domingo, 24 de noviembre de 2019

CIVILIZACIÓN MUSULMANA: LA MUJER MUSULMANA (15)



LA MUJER Y EL ISLAM 

La sociedad pre-islámica, como casi todas o todas, se asentaba sobre las bases del patriarcado (dominio del varón sobre la mujer y de los varones viejos sobre los varones jóvenes).
Jerarquía de sexo.
Jerarquía de edad.

El rol de la mujer era ser madre y esposa relegando ser/haber sido hija, dejando su individualidad en segundo plano.

En ese ámbito cultural nació el Islam, que se propuso organizar la nueva comunidad en los ámbitos espiritual, social, político y hasta económico.

El Corán era la ley fundamental que regiría esa nueva sociedad y en él aparecen: la religión, la familia y la comunidad como los tres pilares básicos de la cohesión social.

¿Cuál era el lugar de la mujer?.

Según los “progresistas” lo que se intenta en el Corán es limitar los abusos que sufrían las mujeres en la sociedad pre-islámica.
Por ejemplo, cuando establece que es necesario el consentimiento de la mujer para el matrimonio, su derecho a la propiedad, a la educación, al trabajo,… y, por lo tanto es un intento de desalentar la poligamia (en realidad, sólo la poliginia, porque la poliandría es inconcebible) y el repudio de las mujeres por parte de los varones (aunque no está prohibido, sino sólo regulado.

La prohibición hubiera sido una medida extrema, revolucionaria, para la sociedad patriarcal pre-islámica, donde ambos, la poliginia y el repudio eran habituales.

Sin embargo, en el Corán sí que aparece tanto la superioridad del varón sobre la mujer (“los hombres (varones) están un grado encima de las mujeres”) como los espacios y roles de cada sexo a ocupar en la sociedad (el espacio privado y el rol de esposa y madre y el espacio público y el rol de jefe político y guerrero, de autoridad).

En este modelo familiar queda legitimado que los derechos sociales pasan de padre a hijo y se resguarda el honor del padre a través de la virginidad de la esposa.

El varón tiene derecho a la poligamia (poliginia), al repudio y al divorcio (la mujer no).

La mujer vive en una situación de permanente fragilidad al depender del rol socio-económico del varón que, a la vez, puede repudiarla.

El cuerpo femenino era considerado un objeto que debía guardar el pudor necesario, de ahí que la mujer musulmana debía llevar el velo sobre su rostro (el hijab), que es una tradición anterior al Islam (posteriormente, con los fundamentalistas, la Burka, esa “cárcel de tela”) y debía guardar una vida reservada.

Pero es que el Corán fue revelado a Mahoma durante 20 años (612-632) en dos etapas diferentes de la historia islámica: la de La Meca y la de Medina.

En los primeros capítulos (azoras) del Corán, donde aparecen las disposiciones favorables a la mujer, corresponden a la primera etapa, la de La Meca, cuando Mahoma estaba en pleno período militante (catequético) para captar adeptos a su predicación.

Porque en la segunda etapa, la de Medina, aparecen prescripciones más conservadoras, cuando se enfrentó a la construcción de una nueva comunidad, una nueva organización y un nuevo gobierno.

¿Con qué Corán nos quedamos, con el primero, más liberal, o con el segundo, más conservador?.

Los doctores de la ley musulmana se inclinaron porque las segundas azoras habían suplantado a las primeras.
Así se consagró la interpretación conservadora que, históricamente, ha defendido la sociedad patriarcal, jerarquizada y desigual.

Esta misma postura es la que defienden hoy los fundamentalistas.

Por su parte, los reformistas abogan por las primeras, las de La Meca.

Hasta el siglo XIX ha sido la interpretación tradicional la vigente, pero después, por la influencia de la Ilustración europea, aparecen las primeras corrientes de pensamiento que defiendan la liberalización de la mujer.

Ya en el siglo XX, su participación en la lucha por la independencia de sus países, ocuparon un lugar en el ámbito público y surgió algún movimiento feminista.

También los partidos progresistas apostaron por la emancipación de la mujer.

Pero en los nuevos estados surgidos tras la independencia, con la modernización y secularización occidentalizante, aparecieron rechazos y temores ante la pérdida de identidad.

El recurso de conservar las tradiciones frente a una identidad cultural amenazada fue la “solución conservadora” (es decir, dar marcha atrás) para frenar la influencia occidental.

Transformar el estatuto de la mujer musulmana, desde una perspectiva secular, fue entendido como un peligro para la existencia de la cultura islámica. (O sea, que la cultura musulmana se salva volviendo la mujer a ser inferior al varón y estando, de nuevo, amordazad, “encadenada”).

Se optó, entonces, por reafirmar la autoridad del varón sobre la mujer a través de los Códigos de Familia, regulaciones inspiradas en la ley islámica y consecuentes con el modelo tradicional, con una lectura rigorista, conservadora y literal del Corán de la etapa medinense.

Actualmente sigue la tensión entre la postura liberalizadora (apoyada, sobre todo por las juventudes) y la conservadora (defendida, sobre todo, por los varones adultos).

Son varias las circunstancias que inciden en la postura liberal: la urbanización, la extensión de la escolarización, la transformación de las relaciones padres-hijos, el acceso de la mujer al mundo laboral y al salario (sobre todo en las ciudades) lo que, ya, supone una mayor independencia, el conocimiento de otros modelos familiares occidentales, los cambios en las tradiciones laborales (del campo a la ciudad, de la agricultura a la industria y a los servicios,…

Ya, de hecho, las familias no son tan “ampliadas”, tan numerosas (aunque sigan siendo numerosas), frenándose la explosión demográfica de tiempos pretéritos, que estaba vinculada a la menor mortalidad y al mayor analfabetismo reproductor, por los avances de la medicina.

De hecho, es a una edad temprana en que los jóvenes acceden al matrimonio, por la alta consideración y valoración cultural del mismo, por la creencia en que una familia numerosa es una bendición de Alá, por la longeva fertilidad del varón que, por la poliginia (y también por el repudio) encuentra mujeres jóvenes, en período de procreación, lo que permite, además, absorber el excedente de mujeres (mayoría en relación a los varones).

Hoy, la incorporación de la mujer al trabajo, con todo lo que ello supone (económica, social, lúdica, educacionalmente….así como en la forma de vestir….) choca, pero convive en colisión, con tradiciones antiguas.

NOTA.

Ya no existe la página web (www.tomasmorales.es) en que abundaba en esta reflexión sobre la mujer musulmana: 1.- Mujer en el Islam I y II y 2.-Mujer islámica terrorista.

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