Creo que fue un filósofo europeo quien dijo algo así como:"emborrachaos,
emborrachaos de amor, o de justicia, o de belleza, o de cultura, o de
naturaleza, o....de lo que sea, pero emborrachaos".
Don Quijote era un borracho. Calixto y Melibea, Romeo y Julieta y los
amantes de Teruel estaban, eran borrachos. Y Cristo era un borracho de justicia
y de amor. Y Francisco de Asís, y Mahoma, y Einstein, y Marx, y Teresa de
Calcuta, y... El mundo es de los borrachos, porque ellos rompen el molde. Un
borracho nunca conoce el límite. Al borracho le pasa lo que al amante, que
nunca dirá "basta","hasta aquí hemos llegado","ya está
bien".Si lo dijeran estarían perdidos, dejarían de serlo. Siempre es
posible algo más. Hasta la muerte si es necesario.¿No lo han hecho así los
grandes hombres que en el mundo han sido?.
Los europeos, sin embargo, desde el siglo XVIII, no sólo somos sobrios
sino que, además, estamos orgullosos de ello, incluso lo pregonamos. Y esto es
lo que nos ha perdido, porque nos hemos convertido en mojigatos. Podremos
sobrevivir, estirarnos lánguidamente, arrastrarnos por la existencia, arrancar
algunas hojas más del calendario, pero la supravida, la vida intensa, la vida
interesante, nos estará siempre vedada.
Un
sobrio querrá siempre vivir más años, un borracho, un ebrio, deseará vivir
mejor, más profunda e intensamente, apurar los posos de la copa de la vida.
El
sobrio es el moderado, el calculador, el que se marca unos mínimos y unos
máximos que nunca y bajo ningún pretexto deberán ser sobrepasados para no
exponerse a perecer ante sí o ante los demás.
Ese mismo filósofo, creo, denominó a estos dos tipos de hombres, el
"dionisíaco" y el "apolíneo".
Pero comencemos por Apolo. Este era un dios orgulloso y calculador, un
dios racional en extremo, seguro de sí hasta la osadía. Tanto lo era que se
atrevió a desafiar al amor y a sus dardos, porque estaba segurísimo de sí.
Apolo era el gimnasta, el bello de cuerpo, el de la voz justa, el del
vestido perfecto, el de la lozana juventud, el de despejado talento, el de la
talla "canon" y el del peso ideal, el creador de la poesía, con sus
ritmos medidos y sus asonancias o consonancias perfectas, el padre de la
música, con sus compases medidos, el frío, nato y neto calculador. Con todo
eso, o precisamente por eso, nunca logró el amor de ninguna mujer. Él era
siempre el moderado. Ni mucho ni poco, sino siempre en la media. Incluso en los
consejos que le daba a su hijo Faetón:"no seas excesivamente tímido ni
demasiado audaz; evita llegar al cielo o descender hasta la tierra; sigue
siempre el camino equidistante, es el único que te conviene".
Dionisos, en cambio era lo contrario. Era el dios del vino y la alegría,
el dios de la jarana. Dionisos canta y baila, pero su cante y su baile son a su
aire. Puede cantarlo y bailarlo todo, y lo hace, pero a su manera, como le da
la gana, con voz aguardentosa y torpes movimientos, pero toca todos los
"palos" y se marca cualquier "paso".
Sólo Dionisos fue capaz de enfrentarse a los gigantes cuando éstos se
atrevieron a escalar el cielo. Dionisos, como el amante y como el borracho
nunca encontrará un obstáculo lo demasiado potente como para no poder
enfrentarse a él. Sus armas eran los tirsos, los címbalos y los timbales (Véase
su significado en la nueva edición, nº 21, del Diccionario de la Real Academia de la Lengua ).No es de extrañar
que todos los pueblos se le sometieran gozosos, sin derramar una gota de
sangre.
Sus
trajes eran exóticos y se le representaba como un joven imberbe, fresco, mofletudo,
vividor, con una corona de hiedra o de hojas de parra sobre su cabeza. Y a
menudo aparece sentado sobre un tonel o descansando a la sombra de una parra
cargada de uvas. También se le llamaba Baco o Liber, Libre. Porque el vino, alegrando
el espíritu, lo libera, al menos momentáneamente, de toda preocupación, y le da
libertad de palabras y de acciones.
Se
propuso el amor de Erigona y, tras muchas estratagemas, ¡vaya si lo consiguió¡.
Toda esta introducción viene a cuento porque me haríais feliz, muy
feliz, lectores de estas líneas, si salvarais vuestra vida redimiéndoos a
vosotros mismos mientras residís en la llanura de la vida. Y eso se consigue, mientras
se es joven de espíritu, no sólo de cuerpo, siendo dionisíaco, báquico, dejando
de ser apolíneo.
