viernes, 24 de julio de 2015

MARÍA MAGDALENA (12) LEYENDAS SOBRE LA MAGDALENA



Que surjan leyendas varias y variadas sobre un personaje, aunque sean fantasiosas, quiere decir, también, que no se quedó perdida en la cuneta de la historia sino que contaba, y mucho, para la tradición oral.

Aclarar, desde ya, que desde el punto de vista estrictamente histórico las huellas de la Magdalena se pierden casi de inmediato.
Con los episodios de la pasión y la resurrección su figura desaparece y no se sabe si vivió muchos años más  ni dónde murió.
Sencillamente. No se sabe.

Quizá para cubrir esa laguna histórica es por lo que se forjaron tantas leyendas tras el episodio de la resurrección de Jesús, como no queriendo dejarla morir del todo.

No. No es verdad que la Magdalena fuera una “diosa sagrada” que convertía en rey a la persona que ungía con aceites y perfumes.
Y esta leyenda surge de una confusión al interpretar los evangelios, ya que en ellos no se afirma que la Magdalena lo hiciera sino que fueron otras dos mujeres: la prostituta en el banquete en casa del fariseo y María, la hermana de Lázaro, al que Jesús resucitó y contestó a la hacendosa Marta que María estaba en el buen camino y no ella, que seguía repitiendo el rol de la mujer judía.

De la identificación y la confusión de ambas Marías es de donde surge una de las leyendas que la colocan, junto a su hermano Lázaro, en las costas francesas.
Además iba embarazada.
Esta leyenda, que comenzó a circular muy pronto, se consolidó a partir del siglo XI.

Esa María no es la Magdalena.

Otra leyenda urbana es que si José de Arimatea, el rico amigo de Jesús, le prestó su sepulcro para enterrar el cadáver de Jesús era por la relación que existía entre ellos, entre José de Arimatea y la Magdalena.
La leyenda de esta tradición es la que tuvo más fortuna en la Edad Media: la Leyenda del Santo Grial, y que tiene muchas variantes, pero que, en líneas generales, se reduce a que ambos personajes huyeron a Francia llevando consigo una preciosa reliquia: el cáliz con el que Jesús celebró con sus apóstoles la última cena.
Pero esta historia está revestida con ropajes presuntamente esotéricos y simbólicos.
Porque el Cáliz podría haber contenido la sangre de Jesús, por lo que dicen los evangelistas: “Tomó, luego, una copa y dijo: “bebed todos de ella, porque ésta es mi sangre” (Mateo, 26, 27)

Pero otras tradiciones dicen que el Grial era sólo la sangre (y no el cáliz) que José de Arimatea habría conseguido de algún modo cuando el profeta estaba en la cruz.

También está la tradición más propalada, la simbólica, que es la que afirma que el cáliz donde estaba depositada la sangre de Jesús era el vientre de la Magdalena, que iría embarazada, y llevaría en su seno un hijo de Jesús.

Esta relación de la Magdalena con el Santo Grial se ha visto favorecida por algunos artistas, que la han colocado al lado de Jesús en la Última Cena y Jesús le habría regalado aquel precioso objeto y ésta lo habría conservado o escondido en algún lugar.

Los relatos caballerescos de la Edad Media revalorizaron el Santo Grial o Sangraal (sang-raal = “sangre real, en francés).

Y luego se enlazan y se entremezclan las leyendas generando un maremágnum incomprensible.

Porque “si era sangre real” ello significaba una herencia dinástica, atribuida a los merovingios franceses, entre otros.
Esa “sangre real” serían los descendientes de Jesús y la Magdalena, con lo que se afirma que tuvieron hijos.

La que identifica el Grial con el vientre de María Magdalena es una de las fantasías del famoso Código da Vinci, de Dan Brown.
Lo que el mundo lleva buscando desde hace siglos no sería el cáliz de la Última Cena sino los restos mortales de la Magdalena, su tumba.

La Iglesia Católica, que no acepta el matrimonio entre Jesús y la Magdalena y, menos aún, su posible descendencia, habría ocultado celosamente esa tumba y, para los aficionados a las grandes conspiraciones, ése sería el gran secreto Vaticano.

¿VIVIÓ Y MURIÓ EN ÉFESO?

