Hasta 17 veces se cita a
María Magdalena o María de Magdala en los evangelios canónicos. Más que a la
otra María, la madre de Jesús.
Pero es que de la Magdalena tenemos más
datos, además del de los canónicos, como de los apócrifos y en los gnósticos.
Es, pues, un personaje real,
y no un mito, y aparece como la “discípula predilecta” de Jesús, objeto de las
preferencias e intimidades del profeta de Nazaret, lo que despertaría celos de
los otros apóstoles, sobre todo de Pedro, machista y ginéfobo, seguramente como
todos los judíos de su tiempo.
Magdala era una ciudad
portuaria y colonia de pescadores, situada a orillas del Lago de Tiberiades, en
la costa occidental del mismo.
Se nos muestra, la Magdalena , como una
seguidora fiel de Jesús, al que no abandona ni siquiera en los momentos
decisivos, lo que no puede decirse de los apóstoles varones.
Pero nada sabemos si era
judía o pagana o de cualquier otra religión y nada sabemos de su formación
intelectual.
Todo lo que se ha escrito
sobre ella, las pinturas, incluso las películas sobre ella, son frutos de la
fantasía, nada tienen que ver con documentos históricos.
La imagen que de ella
predomina es la de “una mujer hermosa, de larga cabellera dorada, que llora sus
pecados y es la encarnación de la relación “belleza-sexualidad-pecado femenino”
y de aquí a la consideración de prostituta no hay más que un paso.
Para acercarnos a su
realidad, pues, habrá que despojarse de los falsos clichés de “mujer de mala
vida, pero convertida a la virtud”
En los cuatro evangelios
canónicos aparece siempre junto a Jesús, lo que es más extraño, ya que
histórica y culturalmente la mujer era un cero a la izquierda en aquella
sociedad.
Esa familiaridad en el trato,
con absoluta naturalidad y en público, con las mujeres, incluso con las no
judías y por lo tanto impuras, es algo que extrañaba sobremanera a los
apóstoles.
La escena con la samaritana,
de no ejemplar vida y buenas costumbres, ante el pozo de Jacob (y sobre lo que
ya he escrito en otro lugar), en un diálogo de querer ligársela, es algo que a
los apóstoles escandalizaba.
O con la hemorroísa, víctima
de un flujo de sangre, y por tanto impura según las leyes judías, que sabe y
conoce las normas, pero que se atreve a tocar el borde de su manto porque cree
que… Y, cuando avergonzada, al ser descubierta, admite que ha sido ella, Jesús
no le niega la palabra y la sana.
Jesús, pues, con estos dos
ejemplos está quebrando las normas impuestas por la ortodoxia judía en lo
tocante a la mujer.
Otras mujeres aparecen y
desaparecen en la vida de Jesús, pero la Magdalena está presente desde el primer momento
hasta el último.
El hecho de que los
evangelios canónicos no hayan podido silenciar a esta mujer, ya dice mucho de
ella.
Aunque se diga que fueron 12
los apóstoles, ese número, como ya hemos indicado en otra parte, era algo
simbólico, por lo de las 12 tribus de Israel, la Magdalena también era
un/a apóstol/a.
Aunque los canónicos digan
que eran 12 los apóstoles y ubica a María Magdalena junto “a otras mujeres” que
sostenían económicamente al grupo.
Quizá, pues, debió pertenecer
a una familia acomodada, poseedora de varios bienes y que decidió emplearlos en
la financiación de la secta.
¿Había estado casada antes y
abandonó a su marido para seguir a Jesús? ¿Era viuda? ¿Era tan joven, cuando
conoció a Jesús, que todavía no se había casado?
Nada se sabe, al respecto.
María Magdalena debió de ser
una mujer madura y poseer ya ciertos conocimientos y capacidades intelectuales.
De algunas otras mujeres se
dice algo, alguna referencia: era la suegra de Pedro, o Juana, que era la
esposa de Khuzá, administrador de Herodes, o Marta y María, o la hija de
Jairo,…pero de la Magdalena
no hay referencia alguna, sólo que era de Magdala.
