Dice mi psiquiatra que para ayudarme a ser feliz, ahora,
antes tengo que retrotraerme a mi niñez, porque allí están atados los traumas
que me lo impide. Allí comencé a vivir con el freno echado. Debo volver al
origen para levantar ese freno y, así, poder acelerar. El mito del origen, del
pecado original, del paraíso terrenal. El mito del “regreso” como forma de
“progresar”
Mi confesor, sin embargo, apuesta por sacrificar toda mi
vida, ésta, la única que tengo, hipotecarla, para así, tras la muerte, poder acceder
a la felicidad, además, eterna. El mito de la meta, del paraíso celestial.
Pero mi filosofía me asegura que no es imposible ser feliz
ahora, aquí, y que basta con superar los miedos varios que me acechan, para
asomarse a ella.
Pero ¿qué delito cometí, al nacer y por nacer? Porque,
además, yo no nací. A mí me nacieron mis padres biológicos tras un abrazo
orgásmico sexual. ¿Esa es la causa para “nacer empecatado”?
¿Qué culpa puedo yo tener en el pecado de desobediencia de
Adán?
Yo soy más de Prometeo que de Adán. Mi futuro es mío y en
mis manos está hacerlo infernal o celestial. No está escrito. Yo soy el
escritor, el actor, el autor y el espectador, de mi propia vida.
No está en la vuelta a la matriz materna, sino preparar e
instalarse en la matriz social. En ser madre y llenar la matriz, creando vida.
En construir, en el horizonte, la casa en que habitar, sin
tener que derruir la casucha en la que vivo.
Ser feliz ahora, mientras estoy siendo, sin hipotecar lo
poco con que cuento, para enderezar la incertidumbre del futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario