lunes, 20 de julio de 2015

MARÍA MAGDALENA (10). ¿MATRIMONIO?



Si Jesús estuvo casado con la Magdalena (que es una hipótesis no descabellada sino probable, aunque, como tantas veces hemos dicho, no hay documentos históricos que lo prueben, aunque sí indicios en que apoyarse) ni su matrimonio ni sus posibles hijos fueron al uso de lo que en su tiempo existían.

Conociendo a Jesús es fácil concluir que no se adaptase sumisamente a los cánones judíos vigentes en su época. Tuvo que ser otra cosa, de otra manera.

Es imposible conciliar la institución familiar típica judía en la que la mujer estaba totalmente sumisa al varón y el padre de familia tenía derechos absolutos tanto sobre la esposa como sobre los hijos.
Si él fue un inconformista con las costumbres de su tiempo y con la parte más tradicional de su religión, si fue un provocador y un innovador, también lo tuvo que ser en la familia que crease.

La sociedad judía del siglo I consideraba a la mujer como un ser de segunda categoría, sin poder, sin participación, sin relevancia alguna, disminuida en sus derechos, devaluada frente al varón, incapacitada para ejercer profesiones,…
Pero Jesús coloca a la mujer y la considera igual al varón, sin distinción alguna, lo que le acarreará problemas con las instituciones tradicionales judías.
Mujeres que lo siguen fielmente, quizá abandonando a marido y familia.
Para Él nunca la ley debe estar por encima de la persona. “No se hizo el hombre para el sábado sino….”. El hombre no puede ser esclavo de la ley, es ésta la que debe estar al servicio del hombre, escandalizando al poder religioso.
La conciencia está por encima de la ley. Uno debe obrar, en su vida, en conciencia, no necesariamente en consonancia con la ley.

Como en tantas culturas y durante tantos siglos el matrimonio no tiene que ser necesariamente por amor. Su finalidad no es la felicidad, la ayuda, el amor entre la pareja. Su único y principal objetivo es “traer hijos al mundo”.
El marido era una especie de amo de la mujer y ésta sólo era importante en cuanto madre (no en cuanto esposa), y mejor madre cuantos más hijos trajera el mundo. Las familias numerosas son una bendición de Dios.
Una mujer estéril no sólo era una desgracia, es que podía ser repudiada, despreciada y humillada puesto que no cumple con el objetivo de su existencia.

Conociendo a Jesús es fácil suponer que no sería así su familia (en caso de que la hubiera tenido)

Sus ideas contradecían frontalmente la idea tradicional de familia que se consideraba como un negocio entre clanes, un espacio de servidumbre para la mujer y una inversión para el futuro.
Si el varón tenía suerte su esposa le daría hijos, si tenía mala fortuna le daría hijas. Aquellos eran ganancia, “haber”, éstas pérdidas, “debe”.

Y aparece en los evangelios considerados “revelados”, “inspirados”, “auténticos” como un auténtico provocador: “De ahora en adelante, una familia de cinco miembros estará dividida: se dividirán tres contra dos y dos contra tres; padre contra hijo e hijo contra padre; madre contra hija e hija contra madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra” (Lucas 12, 52-53).
O en Mateo: “los enemigos de cada cual son los de su casa”. “Un hermano entregará a un hermano a la muerte y un padre a su hijo; los hijos denunciarán a sus padres y los harán morir” (Mateo 10, 21)

Esto es provocar a la sociedad.
Y es que Jesús era así, un radical que no admitía medias tintas.
Para él la familia tradicional era fuente de conflictos y de alienación. Lo había probado en su propia carne, cuando sus hermanos lo consideran loco. “Fueron a echarle mano, porque decían que estaba loco” (Mateo 3, 21).

Ni siquiera cuando una mujer piropea a su madre, en público con el grito de “dichosos los pechos que te amamantaron” a lo que, increíblemente, responde que “más dichosos son los que le siguen en su camino de libertad y de respeto a la dignidad humana”

No es que no amara a su madre, ni que su madre no lo amara a él, es su radicalidad en cuanto a los valores de la familia de sangre.
Él es consciente que una persona tan radical como él no encaja en una familia tradicional y no podía ser aceptado por ella.
Por eso llegará a afirma: “sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian a un profeta” (Mateo 6, 4)

La escena de cuando le comunican que su madre y sus hermanos están fuera, esperando, y que quieren verle, responde de una manera sorprendente: “¿quiénes son mi madre y mis hermanos?... El que cumple la voluntad de Dios, ese es hermano mío, y hermana y madre” (Marcos 3, 33-35)

Es, para mí, una de las afirmaciones más graves del evangelio, ese como desprecio, indiferencia,…

Se ha llegado a pensar que revelan discordias entre Jesús y sus familiares, que no entendían la radicalidad de su mensaje.
Y en efecto, sus familiares no lo entendían, porque era dar la vuelta a la tortilla, por lo que pensaban que estaba loco, que era un iluminado, un fanático, un ido de la cabeza.

Lo que está queriendo decir es que además de los lazos de sangre hay otros tipos de relaciones entre varones y mujeres, otros tipos de fraternidad y de paternidad, fundados en la libertad y en la igualdad, donde nadie se sienta dueño del otro y con derecho a dominarlo.

El era un sembrador de libertades. Nunca le impuso nada a nadie, si siquiera a sus discípulos cuando, en sábado, tenían hambre. No les dice que se sacrifiquen hasta mañana, sino que le invita a pecar contra la ley judía
No les obligó a ayunar ni a hacer penitencias. Los llevaba a bodas y banquetes.

Parecía decidido, con su actitud y sus enseñanzas, a quebrar la estructura social judía, basada en un matrimonio ofensivo y a unas relaciones familiares que le desagradaban.

Si formó una familia ¿cómo iba a encajar en la sociedad de su tiempo?
Las relaciones con la Magdalena tuvieron que ser especiales, muy diferentes a lo común, por eso los apóstoles no la entendían y menos que una mujer fuera preferida a ellos, varones.

Jesús anunciaba un Reino diferente en el que no habría distinción entre varones y mujeres, entre judíos y gentiles, entre sanos y enfermos.

De lo poco que cuentan los sinópticos de la relación entre Jesús y la Magdalena y lo que narran explícitamente los apócrifos gnósticos se puede intuir que esa relación sentimental entre ellos inauguraba un nuevo tipo de relación entre varones y mujeres. Una relación basada en ella misma y sin necesidad  de sanción por la presencia de hijos.

Un hombre no casado, sin pareja, sin una relación sentimental con una mujer no puede ser considerado completo. Es un hombre a medias, mutilado.
La unión sexual, en la cultura judía, no tenía las connotaciones negativas y pecaminosas que luego le daría el cristianismo.
El sexo, para los judíos, era algo sagrado y divino y no ejercerlo era negarse a ser imitador de Dios.

¿Y para Jesús de Nazaret?


Libertad y respeto mutuo (y no sumisión) debían ser las entrañas del nuevo tipo de relaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario