En una entrevista, en la S.E.R., que la periodista Gemma Nierga le hizo al Sr. Obispo Munilla, hablando de valores, la periodista le preguntó por el terremoto de Haití, y la respuesta fue:
"Existen males mayores que los que esos pobres de Haití están sufriendo (...) Deberíamos llorar por nosotros, por nuestra pobre situación espiritual. Es un mal más grande que lo que esos inocentes están sufriendo".
Es muy fuerte escuchar esto de boca de un Obispo.
¿Hay un mal mayor que la muerte?. ¿No es la vida nuestro tesoro más preciado?.
Si esas palabras no fueron un lapsus, y son sinceras, lo que ponen de manifiesto es la "pobre situación espiritual" del Sr. Obispo.
Pienso en los endebles, por agotados, cuerpos de Vicente Ferrer y de Teresa de Calcuta y me cuesta ubicarlos en la misma religión que la del Sr. Obispo Munilla.
Riqueza espiritual y miseria espiritual, y en la religión del amor.
La fe, entendida como dedicación y servicio, me anima; la fe, entendida como ideología, me deprime; la ideología, entendida como dogma, me espanta.
Decir lo que ha dicho el Sr. Obispo Munilla, con miles de cuerpos presentes y sepultados (nunca una palabra expresó mejor una situación) y con la sangre aún caliente y los miles y miles de semivivos o semimuertos vagando, desorientados, como almas en pena y preguntando y preguntándose el porqué....
Si, para mí, el dolor siempre ha sido sospechoso, la muerte, para cualquiera, es un escándalo, y más cuando ha sido como ha sido.
Si morir es natural, que te maten de esta manera es un putada injustificable.
En las obras de misericordia se habla de hambrientos, de sedientos, de desnudos, de perseguidos, de muertos... a los que hay que ayudar.
El Sr. Obispo ha dejado entrever su bajo nivel de misericordia.
Como si la espiritualidad pudiese vivir desencarnada y habitase en un espacio etéreo, en un mundo metafísico.
La Iglesia peregrina (de la que habla mi amigo Paco Oses) es la que está en el tajo, porfiando con la pobreza y con la muerte, la de Vicente Ferrer y Teresa de Calcuta, la del humanitarismo, la de los necesitados por ser y estar necesitados, no por ser hijos de Dios.
Un alma grande nunca pide el carnet.
Es en ese espacio de una Ética laica, que mira y trata al hombre en cuanto hombre y por ser hombre, en la que todos, creyentes y no creyentes, debemos encontrarnos porque ahí todos cabemos.
Pero lo del Sr. Obispo Munilla.....
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