¿A qué ayudaría?, ¿qué arreglaría?, ¿en qué contribuiría?
¡Qué manera de escabullirse de la posible responsabilidad¡
Son los otros (el Gobierno, la Administración, los diversos
Organismos….) quienes tienen que intervenir para solucionarlo. Mi intervención,
de nada serviría.
“El cambio debe venir de arriba” – decimos a menudo.
Cuando comprobamos fraudes y abusos fiscales “reales” (una
multinacional ubicada en España tributa sus ganancias en una filial que tiene
en Irlanda, al 12,5% en vez de hacerlo en España, al 35%, con el Impuesto de
Sociedades) pero que son “legales”, la pregunta inmediata que surge es: “¿A qué
coños (¡perdón¡) están esperando los gobiernos para cambiar esa ley?
¿Y quién o quiénes pueden cambiarla?
Pues, el poder legislativo, los de arriba y desde arriba.
Que la cambien. Y ya. ¿A qué están esperando? ¿Es que no es manifiestamente
injusto?
Como la iniciativa popular de un proyecto de ley (creo que)
nunca ha funcionado en España porque la comisión encargada de su admisión dice que “no procede”… ¿para qué voy a
molestarme?
Si no funcionó, pues seguirá sin funcionar. Así que, a
escurrir el bulto, a no comprometerse, a no perder el tiempo y “a otra cosa,
mariposa”.
¿O habrá que luchar e intentarlo siempre, aun sin esperanza?
¿Estamos, moralmente, obligados a “resistir”?.
¿Tenemos la obligación moral de combatir aun sin la
esperanza de vencer y salirnos con la nuestra?
Cuando le preguntaron a un rabino por qué seguía predicando
si sabía que en nada iban a cambiar los malvados respondió: “para no cambiar yo
mismo”.
¿Es que no es “el ejemplo” un método pedagógico de
enseñanza/aprendizaje? ¿No cala, a la larga, en los alumnos tu conducta, tu
trabajo, más que lo que les dices, les explicas, en cualquier materia?
Dar testimonio es dar ejemplo. ¿Aunque nadie hubiese que te
siguiera? Aunque nadie hubiese, estás tú. Siéntete bien contigo mismo.
Deber de protestar y de mantener la protesta. Aunque no te
des cuenta, siempre hay un testigo presente que lo ve, tú mismo.
Salvar solamente UN desahucio, evitando que una familia a la
que el paro la ha condenado a no poder pagar, sea echada a la calle….es ya un
mérito de proporciones gigantescas.
Si, con ello, con el ejemplo, se consigue convencer a los
políticos para que, al menos, estudien e inicien un cambio en la Ley
Hipotecaria, manifiestamente abusiva, eso ya es de sobresaliente.
Salvar a UNO, aunque no pueda salvarse a más, ya merece la
pena.
Aunque, a veces, nos induce a no intentarlo la previsible
ausencia de una multisalvación.
Pensar en término multitudinarios y de victorias aplastantes
puede producir negligencia de intervenir en una sola persona o familia.
La abstención tiene mucho que ver con ese “un voto más o un
voto menos nada va a cambiar”. Pero lo que si cambiaría sería la actitud del
abstencionista.
Si 100 abstenciones producen un cambio “para mal”, ¿no sería
uno responsable, con su abstención, de, al menos, una centésima parte del mal
sobrevenido y de sus consecuencias?
¿Puede la excusa de “¿y qué más da mi voto”? eximir de la
responsabilidad en las consecuencias de los resultados finales?
Si en el triunfo, con mi intervención, TODOS nos
consideramos autores del mismo, ¿por qué no considerarnos, también, autores del
fracaso por no haber intervenido?
Y es que “el principio de divisibilidad” lo aplicamos,
TODOS, siempre y de manera interesada.
“YO SOY PARTE DE LA VICTORIA” (si intervengo), “YO NADA
TENGO QUE VER CON LA DERROTA” (si no intervengo)
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