De las relaciones
sentimentales entre los protagonistas de los evangelios poco se nos dice
expresamente y entre Jesús y la
Magdalena , tampoco.
El androcentrismo posterior
también difuminó la importancia que la Magdalena tuvo en el nacimiento de las primeras
comunidades cristianas, las llamadas “iglesias domésticas”
Sí se afirma, en cambio, que
junto a otras mujeres, sustentaba o financiaba con sus bienes las necesidades
del grupo.
Porque el grupo no tenía morada
fija y dormirían donde pudieran, generalmente en casa de amigos o de
hospitalarios ciudadanos.
No habría sido raro que, más
de una vez, pudiera haber pernoctado el grupo en la casa de Magdala.
Incluso pudo conocer en
Magdala, y con la Magdalena ,
de temas urbanos, arquitectónicos, comerciales,… ya que Magdala era un de los
núcleos urbanos más florecientes de Galilea y también una de las urbes más
vivas desde el punto de vista cultural y religioso, mientras Nazaret era una
aldea minúscula, fundamentalmente agrícola y rural...
Pero en esta cuestión uno
anda sobre el sendero de la hipótesis, nada absurda, pero sin referencias
documentales históricas.
Por lo que, desde el
principio, hay que afirmar que ni se sabe ni se sabrá, fielmente, los vínculos
que habrían unido a estos dos personajes.
¿Se conocieron antes de que
Jesús comenzara su vida pública? No lo sabemos.
Lo único que sabemos es que
cuando comienza la predicación allí estaba ella, junto a los demás apóstoles.
Que su relación fue intensa e
importante, hoy nadie lo niega.
Fue “la primera apóstol” para
la Iglesia de
Oriente, a la que reveló muchos de sus misterios más escondidos pero la Iglesia de Roma, al irse,
cada vez más, masculinizando fue difuminando el papel de la Magdalena.
La importancia que los cuatro
evangelistas, así como en los apócrifos, se le da a la Magdalena , no es algo
que bajara del cielo.
La relación entre ellos tuvo
que ser estrecha y, seguramente, pudo comenzar antes del comienzo de la vida
pública.
Si estaba con el grupo en el
comienzo de la predicación tenían que haberse conocido antes y si fue la
elegida para comunicarle la resurrección tuvo que detentar un gran papel en la
secta cristiana.
Para afirmar esa relación
habría que empezar y basarse en el final, en la pasión y muerte, a los pies de
la cruz, como quien tiene algún derecho sobre ese hombre (en la resurrección ya
lo hemos repetido muchas veces). No es normal que esté ella presente mientras
sus discípulos estén escondidos.
Por
algo fundamental tenía que ser.
Lucas dice que en el
principio de la predicación Jesús viajaba acompañado por los doce apóstoles y
algunas mujeres, entre las cuales anota, en primer lugar, a la Magdalena.
Debieron mantener una
estrecha relación no sólo intelectual, también afectiva.
Según Lucas Jesús comienza su
vida pública con la parábola del sembrador: “Salió un sembrador a sembrar su
simiente y….en el camino…en las piedras… entre abrojos…tierra buena…el 100 por 1” y, dicho esto, exclamó: “el
que tenga oídos para oír que oiga”.
Sus discípulos, que
seguramente no sabían leer ni escribir, incultos en demasía, sin conocer muy
bien la biblia, le preguntan qué quiere decir esa parábola. A lo que Jesús le
responde enigmáticamente y les responde
que “habla en parábolas para que viendo, no vean y oyendo, no entiendan”.
Y terminará, aún más
enigmáticamente: “mirad, pues, como oís, porque al que tenga se le dará y al
que no tenga, aun lo que crea tener, se le quitará”.
Lo que no puede entenderse en
clave de bienes materiales.
Seguramente están referidas,
dichas palabras, pensando en sus adversarios: los fariseos, saduceos, escribas
y sacerdotes del templo.
Los apóstoles no se enteraron
de nada y de las mujeres nada se dice porque las mujeres ni siquiera deberían
acompañar al Maestro.
Aunque, leyendo los escritos
gnósticos es muy posible que la
Magdalena sí lo entendiera.
