Que se llame “caridad
cristiana” o “solidaridad y humanidad”, es lo mismo en esta sociedad cada vez
más laica.
Quizá sea esa “caridad
cristiana” lo que se resiste a desaparecer en este mundo secularizado.
Podríamos llegar a la
conclusión de que en este mundo secularizado en el que Dios no hace falta
(aunque no sobre) si seguimos al San Agustín de “ama y, luego haz lo que
quieras”, porque “obras son amores”, los no creyentes también aman obrando.
Como si este mundo, aunque
carezca de Dios, no por eso deja de ser cristiano, pero no tanto con un
cristianismo de creencias como con un cristianismo de obras.
De hecho estamos asistiendo
al despeñamiento de ambos ante la aparición de sucedáneos que se hacen más
atractivos.
Suele afirmarse que a Roma le
daba igual cuatro dioses que cuatrocientos por lo que territorio que los
romanos conquistaban adoptaban también a sus dioses, hasta poder edificar un
“Panteón” (todos los dioses, los que ha habido y los que puedan venir) porque
levantar un templo a cada uno de ellos quedaría Roma sin espacio libre.
De hecho si el cristianismo
fue perseguido no fue porque adoraran a su Dios, sino por no admitir la
divinidad del Emperador, ya que, para ellos, sólo había Uno, Yahvé o Jehová, el
suyo, “monoteísmo”).
Y entre los griegos, el
objetivo de la filosofía no era tanto la Verdad (que también) como la Felicidad , de ahí que
tras Sócrates, Platón y Aristóteles, fue el triunfo y la implantación de las
Escuelas Éticas (hedonismo, estoicismo, epicureísmo,..) una vez desaparecidos aquellos
grandes filósofos y ya en un mundo nuevo, el mundo grecorromano.
Por eso a los humildes,
pobres, desheredados, olvidados…al pueblo bajo, (en una palabra), lo que más le
atraía del cristianismo de Pablo era la promesa de resucitar tras la muerte y,
sobre todo, la promesa de salvación, al ser los social y políticamente
olvidados pero considerados “bienaventurados”, los que serán, precisamente
ellos, los eternamente felices en la otra vida, ellos que eran lo más bajo, los
arrastrados en esta vida temporal.
No hay mayor reclamo para un
pobre, en esta vida, que la promesa de una felicidad eterna tras la
resurrección de los muertos y el juicio divino final.
La promesa de llegar a ser,
allí, lo opuesto a lo que eran aquí.
Si su jefe es “el Camino, la Verdad y la Vida ”, sigámosle y se
cumplirá en nosotros la promesa de salvación.
Aunque hubiera que sacrificar
los placeres corporales y terrestres, siempre limitados y temporales, algo a lo
que no estaban dispuestos los ateos y creyentes de otras religiones no
salvíficas.
Cuando, en un politeísmo, la
verdad viene de la mano de dios, la pelea, la lucha y la persecución entre los
seguidores de uno u otro dios está asegurada.
Pero cuando esa religión se
proclama “monoteísta” su Dios, el único Dios, es el Dios verdadero, su religión
es la religión verdadera, la felicidad prometida es la felicidad eterna y “con
el mismo cuerpo y alma que tuvimos”.
Cuando Pablo, en el Areópago de
Atenas, prometía la “resurrección de la carne/de los cuerpos” para disfrutar de
la eterna felicidad, muchos de sus curiosos, y quizá interesados, oyentes se
marcharon, considerando absurda la promesa de la “resurrección humana”.
Ninguna otra religión había
llegado a prometer tanto, por lo que los desheredados de este mundo no renuncian,
sino que aceptan alegremente, la herencia futura que se le promete, y sin
cambiar, casi, de vida, porque pobres, hambrientos, perseguidos,…ya lo eran,
por lo que eran los “bienaventurados”, los elegidos.
El cristianismo no entra en
el mercado de las religiones poniéndose al lado de las demás religiones, como
una más, sino con pretensiones de exclusividad, de ocupar todo el espacio
religioso y espiritual pero al que sólo se adhieren (porque les interesa) los
pobres,…
Y como, poco a poco, y
codeándose con las demás religiones, no sólo va sobreviviendo sino ocupando
cada vez más espacio hasta llegar, legalmente, a ocuparlo todo cuando es proclamada,
en el siglo IV con la “religión oficial” se considera con el derecho y la
obligación de perseguir a las demás religiones, falsas, puesto que, como la Verdad es una y estamos en
posesión de ella, los creyentes en otras religiones y las demás religiones, no
tienen derecho a existir, como no tiene derecho a existir ni a proclamar la
falsedad.
De ahí que de ser perseguidos
y “mártires” se convertirán en
“inquisidores” y perseguidores.
Si los paganos eran
escépticos hasta cuando creían en sus dioses, los cristianos tenían la certeza
de que su dios era el Único Dios verdadero, como su religión era la única
religión verdadera y la consecuencia será la persecución a los demás dioses
(ídolos), a las demás religiones (falsas), a los demás creyentes (equivocados,
en el error) y a los que habrá que catequizar para prepararlos y convertirlos a
la única fe y religión verdaderas, la suya.
Y si los paganos eran, más o
menos, tolerantes porque “su” dios era uno entre muchos más, los cristianos
serán intolerantes por que su Dios es “el Único Dios”.
Y si las persecuciones
romanas contra los cristianos fueron la consecuencia de no creer en la
“divinidad de los emperadores”, la Inquisición cristiana seguirá los mismos pasos,
cambiando el modelo de martirio, y la muerte en la cruz por la muerte en la
hoguera.
El enemigo de este
cristianismo monoteísta no van a ser los demás dioses y sus creyentes, sino la
propia Razón Humana, que renuncia a conocer la verdad por si misma en vez de
aceptar calladamente la verdad de la fe manifestada en “el libro revelado por
Dios”.
La autonomía proclamada por
la razón, dando cuenta de sus verdades con argumentos y pruebas, frente a la
heteronomía proclamada por la fe, sin prueba alguna sino con la aceptación
servil de que su verdad, creída, es la única verdad, divina además y, por
supuesto, superior a la verdad humana.
Dios es garantía de verdad,
la razón humana es garantía de la posibilidad de error.
Y entre la autoridad de Dios
o la autoridad de la Razón
humana, la opción está muy clara.
La aceptación de la verdad
creída, sin evidencia, superior a la verdad racional, evidente.
Y cuando hubiera oposición
entre ambas, en un esquema escolástico, tendrá que rectificar el hombre, no
Dios.
La heteronomía, divina, sobre
la autonomía, humana.
Esquema que va a romperse en
y con la Ilustración ,
ya preparada desde el Renacimiento y la Modernidad , con la proclamación de la Diosa Razón y la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, por ser hombre, racional y social,
no por ser religioso ni creyente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario