LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS.
Los evangelios apócrifos son
todos aquellos textos religiosos centrados en Jesús que fueron descartados por
los cristianos de los primeros siglos, y que no se incluyeron en el elenco de
los libros de la Biblia
considerados por la Iglesia
como auténticos e inspirados.
La palabra “apócrifo” deriva
del griego y designa algo que está “oculto” o “escondido”.
Al inicio el término fue
utilizado para indicar aquellos escritos que revelaban “verdades” de tipo
esotérico a “iniciados”.
Sin embargo hoy, el término
se usa para indicar en general los escritos sobre la vida de Jesús no aceptados
por la Iglesia
como inspirados por Dios ni como norma de fe, a diferencia de los Evangelios
atribuidos a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y que se compusieron en la segunda
mitad del siglo I.
Algunos evangelios apócrifos,
como el “Evangelio de los Hebreos”, solo lo conocemos por las noticias de los
escritores eclesiásticos.
Otros, como el
“Evangelio de Pedro”, nos han llegado muy fragmentados, apenas algunos
trozos de papiro, y no añaden prácticamente nada nuevo a los evangelios
canónicos.
Otros, como el
“Protoevangelio de Santiago”, el “Pseudo Mateo” o el “Pseudo Tomás”, narran
datos de la vida de Jesús, de María o de san José que no aparecen en los evangelios
canónicos.
Por ejemplo, del
“Protovangelo de Santiago” conocemos la presencia del buey y la mula en la
gruta de la Natividad ,
o el nombre de los padres de la
Virgen , Joaquín y Ana.
A menudo están llenos de
detalles fantásticos o piadosos.
Por ejemplo, en ellos se
recoge la historia de la vara florida de San José (a la hora de elegir o
corresponder la mujer casadera) , o el nombre de los tres reyes magos (Melchor,
Gaspar y Baltasar), o los milagros que hacía el Niño Jesús, y fueron objeto de
inspiración de leyendas y obras de arte durante la Edad Media.
Un ejemplo de esto es el
“Misterio de Elche”, en España (El Misterio de Elche es una representación
teatral sobre la Dormición ,
Asunción y Coronación de la
Virgen María , que tiene lugar cada año en agosto en la
basílica de Santa María de Elche, de forma ininterrumpida desde la Edad Media y que, en
2001, fue declarada Patrimonio de la Humanidad ).
Algunos expertos, atendiendo
a su contenido, suelen clasificar los evangelios apócrifos en cuatro grupos:
1.– Evangelios de la
infancia: narran el nacimiento de Jesús, o los milagros realizados durante su
infancia.
2.– Evangelios de dichos: son
colecciones de dichos y enseñanzas de Jesús sin un contexto narrativo. La mayor
parte de ellos son gnósticos.
3.– Evangelios de la Pasión y Resurrección:
intentan completar los relatos de la
Muerte y Resurrección de Jesús.
4.– Diálogos del Resucitado:
recogen enseñanzas del Resucitado a alguno de sus discípulos.
Estos últimos son típicos de
la literatura gnóstica.
El más importante
acontecimiento reciente en el terreno de los escritos apócrifos se produjo con
descubrimiento por parte de unos campesinos, en un pueblo egipcio llamado NAG
HAMMADI en diciembre de 1945, cerca de mil páginas en papiro: 53 textos divididos
en códices, cuya antigüedad se remonta probablemente hacia el siglo IV d.C.
Los escritos contenían
traducciones originales del griego al copto, que contienen evangelios apócrifos
llamados de Tomás y Felipe, un “Apocalipsis de Pablo”, tratados teológicos y
palabras atribuidas a Jesús, de claro contenido gnóstico.
A veces el valor de los
apócrifos consiste en reflejar la mentalidad del ambiente en el que se
originaron, y sobre todo la voluntad de la gente de llenar los vacíos dejados
por la sobria descripción de los evangelios canónicos.
Por ejemplo, el “Evangelio de
Pedro”, compuesto hacia mediados del siglo II, ofrece, aunque con detalles
extraños, una descripción del momento preciso de la Resurrección de
Cristo.
El relato refleja la
necesidad que tenía la gente, en particular los cristianos ligados a la figura
de Pedro, de imaginar el momento que había cambiado para siempre sus vidas y
que constituía el centro de su fe.
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