Solemos desconfiar de quien,
sin apenas conocernos, nos lanza una pregunta porque, muchas veces, las
preguntas vienen pidiendo “esa” y no otra respuesta.
Son preguntas contaminadas,
no limpias.
Pero muchas veces, y sólo con
el objetivo de saber, se hacen preguntas.
La pregunta, sin malsana
intención, nunca debe ser comprometedora, la que compromete es la respuesta que
se dé.
Porque la pregunta sincera (y
sin malsana intención) es una interrogación que se abre y pide que se cierre con
una respuesta.
El que responde es el que
queda comprometido, no, pues, el que pregunta con buena intención..
Muchas veces me han
preguntado si soy creyente, a lo que siempre he respondido que soy “agnóstico”,
que no es ni bueno ni malo, sino que es, sencillamente, una posición intelectual
respecto a ciertos campos o temas.
Yo creo en muchas cosas pero
en lo que no creo es en lo sobrenatural (en dogmas, en vida de ultratumba, en
cielos e infiernos, en juicios finales, en resurrecciones, en vidas eternas,…)
pero creo en muchas cosas naturales del campo de la física, de la química,… de
la ciencia en general.
Y creo que si adoso a una
molécula de Hidrógeno una molécula de Oxigeno su resultado será Agua (H2O) y
que si bajo su temperatura a 0 o menos grados se congelará, o que se convertirá
en vapor de agua si,…
Y creo que soy padre de dos
hijas (lo que puede ser falsado, por eso es científico) y que si monto en el
autobús número 3 me llevará a la calle en que vivo, y creo que la playa de la Misericordia esta
ahí, a la vuelta de la esquina de mi urbanización.
Son muchas las cosas en las
que creo, pero no en lo sobrenatural.
Recuerdo haber leído la
disputa entre Umberto Eco y el cardenal Martini, como aparece en un librito: ¿“En
qué creen los que no creen”? en cuyo título ya se da por supuesto que “creer”
denota un contenido religioso de la sociedad en que viven los interlocutores
que, siendo italianos (y uno de ellos, además, cardenal), está refiriéndose a la religión católica.
Como si “creer” no pudiera
denotar otros campos, como el de las ciencias, el de los valores, el de la
historia, el de la sociedad,…campos en los que es necesario apoyar en
argumentos lo más convincentes posible, lo que muchas veces no ocurre, pero no
por eso pueda uno dejar de creer en esos fenómenos todavía no definitivos ni
totalmente concluyentes.
Y sabemos que los argumentos
de las Ciencias Experimentales no son de la misma clase que los de las Ciencias
Sociales y, menos aún, de los de las Ciencias Formales.
Es decir, los religiosamente
incrédulos o agnósticos creemos en muchas cosas.
La pregunta, hoy, podría ser
otra: ¿“En qué creen los que creen”? acompañada de otra pregunta: ¿”Por qué
creen en eso en lo que creen”?
Porque ¿por qué se aceptan,
como verdaderos, ciertos dogmas incomprensibles a todas luces como la Santísima Trinidad
(tres dioses pero un solo Dios o “tres personas distintas y un solo Dios
verdadero” o “el Padre engendra al Hijo y del amor entre ellos surge el
Espíritu Santo) o como la
Encarnación de Dios (que Dios, inmaterial por naturaleza, se
materialice en carne humana sin dejar de ser Dios y siendo, al mismo tiempo,
hombre?"Dios y hombre verdadero”) o
una Virgen-Madre que se ha quedado embarazada sin haber conocido varón y da a
luz, nada más y nada menos, que a Dios (“la Madre de Dios”) ¿Cómo se puede ser Madre de Dios?
¿Por qué el creyente cree en
todo lo anterior (y mucho más)? Puede dar algún argumento, aunque sólo sea
probable, como el de las causas económicas de la Revolución Francesa
o el triunfo del capitalismo en los países de religión protestante y no en los
de religión católica.
Y, la pregunta de las
preguntas: ¿Creer en que “vita mutatur, non tollitur”, en que cuando una
persona está con el corazón parado y encefalograma plano, cuando ya está
clínica y definitivamente muerto, eso es el paso necesario para otra vida
superior, eterna….?
Creo que es más interesante
preguntarles en qué creen los que creen que en qué creen los que no creen.
¿Acaso la concepción del
hombre y del mundo es más explicativa como lo afirma la religión que como lo
expone la ciencia?
Creo que el cristianismo,
como religión, no es una forma de pensar, sino una forma de hablar de lo que nada puede decirse a no
ser que sea un juego de lenguaje que sólo intente entretener usando como tema
una fábula y una forma de comportarse según los modos y maneras que sus tutores
recomiendan u obligan.
San Agustín afirma: “ama et
quod vis fac” (“ama y (luego) haz lo que quieras”) como el principio de la
moral cristiana.
Pero para ese mandamiento o
regla moral, hoy, no hace falta ser cristiano, basta con ser solidario,
humanitario, meterte en los zapatos del otro, compartir con el otro,…son muchos
los que militan en asociaciones laicas que se parten el pecho por los pobres,
por los enfermos, por los desheredados, por los analfabetos, por los
perseguidos…del tercer o cuarto mundo.
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