lunes, 25 de enero de 2010

SER HOMBRE

Jamás se me olvidarán las caras de extrañeza que ponían mis alumnos cuando, al explicarles la ontología aristotélica, empezaba escribiendo en la pizarra (no ha habido profesor que haya escrito y borrado más pizarras que yo, en cada clase): "Tomás es obispo y presidente del gobierno (en potencia)".

La bellota es bellota en acto y es encina en potencia (algún día reflexionaré sobre si se me pueden echar encima los ecologistas por ser un "arboricida" ("encinocida") por haberme comido una bellota).

Y es verdad, cada uno de nosotros es lo que es, lo que puede ser, lo que quiere ser y lo que le dejan ser. Son ingredientes necesarios y variables de nuestra persona.

Desde que nacemos no venimos como "una hoja en blanco en la que nada hay escrito", ya venimos con un libro de instrucciones impreso en nuestros genes pero que hay que ponerlo en práctica en el medio que nos ha tocado en suerte.

Ni hemos elegido a nuestros padres, ni hemos elegido dónde, cómo, ni cuándo existir y vivir.
De repente abrimos los ojos y vemos que esto es lo que nos ha tocado en suerte o en desgracia, sin haber hecho méritos ni haber contraído deméritos para ello.

Ni somos totalmente libres ni estamos totalmente determinados. Somos habitantes de lindes, de fronteras, que podemos hacer algunas cosas y las hacemos, o no, y no podemos hacer otras y, aunque quisiéramos, no podríamos hacerlas.

Libres para nadar, pero dentro del agua y junto a otros nadadores.

Ni libre albedrío ni esclavizado total. "Hasta aquí" sí puedo; "desde aquí" ya no puedo.
Pero entre esos límites hay una franja de actuación, una "tierra de nadie", pero que puedo habitarla y hacerla mía.
En esa franja entre la libertad y la necesidad puedo abrir senderos por los que transitar.

El peligro surge cuando el ideólogo de turno, que suele ser un buen sofista, (sea religioso, político o profesor de filosofía) marca un camino y siembra de peligros, inventados e interesados, ambos lados de ese "su" camino trazado.

Si caemos en la trampa de convertir "su" camino, en "el" camino y en "nuestro" camino, estamos abdicando de nuestra personalidad auténtica para covertirnos en meras copias de un original indigno.

Porque considero indigno que alguien convierta "su perspectiva" en "la verdad", en la única verdad, en monopolio de la verdad.

Cualquiera que diga: "La verdad es una y la tengo yo", debería ser desterrado al amanecer y puesto a resguardo para que no contamine.

No hay comentarios:

Publicar un comentario