lunes, 13 de julio de 2015

MARÍA MAGDALENA (7) EN LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS.



Teniendo en cuenta que los primeros Padres de la Iglesia no distinguían y citaban indistintamente los evangelios ortodoxos y los apócrifos, no es cierto que los apócrifos, de los cristianos gnósticos, inventen a María Magdalena, sencillamente confirman lo que en los canónicos se manifiesta o se entrevé.

La lucha comenzó cuando se planteó la autoridad de la herencia cristiana entre las diversas corrientes del cristianismo primitivo y fue ganando y afianzándose la variante sostenida y defendida por Pedro, Pablo y los otros apóstoles varones.
Por lo que todo lo que disintiera y no fuera acorde con la posición ganadora sería considerado “herético” y se condenó a desaparecer la literatura que emanaba de esos movimientos.
Algunos de sus líderes serían asesinados y se salvaron sólo algunos manuscritos que fueron escondidos por monjes que simpatizaban con ellos y sostenían ideas más abiertas.
Esos manuscritos, los evangelios gnósticos, han aparecido en el desierto de Nag Hammadi, en el alto Egipto.

Uno de ellos es el EVANGELIO DE MARÍA, atribuido a María Magdalena, y del que faltan algunas páginas, pero del que se afirma que “con gran probabilidad nos hallamos ante un texto fundador del cristianismo y que va a contribuir mucho a dilucidar sobre el origen del mismo”

Es el primero de los cuatro hallados en el “Codex Gnóstico”, de Berlín y es de principios del siglo IV, aunque contiene un fragmento en griego que podría ser del siglo III, antes de que el Gnosticismo fuera rechazado como doctrina herética por la corriente cristiana de Pedro.
En este evangelio se revela que Jesús había descubierto a la Magdalena algunas verdades en secreto y que habría escondido a los mismos apóstoles.

“El Hijo del Hombre está dentro de vosotros. Seguidle……ID y predicad el Evangelio del Reino…..No impongáis regla alguna, fuera de la que yo he sido testigo…..no añadáis leyes a las ya dadas por el que os dio la Torá…..¿Cómo ir a los paganos y anunciar el Evangelio….?. ¿Si no hicieron caso a Él…. Entonces María (Magdalena) se puso en pie, los besó a todos y dijo a sus hermanos: “no lloréis y no os apenéis, y no seáis personas sin coraje, porque su Gracia estará plenamente con vosotros”.

Pedro, entonces, reconoce la superioridad de María y le dice: “hermana, sabemos que el Salvador te amó más que al resto de las mujeres. Dinos, pues, las palabras del Salvador que recuerdes, las que sabes y que nosotros ni hemos tenido ni oído”
María le respondió: “lo que está escondido de vosotros, yo os lo proclamaré”
Y comienza a hablarles de una visión que tuvo el Señor, en el que aparecen ideas gnósticas, como la importancia de la mente sobre el cuerpo y el espíritu para entender la verdad.
Entonces Andrés pide que se opine sobre esa visión que María acaba de contarles, añadiendo: “yo reconozco que no creo que el Salvador haya dicho eso, porque estas enseñanzas son ideas extrañas”.
Pedro, entonces, con su mentalidad machista, añade: “¿Es posible que Jesús haya hablado privadamente con una mujer y no abiertamente con nosotros?, ¿vamos a preocuparnos escuchándola a ella? ¿Acaso Él la prefirió a nosotros?”

María Magdalena rompe a llorar y dice a Pedro: “¿Piensas que a mí se me ocurrió esto o que estoy mintiendo acerca del Salvador?”
Es, entonces, cuando Leví (Mateo, el autor de un evangelio canónico) sale en defensa de la Magdalena y recrimina a Pedro: “Tú siempre has sido acalorado, Pedro. Ahora veo que estás enfrentándote con esta mujer como si fuera un adversario. Si el Salvador la consideró digna ¿quién eres tú para rechazarla? Seguramente el Salvador la conoce muy bien. Por eso la amó a ella más que a nosotros. Por tanto, deberíamos avergonzarnos y revestirnos del hombre perfecto y predicar el Evangelio, no poniendo más reglas ni otra ley más allá de lo que el Salvador dijo”.

“Este pasaje –dice César Vidal- es un reflejo de la controversia antifemenina dentro de la Iglesia. Las primeras comunidades cristianas concedían un papel de igualdad a la mujer, pues conocemos diaconisas (Romanos 16, I), profetisas (Hechos de los Apóstoles 21,9), incluso alguna apóstol (Romanos 16,7). Esto era indiscutible a comienzos de la segunda mitad del siglo I (Gálatas, 3,28), pero a fines de este siglo I la importancia de la mujer en la Iglesia era ya muy reducida”.

EL EVANGELIO DE FELIPE.

Es el que mejor describe la relación personal y amorosa de Jesús y María Magdalena. Es un tratado esencialmente gnóstico, escrito cuando el movimiento cristiano gnóstico aún era aceptado por la Iglesia oficial como una de las corrientes teológicas del cristianismo incipiente.
Debió de ser escrito en Siria, a mediados del siglo III.

Afirma: “…y la compañera del Señor es María Magdalena. Y Cristo la amó más que a todos los discípulos y acostumbraba a besarla, a menudo, en la boca. El resto de los discípulos se ofendía por ello y expresaba su desaprobación”.
Le dijeron: ¿”por qué la amas más que a todos nosotros?”.
El Salvador les respondió: ¿Por qué no os amo más que a ella? Cuando un ciego y uno que ve están en la oscuridad, no son diferentes el uno del otro. Cuando llegue la luz, el que ve verá la luz y el que es ciego seguirá en la oscuridad.
El Señor dijo: “Bienaventurado aquel que es antes del que vino a ser, porque es, ha sido y será”.