En los evangelios gnósticos
hasta Pedro se queja de que Jesús hubiese confiado a la Magdalena secretos de su
doctrina que a ellos se los había ocultado, quizá porque consideraba que no los
iban a entender.
María Magdalena podría no
haber sido una mujer judía o, si lo era, podría haber pertenecido a aquel grupo
de aquellas judías de Galilea más liberales y preparadas culturalmente.
Puede que fuese seguidora de
la filosofía gnóstica.
Pero eso, para los judíos, la
convertiría en impura, aunque libre. Rica en libertad, sin ataduras. Capaz de
saltarse la letra de la ley y a favor del espíritu de la misma, como el
Maestro.
¿Qué dice el evangelio de
Juan?
Como de todos los personajes
del Nuevo Testamento los autores de los textos no se bajan a los detalles, así
que no sabemos, de cierto, cuál era la formación intelectual o el nivel social
de la Magdalena.
Pero todo induce a pensar que
se trataba de un espíritu libre, y no sólo de espíritu, en su vida, de lo
contrario serían inexplicables tanto la compañía constante y continua con
Jesús, durante toda su vida pública, servir y sostener económicamente al grupo,
y, menos aún, durante los momentos claves de la pasión, muerte y después de la
muerte del Maestro.
Todo ello sería inexplicable
si no hubiera habido una vinculación especial con Jesús. Los evangelistas no
pudieron obviarlo y los celos del machista Pedro así lo dejan a entrever.
Dejando aparte a su madre,
María, no cabe duda de que la
Magdalena fue la mujer que más le había amado,
demostrándoselo hasta el final.
Los cuatro evangelistas
evidencian su presencia el Viernes Santo, cuando la crucifixión y la mañana del
Domingo de Resurrección.
El evangelista Juan la coloca
como la única mujer a la que Jesús se le aparece y allí no había ninguna otra
mujer, ni siquiera la madre de Jesús.
Algo especial, una química
especial, debía haber habido entre ellos para que esto ocurriera.
¿Quién sino una mujer
enamorada, una amante, una esposa,…podría comportarse de esa manera?
Mateos, Marcos y Lucas hablan de otras mujeres que estaban con ella
pero, aún así, siempre la nombran a ella la primera de las mujeres, como si las
demás la acompañasen en el duelo.
Ella es la protagonista,
única o entre varias.
Y, además, el evangelio de
Juan es el que más tarde aparece, hacia el año 90 d.C... Conocía, por lo tanto,
las otras tres versiones anteriores de los otros evangelios, redactados unos 30
años antes.
Y Juan sólo la cita a ella el
Domingo de Resurrección y podríamos preguntarnos el porqué.
Sabemos que el evangelio de
Juan es especial, nada parecido a los otros tres, los sinópticos, en los que, a
tres columnas, podríamos ir ubicando los mismos acontecimientos.
El evangelio de Juan se ha
considerado un texto muy influido por la doctrina o filosofía gnóstica e,
incluso, inspirado por la misma Magdalena.
La versión de Juan parece la
más creíble.
Se ha dicho que si los otros
tres evangelios la colocan como una entre otras mujeres es para restarle
importancia a la que ya comenzaba a aparecer, en el momento en que están
escritos los evangelios, como la gran confidente del Maestro y, tal vez, su
propia esposa, pero que como la cultura y sociedad judía no era muy afecta a
las mujeres ni a sus papeles sociales…
La escena de la resurrección,
tal como la narra Juan, sólo pudo ser redactada si fue inspirada por algún
testigo o por alguien a quien se lo hubiera contado uno de los presentes.
¿Quién pudo ser sino la misma
Magdalena?
Es el relato fiel de un drama
en el que aparece una mujer llorando la muerte de su esposo.
Una mujer que, tras el
descendimiento y haber ungido el cuerpo de su amado muerto, tras haberlo
depositado en un sepulcro nuevo, no usado y prestado por su amigo José de
Arimatea, decide regresar junto al cadáver de su esposo.
Jesús murió el mismo viernes
pero la Magdalena
no pudo ir el sábado al sepulcro porque el sábado, para los judíos, era el día
de descanso y no estaba permitida actividad alguna, por eso el Domingo “muy de
mañana” corre al sepulcro para encontrarse de nuevo con el cuerpo muerto del
hombre al que había amado.
Si no ¿qué sentido tendría?
O, quizá, con la esperanza de
que no hubiese muerto y hubiese resucitado, como lo había prometido.
“El primer día de la semana
(el domingo para los judíos) va María Magdalena, de madrugada, al sepulcro,
cuando aún estaba oscuro y ve la piedra quitada del sepulcro”.
“Al alba”, “cuando aún estaba
oscuro”, estaba junto al sepulcro, pero “fuera” y estaba, además “llorando”.
¿Quién pudo contarle todos esos detalles a Juan?
Pero, si María Magdalena
“esta ella sola” sólo ella pudo revelar esos detalles.
Para todo esto no basta haber
sido una seguidora del Maestro, su actitud revela el ánimo de una mujer
enamorada, llorosa, agitada, nerviosa, incluso desesperada.
Y cuando uno de los dos
ángeles se le aparece y le pregunta por qué llora le responde: “porque se han
llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto”
Si la piedra de entrada
estaba descorrida y el sepulcro estaba vacío, alguien debía de haberse
llevado/robado el cadáver.
Y no dice “a Jesús” sino “a
mi señor”, a su amado, a su esposo, al hombre al que había amado por encima de
todo.
(Si se escribe con minúscula,
“señor” sugiere una relación afectiva, equivale a esposo. Si se escribe con
mayúscula, “Señor” sugiere una relación religiosa)
Se le aparece Jesús y también
le pregunta, como el ángel, por qué llora y “a quién está buscando”.
Lo que parece extraño, que no
lo reconozca y lo confunda con un hortelano al que le pide: “si tú te lo has
llevado dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré”.
¿Son normales todos estos
detalles en sólo una fiel seguidora?
Da a entender que ese cuerpo,
aunque ya sin vida, cadáver, le pertenece y quiere llevárselo, lo que sólo es
propio de familiares muy allegados y/o íntimos.
¿Tenía la Magdalena derecho a
llevarse los despojos de un muerto y crucificado?
En ese instante Jesús se
dirige a ella y la llama por su nombre “María”.
En los evangelios Jesús nunca
llama a ninguna mujer por su nombre, ni siquiera a su madre, a la que llama “mujer”.
Lo que muestra un grado de
intimidad que sería incomprensible en una relación común, de simple seguidora.
Es ahora cuando lo reconoce.
Ya no llora. Y –dice Juan- “ella se vuelve y le dice, en hebreo: “Rabbuní”, que
quiere decir “Maestro”
Si ella se vuelve, es porque
estaba de espaldas, ¿lo reconoce por la voz?, porque ya no lo confunde con el
hortelano, al que había visto antes.
A “María” se le responde con
“Rabbuní”, dos nombres cariñosos.
Imaginaos la escena. Es como
llamarla por su nombre y responder “cariño”, “amor mío”, “mi maestro bueno”….
Y, otra vez, las preguntas
¿Quién pudo contarle esos detalles al evangelista Juan?, ¿por qué no aparecen
esos detalles en los otros tres evangelistas?
La reacción de la mujer es la
normal. Ir a abrazarlo, a echarse en sus brazos, tocarlo, besarlo, … y es
cuando el Resucitado le dirá: “noli me tangere”, (no me toques, deja ya de
tocarme, suéltame, para ya,…) que todavía no he subido al Padre”
Si Jesús le pide que lo
suelte o que no lo toque es que la
Magdalena estaba agarrándolo, tocándolo, besándolo, ...
Y “vete a mis hermanos
(apóstoles, no a los de carne y sangre) y diles: “subo a mi Padre y a vuestro
Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”
Ella ha sido la transmisora
de tan esencial acontecimiento, que cambiaría el mundo.
La envía a decírselo a los
escondidos y temerosos apóstoles, para indicarles que nada ha terminado, que la
vida y la misión sigue, que no había muerto definitivamente,…
En el último post colgado, en
mi blog (http://blogdetomasmorales.blogspot.com/es),
ya asistimos a las versiones tan distintas en los cuatro evangelios sobre el
acontecimiento de la resurrección.
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