Lo
DIONISIACO y lo APOLINEO. He ahí TODO el secreto de la vida y el secreto de
TODA la vida. Y me voy a explicar.
Nos han educado en lo apolíneo. Vivimos en lo apolíneo, incluso
dormimos apolíneamente (aunque en los sueños Dionisos suele vengarse, por lo
general).Todo lo tenemos numerado. Desde el Carnet de identidad al libro de
familia, desde el domicilio a la losa de la tumba, donde pondrán la fecha de tu
nacimiento (día, mes, año) y la fecha de tu muerte (día, mes, año).Y el hombre
que lo vea, si es apolíneo, calculará cuántos años viviste. El apolíneo está
casado con la matemática, es un calculador, es amigo inseparable del número. El
templo griego era apolíneo (tantos metros de largo, por tantos de alto, por
tantos de ancho; tantas columnas de lado y tantas de frente, tantos metros de
frontón y...También el escultor griego era apolíneo, amigo de las medidas
ideales. Todo está justo. Todo tiene que estar ajustado. Es el reino de la
armonía.
Así
nos han educado y así estamos educando. Somos apolíneos. Nos preocupamos de
cuántos años tenemos, o cuántos hijos, o cuántos kilos de más, o cuánto
ahorramos, o cuánto cuesta. Hemos contado infinidad de veces los 15,17 ó 23
pasos que hay hasta llegar al piso.
Cuando el apolíneo sale de viaje lo calcula todo. A tal hora salgo, a
tal hora llegaré, hay tantos kilómetros, gastaré tantos litros que equivaldrán
a tantos euros.
Cuando el apolíneo entra en una tienda a comprarse una prenda de vestir,
le guste mucho o no le guste tanto, lo primero que hace es darle la vuelta a la
etiqueta para ver cuánto marca el precio. O calcula el valor del conjunto
teniendo en cuenta que este bolso puede hacer juego con aquella falda plisada, o
los zapatos que no combinan con el jersey, que se matan.
Apolíneos. Así nos han educado y así estamos educando.¿Acaso no es la
matemática la asignatura más importante de nuestra cultura?.Hasta sentiremos
compasión por ti si suspendes en Matemática a pesar del sobresaliente en
Plástica, en Educación Física y en Ética, como si el hobby, la salud y la
honradez, como si la felicidad tuviera que estar bajo la calculadora de
cuántas tiradas debo hacer para que me salgan dos bolas blancas y una negra. ¿Desde
cuándo y hasta cuándo el
"cuánto" y el "cuándo" estarán subyugando al
"cómo"?.
Incluso cuando está en una fiesta o en una feria el apolíneo sigue
siendo apolíneo, porque, a la mañana siguiente, contará a los demás cuántas
cervezas, cuántos cubatas de Larios, cuántas hamburguesas...Como si lo
importante fuera la cantidad. Y que se marcharon a las siete de la mañana. Como
si el número pudiera ser patrón, medida, del placer.
Es
el gran error de toda la cultura occidental. El cuantificarlo todo. Y como
resulta que la ciencia comenzó a avanzar cuando las cualidades (peso, calor, distancia,...)
fueron cuantificadas, nosotros, más papistas que el papa, ¡a cuantificarlo
todo¡, hasta la felicidad, hasta la vida, como si se pudiera coger agua con una
cesta.
!Apolíneos¡!Tristes apolíneos¡.Hay que comer a las tres y cenar a las
diez; hay que dormir ocho horas y descansar tales días, y sacar un cinco, y
pesar cincuenta y nueve, y ochenta-cincuenta-ochenta.
Dionisos es otra cosa. Es el dios de lo cualitativo, del estar bien y
del sentirse a gusto; es el dios de la juerga.
Un
dionisíaco come cuando tiene hambre y duerme cuando tiene sueño. Si se va es
porque quiere irse, no porque tenga que marcharse. Si emprende un viaje quizá
sepa cuándo sale pero no se preocupa por la hora a que tiene que llegar porque
no tiene que llegar a ninguna hora. Es dueño y señor del tiempo y lo gasta o lo
tira como quiere y cuando quiere.
El
apolíneo, todo ufano él, le echará en cara al dionisíaco que ha empleado media
hora menos en el viaje, que su coche cuesta quince mil euros más, que tiene el
doble de cubicaje, que subió el puerto a ochenta con el siete por ciento de
pendiente,...!Es tan feliz manejando cifras el pobre hombre!. El dionisíaco, en
cambio, disfrutará viajando, sin prisa en llegar ni en salir.¿Por qué la prisa
si está siendo feliz mientras va?. Ni contará kilómetros, ni escalones, ni
litros, ni cuántas veces por semana tiene que hacer el amor con su mujer para
ser feliz.¡Como si la felicidad estuviera ahí, fuera de uno, esperándolo!,¡como
si la felicidad no estuviera dentro de él!.
