¿No hay “crímenes racionales?. ¿Sólo hay “crímenes
pasionales”?.
Todas las mañanas se nos entreteje el desayuno con algún
crimen, generalmente causado por un varón, sobre su expareja sentimental.
Impropiamente se le denomina “violencia de género”, como si
los géneros (categorías gramaticales: masculino, femenino y neutro) pudieran
ser causa de agresión sobre las personas.
Cuando aprendamos a hablar bien diremos y los llamaremos
“violencia de sexo”, pues es un sexuado el que agrede, violenta o mata a otro
sexuado, del mismo o distinto sexo.
Esta supuesta pareja de opuestos, que ya apareció en la
tabla de opuestos de Pitágoras, fue seguida y amplificada por Platón y elevada
a los cielos por el Cristianismo.
Hasta el mismo Descartes, con su “res cogitans” y su “res
extensa”, sigue la tradición de la oposición entre Razón y Pasión.
Podíamos titular: “Leyenda negra de las pasiones”.
Pitágoras contrapone al orden el desorden, al control el
descontrol, a lo racional lo irracional o pasional.
Además coloca al varón y a la mujer en cada una de las
listas.
La mujer es la loca, la posesa, la lunática, la irracional,
la celosa, la desordenada, la incontrolada, la demoníaca, la histérica,….
Mientras que el varón es, exactamente, lo contrario.
El sexo le sorbe el seso a la mujer, de aquí su función de
parir, no de pensar. La pasión la posee.
No es eso lo que le ocurre al hombre, sino todo lo
contrario.
Los celos (una pasión, que se “padece”) disparan, como un
resorte, una conducta incontrolada.
¿Qué puede hacer la
Razón ante una Pasión que la invade, como una metástasis
galopante?
¿Qué puede hacer la
Razón con un ludópata, un drogadicto, un fumador, un
alcohólico,… cuando toda la energía está desviada hacia ese polo?
Fue a partir de Sócrates y los Sofistas cuando la Filosofía sustituye a la
Épica y a la Tragedia
como fundamento en la educación de unos jóvenes deseosos de intervenir en el
gobierno de la polis.
Y la polis se rige por la democracia y ésta supone la
palabra, el argumento, el diálogo, la discusión, el ganar al contrincante con
razones de más peso y que el pueblo lo aprueba.
La fuerza de la
Razón (de la palabra) como sustituta y superior a la razón de
la fuerza.
El antiguo “vencer”, sustituido y superado por el
“convencer”.
Hay que saber “hablar” (“gramática”), “hablar bien”
(“retórica”), “hablar mejor” que los demás (“dialéctica”).
La dialéctica es una guerra, una lucha de/con palabras y la
vencedora hace callar a la perdedora.
Y el método, el camino para llegar a ella es la
“dialéctica”.
Sócrates la practicaba en la calle y en el ágora, la “hablaba”,
la seguiría Platón, dejándola por escrito en sus Diálogos y quedaría
formalizada por Aristóteles en las Leyes de la Lógica.
A la antigua heroicidad de la Epopeya la sustituye la
“virtud”.
La virtud (“virtus”), en un principio no tiene connotación
religiosa alguna. Es “fuerza”, “energía”, que consistirá en soportar, sin el
más ligero pestañeo, las desdichas que destruyen la armonía del alma humana
cuando se deja dominar por las pasiones y no puede imponerse a ellas,
sometiéndolas.
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