lunes, 6 de julio de 2015

MARÍA MAGDALENA (3): LA MAGDALENA HISTÓRICA.



Hasta 17 veces se cita a María Magdalena o María de Magdala en los evangelios canónicos. Más que a la otra María, la madre de Jesús.
Pero es que de la Magdalena tenemos más datos, además del de los canónicos, como de los apócrifos y en los gnósticos.
Es, pues, un personaje real, y no un mito, y aparece como la “discípula predilecta” de Jesús, objeto de las preferencias e intimidades del profeta de Nazaret, lo que despertaría celos de los otros apóstoles, sobre todo de Pedro, machista y ginéfobo, seguramente como todos los judíos de su tiempo.

Magdala era una ciudad portuaria y colonia de pescadores, situada a orillas del Lago de Tiberiades, en la costa occidental del mismo.
Se nos muestra, la Magdalena, como una seguidora fiel de Jesús, al que no abandona ni siquiera en los momentos decisivos, lo que no puede decirse de los apóstoles varones.
Pero nada sabemos si era judía o pagana o de cualquier otra religión y nada sabemos de su formación intelectual.

Todo lo que se ha escrito sobre ella, las pinturas, incluso las películas sobre ella, son frutos de la fantasía, nada tienen que ver con documentos históricos.
La imagen que de ella predomina es la de “una mujer hermosa, de larga cabellera dorada, que llora sus pecados y es la encarnación de la relación “belleza-sexualidad-pecado femenino” y de aquí a la consideración de prostituta no hay más que un paso.

Para acercarnos a su realidad, pues, habrá que despojarse de los falsos clichés de “mujer de mala vida, pero convertida a la virtud”

En los cuatro evangelios canónicos aparece siempre junto a Jesús, lo que es más extraño, ya que histórica y culturalmente la mujer era un cero a la izquierda en aquella sociedad.
Esa familiaridad en el trato, con absoluta naturalidad y en público, con las mujeres, incluso con las no judías y por lo tanto impuras, es algo que extrañaba sobremanera a los apóstoles.

La escena con la samaritana, de no ejemplar vida y buenas costumbres, ante el pozo de Jacob (y sobre lo que ya he escrito en otro lugar), en un diálogo de querer ligársela, es algo que a los apóstoles escandalizaba.

O con la hemorroísa, víctima de un flujo de sangre, y por tanto impura según las leyes judías, que sabe y conoce las normas, pero que se atreve a tocar el borde de su manto porque cree que… Y, cuando avergonzada, al ser descubierta, admite que ha sido ella, Jesús no le niega la palabra y la sana.

Jesús, pues, con estos dos ejemplos está quebrando las normas impuestas por la ortodoxia judía en lo tocante a la mujer.

Otras mujeres aparecen y desaparecen en la vida de Jesús, pero la Magdalena está presente desde el primer momento hasta el último.
El hecho de que los evangelios canónicos no hayan podido silenciar a esta mujer, ya dice mucho de ella.

Aunque se diga que fueron 12 los apóstoles, ese número, como ya hemos indicado en otra parte, era algo simbólico, por lo de las 12 tribus de Israel, la Magdalena también era un/a apóstol/a.
Aunque los canónicos digan que eran 12 los apóstoles y ubica a María Magdalena junto “a otras mujeres” que sostenían económicamente al grupo.

Quizá, pues, debió pertenecer a una familia acomodada, poseedora de varios bienes y que decidió emplearlos en la financiación de la secta.

¿Había estado casada antes y abandonó a su marido para seguir a Jesús? ¿Era viuda? ¿Era tan joven, cuando conoció a Jesús, que todavía no se había casado?
Nada se sabe, al respecto.

María Magdalena debió de ser una mujer madura y poseer ya ciertos conocimientos y capacidades intelectuales.

De algunas otras mujeres se dice algo, alguna referencia: era la suegra de Pedro, o Juana, que era la esposa de Khuzá, administrador de Herodes, o Marta y María, o la hija de Jairo,…pero de la Magdalena no hay referencia alguna, sólo que era de Magdala.

En la ortodoxia hebrea la mujer tenía muy poco espacio y su nivel de independencia era prácticamente nulo.
Pero ¿cómo se explica, entonces, que tanto la Magdalena como “las otras mujeres” pudieran disponer de sus bienes propios, vivir fuera de casa, dejar a sus maridos y acompañar y seguir a Jesús?

Los evangelistas no pudieron oscurecer del todo la importancia de la Magdalena en el grupo de los apóstoles, por ser mujer.
Y si la cumbre del cristianismo es la resurrección y fue a la Magdalena a quien primero se le apareció…y fue la primera que anunciara su resurrección…
Y eso lo dicen los evangelistas, que no pudieron ocultar, dándole, pues, un papel fundamental en los orígenes del cristianismo.

Pero Marcos dice que fueron tres mujeres a la tumba, María Magdalena, María la de Santiago (la madre de Jesús) y María Salomé, y se les apareció un ángel. El trío de mujeres al estilo del trío de varones: Pedro, Santiago y Juan.
Tampoco Pablo considera a Magdalena como la agraciada mujer a la que el resucitado…. Sino que se le apareció a Pedro, después a más de 500, luego a Santiago, más tarde a los apóstoles y, en último término, a él.
Para Lucas se le apareció en primer lugar a los dos discípulos que iban camino de Emaús, y no a Pedro ni a las mujeres.
Para Juan sí fue Magdalena la agraciada de ser la primera que…y los apóstoles no la creyeron.
Y es que la mujer no era creíble en un juicio, por lo que no podían testimoniar.

A las mujeres que servían, administraban y ayudaban al grupo se les llama, en griego, “diakonein” que, posteriormente, daría lugar al nombre de “diáconos”, el grado inferior en la jerarquía eclesiástica.
Pero a la Magdalena se la llama “koiononós”, es decir, “compañera”.
Cuando se nombra a las mujeres siempre ella es la primera nombrada.

Posteriormente, según va desarrollándose la Iglesia oficial, de claro carácter patriarcal, con un fin esencialmente político, reivindicando una autoridad en el seno de la Iglesia, llegará a firmarse que, puesto que Pedro, ya está en Roma,… a él es a quien primero se le aparece y no a una mujer, reduciendo, así, el papel de las mujeres y sobre todo el de la Magdalena.
Poco a poco, pues, va ocultándose la verdad.

Pero en los evangelios gnósticos la protagonista de la primera comunidad cristiana es la Magdalena.

Pero la Iglesia, patriarcal desde el inicio, se resiste a admitir a la Magdalena como la preferida de Jesús, así que todavía tienen las mujeres el camino al sacerdocio vetado, no considerándola como una de los 12.

Hoy nadie cuestiona el papel de las mujeres en las primeras comunidades cristianas, y sobre todo el de la Magdalena, pero la Iglesia Oficial sigue mirando para otro lado.

Existía la creencia de que el nombre puesto a un niño definiría su vida y su carácter para siempre (recordad que Dios había prohibido usar su nombre, como si en ello le fuera la vida, la existencia)
Al nombre original, para identificarlo, se le añadía el lugar de nacimiento (“de Nazaret”), la profesión o dedicación (el “Bautista”)  o el nombre del padre (“el de Zebedeo”)
María Magdalena es la única mujer citada en los evangelios que aparece con el sobrenombre “de Magdala”, como su lugar de nacimiento, lo que es, casi, una excepción en una mujer.
Lo curioso es que, aunque aparezcan hasta 7 Marías en los Evangelios, dicho nombre no era muy común en un ámbito geográfico tan pequeño.
Magdala era una ciudad próspera de Galilea, en la costa occidental del lago de Tiberíades o de Genesaret, de gran actividad comercial, por la exportación de pescado seco y se encuentra a una jornada de camino de Nazaret.
Seguramente fue destruida el año 75 d.C. a causa de la conducta licenciosa de sus habitantes, lo que podía haber reforzado la idea de que la Magdalena había sido una mujer pública y pecadora o que se dijera de ella que Jesús había sacado de ella siete demonios.

Aunque, para algunos, “Magdala” significaba “torre”, que podría ser de un castillo importante, donde vivió la Magdalena y fuera destinada y educada para ser la esposa de Jesús y que huiría, embarazada, al sur de Francia…. (Según una profecía bíblica de Miqueas).

Igualmente ocurre con Jesús. Del deseo de atribuirle un origen real, relacionado con la casa de David, se le hace nacer en Belén, ciudad natal del mítico David. Y por eso Mateo inicia su evangelio con una larguísima genealogía, que se remonta a Abraham.

No hay base sólida ni que él ni que ella tuvieran sangre real, uno hijo de un carpintero/obrero de la construcción, nacido en un villorrio y ella hija, seguramente, de un rico comerciante de Magdala.

Galilea no era Jerusalén. Aquella era un territorio rebelde, punto de encuentro en que se cruzaban y reunían distintas mentalidades y culturas, una tierra permeable y abierta, que asumía, sin problemas, otras ideas o creencias procedentes de Grecia, en contraste con las regiones judías, forjadas en la resistencia contra la dominación romana, firmemente ortodoxas y reivindicativas de su libertad.

Era, pues, difícil que Jerusalén comprendiera la apertura de miras del Galileo.

Igualmente Magdala, podía ser una ciudad contaminada por otras culturas extranjeras y que los judíos la vieran a ella y a sus habitantes como unos libertinos y consideraran heréticas las doctrinas relajadas de sus habitantes.
Luego la Magdalena pudo estar “contaminada” por las corrientes religiosas gnósticas de su tiempo, de influencia platónica.

Quizá, por eso, los evangelistas quisieron enfatizar su procedencia.

Jesús podría haber escogido como testigo de sus confidencias más íntimas a una mujer pagana (según los descubrimientos de los documentos gnósticos de Egipto, de 1.945).

La fuerza de la tradición oral es la que ha hecho que las frases más seguras pronunciadas por Jesús sean las más oscuras, enigmáticas e incomprensibles.
Como “dejad que los muertos entier…”, “más fácil es que un camello pase por el ojo de….”, “dad al César…”, “he venido para dividir a los miembros de una misma familia….”

Los evangelistas, por la fuerza que esos pasajes tenían en la tradición oral, no consiguieron eliminar, ni ocultar, ni adulterar.
Es el caso de María Magdalena, la primera a la que se le aparece el resucitado.

La idea de convertirla en “prostituta” y “endemoniada” pudo haber sido una maniobra posterior para devaluar a la mujer preferida en el corazón del Maestro.
Sería como decir: “¿alguien puede creer que Jesús pudo elegir y tener como compañera a un tipo de mujer como éste, que…?”

Si hubiera sido una mujer irrelevante ¿cómo es que se la nombra más veces que a María, su madre? ¿Y que se la nombre por el lugar de procedencia?

Los evangelistas tampoco pudieron adulterar la sorprenderte libertad de trato que Jesús tuvo con las mujeres, algo prohibido a los hombres judíos de su tiempo aunque, recordemos, que él era galileo)
En el extremo de su libertad llega a absolver a una adúltera, que debía haber sido lapidada.
Y esto sí que era darle la vuelta a la religión judía.
O que las prostitutas estarían mejor colocadas en el cielo que los sacerdotes del Templo.
O que una ramera le ungiese los pies con un perfume muy caro y se los secase con su cabellera.

Si hubiesen podido, los evangelistas habrían callado muchas de estas cosas y si no pudieron hacerlo fue porque la tradición debía ser tan fuerte y unánime que les fue imposible ocultarlas o camuflarlas.


Y eso debió ser, también, lo que ocurriera con la Magdalena.

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