El Logos (Razón) contra el Pathos (pasión).
El ideal es la “a-patía”, no tanto la ausencia de pasiones
como dominio y control absoluto sobre ellas.
La a-patía, el dominio de las pasiones, es la receta para
acercarse a la felicidad, lo que nos asemejaría a Dios, que vive en un estado
de eterna imperturbabilidad o A-taraxía.
Ser y vivir como dioses es poder llegar a la a-taraxia, por
el previo sendero de la a-patía.
Hay que aceptar el fatalismo de lo bueno y de lo malo (como
lo harán, después, el budismo indio o el taoísmo chino).
“Abstine et substine”.
La pasión, en cuanto que es una fuerza, una energía, no es
ni buena ni mala. Ella es sólo un sendero. La meta es la que puede ser Buena y
Deseable o Mala y Evitable.
Hay pues “malas pasiones”, pero también las hay “buenas”.
Quienes se apasionan por la búsqueda de la Verdad , por la práctica del
Bien, por el goce estético, por erradicar la enfermedad y el hambre, por la
ayuda humanitaria,… son unos “apasionados” dignos de ser seguidos e imitados.
Quien más y mejor se pone del lado de la pasión será Nietzsche,
para el que la pasión es lo más noble del ser humano y que denunciará que si
los antiguos, Sócrates, Platón, los Estoicos,…apuestan por la Razón es porque son unos
cobardes que le tienen miedo a la vida.
Uno se deja la vida por creer tener razón, los otros esperan
la vida eterna, en el más allá, infinitamente superior y preferible a esta vida
terrena y temporal.
El Cristianismo, todavía más. Hasta llega a cantar “muero
porque no muero”, lo que demuestra el poco aprecio que le tiene a la vida, a
esta vida, la única real que existe.
Ese desprecio de las pasiones es el origen del Nihilismo:
doctrina que rechaza la cultura de Occidente por haber reducido a la nada los
supremos valores de la vida.
El nihilismo es la enfermedad del mundo y la cultura
occidental al afirmar que “nada” vale este mundo y viviendo de espaldas a los
valores del cuerpo, de la voluptuosidad, del goce,…
Es por eso, por no apoyar ni apoyarse en la vida y en los
valores vitales por lo que, huyendo, se refugian en mundos ideales, en cielos y
paraísos celestes, renunciando a hacer de la tierra un “paraíso terrenal” del
que no querer salir.
“Dios ha muerto” –proclamará Nietzsche (con todo lo que ello significa (ver en el blog)
“Sed fieles a la tierra” – proclamará Nietzsche, al aquí, al
ahora, a la vida, al presente.
Propone como ideal no a Dios, sino al Superhombre, alejado
de cualquier moral, el que da un salto en la historia de la humanidad para
recobrar el gusto por vivir, por aquellos placeres que adornaban a los antiguos
dioses y héroes en el mundo antiguo, antes de que fueran desterrados al olvido
por la Razón y
el Cristianismo.
¡Qué bien lo refleja con la metáfora del León (fuerza,
“puedo”), el Camello (debilidad, “debo”) y el Niño (inocencia, “quiero”)¡
Ese es el Superhombre, al que debemos aspirar, el niño que
lo único que quiere es jugar, ahora, luego, siempre, con todo,…jugar, gozar,
disfrutar,..
“Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los
cielos” –dijo el Crucificado.
“Si no os hacéis niños, si no aspiráis a vivir la vida, esta
vida, la única que hay, si no os decidís a gozar los placeres que esta vida te
ofrece…no perteneceréis al reino de la tierra”.
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