Es otra leyenda que afirma que la Magdalena fue perseguida por haber sido la esposa de Jesús.
Después de haber creado una de las comunidades cristianas, de inspiración gnóstica, y tras haber perdido la batalla ante los apóstoles varones que acabaron instituyendo una Iglesia jerarquizada y masculina, María Magdalena fue abandonada en el mar, en una barquita sin remos y sin vela, condenada a morir ahogada.
Pero un milagro la salva y la hace llegar a Marsella (Francia o, mejor, a la Galia, porque Francia, aún no existía).
En realidad, son varios los lugares de Francia que han reclamado reiteradamente la presencia de la Magdalena en sus tierras.
Es el país que más reliquias conserva de ella y donde habría hecho sus primeros milagros.

Pero ¿por qué a la Galia si, seguramente, no habrían oído hablar de que existiera dicho territorio?
Esta leyenda de su presencia se difunde durante la Edad Media y ello se debe a la promoción política y religiosa de su tiempo (ya hemos hablado, en otro lugar, de los Merovingios).

Es tan probable que los restos de la Magdalena se encuentren en Francia como los de Santiago Apóstol se encuentren en Santiago de Compostela.

Pero la leyenda más antigua, y por ello la más creíble es la que la sitúan en Éfeso (Turquía).
Aquí habría pasado los últimos años, después de haber perdido la batalla frente a Pedro y Pablo.
Allí residió con María, la madre de Jesús, antes de regresar ambas para morir en Jerusalén.
Ambas Marías estuvieron juntas en los momentos más trágicos y además eran las que más habían amado a Jesús, lo que sería normal haber estado juntas también en Éfeso, importante población, situada en la costa occidental, ciudad de las diosas Artemisa y Diana, donde justamente Pablo predicaba contra los gnósticos, la corriente teológica a la que pertenecía la Magdalena.
¿También estuvo con ellas, en Éfeso, Juan, “el discípulo amado”?. ¿También murió mártir, como los demás apóstoles, en defensa de su fe?

Lo cierto es que no existe seguridad alguna de que ninguna de las dos Marías saliera del territorio de Palestina.

Quizá lo importante de las leyendas es que surgieron por la relevancia del personaje, al que la historia no consiguió eliminar y cuyo mito pervivió en forma de innumerables e increíbles leyendas.

A pesar de que la hipótesis de Éfeso fuera la más creíble, fue la de Francia, posterior en el tiempo, la que se impondría, sobre todo por motivos políticos, como ya hemos indicado.

La leyenda continúa y la Magdalena habría conseguido convertir al cristianismo a los paganos que se encontró en Francia y, después de este apostolado, se retiró al desierto y allí vivió durante 30 años más, rezando y mortificando su cuerpo en una cueva y recibiendo, continuamente, la visita de los ángeles.
Allí vivía, desnuda, cubierto su cuerpo sólo con su cabellera, que había dejado crecer hasta los pies y que es la imagen que ha inspirado a tantos pintores.

Como es patente esta última leyenda nació de la confusión de la Magdalena con la prostituta del evangelio que ungió los pies de Jesús y los enjugó con su cabello.
La Iglesia la consideró una pecadora pública que quiso, al final de su vida, purgar sus pecados de sexo haciendo penitencia y permaneciendo apartada del mundo.

¿DÓNDE SE ENCUENTRA SU TUMBA?

Una de las leyendas más peregrinas, sin el más mínimo fundamento histórico, es la que sugiere que, a la muerte inesperada, repentina y violenta de Jesús, la Magdalena estaba embarazada de él y para huir de sus enemigos y defender a aquel hijo, fruto de un matrimonio sagrado, tuvo que huir de Palestina y recaló en Francia, donde se desenvolvería la herencia sagrada de Jesús, una dinastía perseguida por la Iglesia y, por tanto, clandestina y secreta.
Lo único cierto es que, en aquel tiempo, era inconcebible que una pareja no tuviera hijos y que era una desgracia no poder tenerlos por ser estéril, aunque siempre sería la mujer la estéril, nunca el varón.

¿Dónde están los restos mortales de la Magdalena?
Otra teoría peregrina es la que afirma que esa tumba la mantiene secreta, y en secreto, el Vaticano, aunque sus reliquias estarían dispersas por todo el mundo.

