Para
empezar tres sentencias y dos aclaraciones.
1ª
sentencia. Es un refrán chino: “Cada uno de nosotros ha venido a este mundo,
está en la tierra para descubrir su propio camino, el que lo hará feliz.
Nadie, jamás, será feliz siguiendo el camino de otro”.
2ª sentencia, la de un viejo, pero no anciano pensador
español, Miret Magdalena. “La felicidad es como la risa, contagiosa. El único
modo seguro de hacernos cada uno la vida agradable, es hacérsela agradable a
los demás”.
3ª sentencia. “Si tu felicidad depende de algo o de alguien
ajeno a ti mismo, eso no es felicidad, porque la dependencia engendra
inquietud, temor, intranquilidad, nerviosismo. Tu felicidad sólo puede depender
de ti y, si es auténtica felicidad, contagiará a los que te rodean. Así que
sueña lo que desees soñar, ve a donde desees ir, sé lo que desees ser, porque
solamente tienes una vida, una vida de rigurosa actualidad, una vida en
directo. En la vida no hay moviolas”.
Y dos aclaraciones
1ª aclaración. Sobre el uso de las palabras.
Nosotros
somos más viejos que nuestros hijos, y nuestros hijos son más viejos que
nuestros nietos.
Cualquier persona que cumpla
años, sean 30, 50 ó 60, es más viejo que el día antes de cumplirlos. Cada día
que pasa somos un poco más viejos, sencillamente porque la vejez es un concepto
relativo y se mide por la cantidad de años vividos.
Uno
será menos viejo y otro será más viejo, según haya vivido más años o menos
años.
La
vejez es un hecho objetivo, es un hecho biológico, y los hechos no se discuten.
Se pueden interpretar pero hay que aceptarlos. Pasan los años y la máquina de
nuestro cuerpo manifiesta, naturalmente, el rodaje que hemos hecho de él.
Nosotros hemos salido del taller hace ya muchos años. No nos engañemos y nos
creamos que estamos estrenando coche. No podemos pedir que, a los 60 años,
tengamos la piel tersa de quien tiene 25, o los senos turgentes como la que
tiene 23, o la vitalidad de quien tiene 19. Puedes pedirle peras al olmo, pero
no te las va a dar.
Pero,
de entrada, debemos evitar ciertos errores.
Primer
error: que el mundo economicista y consumista actual mide y califica a la vida
con criterios juveniles y con la actividad laboral.
Es
decir, hay que ser o considerarse joven y hay que tener un buen trabajo y bien
remunerado para ser alguien, y para ser feliz.
Si caemos en ese error, y tomamos como referencia esos dos
criterios, los que estamos aquí, que ya no somos jóvenes y que ya no ocupamos
un puesto de trabajo, y lo que me dan de pensión no es como para tirar cohetes,
parece como si nos estuvieran perdonando la vida, que ya somos una carga para
la sociedad y que ya no tenemos derecho a vivir, que no tenemos derecho a ser
felices. Cuando, precisamente ahora, que estamos liberados de la carga laboral,
que tenemos 30 años por delante, sin hipotecas que pagar, con pocos gastos, con
pocas necesidades…somos los más propicios y los que estamos en las mejores
condiciones para desarrollarnos en lo que realmente queremos y que,
seguramente, durante nuestra vida laboral, no pudimos.
Pero ¿quién demonios ha pontificado que la única o la mejor
forma de felicidad es la que corresponde a la edad juvenil?
Discoteca, botellón, deportes de competición, trasnochadas,
excesos variados,… ¿Esa es LA felicidad? A lo sumo será SU felicidad.
Oír música clásica de fondo o sin fondo, pasear sin prisa,
degustar una caña de cerveza en una terraza frente al mar, hablar, simplemente
hablar, de lo divino y de lo humano, escuchar, dialogar, un baile lento “agarrao”
y con los ojos medio cerrados con la imaginación desbordada y el sentimiento a
flor de piel. Ésta no es SU felicidad, pero sí es o puede ser la nuestra.
Como oír cuentos, ver dibujos animados, jugar a pillarse o a
esconderse, darle patadas a una pelota aunque sea de trapo… ¿no es esa la
felicidad del niño?
Aclarémonos de una vez por todas.
2ª
aclaración. El concepto de ancianidad es un concepto de tipo cultural, no biológico.
Podemos ser viejos por edad, pero ser jóvenes de espíritu, no ancianos.
Que
cada vez somos más viejos, naturalmente, lo queramos o no. Los años no pasan en
balde, y eso se constata en el desgaste, natural, que sufre nuestro organismo.
