisemita y antimorisco.

Orgulloso de que en Galicia nunca hubiera habido judíos (banqueros, usureros, prestamistas,…)

Es el que intenta implantar el proceso de germanización de Galicia.

Galicia tiene un sustrato celta y una organización sueva.

No en vano, Breogán, nombre de un rey celta en el territorio de la actual Galicia, según las tradiciones irlandesas, será el padre mitológico de la nación y pueblo gallego. Mito difundido por los historiadores románticos gallegos, y que llegaron a identificar la Torres de Breogán con la Torre de Hércules, en La Coruña, junto a la cual se levanta una enorme estatua.

Incluso la religión adoptada fue la arriana, y no la católica.

Como vascos y catalanes también el pueblo gallego tendría su propia lengua, su propia raza, una historia propia y unas condiciones especiales que son lo propio de una nación y que marcarían, también, las diferencias con España.

Este galleguismo de corte europeo no cuajó en el pueblo. Ni el campesinado ni los pescadores lo aceptaron.

El nacionalismo gallego es, pues, un nacionalismo étnico, de raza celta y sueva.

Siempre oculto o de la mano de vascos y catalanes, para marcar, conjuntamente, diferencias con lo español, apoyándose en su lejanía geográfica.

Pero, a diferencia de vascos y catalanes, en Galicia nunca hubo una burguesía propia. La poca que hubo era vasca, catalana o castellana. Galicia era, sobre todo, una tierra de campesinos y pescadores.

Y, aunque es verdad que el gallego es una lengua románica, surgida del latín en el siglo XIII, en Galicia la lengua culta seguí siendo el castellano. El gallego era hablado en la población rural.

Al revés que en Cataluña, donde el catalán fue adoptado por la burguesía.

Acabo de ver la entrevista que Jordi Évole le hace a Antonio Muñoz Molina, por la concesión del premio Príncipe de Asturias de las Letras y por haber visto la luz su último trabajo, “Todo lo que era sólido”.

Cuenta la obsesión de los nacionalismos (incluso el asturiano) por recuperar lo prerromano como lo autóctono, lo verdadero, lo auténtico, lo originario, las señas de identidad.

Ya en 1.923  había firmado el nacionalismo gallego la Triple Alianza con el País Vasco y Cataluña. Durante la 2ª República no dio tiempo a nada y durante el franquismo todo quedó hibernado.

Ya con la democracia, en 1.993, para las elecciones europeas, se forma GALEUZCA, Bloque Nacionalista Gallego, P.N.V. y CiU.

En Julio de 1.998 se firmó, entre los tres partidos, la Declaración de Barcelona.

Para las elecciones europeas del 2.008 se separa de la coalición.

En Galicia el fenómeno nacionalista ha sido un mimetismo del vasco y del catalán pero, mientras en éstos ha calado, en Galicia apenas.

El BNG, en un principio, quiso ser la Herry Batasuna de Galicia, y ser, después, como Amaiur, en el País Vasco, apoyando la lucha armada del Ejército Guerrillero del Pueblo Gallego.

Pero poco a poco iría alejándose de esa imagen de Izquierda Revolucionaria. Y en esta moderación del BNG tuvieron  mucho que ver Anxo Quintana, que llegaría a ser socio de gobierno con el Partido Socialista y, sobre todo, X.M.Beirás.

Si en 1.989 sacó 5 diputados, en 1.993 sacó 13 y en 1.996 llegó a sacar 18 escaños (en el parlamento gallego) y 1 diputado en Madrid.

Es verdad que el BNG ha querido ser el P.N.V y/o CiU de Galicia, y no lo ha conseguido. Porque ir a la sombra de, o de la mano de, ganadores nacionalistas no convierten a uno en ganador, por contaminación positiva o por ósmosis.

A mí, personalmente, el nombre de “Bloque” me echa para atrás, porque un “bloque” es para parar algo, no para conducir a un pueblo. Aunque  es verdad que es un “bloque” en cuanto que está compuesto de grupos distintos.

El nacionalismo gallego es más idealista que histórico.

¿El pretendido “celtismo” cuando por allí anduvieron Romanos, Suevos, Godos y, hasta, bereberes?

Negar esto es negar la Historia de Galicia.

Es verdad que tiene una herramienta diferenciadora, el idioma o la lengua, pero ellos saben que, a cuatro metros de Galicia, de poco le sirve. N i podrán salir de allí, hablando gallego, ni nadie querrá tener que luchar con ese obstáculo.

Para mantener el gallego es a base de subvención.

Yo, personalmente, el nacionalismo gallego lo veo amigo del lamento y de la nostalgia, muchas veces imaginada y creada, y poco amigo de los argumentos.

¿Que, al igual que el País Vasco, tenga sus mapas escolares que incluyan “territorios irredentos” (territorios asturianos, castellano-leoneses y, sobre todo, la comarca del Bierzo?. Historia imaginada y/o deseada, pero no real.

¿Que también tenga “su” terrorismo, aunque de baja intensidad?

El pueblo gallego nunca vio con buenos ojos  GALEUZCA, de ahí el fracaso europeo, porque veían la estrategia de vascos y catalanes de aprovecharse de la compañía en comparsa de los gallegos.