En el siglo XIII existían 5 tumbas que, supuestamente, guardaban los restos de la Magdalena.
Y si a esas 5 tumbas le añadimos la cantidad de brazos, huesos,…que otros aseguraban tener, lo más seguro es que nos salieran varias Magdalenas.
Y es que, en la Edad Media, las reliquias de los santos poseían una enorme importancia, no sólo religiosa, sino como símbolo de poder.
Por ejemplo, no podía construirse una iglesia si no se poseía una reliquia importante del cuerpo de un santo.
¿Sabéis lo que es el “ara sagrada”?
De ahí el floreciente tráfico internacional de reliquias, con compraventas, cesiones, préstamos, pagos,…
Incluso se organizaban robos nocturnos de reliquias.

Las reliquias más apreciadas eran el Cáliz o Santo Grial, la Sábana Santa o fragmentos de ella, los trozos de madera de la cruz (los “Signum crucis”) y la lanza de Longinos, que le atravesó el corazón, para rematarlo, y del cuerpo del crucificado “salió sangre y agua”.
En Turín se guarda la Síndone o sábana en la que fue envuelto Jesús tras su muerte.
En Valencia se custodia uno de los cientos de cálices de los que se asegura su vinculación con Jesús.
Con los miles de fragmentos de la “vera cruz” que se custodian en tantas ciudades del mundo se podría construir un templo.
Y en Viena se conserva una de las posibles lanzas de Longinos.

En la Edad Media, la importancia de un personaje santo se reflejaba en la cantidad de reliquias que los templos poseían.
De la Magdalena existían innumerables reliquias (tanto fragmentos de su cuerpo como objetos relacionados con ella).
Los Emperadores Bizantinos fueron los primeros en acaparar reliquias.
Cuando los cruzados conquistaron Constantinopla las reliquias comenzaron a cambiar de manos, a comprarse, a venderse, dando lugar a uno de los negocios más prósperos.

Algunos de ellos curiosos (o ridículos): Una pluma del Arcángel San Gabriel, un pañal del niño Jesús, pajas del pesebre,… así como brazos, tibias, dedos…
Hasta un vaso en el que aseguraban que había una mezcla de la sangre de Cristo con el nardo usado por la Magdalena para ungir los pies de Jesús, reliquia que acabó adornando una iglesia de Venecia.

Esa fiebre por las reliquias llegó a acciones inconcebibles.
La Iglesia, por ejemplo, permitió que se descuartizaran los restos mortales de los beatificados, para multiplicar los presuntos beneficios milagrosos de aquellos restos mortuorios.
Algunas Órdenes Religiosas  hacían todo lo posible para conservar intacto el cuerpo de sus fundadores.
Así, en el siglo XIII, el cuerpo de Santo Tomás de Aquino, que había sido decapitado, fue hervido y preservado para que los monjes del monasterio de Fossanuova, en el que murió, no perdieran sus reliquias.

A los restos de la Magdalena, también se le atribuyen milagros.
Y no sólo en Francia, también en Roma, en San Juan de Letrán, existió un altar que, supuestamente, contenía el cuerpo de la santa, aunque sin cabeza.
En Francia son muchas las ciudades que, supuestamente, los acogen: Vézelay (donde se erigió el primer santuario dedicado a la Magdalena (1.120- 1.132), Verdún, Bayeux, Bellebault, Le Mans, Reims y Besançon (todos ellos en el siglo XI).

Incluso antes, que los franceses (ya en el siglo X) fueron los alemanes y los ingleses los que reivindicaron la autenticidad de las reliquias de la Magdalena, hasta un dedo suyo se conservaría en Exeter.

También en España tendríamos restos.
En Oviedo, en el Catálogo de reliquias del siglo XI, aparece un mechón de cabello con el que la Magdalena le enjugó los pies a Jesús.

Reliquias de Jesús ya hemos indicado algunas (sábana santa, lanza de Longinos, Signum crucis, pajas del pesebre) pero también tales como espinas de la corona, paños y telas fúnebres, los clavos, paños/pañales infantiles,… hasta el prepucio (El Santo Prepucio) tras la circuncisión.

De la virgen María se conservan hasta algodones con gotas de leche, del período de lactancia de Jesús)

El que existan tantas reliquias de la Magdalena significa que, desde muy temprano, su personalidad y su cuerpo fueron objeto de culto en la Iglesia universal.
A base de leyendas y relatos el culto se mantuvo vivo.

¿La verdad?


¿Qué verdad?

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