Nuestro cuerpo es como el coche que lleva muchos kilómetros encima. Podrás tunearlo,
maquillarlo, pintarlo. Pero los kilómetros no se los quita nadie de encima. Por
eso, como luego veremos, tendremos que cuidarlo e invertir en su mantenimiento.
Mientras
tengamos ganas de hacer cosas interesantes, de practicar actividades
placenteras, realizantes, perfectivas, la ancianidad no habita entre nosotros.
Los
filósofos antiguos decían que la ancianidad había que irla preparando durante
toda la vida. Nos preocupa la pensión, por supuesto, pero nos debe preocupar,
también, y mucho, no mirar tanto por el espejo retrovisor, porque te puedes dar
el porrazo con el parabrisas. Menos nostalgias pasadas (no es verdad que
cualquier tiempo pasado fue mejor. Es que nuestra memoria nos engaña, nos
traiciona, porque sólo recuerda lo bueno que nos pasó). Vivimos mejor que
antes. Vivimos mejor que nunca. Menos nostalgia del pasado y no ahogarse en desesperanzas respecto al futuro. Tenemos muchos años por
delante.
Los
filósofos antiguos ya decían que había
una perfección a la medida del niño, otra a la medida del joven, otra a la
medida del adulto y otra a la medida de los mayores. (Nosotros siempre fuimos
la cuarta edad, ahora nos llaman la 3ª. “Señor, perdónalos, que no saben lo que
dicen”).
Etapas distintas, comidas distintas,
diversiones distintas, ilusiones distintas, proyectos distintos, actividades
distintas, felicidades distintas.
La
serenidad, la prudencia, la sabiduría, la paz, la tranquilidad,…son/deben ser
nuestras cualidades, las que corresponden a nuestra etapa vital.
Hoy,
los intereses creados quieren hacer pasar el rasero de la juventud por todas
las edades. Que los adolescentes y los púberes sean jóvenes. Que los adultos
sean jóvenes. Y que nosotros nos rejuvenezcamos. “Pues no me da la gana”. Y ni
soy un derrotado, ni soy un fracasado, ni manifiesto un deterioro o un déficit.
Pero
¿desde cuándo se puede medir una substancia con la medida de otra substancia?.
¿Cómo se puede medir en metros el amor o en kilos la alegría?. ¿Cuántos euros
vale una sonrisa o cuántos besos de la persona amada caben en un litro?. Pero
¿de qué estamos hablando?.
No
dejemos que nos engañen ni nos autoengañemos. Tengamos nuestro propio criterio.
En
un mundo competitivo nosotros hemos renunciado ya a competir. Y en un mundo
economicista nosotros hemos dejado de producir (No que no seamos útiles, vamos
a aclarar las cosas). En un mundo de tecnología avanzada, acelerada, nuestra
experiencia laboral, durante tantos años, ha quedado obsoleta, ya no le sirve a
las generaciones actuales. (Todos sabemos de la pericia de nuestros nietos en
el manejo de ordenadores, televisores, cámaras, y demás aparatos). ¿Qué ha sido
del libro de contabilidad, con sus Entradas y Salidas, su Haber y su Debe? Ya
no valen.
¿Qué
ha sido de la máquina de escribir Olivetti o del Tippex o de la goma de borrar?
Ya no valen.
Me
gustaría que fueran conscientes de esto. En nuestra cultura, la vida activa se
ha confundido y se ha reducido a la vida laboral, y como nosotros ya no tenemos
un trabajo asalariado…. ¿Qué pasa? ¡Bendito sea Dios que ya podemos vivir sin
trabajar¡
Yo sé que hay muchas mujeres
que sufren lo que se llama “síndrome de nido vacío”, porque la mujer, ha sido,
sobre todo madre, mucho “reina de la casa” pero ha sido “la esclava del hogar”,
y, naturalmente, cuando los polluelos salen del nido…
Pero
la mujer, al menos ahora, debe ser consciente que ella es, por encima de todo,
persona, autónoma, además de, por supuesto, esposa, abuela, hija, madre,… Ella
es, en primer lugar, persona.
Y
yo sé, también, que muchos varones sufren lo que se llama “síndrome de tiempo
vacío”. Y todo, por confundir “vida” con “vida laboral”, así que cuando ya no
hay “laboro” ¿ya no hay vida?. Ahora empieza la auténtica vida, una vez
liberados de trabajos embrutecedores que, seguramente, sólo te aportaban un
salario pero no placer en hacerlo.
Distingue Marina entre
“felicidad subjetiva”, que es un sentimiento, y “felicidad objetiva” que es una
situación. Igualmente distingue entre “felicidad individual” y “felicidad
colectiva”, ésta es la justicia.
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