En la ortodoxia hebrea la
mujer tenía muy poco espacio y su nivel de independencia era prácticamente
nulo.
Pero ¿cómo se explica,
entonces, que tanto la Magdalena
como “las otras mujeres” pudieran disponer de sus bienes propios, vivir fuera
de casa, dejar a sus maridos y acompañar y seguir a Jesús?
Los evangelistas no pudieron
oscurecer del todo la importancia de la Magdalena en el grupo de los apóstoles, por ser
mujer.
Y si la cumbre del
cristianismo es la resurrección y fue a la Magdalena a quien primero se le apareció…y fue la
primera que anunciara su resurrección…
Y eso lo dicen los
evangelistas, que no pudieron ocultar, dándole, pues, un papel fundamental en
los orígenes del cristianismo.
Pero Marcos dice que fueron
tres mujeres a la tumba, María Magdalena, María la de Santiago (la madre de
Jesús) y María Salomé, y se les apareció un ángel. El trío de mujeres al estilo
del trío de varones: Pedro, Santiago y Juan.
Tampoco Pablo considera a
Magdalena como la agraciada mujer a la que el resucitado…. Sino que se le apareció
a Pedro, después a más de 500, luego a Santiago, más tarde a los apóstoles y,
en último término, a él.
Para Lucas se le apareció en
primer lugar a los dos discípulos que iban camino de Emaús, y no a Pedro ni a
las mujeres.
Para Juan sí fue Magdalena la
agraciada de ser la primera que…y los apóstoles no la creyeron.
Y es que la mujer no era
creíble en un juicio, por lo que no podían testimoniar.
A las mujeres que servían,
administraban y ayudaban al grupo se les llama, en griego, “diakonein” que,
posteriormente, daría lugar al nombre de “diáconos”, el grado inferior en la
jerarquía eclesiástica.
Pero a la Magdalena se la llama
“koiononós”, es decir, “compañera”.
Cuando se nombra a las
mujeres siempre ella es la primera nombrada.
Posteriormente, según va desarrollándose
la Iglesia
oficial, de claro carácter patriarcal, con un fin esencialmente político,
reivindicando una autoridad en el seno de la Iglesia , llegará a firmarse que, puesto que
Pedro, ya está en Roma,… a él es a quien primero se le aparece y no a una
mujer, reduciendo, así, el papel de las mujeres y sobre todo el de la Magdalena.
Poco a poco, pues, va
ocultándose la verdad.
Pero en los evangelios
gnósticos la protagonista de la primera comunidad cristiana es la Magdalena.
Pero la Iglesia , patriarcal desde
el inicio, se resiste a admitir a la Magdalena como la preferida de Jesús, así que
todavía tienen las mujeres el camino al sacerdocio vetado, no considerándola
como una de los 12.
Hoy nadie cuestiona el papel
de las mujeres en las primeras comunidades cristianas, y sobre todo el de la Magdalena , pero la Iglesia Oficial sigue mirando
para otro lado.
Existía la creencia de que el
nombre puesto a un niño definiría su vida y su carácter para siempre (recordad
que Dios había prohibido usar su nombre, como si en ello le fuera la vida, la
existencia)
Al nombre original, para
identificarlo, se le añadía el lugar de nacimiento (“de Nazaret”), la profesión
o dedicación (el “Bautista”) o el nombre
del padre (“el de Zebedeo”)
María Magdalena es la única mujer
citada en los evangelios que aparece con el sobrenombre “de Magdala”, como su
lugar de nacimiento, lo que es, casi, una excepción en una mujer.
Lo curioso es que, aunque
aparezcan hasta 7 Marías en los Evangelios, dicho nombre no era muy común en un
ámbito geográfico tan pequeño.
Magdala era una ciudad
próspera de Galilea, en la costa occidental del lago de Tiberíades o de
Genesaret, de gran actividad comercial, por la exportación de pescado seco y se
encuentra a una jornada de camino de Nazaret.