El
apolíneo siempre va detrás de la felicidad. Para él la felicidad se encuentra
siempre al final (cuando apruebe, cuando le suban el sueldo, cuando pague la
última letra de…, cuando...cuando...Estará tan pendiente de las fechas del
futuro que cuando éstas lleguen estará tan nervioso, tan preocupado o cabreado,
que no sabrá qué hacer, porque no está entrenado, no sabe ser feliz, no está
acostumbrado a convivir con la felicidad.
(¿Quién
fue el que dijo que el máximo placer que se saca de una puta es cuando se está
subiendo la escalera del prostíbulo?).
El
dionisíaco no. El dionisíaco va disfrutando mientras va y cuando llega sigue
disfrutando porque la felicidad nunca le es ajena. Está siendo feliz mientras
está siendo. Nunca pone a plazo fijo la felicidad. Nunca la hipoteca
(¿Quién
fue el que distinguió entre el placer de haber comido y el placer de estar
comiendo?).
Uno algún día será feliz, el otro siempre lo está siendo. Uno es esclavo
del cuándo, el otro es señor del ahora.
Al
apolíneo le pasa lo que al avaro, que pasará todo el tiempo contando el tiempo (o
el dinero) no teniendo tiempo para disfrutarlo (¡qué ironía!).Siempre
recordando el pasado.
(¡La
de cosas que cuenta haber hecho cuando fue joven...cuando tuvo una
novia...cuando fue a ...cuando vino de...) y amigo del futuro (¡la de cosas que
hará cuando...y cuando....y cuando....). El dionisíaco, en cambio, no es que
sea amigo del presente, es que está amancebado con él. Lo abraza, lo aprieta, lo
estruja, lo apura. No tiene que contar nada a nadie, lo está viviendo, es
feliz, está siendo feliz, convive con la felicidad.
¡Los
apolíneos me recuerdan a los japoneses, Sony en mano, grabándolo todo, para
disfrutar del pasado en vez de ordeñar el presente!
Mientras el apolíneo necesita contarlo, al dionisíaco le basta y le
sobra con vivirlo. El apolíneo, sin público, se muere; al dionisíaco ni le
estorba ni lo necesita. El apolíneo moriría sin un reloj al que consultar
constantemente. Teme el desorden y la desorientación. Necesita saber cuánto
falta para...o cuánto ha pasado desde...Dirá que ya es hora de irse porque son
las tres o que es hora de levantarse porque son las siete. El dionisíaco, en
cambio, permanecerá en la fiesta mientras lo pase bien, se levantará cuando ya
no tenga sueño y desayunará cuando tenga ganas.
El
apolíneo dirá que su piso es de 230 metros , que costó 600.000 y que su
dormitorio, de nogal escocés del valle de Mac, se puso en los veinte mil euros.
El dionisíaco, en cambio, vivirá cómodamente en cualquier piso barato de
alquiler, dormirá en cualquier módulo plegable, sobre cualquier goma espuma.
El
apolíneo no sólo necesita cosas, es que disfruta teniéndolas y sobre todo
contando que las tiene; al dionisíaco todo eso le importa un rábano
"revenío" porque, aunque apenas tenga, es feliz.
El apolíneo dirá "sábado sabadete..."
para el dionisíaco cualquier momento es sábado. El apolíneo tendrá que vestir
así o "asao", el dionisíaco vestirá como le dé la gana.
El
apolíneo será un lógico, un matemático; el dionisíaco será un bohemio, un poeta
de rima libre, un amigo de las metáforas.
¡Cuántas
veces os habremos dicho, constantemente, machaconamente,"que estudiéis",
"que ahorréis", "que os calléis", "que empleéis bien
el tiempo", "que seáis unos hombres de provecho", "que
invirtáis vuestra juventud", "que sacrifiquéis vuestro tiempo
libre", "que dejéis recogido el cuarto de baño cuando os
duchéis", "que seáis ordenados", "que seáis educados",
"que seáis puntuales", "que....!
Amigo que esto lees, los consejos son como los euros, nunca deben darse
si nadie te los pide, pero yo, apolíneo, te lo voy a dar: "nunca, a tu
edad, hagas caso de un apolíneo". Rompe la baraja y apúntate a otro juego.
Escucha lo que te digo, escúchame con atención, por favor, que es vital para
ti, atiende mi consejo:"no hagas caso de mis consejos". Atrévete a
ser dionisiaco, atrévete a ser joven.
(Claro que, el día de mañana,¿quién va a correr con los impuestos?,¿y
quién va a pagar mi jubilación, y mis medicinas gratuitas, y...?
De
nuevo me sale Apolo
¡No
tengo remedio¡
Hacedme el favor de ser
felices o, al menos, intentarlo.
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