(Confieso que soy un
desastre, un caos. Tengo escrito y grabado muchos artículos. Pero no me
preguntéis dónde. Abro una carpeta que contiene cuatro carpetas y al abrir una
de ellas aparecen carpetas…. Un desastre, un caos.
Hace no mucho tiempo algún
antiguo alumno me solicitaba el discurso en el día de su despedida del
Instituto. A lo que le respondí que si pudiera se lo mandaría por email.
Por casualidad, buscando en
“el baúl de los escritos” me encuentro con éste, del año anterior al colgado en
anteriores entregas.
Es la despedida de los
alumnos del año 2.002-2.003)
Hoy no es un día cualquiera,
de un año cualquiera.
Hoy es un día especial.
Hoy, ritualmente, es el día
de vuestra puesta de largo social, de vuestra mayoría de edad social. Es el día
del reconocimiento de vuestra autonomía, de vuestra independencia, de vuestra
madurez.
Hoy es el día del reconocimiento oficial de que ya podéis
enfrentaros, solos, a la vida.
Pero los que ya hemos estado allí y venimos de vuelta, os tenemos que
recordar que, por desgracia, tenía razón Hobbes, que “el hombre es un lobo para
el hombre” y que sólo los débiles han cambiado el “no puedo”, por el “no quiero” y, además “te perdono”.
La vida, a nuestro pesar, es una “guerra de todos contra todos”, no ya
guerras de a vida o muerte, sino en forma de competitividad excluyente, donde
aquí sólo cabemos dos y tú no eres el otro; donde aquí sólo hay cinco plazas y
tu eres, no sólo mi contrincante, sino mi enemigo.
Ahí fuera hay mucho monopolio y a ti sólo te quieren como seguidor
fiel y consumidor.
Hay mucho dictador camuflado, mucho iluminado. Sois presas fáciles de
cualquier fundamentalista. Porque os
dejáis llevar fácilmente del “para” y os olvidáis del “porque”.
A vuestra edad uno es muy proclive
a afirmar que “tenemos ojos para ver” en vez del “vemos porque tenemos ojos” Y
!anda que no es nada la diferencia!.
Nos preocupáis porque estáis en
una edad de extremismos, de blanco o negro, de sí o no, de todo o nada, de
verdadero o falso y os olvidáis de los matices, del “si pero...” o del “no, sin
embargo...”. Ahí fuera hay mucho
fundamentalista, que querrá imponeros su punto de vista.
Un maestro contemporáneo acaba de descubrir el Mar Mediterráneo al
afirmar que la distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento, y
que cuando se ha perdido una moneda de oro, se encuentra con la ayuda de una
vulgar y minúscula vela.
Hace ya dos mil quinientos años un tal Platón decía que la mejor
manera de hacer llegar un mensaje era a
través de un cuento.
Que un cuento no era ni Verdadero ni Falso, sino que era un recurso
pedagógico, una estrategia didáctica para enfrentar al alumno con la realidad.
Por eso:
“Érase una vez que cuatro ciegos se reunieron en el umbral de la
selva.
Otros hombres le habían hablado de un ser extraordinario. Distinto.
Único.
Según las noticias proporcionadas a los cuatro ciegos, aquel ser
recibía el nombre de “elefante”.
Y los cuatro ciegos, decididos a conocer la verdad, se adentraron en
la jungla y no tardaron en llegar hasta el gran paquidermo.
Los cuatro ciegos lo palparon .
El primero tocó la trompa del elefante, el segundo palpó una pata, el
tercero reconoció la panza y el cuarto sintió el aleteo de la orejas (si
queréis podéis alargar el cuento: los colmillos, el rabo, la boca...).
Una vez concluida la exploración del elefante, los cuatro ciegos se
sentaron a reflexionar. Pero sus conclusiones fueron muy diferentes.
Para el que había tocado la trompa el elefante no era otra cosa que
una serpiente.
-“Ni mucho menos, estás en un error”, gritó el segundo, (el de la
pata). “Este formidable ser es una
simple columna redonda”.
-“¿Pero qué estáis diciendo” – vociferó el tercero, “es que os habéis
vuelto locos”?. “El elefante es una gran concha, un gran cuenco, un cuenco
enorme” (este es el que palpó la panza) .
El cuarto ciego se negó a admitir las opiniones anteriores exponiendo
su verdad. “El elefante es una gran mariposa”.
Y los cuatro abandonaron la selva absolutamente convencidos de que
habían conocido la verdad y que cada uno de ellos se había topado con tres
locos.
En vez de cuatro ciegos, poned cuatro generaciones, cuatro ideologías,
cuatro culturas, cuatro religiones.
Y en vez del elefante, poned el problema de la emigración, el problema
de los maltratos, el problema de la agresividad, el problema de la inseguridad,
el problema del paro, el problema de la educación, el problema de Dios, el
problema de los valores, el problema del consumismo....
(Podéis continuar la historia,
con nuevos protagonistas y nuevos problemas, cómo se pelean, incluso se
matan por imponer “su” verdad como “LA” verdad, cómo restringen las áreas de
conocimiento, cómo funciona la censura impidiendo que el “error de los otros”
contamine la mente virgen de sus niños, cómo el demonio ha tomado cuerpo en el
alma de los otros, cómo tenemos derecho
a encerrarlos de por vida por el bien de la sociedad, cómo hay que acotar o prohibir la libertad de expresión,
cómo hay tanto embaucador que os quiere llevar por el camino de la perdición,
del error, de la mentira,..
Cuánto perspectivista absurdo que afirma que sólo existe una
perspectiva, y esa es la suya.
La monoperspectiva es como el triángulo cuadrado.
Ya nos previene Ortega y Gasset con la perspectiva Ontológica ( de la
realidad) y la perspectiva Gnoseológica ( del conocimiento).
¿Qué es la Sierra
de Guadarrama para mí que estoy en el Escorial y para ti que te encuentras en
Segovia?.. ¿Qué es un objeto independientemente de los sujetos cognoscentes?.
La verdad ha muerto, “vivan las
perspectivas”. Pero las perspectivas nunca son excluyentes. Las perspectivas,
por serlo y para serlo, tienen que ser, a la fuerza, complementarias.
“La Verdad
con mayúscula ha muerto, vivan las verdades con minúscula”. Y, por ello, todos
tan amigos o más amigos que antes.
Y quien esté libre de ceguera que tire la primera piedra.
¿Sois capaces de poneros en el lugar del otro?.
Cuando miráis a una persona mayor, a un viejo, orinando en la calle,
en una pared, ¿Qué veis?, ¿ a un viejo, guarro, meando o a un anciano con
problemas de incontinencia urinaria?.
Cuando miráis a esa muchacha, de vuestra edad, de color negro, en
minifalda, haciendo la calle, la carretera o el Polígono, ¿qué veis?, ¿sois
capaces de poneros en otra perspectiva, de ver la otra cara, la de la
explotación, la de la desesperación, aun con fingida sonrisa?. ¿Sois capaces de
ver tras esa alma inocente, virgen, la del desalmado hijoputa?
Lo que sigue es una historia.
En el siglo XVII, indios polinesios, que no conocían el ajedrez, encuentran,
en una isla del Pacífico, un ajedrez abandonado, y se les dispara la pregunta,
filosófica,... y esto ¿qué es?..
Semanas más tarde los sabios tienen la respuesta; se trata de madera
de boj.
En efecto, es de boj la madera de la que están hechos el tablero y las
piezas. Pero uno de los sabios no queda satisfecho, y piensa que hay una
diferencia abismal entre “esto es madera de boj” y “esto no es más que madera
de boj”.
Es decir lo esencial del objeto se les ha escapado a los sabios.
De los dos niveles de realidad, sólo han captado el menos importante;
han hecho la lectura superficial, pero no han llegado a la lectura profunda.
Han visto del ordenador únicamente el hardware. El ordenador “es eso”
pero “ no es solamente eso” ni eso es lo más importante.
Nos preocupáis porque estáis en
la edad proclive al reduccionismo. “Esto no es más que”.
No podemos, hoy, pensar al hombre a espaldas de las CCNN.
El hombre es física, es
química, es biología. Es eso, pero “no sólo eso”.
El hombre es también cultura, es materia, pero también es espíritu, es
bestia pero también ángel, es razón pero también pasión, sentimiento, amor. No
tenemos cuerpo. Somos cuerpo. La persona
es cuerpo, pero no sólo, ni sobre todo, cuerpo.
Por favor. Tenéis que educar vuestra mirada y vuestra mente. Tenéis
que a prender a ver, a ver más, a ver de otra manera, a ver más allá de las
primeras impresiones.
Tenéis que ser críticos hasta la exasperación. Que os ilustréis, que
examinéis, a fondo, las cosas, las situaciones, los comportamientos, las
personas, antes de valorarlas.
Tenéis que contrastar vuestros puntos de vista.
Desdecirse de un error, es un acierto.
Desandar el camino equivocado es estar en el buen camino.
Que no os dé corte preguntar, pero que no os dé corte rechazar la
respuesta, una vez examinada.
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