jueves, 20 de noviembre de 2014

FELICIDAD (1)


        Para empezar tres sentencias y dos aclaraciones.       

1ª sentencia. Es un refrán chino: “Cada uno de nosotros ha venido a este mundo, está en la tierra para descubrir su propio camino, el que lo hará feliz.
        Nadie, jamás, será feliz siguiendo el camino de otro”.

        2ª sentencia, la de un viejo, pero no anciano pensador español, Miret Magdalena. “La felicidad es como la risa, contagiosa. El único modo seguro de hacernos cada uno la vida agradable, es hacérsela agradable a los demás”.

        3ª sentencia. “Si tu felicidad depende de algo o de alguien ajeno a ti mismo, eso no es felicidad, porque la dependencia engendra inquietud, temor, intranquilidad, nerviosismo. Tu felicidad sólo puede depender de ti y, si es auténtica felicidad, contagiará a los que te rodean. Así que sueña lo que desees soñar, ve a donde desees ir, sé lo que desees ser, porque solamente tienes una vida, una vida de rigurosa actualidad, una vida en directo. En la vida no hay moviolas”.

        Y dos aclaraciones

        1ª aclaración. Sobre el uso de las palabras.

Nosotros somos más viejos que nuestros hijos, y nuestros hijos son más viejos que nuestros nietos.
Cualquier persona que cumpla años, sean 30, 50 ó 60, es más viejo que el día antes de cumplirlos. Cada día que pasa somos un poco más viejos, sencillamente porque la vejez es un concepto relativo y se mide por la cantidad de años vividos.
Uno será menos viejo y otro será más viejo, según haya vivido más años o menos años.
La vejez es un hecho objetivo, es un hecho biológico, y los hechos no se discuten. Se pueden interpretar pero hay que aceptarlos. Pasan los años y la máquina de nuestro cuerpo manifiesta, naturalmente, el rodaje que hemos hecho de él. Nosotros hemos salido del taller hace ya muchos años. No nos engañemos y nos creamos que estamos estrenando coche. No podemos pedir que, a los 60 años, tengamos la piel tersa de quien tiene 25, o los senos turgentes como la que tiene 23, o la vitalidad de quien tiene 19. Puedes pedirle peras al olmo, pero no te las va a dar.

Pero, de entrada, debemos evitar ciertos errores.

Primer error: que el mundo economicista y consumista actual mide y califica a la vida con criterios juveniles y con la actividad laboral.
Es decir, hay que ser o considerarse joven y hay que tener un buen trabajo y bien remunerado para ser alguien, y para ser feliz.

        Si caemos en ese error, y tomamos como referencia esos dos criterios, los que estamos aquí, que ya no somos jóvenes y que ya no ocupamos un puesto de trabajo, y lo que me dan de pensión no es como para tirar cohetes, parece como si nos estuvieran perdonando la vida, que ya somos una carga para la sociedad y que ya no tenemos derecho a vivir, que no tenemos derecho a ser felices. Cuando, precisamente ahora, que estamos liberados de la carga laboral, que tenemos 30 años por delante, sin hipotecas que pagar, con pocos gastos, con pocas necesidades…somos los más propicios y los que estamos en las mejores condiciones para desarrollarnos en lo que realmente queremos y que, seguramente, durante nuestra vida laboral, no pudimos.

        Pero ¿quién demonios ha pontificado que la única o la mejor forma de felicidad es la que corresponde a la edad juvenil?

        Discoteca, botellón, deportes de competición, trasnochadas, excesos variados,… ¿Esa es LA felicidad? A lo sumo será SU felicidad.

        Oír música clásica de fondo o sin fondo, pasear sin prisa, degustar una caña de cerveza en una terraza frente al mar, hablar, simplemente hablar, de lo divino y de lo humano, escuchar, dialogar, un baile lento “agarrao” y con los ojos medio cerrados con la imaginación desbordada y el sentimiento a flor de piel. Ésta no es SU felicidad, pero sí es o puede ser la nuestra.

        Como oír cuentos, ver dibujos animados, jugar a pillarse o a esconderse, darle patadas a una pelota aunque sea de trapo… ¿no es esa la felicidad del niño?

        Aclarémonos de una vez por todas.
LA Felicidad no existe. La felicidad no es algo que esté ahí, como un botijo, al que podamos buscar y coger. La felicidad acompaña siempre a un tipo de actividades. Y etapas  distintas de la vida son felices con actividades distintas. Yo puedo jugar a esconderme con mi Santi ya no, pero sí con mi Alberto y mi Alicia, en cuanto abuelo, pero no con vosotros, en cuanto compañeros. Las actividades que a mí me hacen feliz, con vosotros, son éstas u otras parecidas a éstas.

