domingo, 3 de febrero de 2019

RAZÓN Y PASIÓN: LA LEYENDA NEGRA DE LAS PASIONES (6)


¿No hay “crímenes racionales?. ¿Sólo hay “crímenes pasionales”?.

Todas las mañanas se nos entreteje el desayuno con algún crimen, generalmente causado por un varón, sobre su expareja sentimental.
Impropiamente se le denomina “violencia de género”, como si los géneros (categorías gramaticales: masculino, femenino y neutro) pudieran ser causa de agresión sobre las personas.
Cuando aprendamos a hablar bien diremos y los llamaremos “violencia de sexo”, pues es un sexuado el que agrede, violenta o mata a otro sexuado, del mismo o distinto sexo.


Esta supuesta pareja de opuestos, que ya apareció en la tabla de opuestos de Pitágoras, fue seguida y amplificada por Platón y elevada a los cielos por el Cristianismo.
Hasta el mismo Descartes, con su “res cogitans” y su “res extensa”, sigue la tradición de la oposición entre Razón y Pasión.

Podíamos titular: “Leyenda negra de las pasiones”.

Pitágoras contrapone al orden el desorden, al control el descontrol, a lo racional lo irracional o pasional.
Además coloca al varón y a la mujer en cada una de las listas.
La mujer es la loca, la posesa, la lunática, la irracional, la celosa, la desordenada, la incontrolada, la demoníaca, la histérica,…. Mientras que el varón es, exactamente, lo contrario.
El sexo le sorbe el seso a la mujer, de aquí su función de parir, no de pensar. La pasión la posee.
No es eso lo que le ocurre al hombre, sino todo lo contrario.

Los celos (una pasión, que se “padece”) disparan, como un resorte, una conducta incontrolada.
¿Qué puede hacer la Razón ante una Pasión que la invade, como una metástasis galopante?
¿Qué puede hacer la Razón con un ludópata, un drogadicto, un fumador, un alcohólico,… cuando toda la energía está desviada hacia ese polo?

Fue a partir de Sócrates y los Sofistas cuando la Filosofía sustituye a la Épica y a la Tragedia como fundamento en la educación de unos jóvenes deseosos de intervenir en el gobierno de la polis.
Y la polis se rige por la democracia y ésta supone la palabra, el argumento, el diálogo, la discusión, el ganar al contrincante con razones de más peso y que el pueblo lo aprueba.

La fuerza de la Razón (de la palabra) como sustituta y superior a la razón de la fuerza.

El antiguo “vencer”, sustituido y superado por el “convencer”.

Hay que saber “hablar” (“gramática”), “hablar bien” (“retórica”), “hablar mejor” que los demás (“dialéctica”).
La dialéctica es una guerra, una lucha de/con palabras y la vencedora hace callar a la perdedora.

La Verdad existe –dice Sócrates contra los sofistas- sólo hay que saber buscarla.
Y el método, el camino para llegar a ella es la “dialéctica”.
Sócrates la practicaba en la calle y en el ágora, la “hablaba”, la seguiría Platón, dejándola por escrito en sus Diálogos y quedaría formalizada por Aristóteles en las Leyes de la Lógica.

La Dialéctica es el uso y desarrollo de la Razón, fundamento educativo para la formación política.

A la antigua heroicidad de la Epopeya la sustituye la “virtud”.

La virtud (“virtus”), en un principio no tiene connotación religiosa alguna. Es “fuerza”, “energía”, que consistirá en soportar, sin el más ligero pestañeo, las desdichas que destruyen la armonía del alma humana cuando se deja dominar por las pasiones y no puede imponerse a ellas, sometiéndolas.

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