Hay días que, (no sé por
qué), me levanto con “la pata izquierda” y “no sé qué pasa que lo veo todo
negro”,….. “también mi corazón parece todo negro”…. “el mundo entero, para mí,
se ha vuelto negro”…. (se me viene a la mente aquella canción de Los Salvajes,
que tarareaba en mi juventud).
(Entre paréntesis. Las
palabras no son neutras, siempre vienen con carga explosiva ideológica. “Venid,
benditos de mi Padre y sentaos a su Derecha, (“destra”, “diestra”, “diestro”…..)
y vosotros, malditos…. a la izquierda, (“sinestra”, “siniestra”, “siniestro”),
al infierno…. Cuando todos sabemos que nuestro Andrés, el “perchelero de toda
la vida”, ha sido, y es, de “izquierdas de toda la vida” y se merece el cielo
por lo buena y bella persona que es).
Digo que esos días… en vez de
ver la vida como un paseo gozoso y festivo… la veo como un fardo con el que hay
que cargar, inútilmente, como Sísifo.
Esos días,…. Veo que el mismo
día que nacemos no venimos con un pan bajo el brazo ni con un cheque en blanco,
sino con nuestra “sentencia de muerte” grabada en el disco duro celular.
Venimos a la vida y, en ese
mismo momento, comenzamos a restar vida, ya nos queda menos vida y la
“sentencia de muerte” va acercándose a su cumplimiento.
¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Cómo?.
¿Por qué?. ¡Qué igual da¡. Nunca lo sabré y el día que lo sepa ya no estaré
para contarlo.
Todas estas dudas se me
diluyen ante la certeza de tener que morir.
Y esos días…. Veo la vida
como “el corredor de la muerte!. Sabiendo que no saldré vivo de ella, que al
final allí está la meta, sin querer avanzar hacia ella, porque es la misma vida
que, para vivir, está empujándome hacia la muerte.
Y llegan a mi mente,
revoloteando, aquellas frases en latín, que nos hacía traducir el Padre Julián:
“Mors est corona vitae”.
“Mors omnia solvit”.
“Mors certa, solum tempus incertum est”.
“Mors certa, hora mortis incerta”.
“Mori necesse est, sed no quotiens volueris”.
“Mors est ultima linea omnium rerum”.
Es verdad que sólo muere el
que está vivo, pero me pregunto si no estarán mi vida y mi muerte conspirando, conchabadas
amigablemente y a mis espaldas, contra mí.
Esos días negros acude a mi
mente una reflexión que, ha tiempo, ya dejé escrita, lo de los “ateobuses” y su
“probablemente Dios no existe. Disfruta de la vida”.
Y pregunto y me pregunto por
qué meter a Dios en el disfrute o no disfrute de la vida.
Los ateos piensan que Dios no
existe.
Los agnósticos pensamos que,
en los momentos claves, Dios no habla (por ahí anda mi reflexión sobre “la
firma de Dios”).
Los creyentes, en cambio,
creen que Dios no calla y no para de hablar, pero que la gente no lo entiende.
¿Por qué algunos ateos se han
topado con Dios en el lenguaje de las galaxias, pero no todos?.
¿Por qué algunos ateos se han
topado con Dios en el lenguaje del ADN, pero no todos?
¿Por qué algunos ateos se han
topado con Dios en el lenguaje de los números de la Física Atómica ,
pero no todos?.
¿Por qué algunos han
descubierto a Dios en el lenguaje del dolor y del sufrimiento, pero yo no?
¿Y por qué otros lo descubren
en el lenguaje del amor?.
¿Es que Dios juega al
escondite con nosotros y sólo algunos lo descubren?.
Supongamos que queremos saber
cuántos átomos hay en un microgramo de sal, una partícula apenas lo
suficientemente grande para que alguien, con
una vista muy aguda, pueda detectarlo sin la ayuda de un microscopio.
Supongamos que somos capaces
de contar “Mil millones de átomos por segundo” (que ya es mucho suponer).
Con esa suposición
tardaríamos “50 siglos” para determinar cuántos átomos tiene ese pequeño,
pequeñísimos, minúsculo, apenas perceptible, granito de sal.
Y es, entonces, cuando me
pregunto de cuántos átomos estará compuesto mi corazón, cuando ama, o mi
cerebro, cuando duda y piensa.
Y todo se me hace negro.
O cuando pienso en los
Partidos Políticos “bisagras”, esos minúsculos, pero suficientes, que siempre acuden a las reuniones con el cazo
puesto, como un apéndice que le haya crecido adosado a sus manos.
O cuando pienso en la
incapacidad de los dos grandes partidos, PSOE y PP, PP y PSOE, puerta y marco,
marco y puerta, de nuestra política, incapaces de ponerse de acuerdo en que la
puerta puede estar abierta de día y cerrada de noche, sin tener que recurrir a
los chantajistas Partidos “bisagra”, cortos de vista, sin una visión de estado,
sólo pendientes de su terruño.
Y hasta el cielo, con su
color azul-esperanza, se me llena de nubarrones negros.
O cuando veo, contemplo,
asisto al espectáculo de alguien que, siendo mediocre, en vez de querer subir,
con esfuerzo, se rodea de gente igual o más mediocre que él, para ahuyentar su
complejo de inferioridad.
Y esos días, …. no es que el
horizonte se me haga negro, es que no veo el horizonte.
(Son las tres de la mañana,
como casi siempre. Voy a acostarme y a ver si puedo conciliar el sueño. Prometo
que mañana, al levantarme, echaré, primero, el pie derecho).
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