viernes, 26 de abril de 2013

DESPUÉS DE NIETZSCHE.

Después de Nietzsche no se puede seguir pensando como antes de Nietzsche.
Ya no están Dios y el hombre, como dos entidades separadas. “Dios ha muerto” (véase en www.tomasmorales.es). Ya sólo queda el hombre. Y quedamos a la intemperie.
Tras Nietzsche, el humanismo postnietzscheano será una “humanización de lo divino” o una “divinización de los humano”.
La secularización, la laicidad, la descristianización, ha entrado en nuestro mundo y se ha instalado en él. No sólo convive con nosotros, es que colorea todo lo que existe.
Hay, pues, un desencantamiento del mundo.
Todos nuestros valores, antes firmemente asentados, se han quedado sin fundamento.
Incluso nuestros valores democráticos se asientan en los hombres.
La autoridad no proviene de Dios, ni directa ni indirectamente.
La desobediencia ha dejado de ser un pecado y, muchas veces, es necesaria, contra el poder humano.
Dios ha desaparecido, no sólo como padre, sino como Dios. Hemos desdivinizado el cristianismo-judaísmo. Todo es, ya, “Humano, demasiado humano”
La justicia ya no es un valor absoluto y meta a la que acercarse, porque ya no proviene ni del cosmos (que ahora es un “caos”) ni de Dios (que ha muerto).
La religión se ha retirado a sus cuarteles (de donde nunca debió salir), al “ámbito de lo privado”, sin tener que aparecer en la “esfera pública” (los cadáveres se entierran, no se los pasea).
Todos los anteriores valores absolutos (Verdad, Justicia, Bondad,….) se han caído de la peana y andan esparcidos por el suelo.
Incluso el Arte (la Belleza) ya no es un reflejo de la naturaleza, ni de Dios, sino que es la mera y pura expresión individual, subjetiva, del artista.
Toda la cultura es, ya, humana. Humanismo cultural. No hay cánones ni reglas a seguir. No hay temas privilegiados que tratar.
Pero como hemos “humanizado todo lo divino” ahora hemos empezado a “divinizar lo humano”.
Como si el único muerto fuera el Dios de las religiones pero nos negásemos a no ser nosotros “dioses” (“ya que Dios ha muerto, seamos, al menos, dignos de tal hazaña”. Seamos, nosotros, dioses y divinicemos nuestros ideales.
Y si antes muchas personas dejaban matarse por Dios, ahora habrá quien se deje matar por la “democracia”, por la “autonomía”, por la “patria”, por la “revolución”, por la “justicia”, por la “independencia”…. Son los “nuevos dioses humanos”, son las “nuevas entidades sacrificiales”, pero que ahora, a diferencia de antes, ya no son verticales, “allí arriba”, “exteriores y superiores”, sino “horizontales”, aquí abajo, a nuestro lado, conviviendo con nosotros, enraizadas en lo humano. Son una forma de trascendencia, pero inmanentes al hombre.
Hasta la “propia vida”, origen y fundamento de todos los valores, ha dejado de ser “el valor supremo”.
La espiritualidad religiosa ha dado paso a la “religiosidad laica” o “sabiduría de los modernos”.
Todo es “HUMANO, DEMASIADO HUMANO”
Pero el hombre actual no es un hombre sólido, sino light. Y esto no es nada en concreto, es comodín, es cualquier cosa. Vivimos a la intemperie. Todo, siempre, es provisional. Estamos en la cuerda floja.

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