2ª aclaración. El concepto de ancianidad es un concepto de tipo cultural, no biológico. Podemos ser viejos por edad, pero ser jóvenes de espíritu, no ancianos.
Que cada vez somos más viejos, naturalmente, lo queramos o no. Los años no pasan en balde, y eso se constata en el desgaste, natural, que sufre nuestro organismo. Nuestro cuerpo es como el coche que lleva muchos kilómetros encima. Podrás tunearlo, maquillarlo, pintarlo. Pero los kilómetros no se los quita nadie de encima. Por eso, como luego veremos, tendremos que cuidarlo e invertir en su mantenimiento.
Mientras tengamos ganas de hacer cosas interesantes, de practicar actividades placenteras, realizantes, perfectivas, la ancianidad no habita entre nosotros.

Los filósofos antiguos decían que la ancianidad había que irla preparando durante toda la vida. Nos preocupa la pensión, por supuesto, pero nos debe preocupar, también, y mucho, no mirar tanto por el espejo retrovisor, porque te puedes dar el porrazo con el parabrisas. Menos nostalgias pasadas (no es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es que nuestra memoria nos engaña, nos traiciona, porque sólo recuerda lo bueno que nos pasó). Vivimos mejor que antes. Vivimos mejor que nunca. Menos nostalgia del pasado y no ahogarse  en desesperanzas  respecto al futuro. Tenemos muchos años por delante.

Los filósofos antiguos  ya decían que había una perfección a la medida del niño, otra a la medida del joven, otra a la medida del adulto y otra a la medida de los mayores. (Nosotros siempre fuimos la cuarta edad, ahora nos llaman la 3ª. “Señor, perdónalos, que no saben lo que dicen”).
 Etapas distintas, comidas distintas, diversiones distintas, ilusiones distintas, proyectos distintos, actividades distintas, felicidades distintas.

La serenidad, la prudencia, la sabiduría, la paz, la tranquilidad,…son/deben ser nuestras cualidades, las que corresponden a nuestra etapa vital.

Hoy, los intereses creados quieren hacer pasar el rasero de la juventud por todas las edades. Que los adolescentes y los púberes sean jóvenes. Que los adultos sean jóvenes. Y que nosotros nos rejuvenezcamos. “Pues no me da la gana”. Y ni soy un derrotado, ni soy un fracasado, ni manifiesto un deterioro o un déficit.

Pero ¿desde cuándo se puede medir una substancia con la medida de otra substancia?. ¿Cómo se puede medir en metros el amor o en kilos la alegría?. ¿Cuántos euros vale una sonrisa o cuántos besos de la persona amada caben en un litro?. Pero ¿de qué estamos hablando?.
No dejemos que nos engañen ni nos autoengañemos. Tengamos nuestro propio criterio.

En un mundo competitivo nosotros hemos renunciado ya a competir. Y en un mundo economicista nosotros hemos dejado de producir (No que no seamos útiles, vamos a aclarar las cosas). En un mundo de tecnología avanzada, acelerada, nuestra experiencia laboral, durante tantos años, ha quedado obsoleta, ya no le sirve a las generaciones actuales. (Todos sabemos de la pericia de nuestros nietos en el manejo de ordenadores, televisores, cámaras, y demás aparatos). ¿Qué ha sido del libro de contabilidad, con sus Entradas y Salidas, su Haber y su Debe? Ya no valen.
¿Qué ha sido de la máquina de escribir Olivetti o del Tippex o de la goma de borrar? Ya no valen.

Me gustaría que fueran conscientes de esto. En nuestra cultura, la vida activa se ha confundido y se ha reducido a la vida laboral, y como nosotros ya no tenemos un trabajo asalariado…. ¿Qué pasa? ¡Bendito sea Dios que ya podemos vivir sin trabajar¡

Yo sé que hay muchas mujeres que sufren lo que se llama “síndrome de nido vacío”, porque la mujer, ha sido, sobre todo madre, mucho “reina de la casa” pero ha sido “la esclava del hogar”, y, naturalmente, cuando los polluelos salen del nido…

Pero la mujer, al menos ahora, debe ser consciente que ella es, por encima de todo, persona, autónoma, además de, por supuesto, esposa, abuela, hija, madre,… Ella es, en primer lugar, persona.

Y yo sé, también, que muchos varones sufren lo que se llama “síndrome de tiempo vacío”. Y todo, por confundir “vida” con “vida laboral”, así que cuando ya no hay “laboro” ¿ya no hay vida?. Ahora empieza la auténtica vida, una vez liberados de trabajos embrutecedores que, seguramente, sólo te aportaban un salario pero no placer en hacerlo.


Distingue Marina entre “felicidad subjetiva”, que es un sentimiento, y “felicidad objetiva” que es una situación. Igualmente distingue entre “felicidad individual” y “felicidad colectiva”, ésta es la justicia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario