Cuando costumbres ajenas, de pueblos del tercer o cuarto
mundo, nos extrañan, casi siempre soltamos la locución verbal: “es que esa es
su cultura” y, así, damos como “causa” (no como “justificación”) su “múltiple
atraso”, respecto a nosotros.
Poco aclaratoria es esa respuesta. Es como si preguntáramos
“por qué murió allí esa persona” y la respuesta fuera: “porque estaba allí”.
Poco nos aclararía. La pregunta, en realidad, era: “¿por qué estaba allí?”
(¿por casualidad?, ¿estaba citado?, ¿fue un atraco?, ¿acaso una venganza?...).
La pregunta, real, sería: “¿por qué era esa su cultura que
los lleva a ese nivel de miseria”?
Vamos de turistas, asistimos a una exhibición de sus
rituales, cánticos y danzas, nos colgamos sus abalorios, aplaudimos,…..pero
¡lejos de mí el tener que convivir, a diario, con esas gentes¡.
Ser turista, en un espectáculo, no es ser compañero, en la
vida diaria, como la “contigüidad” no es la “convivencia”.
Y es que, la cultura en la que uno nace, mama, se desarrolla,
vive,….es como el aire que se respira, como la comida que se ingiere, crea una
identidad cultural que será constitutiva del ser humano, troquelando el
cerebro, en un primer momento, y dotando a la persona, niño o ya no tan niño,
de esquemas de comprensión de la realidad circundante.
(En otros lugares he escrito sobre “relativismo social”).
Estamos hechos a imagen y semejanza del grupo social en que,
por suerte o por desgracia, hemos “caído” y nos ha alimentado culturalmente.
Esa identidad cultural es previa al concepto de persona,
pues nos encontramos ya “investidos” de ella cuando nos damos cuenta que
estamos “vestidos” y que nos gusta nuestra vestimenta.
Somos “miembros” de un grupo antes de ser “individuos” de
ese grupo.
Somos “uno” con el grupo antes de ser “autónomos” en el
grupo.
Llegamos a ver como “naturales” los desenvolvimientos
“sociales” y crearemos una barrera frente a intentos de extraños que quieran
penetrar y/o destruir nuestra sociedad. Algo que saben muy bien tanto
misioneros religiosos como O.N.Gs humanitarias.
No es que todas las culturas sean iguales, pero todas actúan
de la misma manera: creando identidad entre sus miembros y diferencias respecto a otras culturas.
En este sentido cada cultura es sagrada y nadie tiene
Derecho (y menos, aún, Deber) de entrometerse y “meterse con” sus creencias y
sus prácticas. Nadie debe entrometerse en sus vidas, pero sí estar dispuesto a
ayudar y a acoger a cualquier prófugo de ellas.
Pero “la diferencia”, “el ser diferente” no crea Derecho
alguno, a no ser el “Derecho a no ser discriminado por ser diferente”. Que es
muy distinto y que tan de moda está en esta España de nuestras entretelas.
Ningún grupo social, narcisista, tiene Derecho a retener a
quien de él quiera salir, como ningún individuo está obligado a permanecer en
él.
El individuo debe ser libre para permanecer o no en su
identidad de origen.
Ningún grupo puede reclamar tolerancia ajena, y menos si él
es intolerante con los individuos que lo integran.
En general, cualquier individuo, de cualquier grupo, tiende
a coger lo beneficioso de otro grupo (véase “la valla de Melilla”, “las pateras
en el Mediterráneo hacia Europa” (no en dirección contraria), la inmigración
“ilegal” (no la denominemos “injusta”)….
No es que vengan “huyendo” del infierno (que también)
vienen, sobre todo, “buscando” mejor vida de la que pueden disfrutar en su
grupo.
La comunidad de origen no es que sea mejor ni peor para el
recién llegado a ella, es que es la única que hay. Hay que “nacer” en algún
lugar y ese ha caído allí.
No debemos, pues, idolatrar la comunidad de origen. No había
otra a mano, no podía ser elegida o rechazada. Es un hecho. Posteriormente sí
podrá hacerlo o no, pero, en ese primer momento, no.
El niño recién nacido, desnudo, no puede elegir su primera
ropa.
Si, nunca, un
“hecho” causa “derecho”, lo que se ha sido, sin opción a poder haber sido otro,
no debe implicar el deber de seguir siéndolo.
Suele defenderse la “inconmensurabilidad”
de las culturas al no haber una tabla de medirlas, y que, nunca, una cultura
puede/debe ser juzgada desde otra.
Si todas las
culturas “valen”, porque todas realizan la misma función (la de acoger y
socializar) proporcionándoles una primera identidad cultural al recién llegado,
si “todas valen”, “no todas valen igual”.
Quien tenga en su
bolsillo 5 euros “tiene dinero”, igual que “tiene dinero” el que tiene 50.000.
Ambos “tienen dinero”, pero “no el mismo dinero”.
Hay pocos Botines o
Amancios.
Que todas las
culturas “valgan” no implica que todas “valgan igual”. ¿Qué sería de la
Democracia y de los Derechos Humanos cuyas “aspiraciones y metas es la
universalidad, tanto como la mejor forma (o la menos mala) de gobernarse, como
la de ser considerados “todos” los individuos como Sujetos de Derechos?.
¿Es etnocentrismo
intentar introducir la Democracia y los Derechos Humanos en “todas” las
sociedades?.
La “diversidad
cultural”, que es un hecho, en sí misma no es ni supone un enriquecimiento
moral. Muchas veces es lo contrario, un empobrecimiento moral.
Ninguna cultura debe
estar eximida/exenta de una valoración moral.
Y como ha habido (y
hay) comportamientos aberrantes en muchas culturas, antes y ahora, no sólo no
se debe ser tolerante con ellos, sino intentar frenar y erradicar esas
aberraciones (desde la ablación del clítoris o el planchado de los senos, hasta
la lapidación femenina o el asesinato para lavar el deshonor).
Como he dejado
escrito en otros lugares, ¿sería moral la exclusión y sumisión de los negros,
en Estados Unidos, puesto que, durante mucho tiempo, lo fue?.
¿Deberían tolerarse
la persecución y muerte de judíos, en Alemania, puesto que durante varios
años….?.
¿Sería un “genocidio
cultural” erradicar esas prácticas?.
La “diversidad” es
un “hecho”, no un “valor”.
Las culturas
“diversas” serán más o menos “valiosas” según satisfagan o no, mejor o peor,
las necesidades primarias (en primer lugar) pero también las demás necesidades,
de los individuos.
Las diferencias
culturales no marcan, ni califican, moralmente a las culturas.
Una cultura que
instaure o ampare, flagrantemente, atropellos de los Derechos Humanos no tiene
Derecho a reclamar tolerancia, y menos aún respeto.
Una sociedad
democrática, reconociendo las diferencias culturales, debe estar dispuesta a
facilitar la identidad colectiva que la democracia procura.
Siempre me he
opuesto (en escritos varios) al “multiculturalismo” como un valor.
Incluso he criticado
el “inter-culturalismo”, al que he considerado como dos monólogos corteses,
casi paralelos, aunque con algún punto de contacto, pero en cuestiones no
fundamentales.
He sido (y sigo
siéndolo) un defensor del “supra-culturalismo”, que no considero etnocéntrico,
como la mejor manera de defensa de todas las personas.
¿Tolerar y respetar
a culturas apegadas al hambre, a la miseria, a la ignorancia, a la violación de
los derechos, al machismo, a la violencia, a la exclusión, a la sumisión de
esclavitud,…..por “ser diferentes”?.
¿Tolerar el
infradesarrollo, so capa de respeto, es intolerable e irrespetuoso, es injusto.
¿Es una señal de
respeto dejar morir a quien quiere no vivir?, ¿o será irrespetuoso?.
El “tolerante nato
habitual” es un tarambana que renuncia a buscar un baremo moral de evaluación
para ahorrarse “el fatigoso esfuerzo de pensar para tener que decidirse”.
Invitar al diálogo
para, así, poder comparar y, consecuentemente, decidir, es el camino más
lógico.
Revisemos nuestros
valores a la luz de los valores del “diferente” pero invitar u obligar a que
él, también, haga lo mismo, para luego “decidir” la permanencia o el cambio.
Él verá si quiere
acceder a nuestra invitación al banquete.
El problema es que el que predica lo multicultural, suele argumentar que es porque hay que respetar la libertad de cada país. Y también argumenta que la culpa es de cada país por no abrir sus fronteras al resto de ciudadanos del mundo para que elijan en que tipo de cultura quieren vivir. Que todos somos ciudadanos del mundo y demás.
ResponderEliminarSupongo que, por lo que he entendido del texto, para dicho tipo de personas hay que siempre tener a mano un ritual bárbaro que se practique en algún país que ame. Aquí en España tenemos más de uno con los animales (siendo los toros el más conocido), en otros países está la abrasión del clítoris.
¡Saludos!