Si el hombre ha estado
separado de sí mismo, por la
Alteridad divina, trascendente, tras buscarse, se ha
encontrado a sí mismo, en la
Autonomía humana, capaz de dar sentido a su vida e ir por el
camino adecuando sin ayuda ni necesidad de tutores religiosos.
La manera de reaccionar de la Iglesia oficial ya sabemos
cuál fue, Encíclica viene y Encíclica va, siempre condenando los avances
provenientes de esa autonomía conquistada y que se había quedado perdida,
postergada, durante siglos.
De lo creído e inverificable,
a lo sabido científicamente, verificable y falsable,
El hombre ya va a considerar
a Dios como innecesario en el ámbito de la verdad.
Y poco a poco también Dios va
a estar demás en el campo de la vida pues la propia razón, autónoma, va a
proponer metas a conseguir y los caminos a recorrer.
La sociedad, también va a
organizarse y dirigirse por esa Razón y para lo cual la Iglesia y su jerarquía van
a estar demás, aunque ya sabemos cómo se las gastaba la Iglesia para no salir de
la escena social.
¿No ha decaído, el
cristianismo, en los últimos tiempos, a la categoría de mito, como lo eran las
antiguas religiones politeístas antes de su llegada a la escena pública?
¿No es un mito metafísico que
quiere comprender el mundo, aparte y diferente a la explicación por causas de
las Ciencias, y que con él se contentan sus fieles (el Diseño Inteligente, por
ejemplo)?
Porque “el mito es aquello
que cualquiera puede volver a contar pero nadie puede, absolutamente,
desmentir”
Afirmar que el mandamiento
esencial del cristianismo es el Amor: “amaos los unos a los otros como yo os he
amado”, eso hay que concretarlo e interpretarlo, porque eso se lo dice sólo a
varones, blancos, heterosexuales y judíos.
¿Amar, igualmente, a todas
las mujeres, de cualquier color, con cualquier opción sexual y de cualquier
lugar de la tierra?
No siempre ha sido ni es así
porque, precisamente la
Iglesia católica, junto con el Ejército (y éste ya ha abierto
la puerta a las mujeres) discrimina a las mujeres cerrándole la puerta al
sacerdocio y escalas jerárquicas posteriores y superiores, la esclavitud
histórica de la mujer negra, como “cerda de cría de mano de obra gratuita” y
del varón negro como esclavo (y no persona con derechos) hasta ayer mismo, la
homosexualidad y, sobre todo, el reconocimiento no legal (que en nuestra
sociedad ya lo es) sino moral, porque de él no se sigue la reproducción y la
capa del cosmopolitismo hoy día pero que una gran parte de la humanidad pasa
hambre, vive mal, muere pronto, analfabeta, explotada,…y son más las O. N. Gs.
seculares las que priman sobre la institución eclesial.
¿Es que, acaso, los Derechos
Humanos, proclamados por la sociedad civil como ideales a conseguir y practicar
en todas las partes del mundo, no están un poco más allá que la mera caridad,
la bandera de la Iglesia ?
Hablar de derechos a
conseguir y reconocer es distinto y superior a la mera caridad, como limosna
con la que uno se hace merecedor de ventajas eternas transmundanas.
La necesidad es lo opuesto a
la arbitrariedad.
Si en los seres artificiales
(este ordenador con el que estoy escribiendo, esta casa en la que vivo, esta
mesa sobre la que escribo) es necesario, para su existencia, la voluntariedad
del artista como causa (eficiente, final, material, formal y ejemplar) porque
sin el artista no existiría esta categoría de seres ¿qué ocurre con los seres
naturales, que se rigen por leyes universales y necesarias, sin excepciones?
Si esta tecla “A” siempre
escribe “A” es porque el artista diseñador así ha confeccionado este teclado
pero saltar de categoría y afirmar que también el mundo natural necesita de un
creador y organizador,…es una falacia.
La caridad es el disco duro
del cristianismo pero es sólo el remiendo que tapa el agujero o roto causado
por la ausencia de los Derechos Humanos.
Si la justicia reinara en
este mundo y en todos los hombres la caridad estaría demás, como la costurera
está de más si no hay costura que hacer, si no hay agujero que tapar.
Porque el mundo es como es y
está como está es por lo que es conveniente y necesaria la práctica de la
caridad, al menos la limosna llena el estómago, aunque el hambriento preferiría
“ganarse el pan con el sudor de su frente”.
Si estuvieran presentes y
activos los Derechos Humanos y todos pudiesen vivir dignamente y felizmente
esta vida terrenal el deseo de la otra vida no estaría, o al menos no estaría
tan arraigada, porque reinaría la armonía social cosmopolita.
Si las Iglesias no quieren
desaparecer de la escena y quieren intervenir en la política y en la sociedad,
con el argumento de que el hombre, además de sus fines terrenos, tiende a una
felicidad eterna que no puede proporcionar la política laica, el proceso de
secularización avanza implacablemente a no querer abandonar esta vida, si es
feliz en ella, a huir de las hipotecas con renuncias a placeres lúdicos como
moneda de cambio para el espectáculo de ultratumba.
Sólo se desea huir de un
lugar cuando en él se está a disgusto, le es alevoso, rodeado de
necesidades,…pero si no…
El “muero porque no muero” ha
dejado sitio a “quiero vivir más y mejor esta vida”
El hombre de la sociedad
actual, secularizada, si está bien, porque vive bien, no necesita, ni ansía, la
salvación porque se considera salvado ya.
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