“Solía besarla a menudo en la boca”  (relación de amor humano concreto)
Ella fue considerada digna de conocer alguno de los misterios más ocultos y esotéricos de su doctrina.

“La ignorancia es la madre de todo mal….porque la vendad es como la ignorancia. Mientras está escondida descansa en sí misma, pero cuando es revelada y es reconocida es alabada porque es más fuerte que la ignorancia y el error. Proporciona la libertad. La Palabra dice: “Si conocéis la verdad ella os hará libres. La ignorancia es una esclava. El conocimiento es la libertad. Si conocemos la verdad, encontraremos los frutos de la verdad dentro de nosotros….”

Para los cristianos gnósticos, como María Magdalena, el verdadero pecado era la ignorancia, y el conocimiento representaba la liberación.
La perdición no es el fruto del pecado, es el fruto de la ignorancia.
Para los gnósticos de nada servían las prácticas externas del los Sacramentos, si los cristianos no eran unos iluminados y no habían sido capaces de vencer la ignorancia, que era la puerta de todos los pecados y sufrimientos.

EL EVANGELIO DE TOMÁS.

Escrito entre los siglos I y II, podría ser anterior a alguno de los Evangelios Canónicos y haberse inspirado en fuentes muy antiguas en las que también bebieron Mateos, Marcos y Lucas.
Hace hincapié en las doctrinas más radicales de Jesús, como la pobreza, que fue diluyéndose cuando los cristianos tuvieron que dejar de poner en común todos sus bienes porque algunos comenzaban a aprovecharse de ello para su propio interés.
Este Evangelio Gnóstico de Tomás habla del desprecio o el desinterés por el dinero: “Si tenéis dinero no lo prestéis cobrando interés sino dadlo a aquel que no os lo devolverá (90)”
“Los escribas y fariseos han agarrado las llaves del conocimiento y las han escondido. Ellos mismos no han entrado, ni han dejado entrar a  aquellos que desean hacerlo. Vosotros, en cambio, sed tan sabios como las serpientes y tan inocentes como las palomas (38).

La importancia del conocimiento como medio de salvación y purificación, es típico de la Filosofía Gnóstica.
“El Reino está fuera de vosotros y dentro de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos, entonces seréis conocidos y os daréis cuenta de que vosotros seréis los hijos del Padre viviente. Pero si no llegáis a conoceros a vosotros mismos, moráis en la pobreza y vosotros sois esa pobreza” (3)

Lo que, en parte, me recuerda a Sócrates.

En otro pasaje María Magdalena le pregunta a Jesús a quién se asemejan sus discípulos y Jesús, viendo a unos niños siendo amamantados, le dice que los que entran en el Reino de los Cielos son como esos niños.
En todos los evangelios Jesús recalca que sólo aquellos que se parezcan a los niños podrán entrar en su Nuevo Reino.

Cuando sus discípulos le preguntan que cuándo se va a revelar a ellos totalmente (quizá haciendo alusión a que sólo lo hacía con María Magdalena, su compañera) Jesús le responde: “Cuando os desnudéis sin avergonzaros y toméis vuestros vestidos y los coloquéis a vuestros pies como niñitos, y los pisoteéis, entonces veréis al Hijo del que vive y no temeréis” (37).

¿Por qué hay que ser como niños para entrar en el Reino de los Cielos?– le preguntan los apóstoles.
A lo que Jesús les responde: “Cuando hagáis de los dos uno y cuando hagáis y cuando hagáis el exterior como el interior y el interior como el exterior, y lo de arriba como lo de abajo, y cuando hagáis al hombre y a la mujer una sola cosa, de manera que el hombre no sea hombre y la mujer no sea mujer” (22)

Pura Filosofía Gnóstica.

Y es que para los gnósticos el ser humano sólo es completo cuando ha reunido, en sí, los elementos de la feminidad y de la masculinidad en perfecta síntesis.
El hombre debe dejar de ser sólo masculino y la mujer sólo femenina.
Y es, en este contexto, en el que se analiza un pasaje que no aparece en los canónicos, cuando Pedro le dijo a Jesús: “Que María nos deje, porque las mujeres no son dignas de la vida”.
A lo que Jesús le responde: “Yo mismo la guiaré para convertirla en varón, de manera que ella también se convierta en un espíritu viviente semejante a vosotros, los varones. Porque toda mujer que se haga a sí misma varón, entrará en el Reino de los Cielos” (114)

Con estas palabras se cierra el evangelio de Tomás.
Estas afirmaciones, tan enigmáticas, hacen alusión a la lucha que existía en los principios de cristianismo para excluir a la mujer de la corriente más jerárquica de la Iglesia.

Jesús, en clave gnóstica, defiende la igualdad entre la mujer y el varón y recalca que, así como el varón tiene que convertirse en mujer, es decir, asumir su parte de feminidad para ser una persona completa, del mismo modo la mujer tiene que convertirse en varón, asumir su parte de masculinidad para ser, también, un ser perfecto.

Los evangelios gnósticos, en los que María Magdalena tiene tanto protagonismo, suponen una visión del primer cristianismo.

Se ajustan a los canónicos, pero presentan una visión diferente, con fuertes tintes de feminismo e insistiendo en la idea gnóstica de que la salvación se conquista más por el camino de la iluminación que por el de las renuncias o por una acción externa de Dios.

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