La sociedad pre-islámica,
como casi todas o todas, se asentaba sobre las bases del patriarcado (dominio
del varón sobre la mujer y de los varones viejos sobre los varones jóvenes).
Jerarquía de sexo.
Jerarquía de edad.
El rol de la mujer era ser
madre y esposa relegando ser/haber sido hija, dejando su individualidad en
segundo plano.
En ese ámbito cultural nació
el Islam, que se propuso organizar la nueva comunidad en los ámbitos
espiritual, social, político y hasta económico.
El Corán era la ley
fundamental que regiría esa nueva sociedad y en él aparecen: la religión, la
familia y la comunidad como los tres pilares básicos de la cohesión social.
¿Cuál era el lugar de la
mujer?.
Según los “progresistas” lo
que se intenta en el Corán es limitar los abusos que sufrían las mujeres en la
sociedad pre-islámica.
Por ejemplo, cuando establece
que es necesario el consentimiento de la mujer para el matrimonio, su derecho a
la propiedad, a la educación, al trabajo,… y, por lo tanto es un intento de
desalentar la poligamia (en realidad, sólo la poliginia, porque la poliandría
es inconcebible) y el repudio de las mujeres por parte de los varones (aunque
no está prohibido, sino sólo regulado.
La prohibición hubiera sido
una medida extrema, revolucionaria, para la sociedad patriarcal pre-islámica,
donde ambos, la poliginia y el repudio eran habituales.
Sin embargo, en el Corán sí
que aparece tanto la superioridad del varón sobre la mujer (“los hombres
(varones) están un grado encima de las mujeres”) como los espacios y roles de
cada sexo a ocupar en la sociedad (el espacio privado y el rol de esposa y
madre y el espacio público y el rol de jefe político y guerrero, de autoridad).
En este modelo familiar queda
legitimado que los derechos sociales pasan de padre a hijo y se resguarda el honor
del padre a través de la virginidad de la esposa.
El varón tiene derecho a la
poligamia (poliginia), al repudio y al divorcio (la mujer no).
La mujer vive en una
situación de permanente fragilidad al depender del rol socio-económico del
varón que, a la vez, puede repudiarla.
El cuerpo femenino era
considerado un objeto que debía guardar el pudor necesario, de ahí que la mujer
musulmana debía llevar el velo sobre su rostro (el hijab), que es una tradición
anterior al Islam (posteriormente, con los fundamentalistas, la Burka , esa “cárcel de tela”)
y debía guardar una vida reservada.
Pero es que el Corán fue
revelado a Mahoma durante 20 años (612-632) en dos etapas diferentes de la
historia islámica: la de La Meca
y la de Medina.
En los primeros capítulos
(azoras) del Corán, donde aparecen las disposiciones favorables a la mujer,
corresponden a la primera etapa, la de La Meca , cuando Mahoma estaba en pleno período
militante (catequético) para captar adeptos a su predicación.
Porque en la segunda etapa,
la de Medina, aparecen prescripciones más conservadoras, cuando se enfrentó a
la construcción de una nueva comunidad, una nueva organización y un nuevo
gobierno.
¿Con qué Corán nos quedamos,
con el primero, más liberal, o con el segundo, más conservador?.
Los doctores de la ley
musulmana se inclinaron porque las segundas azoras habían suplantado a las
primeras.
Así se consagró la
interpretación conservadora que, históricamente, ha defendido la sociedad
patriarcal, jerarquizada y desigual.
Esta misma postura es la que
defienden hoy los fundamentalistas.
Por su parte, los reformistas
abogan por las primeras, las de La
Meca.
Hasta el siglo XIX ha sido la
interpretación tradicional la vigente, pero después, por la influencia de la Ilustración europea,
aparecen las primeras corrientes de pensamiento que defiendan la liberalización
de la mujer.
Ya en el siglo XX, su
participación en la lucha por la independencia de sus países, ocuparon un lugar
en el ámbito público y surgió algún movimiento feminista.
También los partidos
progresistas apostaron por la emancipación de la mujer.
Pero en los nuevos estados
surgidos tras la independencia, con la modernización y secularización
occidentalizante, aparecieron rechazos y temores ante la pérdida de identidad.
El recurso de conservar las
tradiciones frente a una identidad cultural amenazada fue la “solución
conservadora” (es decir, dar marcha atrás) para frenar la influencia
occidental.
Transformar el estatuto de la
mujer musulmana, desde una perspectiva secular, fue entendido como un peligro
para la existencia de la cultura islámica. (O sea, que la cultura musulmana se
salva volviendo la mujer a ser inferior al varón y estando, de nuevo,
amordazad, “encadenada”).
Se optó, entonces, por
reafirmar la autoridad del varón sobre la mujer a través de los Códigos de
Familia, regulaciones inspiradas en la ley islámica y consecuentes con el
modelo tradicional, con una lectura rigorista, conservadora y literal del Corán
de la etapa medinense.
Actualmente sigue la tensión
entre la postura liberalizadora (apoyada, sobre todo por las juventudes) y la
conservadora (defendida, sobre todo, por los varones adultos).
Son varias las circunstancias
que inciden en la postura liberal: la urbanización, la extensión de la
escolarización, la transformación de las relaciones padres-hijos, el acceso de
la mujer al mundo laboral y al salario (sobre todo en las ciudades) lo que, ya,
supone una mayor independencia, el conocimiento de otros modelos familiares
occidentales, los cambios en las tradiciones laborales (del campo a la ciudad,
de la agricultura a la industria y a los servicios,…
Ya, de hecho, las familias no
son tan “ampliadas”, tan numerosas (aunque sigan siendo numerosas), frenándose
la explosión demográfica de tiempos pretéritos, que estaba vinculada a la menor
mortalidad y al mayor analfabetismo reproductor, por los avances de la
medicina.
De hecho, es a una edad
temprana en que los jóvenes acceden al matrimonio, por la alta consideración y
valoración cultural del mismo, por la creencia en que una familia numerosa es
una bendición de Alá, por la longeva fertilidad del varón que, por la poliginia
(y también por el repudio) encuentra mujeres jóvenes, en período de
procreación, lo que permite, además, absorber el excedente de mujeres (mayoría
en relación a los varones).
Hoy, la incorporación de la
mujer al trabajo, con todo lo que ello supone (económica, social, lúdica,
educacionalmente….así como en la forma de vestir….) choca, pero convive en
colisión, con tradiciones antiguas.
NOTA.
Ya no existe la página web (www.tomasmorales.es) en que abundaba en
esta reflexión sobre la mujer musulmana: 1.- Mujer en el Islam I y II y
2.-Mujer islámica terrorista.
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