Seguramente fue destruida el
año 75 d.C. a causa de la conducta licenciosa de sus habitantes, lo que podía
haber reforzado la idea de que la
Magdalena había sido una mujer pública y pecadora o que se
dijera de ella que Jesús había sacado de ella siete demonios.
Aunque, para algunos,
“Magdala” significaba “torre”, que podría ser de un castillo importante, donde
vivió la Magdalena
y fuera destinada y educada para ser la esposa de Jesús y que huiría,
embarazada, al sur de Francia…. (Según una profecía bíblica de Miqueas).
Igualmente ocurre con Jesús.
Del deseo de atribuirle un origen real, relacionado con la casa de David, se le
hace nacer en Belén, ciudad natal del mítico David. Y por eso Mateo inicia su
evangelio con una larguísima genealogía, que se remonta a Abraham.
No hay base sólida ni que él
ni que ella tuvieran sangre real, uno hijo de un carpintero/obrero de la
construcción, nacido en un villorrio y ella hija, seguramente, de un rico
comerciante de Magdala.
Galilea no era Jerusalén.
Aquella era un territorio rebelde, punto de encuentro en que se cruzaban y
reunían distintas mentalidades y culturas, una tierra permeable y abierta, que
asumía, sin problemas, otras ideas o creencias procedentes de Grecia, en
contraste con las regiones judías, forjadas en la resistencia contra la
dominación romana, firmemente ortodoxas y reivindicativas de su libertad.
Era, pues, difícil que
Jerusalén comprendiera la apertura de miras del Galileo.
Igualmente Magdala, podía ser
una ciudad contaminada por otras culturas extranjeras y que los judíos la
vieran a ella y a sus habitantes como unos libertinos y consideraran heréticas
las doctrinas relajadas de sus habitantes.
Luego la Magdalena pudo estar
“contaminada” por las corrientes religiosas gnósticas de su tiempo, de influencia
platónica.
Quizá, por eso, los
evangelistas quisieron enfatizar su procedencia.
Jesús podría haber escogido
como testigo de sus confidencias más íntimas a una mujer pagana (según los
descubrimientos de los documentos gnósticos de Egipto, de 1.945).
La fuerza de la tradición
oral es la que ha hecho que las frases más seguras pronunciadas por Jesús sean
las más oscuras, enigmáticas e incomprensibles.
Como “dejad que los muertos
entier…”, “más fácil es que un camello pase por el ojo de….”, “dad al César…”,
“he venido para dividir a los miembros de una misma familia….”
Los evangelistas, por la
fuerza que esos pasajes tenían en la tradición oral, no consiguieron eliminar,
ni ocultar, ni adulterar.
Es el caso de María
Magdalena, la primera a la que se le aparece el resucitado.
La idea de convertirla en
“prostituta” y “endemoniada” pudo haber sido una maniobra posterior para
devaluar a la mujer preferida en el corazón del Maestro.
Sería como decir: “¿alguien
puede creer que Jesús pudo elegir y tener como compañera a un tipo de mujer
como éste, que…?”
Si hubiera sido una mujer
irrelevante ¿cómo es que se la nombra más veces que a María, su madre? ¿Y que
se la nombre por el lugar de procedencia?
Los evangelistas tampoco
pudieron adulterar la sorprenderte libertad de trato que Jesús tuvo con las
mujeres, algo prohibido a los hombres judíos de su tiempo aunque, recordemos,
que él era galileo)
En el extremo de su libertad
llega a absolver a una adúltera, que debía haber sido lapidada.
Y esto sí que era darle la
vuelta a la religión judía.
O que las prostitutas
estarían mejor colocadas en el cielo que los sacerdotes del Templo.
O que una ramera le ungiese
los pies con un perfume muy caro y se los secase con su cabellera.
Si hubiesen podido, los
evangelistas habrían callado muchas de estas cosas y si no pudieron hacerlo fue
porque la tradición debía ser tan fuerte y unánime que les fue imposible
ocultarlas o camuflarlas.
Y eso debió ser, también, lo
que ocurriera con la
Magdalena.
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